Emma caminaba por el pasillo de la clínica rumbo a la habitación de Olga, una paciente entrada en años que estaba cursando una enfermedad terminal y de la cual la joven se había encariñado. El eco de sus pasos acompañaba los pensamientos que no podía acallar. La propuesta de Logan Reese seguía girando en su mente como un remolino. ¿Cómo podía un hombre como él necesitar un acuerdo tan extraño? Suspiró profundamente antes de golpear suavemente la puerta de la habitación de Olga. —¡Adelante!—se escuchó la voz ronca pero alegre de Olga desde el interior. Emma abrió la puerta y entró con una sonrisa. —Hola, Olga. ¿Cómo te sientes hoy? La anciana, de cabello plateado y ojos llenos de vida, estaba recostada sobre una montaña de almohadas. Aunque el tiempo y la enfermedad habían dejado su marca en ella, conservaba una energía que inspiraba a quienes la rodeaban. —Mejor, ahora que estás aquí, querida. ¿Y tú? ¿Por qué tienes esa cara de preocupación? Emma se acercó a la cama y comenzó
La mañana avanzaba lentamente en la clínica, y Logan permanecía sentado en su cama, hojeando la carpeta que Ethan le había dejado anteriormente. Cada detalle de la vida de Emma estaba ahí, desde sus logros hasta las dificultades que había enfrentado. Conocía la magnitud de su deuda y cómo había hecho sacrificios para costear sus estudios y pagar las facturas médicas de su padre. Todo eso le confirmaba que había hecho la elección perfecta para lograr su objetivo, aunque sabía que convencerla no sería fácil. Un suave golpe en la puerta interrumpió sus tranquilapensamientos. Sin levantar la mirada, dijo con voz suave... —Adelante. Ethan entró con su típico aire despreocupado, el maletín en la mano y una sonrisa que denotaba más cansancio que alegría, por haber tenido que trabajar hasta tarde con el bendito contrato. —¿Cómo estás, amigo? —preguntó mientras se acercaba a la cama. Logan lo miró de reojo y dejó la carpeta sobre la mesa. —He estado mejor, pero considerando que
Ethan observaba a Emma mientras esta comenzaba a ojear el voluminoso expediente que él había sacado de su maletín. Logan, desde su cama, alternaba la mirada entre su amigo y la enfermera, desconcertado. —¿Qué es eso? —preguntó Logan, señalando el documento con un gesto de la cabeza. Ethan se acomodó en la silla con una sonrisa tranquila. —Es todo lo que necesita saber sobre ti. Lo básico que cualquier novia sabría de su pareja. Emma alzó una ceja, intrigada, y siguió pasando las páginas. Su expresión neutral pronto dio paso a una sonrisa divertida que capturó la atención de los dos hombres. Logan arqueó una ceja, claramente molesto. —¿Qué es tan gracioso? Emma levantó la vista y, con un tono juguetón, respondió: —¿Miedo a las arañas? ¿Tú, un hombre tan grande? El rostro de Logan se tensó. No estaba seguro de qué lo irritaba más: que ella lo encontrara gracioso o que Ethan hubiera decidido incluir ese detalle en el informe. Miró a su amigo con ojos asesinos. —¿Por qué demonio
El médico llegó puntualmente a la habitación de Logan, era un hombre de mediana edad con una expresión tranquila, acostumbrado al caos controlado de la clínica. Saludó primero a Emma con familiaridad, algo que no pasó desapercibido para la madre de Logan, quien sonrió con dulzura al observar la escena, y mucho menos para William, cuyo ceño se frunció apenas. Sin demora, el galeno se dirigió a Logan para explicarle las instrucciones de cuidado. —La movilidad de tus piernas irá regresando gradualmente, Logan, pero es vital que sigas las indicaciones al pie de la letra y asistas a las sesiones de rehabilitación —dijo, mientras revisaba algunos documentos. Luego, con un gesto profesional, agregó—: Aquí tienes tu próxima cita de control en quince días. Logan asintió, agradeciendo al médico con una cortesía breve, sin añadir nada más. Emma, por su parte, escuchaba atentamente, incluso tomando nota mental de lo que podría ser útil recordarle más adelante. El médico intercambió un par de
