No tenía idea del cómo habíamos logrado salvarla. Pero sin duda el doctor tenía razón con que era momento de internarla. —Gracias, Rata. Como supiste… —El rastreador y el sensor. —dije, Cebolla se veía pálido—. Gracias güevon, si no hubieras reaccionado, serían dos los muertos. —No tengo la más puta idea de cómo corrí tan rápido. —Debo hablar con el viejo Fausto para realizar el cambio, esto no puede volver a pasar. —Me parece bien. —contesté. —Rata. —Lo miré, me dio un abrazo y un par de palmadas en la espalda—. Que nunca se quite los anillos. Cerró la puerta al salir, Cebolla y yo miramos a la señora, estaba muy delgada y ojerosa. —No es ni sombra de lo que era hace un par de semanas. —eran certeras sus palabras, no era ni sombra de la fuerte mujer la cual nos enfrentaba. —Menos mal no estaba Inés. —Comente. Era un demonio, pero creo en ti Dios, gracias por tener a las personas adecuadas para arrebatarle al diablo esta alma. Lancé una plegaria mental. —Ya tengo la autoriza
Habían matado a otro cabecilla, ¿esta m****a que significaba? —Lo que escuchaste, supuestamente fue una riña por una vieja, pero a mí se hace mucha coincidencia. —Disculpa, los temas de la organización no son mi prioridad ahora. No hasta que se lea el testamento, ahora ando buscando al malparido que mató a mi jefe. —Entiendo. Quería infórmate, nos hablamos luego. Volví a mirar el monitor, la señora no se encontraba, miré por la ventana para ver si había vuelto a salir al jardín y nada, regresé a los monitores, devolví un par de minutos y fui adelantando hasta saber dónde se había metido. Estaba en la cama, se levantó en dirección al baño, antes de entrar miró a la cámara y dijo. «Gracias, Simón». La piel se me erizó, corrí hasta el baño, sabía lo que había hecho, estaba encerrada, de una patada partí la puerta y la encontré en el piso, sentada en un charco de sangre con sus manos a cada lado de su cuerpo, agarré un par de toallas de manos, se las amarré en las muñecas, Presioné el
Miguel tenía razón, pero le juré a Roland cuidarla. —Rata, debemos resolver muchas cosas, mientras nos encontremos atados cuidándola, se nos puede escapar el hijo de puta de quien lo mandó a matar. —Lo sé. Trata de buscar lo que nos pueda ayudar. Ingresé al cuarto de la señora Verónica, me senté en una de las sillas a un lado de la cama sin dejar de mirarla, tenía mucha rabia. La vi abrir sus ojos, por un largo rato nos quedamos mirando, ¿Qué pensará esta mujer? Su actitud de debilidad me estaba cabreando, ella no era la misma que con su fuerza interna llegó a nuestras vidas y arrasó con sus virtudes, nuestra existencia. —No tengo excusa. —Su voz fue débil, pero sincera. —No, no la tiene y para serle sincero ya su debilidad me tiene mamado, perdón por la palabra. —Perdóname. Pero no quiero seguir sin él. La dejé llorar, no lo había hecho como debería. Después de unos largos minutos volví a hablar. —Sabe, no logro entenderla, una mujer la cual nos devolvió a la vida, nos enseñó
Llegamos con el mayor de los sigilos e ingresamos a la bodega donde tenían recluidos a los niños, los explosivos ya los había instalado Cebolla con la ayuda de Rasca culo, Churrusco y Mojón en la mañana, mientras Cereza se encargaba de buscar los camiones para sacar a los rehenes.Si ella no toma la decisión de salvarlos, lo haremos nosotros en la noche, el viaje lo tienen programado para mañana, hoy en la madrugada se los llevarán para el puerto. La señora tenía un jean negro igual que su buzo. Miré el perímetro y solo había dos hombres que eran los que custodiaban el cargamento.Corrí hasta el segundo piso de la bodega, al verme el hombre bajó la cabeza, sabía quién era yo, me acerqué y con mi navaja lo maté. La señora Verónica se tapó la boca para evitar el grito, en ese momento ingresaba el otro tipo y Cebolla se encargó de él. Dos puñaladas, una en el corazón y la otra en la espalda baja.—¿Por qué los mataron?Me encogí de hombros, un muerto más en mi larga lista, no me hundirá
