Después de tomarme las pastillas de calmantes, porque sí las necesité, me sentí adormilada, como si lo que estuviera ocurriendo no fuera más que un mal sueño, aunque seguía consciente de que era la realidad. Necesitaba, en ese momento, un hombro sobre el que recostarme y alguien que acariciara mi cabeza, así que me apoyé en Emily, que pasaba sus dedos sobre mi pelo y consentía.
Camilo, de pie y paseando de un lado a otro del estudio, hablaba sobre lo que le habían dicho otros abogados que consultó, pero la verdad, no entendía la mitad de lo que decía y le presté poca atención. Para mí, no había nada qué hacer salvo enfrentarme a una década de diligencias, citatorios, audiencias en juzgados y hasta la no poco frecuente aparición en la prensa puesto que, una
Se acercaba el cumpleaños 17 de Valentina y quería que, para esa fecha, recibiera las mejores noticias sobre la nueva situación con Carrara, pero no solo eso, sino que también deseaba darle una sorpresa. Sabía lo qué podía sorprenderla.A través de Emily, me enteré que Valentina quería hacer su fiesta de cumpleaños en el salón social del edificio en donde estaba viviendo con sus amigos (y, al parecer, de manera ocasional con su novio), así que ese sería el sitio a donde debía llegar con lo que tenía planeado.En tanto, mientras cenábamos, Emily me pidió que le contara cada detalle de lo que había hablado con Carrara, en mi oficina, la noche en la que pensé que lo sorprendería a él, y no al contrario.&nbs
¿Qué me impulsó a hacer lo que casi hice? No tengo forma de saberlo, más que el hecho de saber que sigo enamorada de Camilo, mi padrastro, pese a la distancia y la relación que tengo con Sebastián, que no hemos formalizado porque, como es lógico después de casi un año de estar juntos, le conté lo de los fideicomisos y que entre estos figura uno que me prohíbe tener un novio.—Entiendo —dijo cuando se lo conté, siendo la cuarta o quinta vez que hablábamos sobre lo que éramos, si había o no un nosotros, en qué estábamos, en fin, de formalizar.—Pero podemos actuar como si lo fuéramos —dije—. He oído de muchas parejas que nunca le ponen un nombre a su relación y aún así son fel
Cuando llegué al internado, lo vi distinto, mucho mejor de lo que recordaba de la última vez que lo visité, cuando firmé los documentos de salida de Valentina, luego de la muerte de Gloria. Los aportes hechos por Emily, Myriam y Valentina, luego de la fortuna que consiguieron en el casino del crucero, lo habían transformado en un mejor sitio.La Madre Superiora me esperaba en su despacho y, después de saludarnos y hablar sobre el presente de mi hijastra, pasé al tema que me había llevado hasta allí.—¿Será entonces posible que le dé permiso, Madre?La monja entrecruzó sus manos sobre el escritorio y apretó los labios.—Es un permiso muy excepcional, s
Esta era mi noche y nadie ni nada me la iban a arruinar. Pasé seis horas en el salón de belleza e hice un cambio radical con mi cabello. No solo me lo corté hasta la altura del mentón, tipo Cleopatra, sino que me hice unas mechas californianas fucsia en las puntas que, con el color negro de mi pelo y mi piel tan blanca, resaltaban hasta brillar por sí solas. Escogí una falda corta, negra y prensada, con tirantes también negros sobre una camisa blanca de mangas cortas, medias de lana, también blancas, que me llegaban hasta un centímetro debajo de la rodilla y unos suecos negros sin tacón. Quería una combinación que me identificara y, a la vez, fuera un poco vintage, así que le añadí un corbatín vinotinto y me maquillé los ojos con bastante sombra oscura, pero me dejé los labios rojos y, cuando terminé de aplicar el pintalabios pensé en el enorme beso que le iba a dar a Camilo, a como diera lugar. Cuando llegamos al salón, porque Myriam me acompañó y también se hizo un súper look de r
Regresé al salón con Sebastián y bailamos juntos las siguientes tres canciones, aunque aquí debo decir que bailé yo sola porque él no es muy bueno, pero hace su mejor esfuerzo y con eso me basta. Cuando estábamos por sentarnos, Myriam se acercó a mí y, tomándome de la mano, me arrastró hasta casi llevarme a la puerta.—Acaba de llegar tu padrastro y te trae una sorpresa —dijo Myriam.—¿Otra sorpresa? Mientras no sean boletos para una carrera de autos en Montecarlo, puedo soportarla —contesté.—¿Qué?—Luego te cuento.Noté que estaba por insistir cuando vio, m&aac
Tenía que reconocer que Myriam se había portado como una verdadera maestra de ceremonias y anfitriona. Todos los invitados estaban a gusto, las bandejas de comida siempre estaban rebosantes de frituras, las gaseosas servidas en las mesas, el DJ mezclaba todos los ritmos musicales y daba la oportunidad de bailar todos los géneros, no se había filtrado alcohol ni tapado los baños. Estaba muy contenta con mi fiesta y se aproximaba el momento en que me cantarían el cumpleaños pero antes, estaba decidida a recibir mi regalo más especial, aquel con el que me despediría, de manera definitiva, del tapón que tenía en el corazón y que me impedía entregárselo por completo a Sebastián. Había llegado el momento y ya sabía cómo lo haría.La clave para ejecutar mi plan era el final de
Cuando sonó Poison y vi a Valentina y sus amigas salir a la pista a bailar, no sospeché lo que se traía entre manos. Lo comencé a sospechar cuando sentí su mirada sobre mis ojos y noté que lo hacía de manera calculada, siguiendo la letra de la canción porque, ¿quién en su juventud no pensó en algún amor prohibido o negado con la letra de esa canción? La conocía bien y entendía lo que me decía. Me la estaba dedicando, de alguna manera. Eso me puso nervioso, pero debo admitir que también me emocionaba y yo mismo buscaba su mirada y me halagaba encontrarla en esos momentos, cuando, de manera sugerente, me decía que yo era veneno corriendo por sus venas.«Vale, chiquita hermosa, tú también lo eres en las mías», hubiera querido decirle. «Somos
Estaba en shock, no comprendía lo que me estaba pasando y ni siquiera estaba segura de que fuera Myriam quien estaba enfrente mío. Era como estar sumergida en una pesadilla demasiado densa, de esas en las que sientes que las cobijas te aprietan y son las que no te dejan despertar.Myriam encendió la luz de la entrada del apartamento y me miró, luego de sacudirme.—Tina, mírame, Tina. Ven —Me abrazó y solo entonces comencé a sentirme mejor. Pasé mis brazos por encima de sus hombros y me apreté contra su cuerpo—. Estás temblando, Tina, pero tranquila. Lo que acaba de pasar está seguro conmigo, te lo juro por toda mi familia y lo más sagrado que haya en mi vida.Sentí que pasaba sus manos por mi espa