La traición

Luego de que la llamada terminara, Logan respiró profundamente, abrió uno de los cajones de su escritorio y sacó de allí una pequeña caja negra, al abrirla observó el contenido de la misma y sonrió con satisfacción. Ese era el anillo con el cual le propondría matrimonio a Irina, y sin una pizca de duda se puso de pie, metió la pequeña caja en el bolsillo y salió rumbo al departamento que compartía con la modelo.

El peso del anillo en el bolsillo de Logan parecía ahora más liviano. El simple hecho de pensar en el momento que estaba a punto de vivir lo llenaba de emoción. Aunque no era un hombre demasiado romántico, sabía que lo que estaba a punto de hacer era lo que hacía falta, no solamente para obtener la Presidencia de la empresa si no también para reafirmar el amor que había entre él y su novia.

Irina Smith, era una joven modelo de veinticinco años, rubia, alta, con las curvas en los lugares justos, la muchacha de ojos celestes era una belleza de mujer, eso había sido lo que lo había atraído apenas la vio, y después de un tiempo de conocerse mejor él decidió pedirle que fuera su novia. La relación entre ellos era sostenible aún cuando en varias oportunidades la muchacha tenía que hacer algun que otro viaje para asistir a desfiles internacionales.

Y después de tres años juntos, ella había sido su constante en un mundo lleno de responsabilidades y expectativas.

"No es como si no estuviera listo," pensó mientras conducía. "Con Irina todo siempre ha tenido sentido. Ella es hermosa, inteligente, y aunque nuestras agendas no siempre coinciden, hemos logrado construir algo sólido."

El aroma de las flores recién compradas llenaba el auto. Había elegido peonías, las favoritas de la muchacha, porque siempre decía que le recordaban los veranos de su infancia. Mientras conducía su automóvil, Logan imaginaba la sonrisa de la joven al recibirlas y cómo reaccionaría al ver el anillo.

—Se va a volver loca —murmuró para sí, con una sonrisa en los labios.

Cuando llegó al edificio, notó la ausencia del guardia de seguridad, algo que usualmente lo habría incomodado, pero no hoy. "Un día tranquilo. Hasta el universo parece alinearse para esto," pensó.

Subió al ascensor con el corazón latiéndole un poco más rápido de lo habitual. Mientras el aparato ascendía, sacó la pequeña caja del bolsillo y la abrió una vez más. El anillo brillaba bajo la luz del ascensor.

"Perfecto," pensó. "Es el momento perfecto."

Cuando llegó al piso donde se hallaba su departamento, caminó hacia la puerta con pasos decididos, pero en silencio, intentando mantener la sorpresa. "Si está dormida o trabajando en algún proyecto, mejor que no escuche nada."

Al abrir la puerta del departamento, notó el aire extraño del lugar. Estaba en orden, como siempre, pero algo no se sentía bien. Vio sobre el sofá el bolso de Irina y en el piso los zapatos de la muchacha.

—¿Irina? —llamó con voz suave, sabiendo que no era necesario hacerlo. Se dirigió hacia la cocina, pero tampoco la encontró allí.

Así que dejó las flores sobre la mesa de la sala y caminó hacia el pasillo que llevaba a las habitaciones. Cada paso hacía que aquel silencio se sintiera más pesado.

Fue entonces cuando lo oyó. Un ruido suave, casi imperceptible al principio, que lo obligó a detenerse.

"¿Qué es eso?" pensó, frunciendo el ceño.

A medida que se acercaba a la habitación los sonidos iban aumentando de volúmen, jadeos, gemidos, voces entre cortadas, respiraciones agitadas, que claramente demostraban sin siquiera ver lo que allí estaba ocurriendo. Su corazón, que antes latía con anticipación, emocionado, ahora comenzaba a golpear con fuerza por una razón completamente distinta.

"No puede ser lo que creo... no puede."

