Si no fue Camilo, ¿quién abrió la puerta de mi habitación?
Opté por creerle, aunque una parte de mí deseaba que me estuviera mintiendo, pero no porque quisiera tener un hecho para pelear con él, no, no quería que eso volviera a pasar, sino porque me atraía la idea de que se fijara en mí y, como un chico travieso, me estuviera espiando mientras saltaba en la cama sin pantalones.
Fue eso, y no otra cosa, lo que me motivó a mirar hacia el corredor después de que Camilo se hubiera marchado. Como supuse, había una cámara de seguridad en la esquina superior de la pared donde terminaba el pasillo y, por su luz intermitente roja, debía estar grabando. Ya averiguaría, después, quién era el dueño de las manos que giraron la perilla. P
Lo que más me llamó la atención de la habitación de Myriam fueron los estantes de libros que tenía junto a su cama. Me quedé absorta mirando los títulos. Tenía una colección enorme de libros de licántropos y vampiros.—¿Por qué te llama tanto la atención? —pregunté, señalando los tomos.Myriam había encendido ya su computadora para que empezáramos a estudiar.—Son muy buenos —dijo—, tienen historias de amor increíbles.—¿Historias de amor?—Sí, son novela romántica —contestó—. Con hombres lobo y va
Me atormentaba la idea de verme esa noche con Valentina. Regresé temprano a la mansión, para atender a unos invitados extranjeros que se estaban hospedando en la casa y con quienes esperaba concertar unos contratos importantes, pero también para poder cenar con mi hijastra y, en la comida, volver al tormentoso tema de los fideicomisos. ¡Cómo me arrepiento ahora de haberlos creado!Ya, igual, no tenían marcha atrás, ni aunque quisiera, porque, como lo hablé la noche anterior con el abogado Carrara, hospedado también en la mansión, las condiciones habían quedado estipuladas en testamento de Gloria, un documento de más de noventa páginas en el que los fideicomisos de Valentina tenían su propio capítulo especial.—Ahora que he verificado la vali
Entramos a mi habitación y noté que Valentina la admiraba con un brillo inusual en sus ojos. Recordé la última vez que ella estuvo aquí, cuando sacó espantada a la dependienta de la tienda de ropa, haciéndole creer que yo era algún tipo de multimillonario que se acostaba con jovencitas, como se descubrió, no hace mucho, que hacía un hombre en Estados Unidos. Jamás me hubiera imaginado que Valentina pudiera ser capaz de algo así, menos cuando la contemplaba en la ropa y actitud que tenía en ese momento, en el que desbordaba dulzura a inocencia.Había recuperado su chupeta y la paladeaba mientras observaba la habitación, seguro recordando cuando su madre estaba viva y compartía ese cuarto con su papá, siendo ella apenas una niña de seis o siete años que pasaba sus tardes
Temblaba. Estaba temblando y no dejé de hacerlo hasta que me dormí, lo que, por cierto, me tomó mucho tiempo.¿Qué había sido eso?Cuando me mostró su tatuaje quise tocarlo, porque había tanto ahí, en ese dibujo en apariencia juvenil, que lo sentí con solo verlo. Aparté mi mano sabiendo que sería profano y por el terror que me dio desencadenar lo que, de todas formas, se liberó.Estoy segura de que hay una historia mucho más profunda en ese tatuaje, no es solo la cobertura de un horrible dibujo anterior; no, la mujer lobo que yace a los pies de su pareja fue real y, el lupino que aúlla, no es otro que Camilo.Después solo nos quedamos mirando, en si
No me di cuenta de que me había comprometido a un viaje de negocios hasta que el proveedor, que se estaba hospedando en la mansión, me preguntó en qué hotel deseaba alojarme. Mi mente seguía metida en la habitación, con Valentina, medio desnuda, mirándome a los ojos, en silencio.—Cualquier Damton está bien —contesté.El vuelo salía a las nueve de la mañana, pero cuando vi, a través de la ventana de mi habitación, que Valentina corría hacia la casa central, llamé a Alfredo.—Si Valentina pregunta, dile que ya salí, hace una hora, a un viaje de negocios.Me sentí terrible, la peor basura del mundo, menos que la caca del
Ese día Camilo regresaba de su viaje y yo no veía la hora de encontrarme con él. Le dije a Alfredo, cuando regresé a casa (temprano, esa tarde no fui a la casa de Myriam) que me avisara cuando llegara, que quería cenar con él.—Por supuesto, señorita Valentina.Me encerré en mi cuarto, a estudiar. Ya sabía cómo usar mi celular para reproducir música y hasta había descargado una aplicación que tenía prácticamente cualquier canción existente en el mundo (qué maravilla, y yo que me había quedado en el reproductor MP3). Me suscribí con la tarjeta de crédito, todavía preguntándome cuánto cupo tendría.—Una de estas tardes, sal
El dolor era insoportable, tanto, que incluso con una modelo de Victoria's Secret desnuda a mi lado, en mi cama, bajo las mismas sábanas, no fui capaz de sentir ninguna emoción y la oí, dormida, después de un infructuoso intento por hacer el amor. Pensaba en Valentina, a solo unos cientos de metros de mí, en su habitación, seguro ya también acostada, llorando con amargura por mi culpa. De no ser porque estaba acompañado, también habría llorado y sentía la humedad en mis ojos, acumulándose cuando me imaginaba a la pobre Valetina, hecha un ovillo en la cama, humedeciendo la almohada, de olor a fresas, con sus lágrimas.Esto iba a ser más duro de lo que había creído y si esta mujer a mi lado era incapaz, con su rostro esculpido por un encargo especial de Dios y dueña de un cuerpo por el
No voy a hablar del estado en el que desperté la mañana siguiente a la primera vez en que me rompieron el corazón.Al mediodía día, en el cole, miramos con Myriam y Horacio la fecha exacta en que empezaba la semana de receso, para ajustar la fecha del crucero.—¿Yo no puedo ir? —preguntó Horacio cuando Myriam le dijo que iría conmigo, sin más acompañantes— Pero eres mi novia.—Eso no significa que sea de tu propiedad, cariño —contestó Myriam—. Si quiero ir sola, solo con una amiga, a pasar unas vacaciones, voy, porque contigo paso el resto del año, ¿me entiendes?Horacio levantó los hombros. No parecía molesto, pero tam