Arreglada de manera juvenil, con un ligero vestido de minifalda y un discreto escote que resaltaba su hermosura, con la bolsa de piel colgada a su hombro izquierdo, Amanda, después de agradecerle al conductor del taxi, por su servicio, descendió del auto que la había llevado a su cita, dejando tras de sí un delicado y agradable aroma.
El chofer del carro por aplicación, que ella había solicitado, se mantuvo en su lugar por unos minutos y la vio alejarse, caminando con porte, elegancia y categoría, desbordando una sensualidad tan natural que atraía las miradas de aquellos con los que se cruzaba en el camino.
Se veía preciosa, era como una muñequita, luciendo sus agiles y esculturales piernas, sus diseñadas y formadas caderas al vaivén de su cintura y la candencia de sus pasos, dejando que su sedosa melena se agitara libremente con el aire, lo que le daba un toque poético a su caminar.
Desde que la viera abordar en el auto, el conductor se enamoró de aquel rostro hermoso, de grandes ojos color miel, cejas bien arregladas, nariz afilada y respingada, boca pequeña, con los labios carnosos y sensuales y una barbilla partida que la hacía verse más bella.
Ajena a las miradas cargadas de deseo del chofer y de los que se cruzaban por su camino, Amanda llegó con tiempo a la esquina en la que había quedado de verse con Jorge del Real, su novio desde hacía tres meses.
Había pasado una semana desde que se vieran la última vez, debido a una fuerte discusión que provocó que ella le pidiera que, ya no la buscara más.
Ese día por la mañana Jorge le había rogado, suplicado, implorado que lo dejara verla una vez más, que tenía algo muy importante que decirle y que si después de eso ella decidía que debían terminar que así lo harían y ya no la molestaría.
Amanda intentó negarse buscando todas las excusas posibles, la insistencia de del Real fue tanta que terminó por disuadirla y aceptó verlo esa misma noche en la esquina de una concurrida avenida para que ella se sintiera tranquila y segura, por si él se empeñaba en volver a discutir la negativa de ella de volver a ser novios, lo había pensado mucho y decidió que ya no quería nada con él.
Mientras avanzaba por la calle, sentía en su cuerpo de todo, menos esa tranquilidad que la hacía dueña de la situación ya que podía controlar lo que viniera, sólo que en ese momento no sabía por qué se sentía inquieta y nerviosa, como si algo no estuviera bien, tal vez esas emociones que experimentaba, eran por las pocas ganas que tenía de haber aceptado la cita.
Si bien Jorge, se había portado muy amable y atento con ella durante los días que estuvieron saliendo como novios, también era cierto que tenía esos momentos que lo hacían insoportable, y más cuando se mostraba de terco y aferrado con lo que quería.
Controlando los nervios que la recorrían de pies a cabeza, se detuvo en la esquina acordada y echó una mirada a su reloj, era la hora precisa de la cita, exhaló un suspiro y pensó que si en cinco minutos no llegaba se marcharía y así se libraría de cruzar palabra con él.
Al levantar la vista vio que el auto de Jorge se estacionaba justo en frente de ella y desde el interior él la invitaba a subir.
Amanda titubeo un poco antes de abordar el auto, en cuanto cerró la puerta, el lujoso y moderno automóvil se puso en marcha de inmediato.
—¿Qué es eso tan importante que tienes que decirme? ¿Por qué me pediste que viniera sin mi carro? —preguntó ella de inmediato sin darle un saludo al ver que el comenzaba a conducir por la amplia avenida.
—Te tengo una sorpresa y por eso te pedí que vinieras sin carro… sólo ten un poco de paciencia y ya verás de lo que se trata… te aseguro que ni siquiera lo imaginas y será de tu total agrado.
La hermosa mujer no insistió, decidió esperar y sus nervios aumentaron, en verdad no sabía lo que podía esperar de aquel rico heredero, más trató de serenarse en espera de lo que viniera.
No sabía cómo, interpretar ese desasosiego que experimentaba en su cuerpo, tal vez era su sexto sentido o tal vez estaba presintiendo algo que no le gustaba, de una o de otra forma, no se podía tranquilizar.
El auto llegó hasta la cochera de una elegante casa a las orillas de la ciudad, después de estacionarlo, Jorge le pidió que bajara y lo acompañara.
—Lo que tengas que decirme… hazlo aquí, por favor, y terminemos con esto de una vez… —le dijo ella con un tono tranquilo sin moverse de su lugar.
—Es que necesito que veas algo… por favor… no te niegues… —suplicó del Real y Amanda titubeo un poco— no te quitaré mucho tiempo, te lo prometo.
