SOFÍA
Tarde al menos cinco segundos en entender que sucedía, en asimilar el movimiento de sus labios sobre los míos. Y cuando finalmente caí en cuenta de lo que sucedía abrí mi boca para permitirle tomar todo de ella.
Su mano se mantenía firme tras mi nuca tomando el mando de la situación, mis manos fueron hacia su pecho intentando encontrar agarre de algo ante las sensación que me apresaban, sus labios se sentían como nunca podría haber imaginado.
Cálidos y dulces, un toque a menta se arrastro por mi lengua cuando hizo contacto con la suya, su mano libre la posó en mi espalda baja, pegando mi cintura contra la suya y un pequeño jadeo murió dentro de su boca cuando sentí una parte despierta de él, un gran parte.
Mis manos se cerraron en puños apresando parte de su camiseta cuando una ráfaga de excitación recorrió mi cuerpo, sus dedos se enterraron en mi cadera y su boca abandono la mía dando oportunidad de respirar e intentar recomponerme un poco de lo que acaba de suceder, pero mis planes se frustraron cuando lejos de alejarse se pego aun más, sus labios de deslizaron por mi mentón hacia mi cuello dejando pequeños besos y mordidas erizando toda mi piel.
–Mh… – su aliento contra mi piel expuesta levanto cada vello de mi cuerpo –. Hueles realmente delicioso.
Sin llegar poder a meditar mucho sobre el asunto, sus manos llegaron a la parte trasera de mis muslos y me alzaron hasta dejarme sentada en mi escritorio. La fría madera hizo que respingara un poco y dejo que mi mente saliera levemente de la nebulosa de emociones en la que me encontraba.
Sus ojos miel conectaron con los míos cuando se abrió espacio entre mis piernas arremangando mi falda, mis muslos quedaron expuestos a su toque cuando sus dedos comenzaron a deslizarle por mi piel.
Mi pecho subía y bajaba con intensidad, mi juicio se encontraba nublado ante su presencia, su aroma, su sabor, había perdido cualquier rastro de vergüenza frente a su imponente figura que me miraba y apresaba como si fuera una presa.
–Mía – gruño volviendo a pasear su nariz por mi cuello olfateándome.
Un mordisco más fuerte me hizo respingar y como por arte de magia toda la nebulosa que me envolvía desapareció. Ubique mis manos en su abdomen alejándolo de mí, su ceño fruncido apareció frente a mi rostro y rápidamente pude sentir como el color subía a mis mejillas cuando note lo arremangada que se encontraba mi falda.
–Esto no está bien – negué bajándome de mi mesa y arreglando mi ropa –. No deberíamos hacer esto.
–Lo siento – carraspeo un poco alejándose –. A veces no puedo controlar a Owen.
–¿Owen? – arrugue las cejas con confusión.
–Así se llama mi lobo.
Lo mire fijamente unos segundos dándome cuenta de lo sucedido. Su lobo. No él.
Las palabras que me dijo en su pent-house resonaron en mi memoria como si estuviera repitiéndomelas en este mismo instante, asentí un par de veces con la cabeza y me acomode tras mi lugar de trabajo intentando poner una barrera entre nosotros.
–¿Todo bien? – consultó cuando me quede en silencio.
–Sí – mentí –. ¿Necesitaba algo en especial señor Black?
Sus cejas se arrugaron suavemente mirándome fijo, sus orbes mieles se centraron en los míos como si quisiera ver dentro de mi alma. Intente mantener mi postura lo mejor posible, no necesitaba su lástima frente al como sus palabras me herían.
El ya no me encontraba suficiente y no quería darle otro motivo para reafirmar su pensamiento.
¥
ERIC
–¿Por qué huele así? – consulta mi lobo.
–No lo sé, no hice nada.
–No debiste besarla, era muy pronto.
–Lo sé – sigo observándola, perdiéndome en ese intenso gris de sus ojos –. No pude evitarlo.
–¿Señor Black?
Un gruñido sale de mi garganta sin poder evitarlo, pero ella ni se inmuta. Todo estaba bien hace unos momentos, cuando correspondía mi beso, sus manos afirmándose de mi pecho y su ligero aroma a excitación cuando logro sentirme contra ella.
–Yo solo… – carraspeo guardando mis manos dentro del pantalón. ¿Ahora que le digo? –. Quería saber si querías de vuelta tu vestido, Cleo lo lavo y coció, quedo como nuevo.
Puedo ver como un pequeño escalofrío recorre su cuerpo y el olor amargo se mezcla con el del miedo y tristeza.
