Estábamos alojadas en una de las suites del crucero y era tan grande ¡Que casi parecía un apartamento sobre el mar!
Cómo me hubiera gustado que Ivania estuviera aquí, con nosotras.. snif.
El único percance fue que, al haber comprado sus tiquetes después, Myriam quedó excluida del número de camas de la suite (una confusión de logística, que nunca falta por muy cinco estrellas que sea el servicio) así que tuvimos que compartir, ella y yo, una cama doble para que Emily conservara la cama sencilla. Al final, no fue la gran cosa.
Pero no me agradaba la idea de tener que dormir, en la misma cama
¡CON ESE DEMONIO!
(broma)
&nb
Queríamos salir, no íbamos a pasar nuestra primera noche en el crucero encerradas en el cuarto, pintándonos las uñas, pero le habíamos dado carta blanca a Emily, que desde las seis de la tarde comenzó a arreglarse para su actor mexicano. Salió a las ocho convertida en una princesa, la adoramos, pero a la vez nos mordimos los codos porque no éramos nosotras las que estaban tan emocionadas.—Espero no volver, chicas. —dijo con un guiño—. Que duerman.Nos lanzamos, cada una, una almohada a la cara.—Tenemos que salir —dijo Myriam—. La diversión y las aventuras están afuera. Si salimos, algo encontraremos, ya verás.Nos decidimos, aunque no tuvi
Emyli nos obligó a desayunar a las diez de la mañana. Fue compasiva y nos permitió hacerlo en la habitación, con diez litros de jugo de naranja, otros diez de café negro y una tableta de doce aspirinas. Solo hasta que estuvimos hidratadas y con seis analgésicos en el estómago, fuimos capaces de comer los huevos revueltos y el pan, después de un poquito de caldo con mucho cilantro.—No vayan a comer mucho, o estarán vomitando en unos minutos —dijo cuando repasó el estado en el que estábamos. Se sentó a la mesa, con nosotras. Ella sí estaba como si hubiera dormido doce horas, arropada y mecida en una cuna gigante—. Ahora sí, ¿cómo les fue?Solo le dijimos que estuvimos bailando un poco, con un grupo de chicos de nuestra edad, pero que
No sé cómo interpretar lo que me estaba sucediendo desde el día en que la vi girarse y mirarme con sus ojos verdes como fraguas de jade, emocionada de cruzar su mirada con la mía. Después, cuando la vi pararse y salir del salón, me vi impulsada a seguirla. Vi el flequillo de su falda volando al interior del baño. Cuando entré, la oí sollozar y vi sus piernas, ceñidas por las medias de lana azul, detrás de la puerta de un cubículo. Me incliné esperando ver lo que vi. Su rostro era el de un angelito llorando. Me cautivó tanto, que todavía conservo esa imagen en mi memoria; sus ojos escurridos, hundidos en un mar de desesperación que me la mostraron tan frágil que solo quise abrazarla. Desde ese momento supe que la quería de una forma especial, tanto que, terminada la jornada, no deseaba que se apartara de mí.
Cuando Myriam me preguntó si estaba entendiendo las reglas de la ruleta, le mentí solo por molestarla. La verdad era que estaba súper mareada y me sentía divertida, más que la noche anterior con los gringos. Solo veía, delante mío, que la gente ponía grupitos de fichas encima de algún número o color y, después de que se giraba la ruleta, algunos celebraban o se quejaban, dependiendo de su suerte.—Explícame y juguemos. —Me pidió Myriam.Le dije lo de los números, me inventé las reglas sobre los colores y los cuadros con palabras, y después le susurré, al oído, que había un hombre, muy apuesto, que no dejaba de mirarla. Se rió y me pasó otra copita de ese delicioso néctar que me estaba empalag
Cuando la llamé, lo hice a escondidas de Miguel, porque, de enterarse, me habría matado. Me torturó escuchar su voz, hablándome sin dejar de tutearme, pese al terrible dolor que le he causado, porque significa que guarda una esperanza, un atisbo de que sí podía existir un “nosotros”. Eso me duele más porque ya he decidido, fiel al juramento que le hice, que las palabras escogidas están encaminadas a descartar esa idea.No puede existir un “nosotros”.En mi última conversación con Miguel, en el bar de un hotel de Dubái, le dije que no seguiría construyendo un muro humano.—Si me la voy a sacar de la cabeza, y más importante aún, del corazón, lo haré si
Lo que Myriam le contestó a Emily era verdad, al menos en mi caso: no sabía por qué la había besado (y disfrutado del beso). Teníamos que hablarlo, pero sería después de la segunda resaca de mi vida, en la que juré, mientras me tomaba un litro de jugo de naranja y tres aspirinas, que no volvería a tomar licor en toda mi vida.—Estaré en la piscina —dijo Emily antes de salir. Ya sabíamos a cuál se refería.Quedamos las dos, frente a frente, desayunando la que parecía iba a ser nuestra dieta diaria de cada mañana en el crucero: aspirinas con jugo.—¿Comienzas tú o lo hago yo? —Le pregunté a Myriam cuando la vi regresar del baño, después de escuc
Había planeado lo que le iba a decir, pero no dónde y cómo iba a hacerlo. Desde que nos subimos a la moto, empecé a improvisar. Tomé rumbo a la ciudad porque habían muchas más opciones de sitios en donde podíamos sentarnos, comer y decirnos lo que teníamos pendiente, pero no sabía a dónde ir.Atravesamos algunas avenidas y después de pensarlo, me decidí por un restaurante de comida local que había abierto no hacía mucho y del que vi fotografías de sus platos en Instagram, en una de las tantas ocasiones en que estuve repasando las publicaciones del viaje de Valentina.Casi no lo encuentro y tuvimos que detenernos para que Waze lo hiciera por mí. Al abrir Instagram para buscar el nombre del restaurante, lo primero que apareció en la
La última noche en el crucero vimos una película. Yo voté por una de comedia romántica, pero Emily y Myriam se confabularon para que viéramos una de terror. Resultó ser una de zombies, la primera de ese tipo que veía en mi vida y, casi agarrada a Myriam, me estremecí con las escenas en que los muertos vivientes devoraban a los vivos que caían en sus garras. En su momento, me pregunté si sería posible que eso llegara a pasar en la vida real, me refiero a un apocalipsis zombie, pero lo descarté al pensar que sería ridículo creer que un muerto viviente pudiera sentir hambre y verse tentado a comer, porque, ¿acaso no está muerto? ¿para qué pediría su cuerpo ser alimentado?Bueno. Al llegar a la mansión, después de haber hablado con Camilo en el restaurante, comprend