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Capítulo 7

SOFÍA

Me levanto apenas los primeros rayos del sol se escabullen entre las cortinas, no dormí casi nada. Me costo pegar el ojo e incluso cuando lo lograba dormía solo por unos minutos y finalmente me despertaba, la cama es cómoda, pero fría.

Las pesadillas respecto a lo que sucedió tampoco ayudaban y las ultimas palabras que Eric dijo antes de irse menos. No se por que me afecta tanto lo que él pueda pensar sobre mí, no lo conozco y ni siquiera sé por qué me duele que no me crea suficiente para él. Pero lo hace.

Es como si una pequeña espina se enterró en mi corazón y mente.

No soy suficiente, nunca soy suficiente.

Me levanto de su enorme cama, la ordeno y me dirijo al baño para asearme. Intento evitar lo más que puedo el reflejo en el espejo, pero al fin y al cabo es inevitable y mis ojos se aguan al ver lo que se proyecta en él.

Mi pómulo derecho se encuentra hinchado y morado, tengo un corte sobre una ceja y también en el labio. Mi piel esta pálida, tengo unas enormes ojeras y mi cabello perdió un poco su brillo. Una venda tapa parte del lateral de mi cabeza y mi cuello junto a mis brazos se encuentran con marcas de dedos.

Tengo un aspecto horrible, pero aun así creí notar que Eric que miraba con cierto brillo en sus ojos, como si fuera la más hermosa.

Creo que me equivoque.

Cepillo con cuidado mis dientes para no pasar a llevar el corte en mi labios con un cepillo que estaba dentro de su envase. Admiro la tenida que tengo puesta que consiste en un pantalón de chándal y una camiseta, los cuales ambos me quedan enormes. Creería que son de él.

Salgo del baño buscando con la mirada mi vestido, pero dudo que pueda encontrarlo. Por lo poco que recuerdo sufrió algunos imprevistos debido al forcejeo con Tomás y lo más seguro es que lo hayan botado.

Recojo mi celular junto a mi bolso que estaban sobre la mesa de noche y salgo de la habitación. Un pasillo desolado me da la bienvenida, no se oyen ruidos dentro de la casa y antes de caminar abro la aplicación de mi celular para pedir que algún auto venga por mí. Una vez listo eso, camino hacia donde puedo ver el inicio de una escalera.

Bajo intentando hacer la menor cantidad de ruido posible, llego al último escalón y un amplio salón queda frente a mis ojos. Vuelvo a barrer con la mirada el lugar, admirando la modernidad de todo. Es un pent-house con concepto abierto permitiéndome también ver la cocina, el como cada cosa combina con la otra, si bien no hay mucho color ya que todo esta centrado en una paleta de grises, todo se ve realmente impresionante.

Es todo lo que alguna vez yo quisiera.

Doy una ultima mirada al lugar y camino hacia el ascensor, apretó el botón y reviso mi celular viendo que mi taxi se encuentra cerca. Elevo la vista hacia los números que marca la subida del ascensor e inhalo hondo recordando todo lo que sucedió en las últimas horas.

En como mi vida tuvo un colapso en tan poco tiempo.

–¿Señorita? – una voz suave suena a mis espaldas, pero aun así logra sobresaltarme –. Disculpe, no quería asustarla.

Me giro hacia la voz encontrándome con una mujer que debe cursar los cuarenta.

–Descuide, estoy bien.

–¿Dónde va? – pregunta viéndome de pies a cabezas.

Bajo la vista hacia mi cuerpo y me remuevo incomoda al notar que ni siquiera tengo mis zapatos. Pero no me interesa, solo quiero irme de aquí.

–A mi casa.

–¿Sola? ¿Así? – me apunta frunciendo el ceño.

–No encontré mi ropa y la verdad tampoco la quiero – respondo con honestidad.

–¿Cómo se irá? – observa su alrededor –. ¿El señor la llevará?

–No – niego llevando la vista hacia mi celular indicándome que mi auto a llegado a destino –. Pedí un auto.

Su ceño se frunce aun más y se acerca un paso.

–Déjeme despertar al señor, él puede llevarla.

–No, no, no se preocupe – suena el timbre del ascensor indicándome que llego –. Estoy bien, gracias por todo.

Me adentro rápido en la caja metálica sin darme oportunidad que pueda retarme, no quiero verlo.

–Espere… – veo que habla acercándose, pero las puertas se cierran cuando marco el botón del vestíbulo.

Solo quiero irme a mi casa, refugiarme en mis paredes, en mi lugar. No quiero irme con él, no quiero verlo más de la cuenta a no ser que sea algo de la empresa. Dejo claro que no me quiere, que solo su Lobo lo hace. No me quedare en un lugar donde no soy bienvenida, ya soporté eso con Tomás y me prometí no volver a pasar por lo mismo.

El ascensor llega a destino, bajo rápido sin mirar atrás y me adentro en el taxi que me esperaba fuera.

Debo pensar mucho, no quería verme envuelta otra ves en este mundo sobrenatural, pero creo que no me queda opción. Debo ordenar mis ideas antes de enfréntalo el lunes, al menos tengo todo este día para pensar y ver qué puedo hacer.

¥

ERIC.