Cuando estuvo lista, Emma ajustó los pliegues de su vestido frente al espejo antes de bajar. Sentía un nudo en el estómago y un leve temblor en las manos. ¿Cómo sería Susan, la madre de Logan? ¿Sería amable? ¿Fría? ¿Tan intimidante como William?Al llegar al comedor, Susan ya la esperaba, sentada junto a una mesa decorada con una vajilla impecable. La mujer lucía elegante pero relajada, con una sonrisa cálida que contrastaba con el ambiente rígido de la mansión.—Emma, querida, siéntate, por favor. Logan no ha hablado mucho de ti — dijo y luego de pensar unos minutos— Bueno, en realidad no habló nunca, siéntate por favor. — agregó Susan, señalando la silla frente a ella.Emma dudó un momento, pero tomó asiento. Sus manos descansaron sobre el regazo mientras intentaba mantener la compostura.—Es un honor conocerla, señora...Susan —se corrigió rápidamente, sintiéndose torpe.Susan soltó una risita suave.—Nada de formalidades, querida. Llámame Susan. Cuéntame, ¿de dónde eres?Emma comen
Conociendo a LoganEmma se sentó en la gran butaca junto a la ventana de la habitación que le habían asignado. La luz del sol de la tarde entraba en haces dorados, iluminando los documentos que Ethan le había entregado. Con un suspiro, comenzó a leer. Sabía que debía hacerlo; Logan había sido claro, casi cruel en su exigencia. Y aunque sus palabras todavía resonaban en su mente, decidió concentrarse en el propósito: entender mejor a ese hombre que, a pesar de su actitud distante, la intrigaba cada vez más. Abrió el primer archivo y comenzó a repasar la información. Al principio, los datos parecían básicos: fecha de nacimiento, lugar, estudios... pero luego, mientras avanzaba, las hojas comenzaron a desvelar detalles más personales, más íntimos. Detalles que le daban forma al hombre detrás de la coraza. —Así que... —murmuró para sí misma mientras leía—, las cicatrices en su brazo derecho fueron de... un accidente en bicicleta cuando era niño y otra de cuando tenía dieciséis años...
El sonido del agua en la ducha cesó, dejando un silencio momentáneo en la habitación. Emma, acostumbrada a jornadas extenuantes y horarios impredecibles, se sentía renovada después de su ducha. Su turno nocturno de treinta y seis horas en el hospital la esperaba, y sabía que necesitaba toda la energía posible. Envuelta en una toalla y con el cabello recogido bajo otra, abrió la puerta del baño sin sospechar que algo fuera de lo normal la esperaría. Lo vio. Logan estaba tendido en la cama, aparentemente dormido, con el rostro relajado por primera vez en mucho tiempo. Su pecho subía y bajaba con un ritmo calmado, y su postura parecía ajena a la tensión que siempre llevaba consigo. Emma se quedó inmóvil, intentando decidir qué hacer. —¿Por qué está aquí? ¿Acaso no tiene otra habitación? —pensó, sintiendo cómo el rubor le subía por el cuello.Con movimientos cuidadosos, se acercó al pequeño banco donde había dejado su ropa y recogió las prendas. Sin querer arriesgarse a despertarlo, reg
El sonido constante de los monitores y los pasos apurados de enfermeras llenaban el aire mientras Emma caminaba por los pasillos de la clínica. Había algo reconfortante en la rutina de su trabajo; al menos ahí, todo tenía un propósito claro y no había espacio para las emociones confusas que Logan le provocaba. Cuando llegó a la habitación de Olga, la mujer la recibió con una sonrisa cálida, como siempre. Aunque estaba en el hospital, Olga tenía un espíritu fuerte que desafiaba cualquier adversidad. Emma cerró la puerta suavemente tras de sí y se dejó caer en la silla junto a la cama. —Hola, mi niña —saludó Olga, acomodándose contra las almohadas—. ¿Cómo te trata la vida en esa mansión de locos? Emma soltó un suspiro, cansada. —Difícil de describir, Olga. Pero hoy... hoy fue particularmente duro. Olga la observó con curiosidad, inclinándose un poco hacia adelante. —¿Qué pasó? Cuéntame. Emma se tomó un momento para organizar sus pensamientos antes de hablar. —Logan, ese hombre