Él se guía en la tarima a punto de hablar a la gente. Mi corazón alterado por lo que iría a hacer.—Buenas tardes. —Se mostraba alegre, se ve un ser iluminado, en la mesa principal donde se sentó mi familia, también se sentó el padre Gabriel—. Les agradezco a cada uno por asistir a mi boda con esa bella mujer. —Me señaló—. Diré unas palabras, la verdad me tomaré varios minutos por dos razones. La primera, acaban de hacer el hombre más feliz de este mundo y no lo merezco.» Solo les diré que, desde su extraña llegada en mi vida, pude volver a ser un ser humano y la segunda es porque quiero contarle a mi suegro que aún no soy digno para el ángel que tiene por hija.Los presentes se interesaron en lo que Roland hablaba, Simón se le acercó y le entregó una guitarra, el corazón comenzó a palpitar, ¡Dios va a cantarme en público! Raúl se me sentó al lado y me apretó la mano.—¿Qué piensa hacer tu esposo?Preguntó Luz Marina, quien estaba sentada al otro lado de la mesa, me encogí de hombros
Saber que me deseaba de esa forma me daba seguridad para lo que seguiré haciendo cada vez que lo deseemos. Mi cuerpo descansaba agitado, trataba de calmar el ritmo cardiaco. Pero el corazón volvió a latirme mientras sus mágicas manos y lengua me llevaban a un estado de júbilo absoluto. Era insaciable, y me adaptaba a ello.Cada caricia experimentada ante mi cuerpo inexperto emitía emociones básicas. Gemidos de satisfacción y jadeos lujuriosos, volví a vivir en la que se había convertido en nuestra habitación.Él sabía cómo tratarme, logró minimizar la molestia con esas agradables sensaciones, con esas alucinantes caricias con su dedo, verlo disfrutar mi cuerpo, cuando su dedo jugando en mi centro hasta llevarme a sentir múltiples vibraciones y luego intensificó con su lengua al tiempo. No me penetró hasta haber alcanzado el éxtasis en dos ocasiones, una con su lengua y otra con su dedo.Yo también hice lo mío, no era, pero eso de hacer el sexo oral se me daba muy bien, o por lo menos
Desde que sepulté a mi esposa e hijo hace tanto tiempo no había sentido un dolor tan grande como el de este instante al ver a mi amigo, a mi pana, a mi hermano tendido en una camilla sin vida.Quería gritar, necesitaba hacerlo. «Viejo», me había dicho, fueron sus últimas palabras «cuídame a Verónica, si lo haces me cuidarás a mí. Nos veremos pronto. Gracias» —comencé a pegarme en la cabeza contra la pared.Mojón estaba desmoronado a un lado del recinto, Cebolla cayó de rodillas y la señora Verónica… ¡Mierda! —De manera lenta se fue cayendo, por más que corrí para evitar que se golpeara no lo pude evitar y Cebolla se encontraba perdido en sus pensamientos.—¡Doctor!Se llevaron el cuerpo del Patrón, los familiares de ella llegaban a la sala donde nos encontrábamos. Juro que llegaré hasta lo último, mataré a cada pirobo que intervino en la muerte de Roland.—¡Hija!El padre se agarró del cuerpo de su hijo y Cebolla fue quien contestó después de reaccionar.—Solo está desmayada, a ella n
La señora Verónica, ni cuenta, se daba de la verdad. El padre dio las últimas palabras y el ataúd bajó, y con él, una parte de mí también se fue a hueco. Lo metieron para quemarlo, no sé quién me sostenía para no cometer alguna locura, me negaba a creer que este muerto. No él, ¿por qué lo dejé morir?, me descuidé, lo perdí de vista, lo hacía con su esposa en la habitación haciendo el amor, no sé en qué momento salió… Su esposa, la señora Verónica, debe estar peor. Era el mejor día de su vida y se convirtió en el peor. «Cuídala, si la cuidas a ella me cuidas a mí, nos veremos pronto», dos veces lo mismo. Por esa señora debo quedarme, debo hacer mi trabajo, no volví a hablar, sé que muchos nos daban el pésame a Inés, Cebolla y luego al resto de los que siempre hemos permanecido a su lado. Conmigo decían más palabras de consolación, pero por mí que se callen. Al sepelio llegaron los cabecillas de la organización. Me miraban, ver a la Rata desmoronada era casi una utopía. La razón de