Por un momento no supo que decir, había tal sinceridad en él que la confundía.
Ella conocía el lugar y sabía que era una de las tantas propiedades de la familia del Real, bajó del auto y caminó al lado de Jorge hasta una pequeña terraza en donde se veía una mesa elegantemente preparada para una cena.
Cubiertos, platos, copas, vasos y unos hermosos candelabros de oro con unas velas encendidas, un hermoso ramo de rosas blancas, sus preferidas y una botella de champaña en una bella hielera.
La visión de aquel escenario romántico emocionó por un momento, se controló y con su acostumbrada seguridad le dijo:
—¿Qué es todo esto…?
—Un poco de lo mucho que tú te mereces… —respondió Jorge sonriendo y luego, poniéndose de rodillas, sacó de su bolsillo un estuche, lo abrió y un hermoso anillo con un diamante solitario relumbró a la luz de las velas— ¿quieres tener brindarme el honor de ser mi esposa?
Amanda nunca imaginó que aquello le pudiera pasar a ella, por un momento contempló todo a su alrededor y supo que no estaba soñando.
Jorge era uno de los solteros más codiciados del ambiente social en el que se desenvolvían, la gran mayoría aseguraban que él nunca se iba a casar ya que las mujeres lo acosaban y estaban dispuestas a todo con tal de pasar una noche entre sus brazos.
Y ahora, lo tenía ahí, de rodillas frente a ella, pidiéndole matrimonio de una manera, que aunque trillada, era romántica, el sueño de cualquier mujer, aquello era como para no creérselo, le parecía tan irreal que por un momento pensó que estaba alucinando y que nada de aquello estaba sucediendo.
—¿Qué me respondes, hermosa? —la voz de Jorge la sacó de sus pensamientos y la volvió a la realidad del momento.
—Que no… no puedo casarme contigo —respondió con firmeza, sin delatar emoción alguna en su hermoso rostro.
—¿¡No…!? ¿Por qué? —preguntó Jorge poniéndose de pie frente a ella y mostrando claramente el coraje por la decepción que sentía.
—Porque tú y yo no nos amamos… porque, aunque eres un buen amigo, también eres egoísta y sobre todo muy cruel cuando no obtienes lo que quieres, porque no hay nada que nos pueda hacer pensar que llegaríamos a amarnos algún día… ¿con esas razones tienes o quieres más?
—No entiendo… la verdad es que no te entiendo… tú misma me dijiste que esperabas que no fueras para mí como las otras mujeres con las que he tenido alguna relación y ahora que te muestro la sinceridad de mis sentimientos y te ofrezco matrimonio, me rechazas.
—Soy sincera, como siempre lo he sido, así que si no tienes algo más que…
—Espera… espera, por favor… —dijo del Real con una humildad que ella no le conocía— ya que no quieres ser mi esposa, seamos los buenos amigos que hemos sido siempre… ¿te parece bien?
—No veo por qué no… me agradada tu compañía y disfruto de tu plática, aunque no te aseguro que nos veamos con mucha frecuencia, bien podemos seguir siendo amigos sin problema alguno.
—Entonces brindemos por nuestra nueva amistad y para que esta perdure por siempre, ya que si en el amor no nos comprendimos en la amistad seremos los mejores camaradas que se pueda encontrar —respondió él caminando hacia la hielera de dónde sacó la botella de champaña.
—N-no… mejor ya llévame a mi casa, tengo… —intentó detenerlo ella cuando él ya servía en las copas.
—Un brindis no te quitará mucho tiempo… dame al menos ese consuelo para no sentirme tan mal ante tu rechazo… sólo un brindis por nuestra amistad.
—Lo siento… pero no quiero beber… mejor ya llevame…
—Ya quedamos que vamos a seguir siendo amigos como siempre… así que no me niegues un brindis, no vas a perder mucho tiempo y…
—De acuerdo… un brindis y nos vamos… prometelo.
—Te lo prometo, sólo un brindis, no te voy a pedir nada más, aunque la cena que te mandé preparar se eche a perder, con brindar contigo me contento.
Amanda, sin muchas ganas, recibió la copa que él le ofrecía
—A tu salud… —dijo él estirando su copa hacia ella
—Salud —y después de darle un pequeño golpe con la de él la llevó a sus labios, bebió un poco y no le gustó el sabor, estaba acostumbrada a los licores buenos y la champaña le sabía rara, así que dejó la copa en la mesa.
—Bueno… ya brindamos… ¿me puedes llevar a mi casa? —le dijo resuelta
—No te has acabado tu copa… bebe hasta el fondo.
