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Capítulo 4

ERIC

–¿Quién es ese sujeto y que hace con nuestra chiquita? – escucho a Owen.

–No lo sé – contesto sin ser capaz de apartar la vista de ella.

De ese hermoso vestido que logra amoldarse a cada una de sus curvas, en como el tono rosa combina perfectamente con la palidez de su piel, el como sus piernas de ven tonificadas debido a la altura de sus tacones y como su cabello cae por sus hombros.

–Vamos acércate.

–Dame un momento.

Con pocas ganas aparto la vista de mi hermosa chica, para centrarme en María que esta colgada a mi brazo. Antonio conversa con su esposa y entre ellos tres mantienen una conversación de la cual no presto atención.

–Iré a la barra – informo hacia el grupo –. ¿Gustan algo?

Todos me miran con el ceño levemente fruncido antes de negar.

–Hay gente que reparte tragos ¿Por qué no llamas a uno de esos? – pregunta mi acompañante.

Vuelvo a dar una rápida mirada hacia donde mi mujer habla con aquel hombre y nuevamente miro a las personas conmigo descubriendo que Antonio miraba hacia donde yo miraba sonriendo, pero lo ignoro.

–Enseguida vuelvo.

Camino a paso firme hacia la barra con la intención de alejar a mi hembra de aquel sujeto, puedo notar que no está cómoda con el cerca y no dejare que pase un mal rato.

–¿Hueles eso? – habla mi lobo.

–¿Qué cosa? –pregunto al mismo tiempo que olfateo al aire llevándome una sorpresa –. Es un hombre Lobo.

–¿Crees que ella lo sepa?

–No tengo idea.

–Debemos averiguar, podría ser algo beneficioso para nosotros que ya sepa de nuestra existencia.

–La verdad sí.

–¿Qué te hace pensar que necesito algo que provenga de ti? – escucho el tono molesto de mi hembra haciéndome fruncir el ceño.

–Por favor – el tono de burla del hombre me tensa –. Vives sola en ese cuchitril, tus padres apenas pueden pagarla la universidad y dudo que te estén pagando las pasantías ¿Dónde las conseguiste? Imagino que, en el peor lugar, nunca fuiste muy lista.

El olor a tristeza, angustia y rabia de mi mujer llega a mis fosas nasales logrando que Owen gruña suavemente, puedo ver en sus ojos que le afecta lo que este sujeto le dijo. Llego junto a ella antes de que pueda abrir la boca para responder y paso una de mis manos por su cintura deleitándome con la suavidad de su espalda descubierta.

–Señorita Parson la estaba buscando.

Su ceño se frunce cuando conecta sus hermosos ojos con los míos.

–¿A mí?

–Así es, quería comentar unas cosas con ustedes sobre el informe que me entrego.

Su cuerpo se estremece levemente cuando acaricio circularmente con mi pulgar su espalda, el hombre frente a mí huele a frustración y le lanzo una mirada helada antes de hablar.

–¿Podrías dejarnos a solas? Es algo importante.

–Claro, imagino que no debe haber sido un buen informe – ríe con burla haciéndome enojar –. Nos vemos luego Sofía.

–No lo creo – susurro solo para él pueda escuchar.

Un suspiro contenido sale de los labios de mi mujer y sus manos tiemblan ligeramente cuando se aleja de mi tacto para acercarse a la barra y beber del que me imagino es su vaso, dejándome con un sentimiento de soledad.

–¿Quién era él? – pregunto sin contenerme –. ¿Por qué deja que le hable así?

Niega con la cabeza sin mirarme aún y el enojo que tengo junto a Owen por el hecho de que alguien la haya dejado triste me desespera.

–No es nadie importante – susurra bebiendo de su vaso y luego voltea en mi dirección –. ¿Qué quería decirme sobre el informe?

–No debería dejar que nadie le hable así, no merece que la menosprecien.

Una sonrisa triste de forma en su rostro y me maldigo internamente por aumentar el olor a tristeza.

–Créame que lo sé – habla viendo tras mi cuerpo –. Por eso termine con él.

Abro la boca para responder, pero las palabras no logran salir de mis labios, estuvo con él. Ese desgraciado estuvo con ella y puedo imaginar el infierno que debe haber sufrido.

–Sofía encontré nuestros asientos – chasqueo la lengua al reconocer la voz –. Oh, señor Black que gusto verlo.

Me rehúso a apartar la vista de esos hermosos ojos grises que me miran con intriga, la tristeza aun puede olerse en ella, pero en menor cantidad y daría lo que fuera por detener eso.

–Su informe fue el mejor, es un verdadero orgullo tenerla haciendo pasantías con nosotros señorita Parson – digo sin apartar la vista de ella, sus ojos brillan ante mis palabras y el aroma a felicidad inunda mis fosas nasales –. Disfruten la velada.

Doy un asentimiento de cabeza hacia el otro pasante y vuelvo hacia donde se encuentran mi acompañante, tomo asiento junto a ella e inconscientemente mis ojos vagan por el salón buscando a mi hembra, viendo como toma asiento una mesa mas adelante que la mía.

¥

Sofía.

La gala ha ido mejor de lo que pensé que iría luego de ese encuentro con Tomás. No lo veía hace un año desde que terminamos, o bueno, desde que termine esa relación.

Duramos alrededor de seis meses, en los cuales al principio era todo color de rosas, pero luego se mostró como realmente era. Comenzó con pequeños detalles como quejarse por mi vestimenta, luego por mis modales y termino por menospreciarme en todos los sentidos.

Mi vida nunca ha sido de lujos, siempre he vivido con lo justo y necesario, todo lo contrario, a él. Recuerdo que lo conocí en una fiesta universitaria, si bien el no era estudiante, era conocido de uno de los dueños de la casa. Me busco e insistió hasta que le cedi una salida y luego simplemente comenzamos una relación.