–Idiota, lo empeoras – me gruñe Owen.
–¿Ahora que hice? No dije nada malo, ¿o sí?
–Debe haber recordado lo que ocurrió esa noche, con ese vestido, imbécil.
–Oh quizás podría solo botarlo o quemarlo – digo con prisa hacia ella, intentando arreglar la situación –. Ya sabes, para evitar que recuerdes cosas indeseadas.
–S-sí, esa es una buena opción – asiente con nerviosismo.
Su olor mejora un poco, pero no es suficiente. Quiero volver a sentir ese aroma a felicidad que desprende mezclado con el propio de ella. Por que esos olores juntos, joder… son la combinación perfecta.
Podría pasar horas regocijándome de aquella deliciosa fragancia.
–Eso haremos entonces – sonrió en su dirección y sorprendentemente ella me la devuelve.
–Gracias – responde.
–¿Por qué? – pregunto con curiosidad al no saber a que vino ese agradecimiento.
–Por lo de esa noche, no te había agradecido adecuadamente, así que... gracias.
Niego con la cabeza antes de volver a mirarla.
–No debes agradecer nada.
–Sí debo, porque si no hubiera sido por ti… – se calla volviendo a estremecerse –. No sé qué hubiera podido suceder.
–No pienses en eso, solo debes tener una cosa clara.
–¿Qué cosa?
–Que ahora nunca más te sucederá nada – respondo escuchando como su corazón se acelera –. Eres mía y te protegeré.
Sus ojos me miran fijamente, mostrándome todas las emociones que pasan por ellos al escucharme decir esas palabras. Y me enoja, me enoja el hecho de que quizás nunca se ha sentido protegida, que nunca se haya preocupado realmente por ella. Pero ahora las cosas son distintas, nos tiene a nosotros.
Unos golpes en su puerta nos sobresaltan a ambos, rompiendo la burbuja en la que nos encontrábamos, la puerta se abre antes de que alguno de nosotros pueda ceder el paso y el rostro de María asoma tras la madera.
–Aquí estas, te estuve buscando – me mira ignorando completamente a la mujer tras de mí –. No contestaste ninguna de mis llamadas ayer, quede preocupada luego que desaparecieras de la gala.
Solté un suspiro lo más silencioso que pude, consciente los ojos que nos miraban a mi espalda.
–Estuve ocupado.
–¿Todo el día? – inquirió acercándose para tocar mi brazo –. ¿No podías hacer un lugar para mí? Te he extrañado.
Cada musculo de mi cuerpo se tensó al oírla y fue aún peor cuando el olor áspero de los celos llegó a mis fosas nasales combinado con el amargo del enojo.
–No – respondí tosco alejándome de su toque, su mirada quemando mi nuca –. ¿Necesitas algo en particular? Estaba ocupado.
Por fin su mirada se aleja de la mía admirando el entorno, sus ojos caen en la mujer tras de mí y una sonrisa maliciosa se forma en sus labios.
–Oh querida, no te vi ahí – volteo a verla y el gris de sus ojos es como hielo puro –. ¿Podría robarme a este guapo hombre? ¿terminaron de hablar?
Miro rápidamente a la mujer que habla asesinándola con la mirada cuando el olor de los celos se hace más intenso picando en mi nariz, vuelvo a mirar a mi mujer y joder, si pudiera matarme con la mirada estoy seguro de que estuviera enterrado tres metros bajo tierra.
–Claro – sonríe forzosamente –. Es todo tuyo.
La mueca de fastidio no pasa desapercibida, María carraspea a mi lado tomándome de la mano seguramente para arrastrarme fuera, pero me alejo de su toque como si quemara.
–Espérame fuera – gruño con enojo en su dirección escudriñándola con la mirada.
Se encoje un poco en su lugar y asiente antes de salir de la oficina. Me giro hacia mi hembra cuando esta de necesidad de dar explicaciones me abarca, pero su mirada fría logra robarse todas mis palabras.
–Creo que lo esperan – apunta la puerta con el mentón.
–Escucha no es...
–No me interesa – me corta mientras camina en mi dirección haciéndome retroceder ante su olor de enojo –. Como dije, eres todo suyo.
Su mandíbula se aprieta cuando me arrastra fuera, su mano sosteniendo la puerta con fuerza y mi pecho se contrae ante su aroma. No me gusta, lo detesto y cada partícula de mi cuerpo me dice que debo contentarla, explicarle, que me perdone.
–No, no lo soy – niego cuando Owen chilla de tristeza al ver como nos rechaza –. Soy tuyo.