—No… no tengo ganas… ya bebí como tú querías… ahora ya me quiero ir, por favor —dijo ella sintiéndose un poco mareada
—¿Me das un beso de despedida? —pidió Jorge al ver que ella parpadeaba
—No… ya estuvo bien… si no me llevas me voy yo sola y…
De pronto sintió que las piernas se le doblaban, estuvo a punto de caer al piso, él la detuvo y la ayudó a caminar hasta el sofá que se encontraba a un lado, Amanda sintió que las manos de del Real recorrían su espalda acariciándosela de manera morbosa, hasta detenerse en sus caderas.
Quiso aventarlo, no tuvo fuerzas, sentía que de un momento a otro iba a perder el conocimiento, así que trató de concentrarse, no podía quedar desvalida frente a Jorge que no tenía buenas intenciones.
Comenzó a aspirar y a expirar con ritmo, tal y como le había enseñado a su padre a controlarse para cualquier evento importante que tuviera, sólo que ahora buscaba reaccionar, sentía las manos de él acariciando sus piernas, por dentro y por fuera, los labios de Jorge besaban sus mejillas, su cuello y en ocasiones lo recorría con la lengua.
Amanda sintió que la mano derecha de Jorge buscaba la forma de despojarla de sus pantaletas, fue entonces cuando pudo reaccionar, aunque no estaba totalmente en sus cabales, si se había repuesto un poco.
Lo empujó con fuerza mientras se acomodaba su ropa íntima:
—¡Déjame…! No quiero que me toques de esa manera… ¡respetame!
—No te pongas difícil… no ganas nada… —dijo él con cinismo— a ti lo que te hace falta es un hombre que te haga sentir mujer… así que no retrases lo inevitable… conmigo vas a aprender todo lo que necesitas del amor.
Haciendo un esfuerzo supremo, Amanda ya se había levantado del sofá sintiéndose aún mareada y no perdió el tiempo respondiendo a las palabras perversas de Jorge, cuando vio que él se acercaba con los ojos inyectados por el deseo, no titubeó un solo instante y le lanzó una potente patada, de frente, que se clavó con fuerza en las partes nobles de del Real.
El impacto fue brutal, por unos momentos, Jorge, quedó paralizado sin alcanzar a comprender lo que le había sucedido, un fuerte y profundo dolor lo recorrió por todo el cuerpo, restándole fuerzas, luego se desplomó cayendo de rodillas mientras que con sus manos trataba de aliviar la parte afectada.
—¡Eres una desgraciada…! ¡Frígida…! —le gritó entre gemidos de dolor— no sé por qué no hice caso cuando me dijeron que eras lesbiana… ¡maldita!Todavía medio aturdida y confundida, Amanda se enfureció mucho al escuchar aquellas palabras, estaba segura de que ese infeliz, algo le habían puesto en su bebida y eso era lo que la tenía en ese estado, no obstante, tomó su bolso y se acercó hasta donde Jorge buscaba reponerse del intenso dolor que sentía en su dañada virilidad.Sin que él se lo esperara, un fuerte puñetazo se estrelló contra su boca reventándole los labios y botándolo hacia atrás, con fuerza, hasta hacerlo caer pesadamente al suelo.—¡Imbécil…! —le dijo Amanda con coraje.Con pasos tambaleantes e inseguros, buscó la salida de a
—“¿Por qué me tienen que pasar estas cosas a mí?” —pensaba con cierta tristeza y dolor mientras elegía lo que se iba a poner —“Es la tercera vez que me tratan y me ofenden de esa manera” “¿Por qué?” —y comenzó a recordar.«La primera vez fue con Horacio, aquel atlético y guapo estudiante de la carrera de Economía que conocí en la Universidad, él era hijo de un importante banquero y yo con 19 años lo vi cómo a mi príncipe azul.» Pese a tener buena posición social y económica, Horacio era sencillo, amable y muy simpático, lo que lo hacía popular y querido en la facultad, él quería estudiar Economía para seguir los pasos de su padre, el cual era como su ídolo.» Nos hicimos novios a los tres meses de conocernos y comenzamos a salir a va
Fue entonces cuando recibió una llamada de Olga, una excompañera de la Universidad con la que había hecho muy buena amistad y aunque tenían amigos en el mismo círculo social, no era muy dada para andar con chismes.Olga siempre había rechazado aquellas intrigas y aunque tenía muchos amigos y conocidos en el círculo social que ambas frecuentaban, ella procuraba mantenerse al margen, convivía si era necesario, más no lo hacía de manera habitual como la mayoría de todas aquellas sanguijuelas.A ella si le contestó el teléfono ya que podía tratarse de algún asunto urgente, cuando Olga le contó el motivo de la llamada, Amanda, casi enloquece del coraje.Su excompañera le había dicho que estaba circulando el fuerte rumor de que la heredera del señor Vértiz vivía en secreto una relación lésbica con una e
