Tenía que reconocer que Myriam se había portado como una verdadera maestra de ceremonias y anfitriona. Todos los invitados estaban a gusto, las bandejas de comida siempre estaban rebosantes de frituras, las gaseosas servidas en las mesas, el DJ mezclaba todos los ritmos musicales y daba la oportunidad de bailar todos los géneros, no se había filtrado alcohol ni tapado los baños. Estaba muy contenta con mi fiesta y se aproximaba el momento en que me cantarían el cumpleaños pero antes, estaba decidida a recibir mi regalo más especial, aquel con el que me despediría, de manera definitiva, del tapón que tenía en el corazón y que me impedía entregárselo por completo a Sebastián. Había llegado el momento y ya sabía cómo lo haría.
La clave para ejecutar mi plan era el final de
Cuando sonó Poison y vi a Valentina y sus amigas salir a la pista a bailar, no sospeché lo que se traía entre manos. Lo comencé a sospechar cuando sentí su mirada sobre mis ojos y noté que lo hacía de manera calculada, siguiendo la letra de la canción porque, ¿quién en su juventud no pensó en algún amor prohibido o negado con la letra de esa canción? La conocía bien y entendía lo que me decía. Me la estaba dedicando, de alguna manera. Eso me puso nervioso, pero debo admitir que también me emocionaba y yo mismo buscaba su mirada y me halagaba encontrarla en esos momentos, cuando, de manera sugerente, me decía que yo era veneno corriendo por sus venas.«Vale, chiquita hermosa, tú también lo eres en las mías», hubiera querido decirle. «Somos
Estaba en shock, no comprendía lo que me estaba pasando y ni siquiera estaba segura de que fuera Myriam quien estaba enfrente mío. Era como estar sumergida en una pesadilla demasiado densa, de esas en las que sientes que las cobijas te aprietan y son las que no te dejan despertar.Myriam encendió la luz de la entrada del apartamento y me miró, luego de sacudirme.—Tina, mírame, Tina. Ven —Me abrazó y solo entonces comencé a sentirme mejor. Pasé mis brazos por encima de sus hombros y me apreté contra su cuerpo—. Estás temblando, Tina, pero tranquila. Lo que acaba de pasar está seguro conmigo, te lo juro por toda mi familia y lo más sagrado que haya en mi vida.Sentí que pasaba sus manos por mi espa
Me inquietaba pensar en el último año de Ivania, dentro del sistema de menores, desde que me mencionó que la trasladaban a ese hogar con tan mala fama. Averigué sobre ese sitio, la casa Charity Child, y resultó ser una organización, a nivel mundial, de hogares de paso para menores huérfanos, propiedad de un grupo de pastores religiosos que tenían presencia en más de sesenta países, no solo a través de su asistencia social, sino también espiritual.Como era de esperar, en su página todo era alegría, niños sonrientes, casas muy bonitas, con dotaciones modernas, enormes bibliotecas y aulas de clase de primera, lo mismo que comedores, baños y habitaciones.También referían a las oportunidades que ofrecían, a los menores m&
Llamé a Emily para contarle lo que habíamos averiguado sobre el lugar al que iban a enviar a Ivania, después de hacerle un resumen de lo que ella me había contado durante la fiesta.—No creo que sea mucho lo que podamos hacer. —Me dijo después de un largo suspiro—. Cuando el sistema ha tomado una decisión, ni siquiera la Superiora del internado puede hacer algo para controvertirla, mucho menos para no acatarla.—¿Qué me sugieres que hagamos? —pregunté, angustiada—. La van a llevar a un sitio horrible, en donde puede que le creen algún tipo de trauma permanente, o algo peor. ¡Debe haber algo que podamos hacer por ella!—Solo se me ocurre, por ahora, ir al internado y hablar con la Superior
Me había salvado, por muy poco, de las pesquisas de Emily, que creyó que había estado fumando alguna sustancia con Valentina y Myriam. No sé por qué incluyó a la amiga de Valentina en el complot, pero me sirvió, aún más, para desviar su atención sobre lo que en verdad había ocurrido.Tuve que confesar, como le creí entender a Valentina, que había estado fumando esas cosas.—Lo siento, amorcito, no sé en qué estaba pensando, pero tú misma me impulsaste a ir con ella —dije cuando regresamos a la mansión.—¿Entonces fue mi culpa? —preguntó, con los brazos en jarras, cuando estábamos ya por acostarnos.
Esta vez viajamos Myriam y yo hacia la casa de la Charity Chair, el sábado en la mañana, después de haber concertado una cita como una contribuyente interesada. Myriam iba al volante, a una semana de haber conseguido su pase de conducción y, distinto a lo que me imaginaba, lo hacía muy bien.La casa quedaba en la cima de una loma bastante empinada, de un barrio muy exclusivo, y en donde Myriam tuvo oportunidad, conmigo agarrada al asiento con la fuerza suficiente para destrozarle la cojinería, de practicar su arranque en subida y, contrario a lo que yo pensaba, lo hizo muy bien.—Estás casi tan blanca como el contorno no bronceado de mi bubis —Se burló Myriam— ¿Pasa algo?—¿Cómo no puedes estar nerviosa
La visita se extendió a través de una biblioteca de ensueño que, al compararla con la de nuestro colegio, una vez más resultaba mucho mejor y, cuando estábamos por salir, Myriam me jaló del brazo. —Mira, ¿es lo que creo que es?Me disculpé con Laura y seguí a Myriam al lugar que señalaba. —Esto sí no lo puedo creer —dije, con las dos manos sobre mis labios. Enfrente mío, en un extenso anaquel, estaba la colección de libros de novela romántica más extensa que había visto en mi vida e iban desde Corín Tellado a hombres-lobo y vampiros. —¿Impresionadas, chicas? —preguntó Laura al ver nuestras caras no solo sorprendidas, sino también emocionadas. —Los libros —dije, todavía en trance—, estos libros, ¿los pueden leer o solo están aquí exhibidos para tentarlos?Laura se rió.—Por supuesto que los pueden leer —contestó—. Para eso están y, como en el caso de las relaciones sentimentales entre los jóvenes, creemos que, antes que prohibir, es mejor guiar. Ese anaquel en verdad que logró en
Una semana y el tiempo corría, sin descanso. Le comenté a Miguel lo que había sucedido en la fiesta de cumpleaños de Valentina, como antesala a lo que, horas después, Emily me había dicho y a lo que me comprometí con ella.—Es una lástima que yo no haya podido ir, señor —dijo cuando concluí con lo que Emily había pensado que sucedió, que había subido al apartamento de mi hijastra a fumar sustancias prohibidas—. Pero estoy seguro de que esa “encerrona” fue consecuencia del beso que no se pudieron dar en el estudio.Ya también le había contado eso, sobre el día en que, después de la reunión que sostuvimos en el estudio de la mansión para discutir -y contarle a Valentina- sobre las amenazas de Carr