Ethan observaba a Emma mientras esta comenzaba a ojear el voluminoso expediente que él había sacado de su maletín. Logan, desde su cama, alternaba la mirada entre su amigo y la enfermera, desconcertado. —¿Qué es eso? —preguntó Logan, señalando el documento con un gesto de la cabeza. Ethan se acomodó en la silla con una sonrisa tranquila. —Es todo lo que necesita saber sobre ti. Lo básico que cualquier novia sabría de su pareja. Emma alzó una ceja, intrigada, y siguió pasando las páginas. Su expresión neutral pronto dio paso a una sonrisa divertida que capturó la atención de los dos hombres. Logan arqueó una ceja, claramente molesto. —¿Qué es tan gracioso? Emma levantó la vista y, con un tono juguetón, respondió: —¿Miedo a las arañas? ¿Tú, un hombre tan grande? El rostro de Logan se tensó. No estaba seguro de qué lo irritaba más: que ella lo encontrara gracioso o que Ethan hubiera decidido incluir ese detalle en el informe. Miró a su amigo con ojos asesinos. —¿Por qué demonio
El médico llegó puntualmente a la habitación de Logan, era un hombre de mediana edad con una expresión tranquila, acostumbrado al caos controlado de la clínica. Saludó primero a Emma con familiaridad, algo que no pasó desapercibido para la madre de Logan, quien sonrió con dulzura al observar la escena, y mucho menos para William, cuyo ceño se frunció apenas. Sin demora, el galeno se dirigió a Logan para explicarle las instrucciones de cuidado. —La movilidad de tus piernas irá regresando gradualmente, Logan, pero es vital que sigas las indicaciones al pie de la letra y asistas a las sesiones de rehabilitación —dijo, mientras revisaba algunos documentos. Luego, con un gesto profesional, agregó—: Aquí tienes tu próxima cita de control en quince días. Logan asintió, agradeciendo al médico con una cortesía breve, sin añadir nada más. Emma, por su parte, escuchaba atentamente, incluso tomando nota mental de lo que podría ser útil recordarle más adelante. El médico intercambió un par de
Cuando estuvo lista, Emma ajustó los pliegues de su vestido frente al espejo antes de bajar. Sentía un nudo en el estómago y un leve temblor en las manos. ¿Cómo sería Susan, la madre de Logan? ¿Sería amable? ¿Fría? ¿Tan intimidante como William?Al llegar al comedor, Susan ya la esperaba, sentada junto a una mesa decorada con una vajilla impecable. La mujer lucía elegante pero relajada, con una sonrisa cálida que contrastaba con el ambiente rígido de la mansión.—Emma, querida, siéntate, por favor. Logan no ha hablado mucho de ti — dijo y luego de pensar unos minutos— Bueno, en realidad no habló nunca, siéntate por favor. — agregó Susan, señalando la silla frente a ella.Emma dudó un momento, pero tomó asiento. Sus manos descansaron sobre el regazo mientras intentaba mantener la compostura.—Es un honor conocerla, señora...Susan —se corrigió rápidamente, sintiéndose torpe.Susan soltó una risita suave.—Nada de formalidades, querida. Llámame Susan. Cuéntame, ¿de dónde eres?Emma comen
Conociendo a LoganEmma se sentó en la gran butaca junto a la ventana de la habitación que le habían asignado. La luz del sol de la tarde entraba en haces dorados, iluminando los documentos que Ethan le había entregado. Con un suspiro, comenzó a leer. Sabía que debía hacerlo; Logan había sido claro, casi cruel en su exigencia. Y aunque sus palabras todavía resonaban en su mente, decidió concentrarse en el propósito: entender mejor a ese hombre que, a pesar de su actitud distante, la intrigaba cada vez más. Abrió el primer archivo y comenzó a repasar la información. Al principio, los datos parecían básicos: fecha de nacimiento, lugar, estudios... pero luego, mientras avanzaba, las hojas comenzaron a desvelar detalles más personales, más íntimos. Detalles que le daban forma al hombre detrás de la coraza. —Así que... —murmuró para sí misma mientras leía—, las cicatrices en su brazo derecho fueron de... un accidente en bicicleta cuando era niño y otra de cuando tenía dieciséis años...