Habían pasado dos semanas y la actitud de la señora era distante, nos mira diferente, echó al padre Gabriel de la clínica. No le han dado salida porque presentaba de la nada crisis de histeria, en varias ocasiones hemos sido testigos de su inusual comportamiento, otras veces permanece retraída, y lo peor de todo, no ha vuelto a llorar. Según Inés esa actitud era peor, su padre y hermano se turnan por semana y nosotros tres nos turnamos a diario. ¿Qué más podemos hacer?, hasta que el médico no lo crea conveniente no saldrá de observación. Anoche se quedó Cebolla, Inés lo hizo en mañana, y yo ahora me encontraba en el turno de la tarde junto a su hermano, trato de no coincidir con el señor Fausto, la semana que él la cuida, dejamos a Inés a cargo casi en todo el día. Debido a los cuidados para con ella ha sido intermitente la búsqueda del autor intelectual de la muerte de Roland, para ser honestos no he hecho bien mi trabajo. He descargado información de los celulares del patrón, de l
No tenía idea del cómo habíamos logrado salvarla. Pero sin duda el doctor tenía razón con que era momento de internarla. —Gracias, Rata. Como supiste… —El rastreador y el sensor. —dije, Cebolla se veía pálido—. Gracias güevon, si no hubieras reaccionado, serían dos los muertos. —No tengo la más puta idea de cómo corrí tan rápido. —Debo hablar con el viejo Fausto para realizar el cambio, esto no puede volver a pasar. —Me parece bien. —contesté. —Rata. —Lo miré, me dio un abrazo y un par de palmadas en la espalda—. Que nunca se quite los anillos. Cerró la puerta al salir, Cebolla y yo miramos a la señora, estaba muy delgada y ojerosa. —No es ni sombra de lo que era hace un par de semanas. —eran certeras sus palabras, no era ni sombra de la fuerte mujer la cual nos enfrentaba. —Menos mal no estaba Inés. —Comente. Era un demonio, pero creo en ti Dios, gracias por tener a las personas adecuadas para arrebatarle al diablo esta alma. Lancé una plegaria mental. —Ya tengo la autoriza
Habían matado a otro cabecilla, ¿esta m****a que significaba? —Lo que escuchaste, supuestamente fue una riña por una vieja, pero a mí se hace mucha coincidencia. —Disculpa, los temas de la organización no son mi prioridad ahora. No hasta que se lea el testamento, ahora ando buscando al malparido que mató a mi jefe. —Entiendo. Quería infórmate, nos hablamos luego. Volví a mirar el monitor, la señora no se encontraba, miré por la ventana para ver si había vuelto a salir al jardín y nada, regresé a los monitores, devolví un par de minutos y fui adelantando hasta saber dónde se había metido. Estaba en la cama, se levantó en dirección al baño, antes de entrar miró a la cámara y dijo. «Gracias, Simón». La piel se me erizó, corrí hasta el baño, sabía lo que había hecho, estaba encerrada, de una patada partí la puerta y la encontré en el piso, sentada en un charco de sangre con sus manos a cada lado de su cuerpo, agarré un par de toallas de manos, se las amarré en las muñecas, Presioné el
Miguel tenía razón, pero le juré a Roland cuidarla. —Rata, debemos resolver muchas cosas, mientras nos encontremos atados cuidándola, se nos puede escapar el hijo de puta de quien lo mandó a matar. —Lo sé. Trata de buscar lo que nos pueda ayudar. Ingresé al cuarto de la señora Verónica, me senté en una de las sillas a un lado de la cama sin dejar de mirarla, tenía mucha rabia. La vi abrir sus ojos, por un largo rato nos quedamos mirando, ¿Qué pensará esta mujer? Su actitud de debilidad me estaba cabreando, ella no era la misma que con su fuerza interna llegó a nuestras vidas y arrasó con sus virtudes, nuestra existencia. —No tengo excusa. —Su voz fue débil, pero sincera. —No, no la tiene y para serle sincero ya su debilidad me tiene mamado, perdón por la palabra. —Perdóname. Pero no quiero seguir sin él. La dejé llorar, no lo había hecho como debería. Después de unos largos minutos volví a hablar. —Sabe, no logro entenderla, una mujer la cual nos devolvió a la vida, nos enseñó