Intento aligerar un poco la incomodidad que siento en el cuerpo desabotonando mi camisa, no más allá de un botón, sino perdería la elegancia. Suelto un poco la corbata también e inspiro hondo llenando mis pulmones de aire.

Al fin es lunes.

Podre volver a verla. Sentirla. Olerla.

Desde que se fue de mi casa el domingo en la mañana, mi lobo se ha vuelto loco. Sentí que se había ido, escuché como Cleo hablaba con ella, pero no me levante de la cama. Sabia que ella necesitaba su espacio, asimilar lo que le había dicho, así que no me interpuse.

El problema fue cuando Owen noto que ella había abandonado el pent-house, cuando su aroma ya no era tan fuerte. Fue una pésima idea que el se restregara contra ella, por que ahora la necesitaba, necesitaba estar con su olor encima y asegurarse que ella también estuviera con el nuestro.

Me ha vuelto completamente loco y a pesar de que dije que le daría espacio, deberé hacerle una pequeña visita en su oficina a mi chica de ojos grises.

El ascensor abre sus puertas y su aroma me golpea con fuerza la nariz, todo mi piso huele a ella, cada rincón de él. Inhalo hondo regocijándome de la esencia que señala que ella es mía y camino hacia mi oficina, con los ojos fijos en el final del pasillo donde se encuentra su lugar.

–Al fin llegas – escucho a Antonio a mi costado –. Hay unos contratos que requieren tu firma.

Despego la vista de la ultima puerta y me fijo en él.

–¿Debe ser ahora? – vuelvo a mirar al pasillo.

–Sí, ¿Qué te sucede?

–Nada – miento caminando y adentrándome a mi oficina seguido por él –. ¿Dónde están?

Mientras antes los firme, más rápido podre ir con ella.

–Apresúrate, quiero verla – ronronea Owen.

–Aquí – saca unos papeles de la carpeta que tenía –. ¿Por qué la prisa?

Me quito el abrigo que traía encima, lo cuelo en mi silla y dejo el maletín sobre el escritorio.

–Necesito hacer algo – hablo tomando los papeles y la pluma –. ¿Llegaron todos los pasantes?

–Sí, ninguna falta.

–Muy bien – firmo mientras leo superficialmente –. ¿Ningún problema? ¿Alguna novedad?

–Nada nuevo.

Firmo la ultima hoja y alzo la vista hacia él cuando se queda en silencio, su mirada esta fija en mi rostro y un deje de curiosidad brilla en sus ojos.

–¿Qué sucede? – pregunto entregándole los documentos.

–¿Cómo esta ella?

–Supongo que bien – me encojo de hombros.

–¿Supones? – alza una ceja.

–Ajá.

–¿No estuvo contigo el fin de semana?

–No – niego con la cabeza –. Huyó el domingo temprano y no he sabido nada de ella.

–¿Por qué huyó?

–Supongo porque le dije que era mi compañera – vuelvo a encogerme de hombros.

Dejo ordenadas un par de cosas y camino hacia la puerta con la intensión de ir donde ella.

–¿Le dijiste? – pregunta con asombro.

–Sí.

–¿Iras a verla?

–Sí – abro la puerta –. Adiós.

–¡Suerte! – escucho que grita antes que abandone mi oficina.

Camino por el pasillo con calma, respirando ese delicioso aroma de caramelo, entre sus tres esencias esa es la que más predomina. Owen ronronea y se agita en mi interior cuando el aroma se hace cada vez más fuerte al estar más cerca de su puerta.

Una vez frente a ella, inhalo hondo y doy dos toques con mis nudillos. No espero su respuesta y me adentro en aquella oficina. Cierro la puerta a mis espaldas y trago grueso cuando su aroma me envuelve por completo, ella se encuentra de pie frente a su pequeño escritorio dándome la espalda, esta arreglando algo y yo aprovecho este momento para contemplarla.

Unos tacos negros adornan sus pies, una falda negra de tubo se ajusta perfectamente a sus piernas y trasero, una camisa color rosa pálido se encuentra dentro de la falda y su cabello esta recogido en una coleta alta.

Unos pocos segundos duro viéndola, antes que voltee con una sonrisa en el rostro que se borra al verme.

Lucho contra el gruñido que amenaza con salir debido a su rechazo, pero lo merezco. Por lo que dije en aquella habitación.

Sus ojos me recorren sin pudor alguno, mientras yo veo la belleza de su rostro. Si bien aun se encuentra golpeada, se nota que hizo un buen trabajo con el maquillaje para ocultarlo.

–¿Necesita algo Señor Black?

Su melosa voz llega a mis oídos alterándome aún mas de lo que ya me encuentro, Owen se remueve inquieto por tenerla cerca, mis manos pican por tocarla, mi cuerpo entero exige sentirla y no dudo en avanzar lentamente a su lugar sin apartar mis ojos de los suyos.

–Sí – respondo cuando llego frente a ella quedando a pocos centímetros.

Su rostro se alza para verme, puedo escuchar como su corazón aceleró su ritmo y lo nerviosa que se coloca en mi presencia.

–¿Qué desea? – su tono se quiebra un poco al mantenerme el contacto visual.

–A ti – respondo antes de llevar mi mano con rapidez tras su nuca y acercar su rostro al mío borrando cualquier espacio entre nosotros pegando sus labios a los míos.

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