Logan, siguió avanzando, con los músculos tensos y una extraña sensación en el pecho, entre incredulidad y miedo. Cuando llegó a la puerta de la habitación, la escena que lo esperaba destrozó cualquier ilusión que había tenido.

Irina estaba allí, con su cabello desordenado, su rostro lleno de placer, gimiendo y pidiendo más mientras montaba a un hombre que Logan conocía mejor que a nadie. Era Ariel. Su mejor amigo.

El anillo, que aún sostenía en su mano, pareció volverse un objeto extraño, un símbolo absurdo de algo que nunca había existido.

"¿Por qué?" pensó. Su mente se llenó de preguntas, pero ninguna palabra salió de su boca.

Quiso moverse, gritar, confrontarlos, pero su cuerpo no respondía. Era como si estuviera paralizado, atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar.

"Tres años... Tres años juntos, y esto es lo que haces."

El dolor se mezcló con la rabia, una furia que lo quemaba por dentro. Su pecho subía y bajaba con respiraciones rápidas, pero aún así, no podía apartar la mirada.

Irina se giró ligeramente, sin darse cuenta de su presencia, y él oyó su risa, esa risa que tantas veces lo había hecho feliz mientras hacían el amor, ahora sonaba como un insulto.

"¿Cuántas veces ha pasado esto? ¿Cuánto tiempo llevan burlándose de mí? ¿Habría aceptado casarse conmigo?

Finalmente, las fuerzas regresaron a su cuerpo. Dio un paso atrás, asegurándose de no hacer ruido. Cerró el puño con fuerza alrededor de la caja del anillo y retrocedió, dejando la puerta entreabierta tal como la había encontrado.

Caminó de regreso al ascensor, su mente un caos.

"No puedo creerlo. Ariel, de todas las personas, Ariel. ¿Cómo no lo vi venir? ¿Era tan evidente y yo estaba ciego?"—se decía mientas caminaba rumbo al ascensor.

Cuando llegó al estacionamiento, subió a su auto, tiró las flores al asiento del acompañante y cerró la puerta con un golpe seco y lleno de rabia. Su respiración seguía acelerada, sus manos temblaban con una mezcla de impotencia y dolor.

Una vez que estuvo detrás del volante, se llevó una mano al rostro, presionando sus ojos con los dedos.

—¿Qué demonios acaba de pasar? —murmuró.

La furia lo invadió de nuevo, pero esta vez se transformó en un impulso irracional. Encendió el auto y cuando estuvo sobre la autopista pisó el acelerador con fuerza, dejando todo atrás como si quisiera escapar de lo que acababa de presenciar.

Conducía como un loco, sin rumbo fijo. Las luces de la ciudad pasaban a toda velocidad mientras su mente revivía una y otra vez la escena.

"Nunca me voy a sacar esa imagen de la cabeza. Nunca."

El recuerdo de los momentos compartidos con Irina ahora le parecía una burla. Las risas, las promesas, incluso los pequeños gestos que había interpretado como amor, todo se desmoronaba bajo el peso de lo que había visto.

"¿Qué hice para merecer esto? ¿Qué hizo que pensara que estaba bien destruirme de esta manera?"

La rabia lo consumía, y el dolor lo ahogaba.

—Nunca más... nunca más voy a confiar en nadie, nunca más ninguna mujer va a lograr embaucarme— se prometió mientras las lágrimas nublaban su vista.

De repente, el sonido de un claxon lo sacó de sus pensamientos. Un camión venía directo hacia él. Logan giró el volante bruscamente, pero el auto perdió el control.

El impacto fue brutal. Todo se volvió confuso: el sonido del metal retorciéndose, el cristal rompiéndose, mientras el automóvil daba vueltas sobre si mismo, el dolor en su cuerpo se hacía cada vez más insoportable, aunque no tanto como el dolor en su corazón.

Antes de perder el conocimiento, lo último que cruzó por su mente fue el rostro de Irina y la pregunta que nunca podría responder:

"¿Por qué?"

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