En los ojos del señor Fausto vi agradecimiento por lo que había pasado. Ella estaba de regreso.—Gracias también por evitar el matar a ese hombre. —Santiago me tendió su mano. Miró a todos los presentes—. Gracias a todos, aunque no conozco a algunos, gracias por cuidar a mi hermana. —Roland quería salir de este mundo por su hija. —Don Fausto afirmó—. Creo que ya le dimos un sentido a sus días con las empresas nuevas del jefe.—¿Las organizaciones? —afirmé mirando a Santiago.—Sí.—¿Ahora qué viene? —preguntó el suegro de Roland.—Devolver a los niños a sus casas.Los tres hombres que me acompañaban, miramos por el gran ventanal, el cual da al lugar donde los doctores revisaban a unos niños, Inés sirviendo la cena a un grupo, las trabajadoras sociales entrevistando, la señora Verónica y Luz Marina llenaban de abrazos y besos a los más chicos. Enrique permanecía pegado a la señora. Mañana será un día largo.—¿En qué ayudamos nosotros? —sonreí.—Debemos organizar tres habitaciones para
Inés se había quedado con el rosario en la mano mientras nosotros nos infiltrábamos en las bodegas de los Contreras, los jefes del llano, eran tres primos y dos de ellos eran una patada en el culo, muy problemáticos, unos hijos de puta y después de los Cárdenas los siguientes para ser los dueños y amos.Nunca estuvieron de acuerdo con dejar de enviar mujeres a los burdeles de Europa y Asia, según ellos la vagina de una latina valía la plata y si era colombiana su culo era más apetecido. Malditas escorias, reconozco que soy un sicario, pero nunca he maltratado a una mujer y menos a unos niños, tuve una esposa maravillosa y lo mejor que me pudo pasar en la vida fue ser padre. Perdón por las expresiones, ahora me avergüenzo, entre más hago el bien, más asco me da mi pasado. Aun así, las mujeres no deben ser tratadas a la fuerza, nunca he sentido satisfacción con el maltrato a las mujeres, prefiero pensar que soy un caballero con ellas en la cama sin importar nada.Vaya que, si ha cambia
El rostro de mi segundo al mando era de asombro.—No puedo. —Se notaba lo débil que estaba la chica.—Un esfuerzo más. ¡Simón! ¿A qué hora llega la ambulancia?Estaba frío, las manos me temblaban, no creo resistir una vez más ver eso, ya estoy en mi límite, la joven comenzó a pujar… todo fue tan rápido, yo registraba el acontecimiento en mi mente, sé que el segundo bebé nació y una cosa roja salió posteriormente, era un gran coágulo de sangre, eso me revolvió más las entrañas y la hasta las piernas me temblaron.—¿Se desmayó?Fue lo último que registré en mi cerebro, el comentario lo hizo Cebolla y no sé si lo dijo a la mujer parida o a esa vaga imagen alcancé a registrar antes de caerme, él empezó a prestarle los primeros auxilios a la mujer, la señora hacia lo mismo con el segundo bebé, la chica morena cargaba a la otra criatura y la rubia corrió a mi lado, a lo lejos escuché unas sirenas y todo se volvió negro.Desperté en la cama de un hospital, Cebolla ingresaba en ese momento y
Después de más lágrimas, trato de poner la mejor cara, ellos no tienen la culpa y sé que todos a nuestra manera superamos su ausencia. Me visto de negro, no puedo ponerme algo diferente, ahora soy yo la que se viste con dos tonos, negro o blanco, parezco a Roland. —sonrío al verme, al espejo—. El negro no era mi color favorito, amo los colores, pero no soy capaz de ponérmelos, Inés dice que con el tiempo volveré a ser la misma. Sonó mi celular, era papá.—Hola, papá. —traté que mi voz sonara lo más normal, aunque lo dudo, estoy ñata.—Vero, buenos días, trata de no llorar tanto.—Papá, tú eres viudo, te he visto llorar el recuerdo de mi madre y lo sigues haciendo, no me pidas eso.—Es cierto, hijita. Perdóname por mi idiotez, todo es tan reciente. ¿Cómo amaneciste?Si antes mi padre llamaba tres o cuatro veces por semanas, ahora ese mismo número lo hace en el día, no tengo moral para decirle que no lo haga, he sido la hija más desconsiderada del mundo al dejarme ganar por la cobardía