Montada sobre su caballo, Amanda Vértiz corría por el verde y hermoso campo a todo lo que el noble bruto podía, con gran experiencia y habilidad, la bella amazona guiaba las riendas controlando apenas, el coraje que la embargaba y la hacía contraer las mandíbulas.No había obstáculo en el camino que el caballo no eludiera o brincara, con destreza y experiencia, manejaba las riendas del hermoso animal, mostrando sus dotes naturales de amazona consumada, de esa manera cruzaba, sin detenerse, aquellos campos que lucían la dedicación y el cuidado a que eran sometidos por los jardineros.No tardó mucho en llegar hasta las puertas de la casa principal, y rayando el brioso corcel, desmontó con un ágil brinco, justo en el momento en que uno de los mozos de la cuadra se acercaba a ella para hacerse cargo del caballo, el empleado sabía que había que ponerle una manta para el sudor.<
Mientras esperaba en la biblioteca para hablar con su prima, se sirvió un trago de coñac, recordó la última vez que vio a su padre unas horas antes que él muriera, dejándole un gran vacío.Había regresado de una competición en la que obtuvo el primer lugar, su padre no había podido acompañarla por encontrarse un poco enfermo, así se lo dijo cuando hablaron por teléfono y aunque ella le ofreció estar a su lado para cuidarlo, él la convenció de ir a competir, asegurándole que no era nada grave.A su regreso al país, mientras esperaba su equipaje en el aeropuerto, recibió una llamada del médico que atendía a su padre, avisándole que el señor Vértiz, estaba muy grave y que pedía hablar con ella.Amanda no lo dudó un solo instante, dejó todo en manos de sus ayudantes y alquil&
El primer enfrentamiento con Elena fue durante la lectura del testamento.Su prima no quería aceptar que Amanda fuera su albacea, no estaba dispuesta a depender de ella para disponer de la herencia que su tío le había dejado al morir.Gritó, amenazó y ofendió a todos los que se encontraban presentes, al notario, a Amanda y hasta al abogado que había llevado con ella para que la aconsejara legalmente. Lloró de rabia e impotencia tratando de llegar a un arreglo son su prima, pero Amanda se mostró inflexible y la temperamental y explosiva Elena llegó hasta a amenazarla.Incluso hasta contrató a otro abogado e inicio un juicio legal contra su prima para poder cambiar ese mandato que le parecía absurdo y desquiciado. Todo fue inútil nada se pudo hacer, por lo que no tuvo otro remedio que aceptar los hechos mientras pensaba en alguna forma de liberarse de Amanda.Como ven
—No me importa en lo más mínimo. Ya sé lo que quiere esa hipócrita. La voy a poner en su lugar, ya es tiempo de que deje de tratarme como a una niña. Soy bastante mayorcita y puedo hacer con mi vida lo que yo quiera —exclamo ella de forma abierta y sin ocultar su coraje.—Ese es un asunto de ustedes —dijo él indiferente al momento en que se levantaba y comenzaba a vestirse— Y a propósito de problemas, espero que no se te haya olvidado lo que te pedí.—No podría olvidárseme, tú me lo recordarías, como lo haces ahora. Te voy a dar ese dinero, pero es la última vez, te lo advierto.—Sí, sí, mi amor, lo que tú quieras —la voz de él sonó cínica eso no pasó desapercibido para ella.Elena le dio los billetes que saco de su bolso, seguía desnuda mientras él ya se h
» No obstante que Elena recibió un buen trato y atenciones por parte de su tío y de su prima, ella iba llena de odio y rencor, así que comenzó a desquitarse con su prima, la tierna niña que sin malicia alguna le ofrecía todo lo que tenía para aliviarle el dolor de haber perdido a sus padres.» La rencorosa muchacha, disfrutaba haciéndole maldades, llegando a lastimarla varias veces, no sólo en lo sentimental, sino que hizo que se luxará un tobillo, que se descalabrara, que se golpeara en la cara, en fin, aprovechando que era mayor se ensañaba con la inocente y dulce heredera, que no entendía aquella actitud.» Ernesto en varias ocasiones la reprendió y la castigo por sus bromas pesadas en contra de la niña, por eso Elena aprendió a comportarse hipócritamente ante él, no le importaba pedir perdón y llorar de arrepentimiento, log