Una tormentosa relación.

–¿Vamos a bailar? – pregunta Mateo a mi lado terminando su copa de vino.

Hace unos momentos termino la cena y ahora el ambiente cambio a uno más fiestero.

–No lo sé – respondí con desgana.

Sé que me terminaran doliendo los dedos de los pies debido a mis tacones, pero tampoco quiero ser mala acompañante.

–Solo un rato ¿Sí?

–Esta bien – acepté con una sonrisa.

–¡Genial!

Se coloca de pie y se para a mi lado extendiéndome su mano, la cual tomo con gusto. Me gusta bailar, siempre me ha gustado y Mateo me agrada, no ha vuelvo a insinuarse en lo que vaya de noche, por lo que ha sido un compañero bastante amigable.

 Nos mezclamos entre la poca gente que se encuentra bailando y Mateo aun sin soltar mi mano hace que de una vuelta en mi lugar antes de pegarme a su torso soltando una risa. La música es bastante buena y variada, distintos tipos de música logran mantener prendido el ambiente y al cabo de unos minutos volteo discretamente mi cabeza cuando siento esa sensación de que alguien me mira fijo.

Y como presentía, mis ojos conectan con el color miel.

Un escalofrió recorre mi espalda ante la intensidad con la que me observa, esta levemente ladeado hacia un lado en su puesto, las piernas separadas y una de sus manos está bajo su mentón acariciándolo sutilmente.

Relamo mis labios al recorrerlo descaradamente de pies a cabeza y es que no sé que me sucede, que cada poro de mi cuerpo se siente atraído hacia él. Mi cuerpo me exige acercarme, conversarle, tocarlo, algo que jamás había sentido antes. Y no tengo idea porque me sucede esto.

Una ola de calor se instala en mi cuerpo cuando la profundidad de su mirada me recorre también de pies a cabeza, tal como hice yo con él hace unos momentos. Mis mejillas arden y me remuevo dándole la espalda para ocultar la rojez que siento en mis mejillas.

–¿Estas bien? – pregunta Mateo tomando mi mano para acercarme a él.

–Sí – asiento y río cuando me aleja de su cuerpo, me hace girar y luego me acerca tomándome por la cintura e inclinándome hacia un lado me hace descender unos centímetros mientras nos miramos –. Solo tengo calor.

–¿Buscamos algo de beber? – vuelve a dejarme de pie.

–Sí, pero iré al tocador primero.

–Muy bien – asiente –. Te espero en la barra.

–Vengo enseguida.

Me separo de él caminando hacia el pasillo que lleva a los baños, la sensación de que alguien me mira vuelve a aparecer en mi cuerpo, pero la ignoro pensando que ya se quien puede ser. Me adentro en el baño de mujeres que se encuentra vacío, hago mis necesidades, me lavo las manos y refresqué un poco tras el cuello.

 Seco mis manos con una toalla y camino fuera del servicio. No alcanzo a dar ni dos pasos fuera cuando me toman con fuerza del brazo y me arrastran hacia una habitación vacía sin darme oportunidad de reaccionar a nada. El sonido de la puerta cerrándose hace que voltee y los ojos color café me erizan la piel.

–¿Tomás? – hablo intentando ocultar el temor que la situación me genera –. ¿Qué sucede?

–¿Qué sucede? – pregunta acercándose un paso que yo retrocedo –. No me haz devuelto las llamadas, ignoras mis mensajes e intentando contactarme contigo desde que terminaste nuestra relación y es como si te hubieras evaporado.

–Yo… cambie mi número.

–¿Por qué? – vuelve a acercarse –. ¿Acaso no querías que te contactara?

Trago saliva cuando su aura de repente se vuelve más espesa, ya no es agradable su presencia, si bien nunca lo fue, todos mis sentidos se han puesto en alerta en este momento.

–Lo perdí – miento retrocediendo, alejándome de él –. Sabes que soy despistada.

–Lo sé – me acorrala contra la pared –. ¿Pero sabes que me molesta más?

–¿Qué? – mi cuerpo tiembla sin poder evitarlo cuando acaricia mi mejilla con un dedo.

–Que me cambiaste a mí y resulta que ahora te veo con un Alpha.

Mi ceño se frunce y mi cabeza intenta procesar la información.

–¿De qué hablas?

–Siempre supe que eras fácil – ignora mi pregunta empuñando mi pelo en su mano –. Pero nunca pensé que fueras tan zorra.

Su agarre en mi pelo duele, mi cuero cabelludo arde por su agarre y un quejido lastimoso escapa de mis labios.

–¿Qué haces? Suéltame…

–Lo único bueno es que no le haz abierto las piernas – acerca su nariz hacia mi cuello olfateándome y las lagrimas comienzan a acumularse en mis ojos –. Te daré un recordatorio para que no lo olvides y que solamente serás mía.

–Tomás por favor… suéltame – intento zafarme de su agarre, pero antes de reaccionar su mano se estrella contra mi rostro mandándome al suelo por la fuerza empleada.

–Eres una zorra – tira mi cabello hacia atrás elevándome y un sollozo se escapa de mi garganta al igual que las lágrimas –. Eras mía, teníamos todo planeado, pero tenias que actuar como una p**a y mandar todo al carajo.

Otro golpe llega instalando el sabor metálico en mi lengua y se que me ha roto el labio.

–Por favor… – intento alejarme a gatas, pero me toma de las piernas volviéndome al lugar.

–A ver si aprendes la lección.

Dice antes de abalanzarse sobre mí y comenzar a golpearme sin parar.

Lo único que ruego es que alguien escuche y me ayude.

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