–¿Sí? – pregunta con ironía –. No lo note así, pero bueno es entendible que la elijas a ella, ¿Es una mujer lobo no?
Mi ceño se frunce y la confusión me llena cuando pregunta eso.
–¿Eso que relevancia tiene?
–Bueno, tu no querías una humana como pareja – me recuerda helando mi sangre y maldiciéndome internamente por haber dicho eso –. Así que es totalmente entendible que la elijas a ella sobre mí. Una débil humana.
–No, no, no, escúchame solo…
–No se preocupe señor Black, lo entiendo – dibuja una sonrisa falsa en sus labios –. Ahora si me disculpa, tengo cosas que hacer.
Concluye cerrándome la puerta en la cara.
SOFÍAMe quedo mirando la puerta unos cuantos segundos controlando la avalancha de emociones que me tomaron desprevenida, aquellos sentimientos que no espere tener tan pronto con él.Los celos.Joder, estaba tan enojada. Que esa mujer entrara aquí a interrumpirnos, que ni siquiera cayera en la cuenta de que yo también estaba en la habitación, las sonrisas y sugerencias que lanzo hacia Eric, la sonrisa falsa que me dedico a mí y arghh.Aprieto los puños y suelto el aire contenido con fuerza, respiro un par de veces para calmarme, cuando el balde de agua fría me cae encima.¿Qué he hecho? Le acabo de cerrar la puerta en la cara a mi jefe.Independiente de lo que llegase a suceder, sigue siendo el responsable de mi práctica. No puedo arriesgarme a que me califique mal, no puedo fracasar en esto. No me he esforzado todos estos años, para tirar todo a la basura en mi última práctica.Pero joder, las emociones pudieron conmigo.Sacudo la cabeza alejando todos los pensamientos y decido centr
SOFÍAPuedo ver como sus ojos observan cada rincón de mi piso, cada mueble, cada aspecto y sé que no debe estar acostumbrado a esto. Si comparamos su piso con él mío claramente me encuentro en desventaja.Él vive en un pent-house de ensueños, mientras que yo vivo en un piso que es del mismo tamaño que su habitación.–Bueno, te escucho – hablo rompiendo el silencio.Sus ojos rápidamente conectan con los míos y un escalofrío me recorre la columna. Aquellos ojos miel que me miran con un brillo que no logro descifrar, pero toda la expresión de su rostro indica preocupación.–¿Hace cuanto vives aquí? – camina hasta sentarse en el sillón que se ve aun más pequeño de lo que es con él encima.–Desde que entre a la universidad.–¿Llevas viviendo tantos años aquí? – la cara de perplejidad no pasa desapercibida –. ¿Sola?Inhalo hondo logrando que su aroma masculino llegue a mi nariz, perfume, quizás loción, pero un olor a menta y bosque que resulta realmente adictivo.–Escucha sé que no es como
SofíaIngreso al edificio de Black Accounts con una sonrisa en el rostro, he estado en esta nube de felicidad desde ayer en la noche. Cuando Eric apareció en mi edificio, explicándome lo de esa mañana, dejando fluir sus sentimientos por mí.Luego de aquel beso se quedo por aproximadamente una hora más en la cual conversamos cosas triviales, pero sin apartar las manos uno del otro. Si bien no eran toques con dobles intenciones, lograban causar toda una avalancha de emociones que jamás había sentido con nadie.Subo al ascensor saludando a cada miembro del personal que me encuentro, marco el numero del piso donde se encuentra nuestro piso y espero pacientemente hasta que llegamos a él.Camino por el pasillo hacia mi pequeña oficina con todos los ánimos de empezar esta nueva semana, con grandes expectativas sobre como van tomando curso las cosas y luego de pensarlo harto durante la noche e decidido que le daré una oportunidad a Eric, me dejaré llevar por esto que siento por él, por todo l
SOFÍA La semana transcurrió con normalidad, la misma cantidad de trabajo y la misma rutina, pero disfrute como nunca antes había disfrutado algo mi nueva oficina. Sobre todo, cuando me di cuenta de que había una puerta que conectaba mi espacio con el de Eric. Una puerta la cual pensé que quizás era una armario común y corriente, pero la sorpresa fue tal cuando aquella idea fue destrozada al verlo aparecer con una enorme sonrisa en su rostro un día, antes que terminara la jornada laboral para ayudarme a recoger mis cosas y luego ir a dejarme a mi casa. Las cosas han estado increíbles entre nosotros, él es muy atento, muy cariñoso y sobre todo protector. Cada día me recoge en la mañana en mi pequeño departamento con un café y una magdalena, nunca suelta mi mano cuando caminamos por las calles, jamás me deja caminar por el lado cercano a los autos, siempre al lado de la pared, me besa cada vez que puede y a pesar de que no hemos más allá de quizás unos simples toques, podría pensar qu
SOFÍAMe doy unos últimos retoques en mi sombra de ojos y luego comienzo a colocarme el labial color rojo, el cual combina perfecto con el vestido que decidí usar. Es uno simple, de tiras finas sobre mis hombros, ajustado en mi torso para posteriormente caer en forma de campana desde la cintura hasta la mitad de mi muslo.Los zapatos son del mismo color, con un tacón medianamente alto y grueso. Nunca me han gustado los tacones de punta fina, quizás sean ideas mías, pero siento que no serán tan estables como los de tacón grueso.Termino de colocar el labial, hecho perfume en mi cuello y me pongo de pie para ordenar mi bolso, pero soy detenida por el sonido de unos golpes en la puerta. Mi corazón inmediatamente se acelera ante la anticipación de saber quién puede ser.No quedaban muchos minutos para la hora acordada, así que nadie más podría ser.Dejo todo donde está y camino rápidamente hacia la puerta, este deseo de verlo me consume, me devora, es algo que no puedo ni quiero controlar.
