Me encontraba al frente de la joven, era de cabello negro, piel blanca, de ojos verdes muy claros, su rostro daba la impresión de ser una muñeca. Aun así, se veía una mirada muy triste. Algo delgada o más bien deseaba pasar de manera insignificante, para no llamar la atención. Porque se notaba que tenía bonito cuerpo, no comparado con el mío, yo era deportista y hago muchos ejercicios de resistencia en las piernas.

—Me llamo Emily Zuluaga.

—¿Eres hermana del joven que atropellé? —afirmé—. Lo lamento, en mi defensa, él se atravesó y salió detrás de un carro, por eso no lo vi.

—Se te condena por ir a ochenta kilómetros en una carretera señalizada con un máximo de velocidad de veinte, por estar al lado de una escuela. —Se veía nerviosa.

—¿Iré a la cárcel?

—Eso será temas de adultos. Tu padre se presentó en la clínica ayer. —abrió los ojos.

—Él es peligroso. —Su nervio fue más notorio—. Sé por qué te lo digo. Me sentirá más tranquila tener que lidiar con jóvenes rebeldes en un reformatori