El sonido del agua en la ducha cesó, dejando un silencio momentáneo en la habitación. Emma, acostumbrada a jornadas extenuantes y horarios impredecibles, se sentía renovada después de su ducha. Su turno nocturno de treinta y seis horas en el hospital la esperaba, y sabía que necesitaba toda la energía posible. Envuelta en una toalla y con el cabello recogido bajo otra, abrió la puerta del baño sin sospechar que algo fuera de lo normal la esperaría. Lo vio. Logan estaba tendido en la cama, aparentemente dormido, con el rostro relajado por primera vez en mucho tiempo. Su pecho subía y bajaba con un ritmo calmado, y su postura parecía ajena a la tensión que siempre llevaba consigo. Emma se quedó inmóvil, intentando decidir qué hacer. —¿Por qué está aquí? ¿Acaso no tiene otra habitación? —pensó, sintiendo cómo el rubor le subía por el cuello.Con movimientos cuidadosos, se acercó al pequeño banco donde había dejado su ropa y recogió las prendas. Sin querer arriesgarse a despertarlo, reg
El sonido constante de los monitores y los pasos apurados de enfermeras llenaban el aire mientras Emma caminaba por los pasillos de la clínica. Había algo reconfortante en la rutina de su trabajo; al menos ahí, todo tenía un propósito claro y no había espacio para las emociones confusas que Logan le provocaba. Cuando llegó a la habitación de Olga, la mujer la recibió con una sonrisa cálida, como siempre. Aunque estaba en el hospital, Olga tenía un espíritu fuerte que desafiaba cualquier adversidad. Emma cerró la puerta suavemente tras de sí y se dejó caer en la silla junto a la cama. —Hola, mi niña —saludó Olga, acomodándose contra las almohadas—. ¿Cómo te trata la vida en esa mansión de locos? Emma soltó un suspiro, cansada. —Difícil de describir, Olga. Pero hoy... hoy fue particularmente duro. Olga la observó con curiosidad, inclinándose un poco hacia adelante. —¿Qué pasó? Cuéntame. Emma se tomó un momento para organizar sus pensamientos antes de hablar. —Logan, ese hombre
La habitación de Emma estaba en penumbra, las cortinas apenas dejaban entrar la luz del sol de la mañana. Después de su extenuante turno de treinta y seis horas, se había desplomado en la cama con la ropa aún puesta, sin preocuparse por nada más. El cansancio había ganado la batalla, y su respiración profunda indicaba que estaba en un sueño profundo, desconectada del mundo exterior. Mientras tanto, en la mansión, el ambiente durante el almuerzo estaba tenso. William, siempre imponente y crítico, había decidido aprovechar la ausencia de Emma para cuestionar la supuesta relación entre ella y Logan. —¿Dónde está tu prometida, Logan? —preguntó William con un tono burlón y acusador mientras se servía un trozo de carne—. No entiendo cómo alguien que supuestamente se va a casar contigo no está aquí cumpliendo con su papel. Logan, sentado en su silla de ruedas, apretó los dientes mientras intentaba mantener la calma. Sabía que responderle a su padre solo avivaría la discusión, pero el
Emma se disculpó suavemente con Logan antes de entrar al baño. Cerró la puerta tras de sí y dejó que el agua caliente cayera sobre su piel, aliviando los restos del cansancio acumulado tras su largo turno. Mientras tanto, Logan permaneció en la sala, observando su entorno con detenimiento. El lugar era modesto pero acogedor. Las paredes estaban decoradas con fotos familiares y pequeños cuadros pintados a mano que, aunque se veían sencillos, le daban un aire personal y cálido al espacio. Una mesa de madera gastada ocupaba el centro del comedor, y sobre ella había un florero con margaritas que comenzaban a marchitarse. Logan, desde su silla de ruedas, se permitió esbozar una leve sonrisa. Había algo reconfortante en aquel ambiente, algo que contrastaba completamente con la fría opulencia de la mansión en la que vivía. Sin embargo, su sonrisa se desvaneció rápidamente al escuchar la voz de Emma desde el baño. —Estoy lista, Logan. Podemos irnos. Él giró su silla hacia la puerta del b