SOFÍA–¿Ordenamos postre? – escucho la voz de mi bello acompañante.Termino de enrollar la última porción de pasta de mi plato y elevo la vista mientras me lo llevo a la boca encontrándome con su mirada fija en mí.Asiento emocionada sin responder nada debido a que mis mejillas probablemente tienen aspecto de ardilla, pero no pueden culparme, la comida estaba deliciosa. Hace demasiado tiempo que no disfrutaba de algo así, debido a que siempre compro cosas no tan sofisticadas para poder mantenerme dentro de mi presupuesto.–¿Quieres que compartamos algo o te crees capaz de comer uno tu solita?–Creo que puedo una sola.–Bueno, de no ser así, pedimos que lo envuelvan y puedes llevarlo a casa.Dejo los cubiertos sobre el plato vacío y lo alejo un poco de mi cuerpo, tomo la copa con vino tomando un sorbo apreciando su sabor e impregnándome de su aroma. La mano de Eric se estira sobre la mesa y toma la mía, tal como ha hecho cada vez que tiene oportunidad. Creo que nunca había disfrutado t
ERIC El sonido del ascensor anunciando que llegamos a destino hace que voltee a ver a la mujer a mi lado, aquella que sostiene con fuerza mi mano, la que no ha parado de desprender ese aroma a nervios desde que estacione en mi plaza del subterráneo. Me da un poco de ternura su reacción, pero lo que menos quiero es que se sienta nerviosa a mi alrededor. Sé que no esta lista para entregarse completamente a nosotros y lejos de molestarme, me alegra, porque así puedo prepararla, hacerla sentir segura de ella misma, planear algo especial para ella y no que se convierta en un simple acoston. Sé que ella no sabe que yo estoy al tanto de su virginidad, porque ella nunca lo ha mencionado hasta ahora, solo me ha dado las señales en los momentos que nos besamos y las cosas suben un poco más de nivel, cuando he intentado tocarla y se tensa, pero soy plenamente consciente de eso por su aroma. Ese delicioso aroma a inocencia. –¿Segura de querer quedarte? –pregunto saliendo del ascensor, pero qu
SOFÍA Si bien tuve la intención de irme a un cuarto sola para ahogarme en la tristeza obtenida por su rechazo, la idea fue rápidamente dejada a un lado cuando sentí que su mano se enrollaba en mi muñeca justo cuando me levantaba de la cama. –¿Dónde vas? – escuche su voz ronca obligándome a voltear en su dirección cuando tiró ligeramente de mi brazo. A pesar de no haber sido un forcejeo fuerte, fue lo suficiente para desestabilizarme debido a todo lo que me abruma logrando que caiga apoyada con una rodilla en la cama y el brazo ligeramente estirado en su dirección. –A otro cuarto – respondo con la poca seguridad que me queda al ver sus ojos miel. –¿Por qué? – levanta aun más su torso de la cama quedando prácticamente sentado aún sin soltarme. –¿Enserio lo preguntas? –Sí, quiero que lo digas ¿Por qué te vas? Mi ceño se frunce e intento zafarme de su agarre, pero me lo impide. –Me rechazaste. –¿Lo hice? – encorva una ceja –. ¿O pensaste que lo hice? –Tú… –No recuerdo en ningún