Pizza de lágrimas

¡Le gustaban las motos!

Estaba por perderme a una chica a la que le gustan las motos, de verdad, no solo montarlas. Nunca lo hubiera creído de Valentina. 

Debo enviarle una ancheta de licores y los mejores quesos a Miguel, además de un bono generoso, porque sin sus consejos, yo seguiría siendo el mismo cretino que recibió a Valentina como si fuera una mocosa llena de piojos, acné y hormonas alborotadas que creía que era, el primer día, en el vestíbulo de la mansión. 

¡Qué equivocado estaba!

Resultó que se vestía como una mujer algo mayor que su edad, como una veinteañera recién graduada de la universidad que asiste a su primer trabajo, no muy formal, ta

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