Inés se había quedado con el rosario en la mano mientras nosotros nos infiltrábamos en las bodegas de los Contreras, los jefes del llano, eran tres primos y dos de ellos eran una patada en el culo, muy problemáticos, unos hijos de puta y después de los Cárdenas los siguientes para ser los dueños y amos.Nunca estuvieron de acuerdo con dejar de enviar mujeres a los burdeles de Europa y Asia, según ellos la vagina de una latina valía la plata y si era colombiana su culo era más apetecido. Malditas escorias, reconozco que soy un sicario, pero nunca he maltratado a una mujer y menos a unos niños, tuve una esposa maravillosa y lo mejor que me pudo pasar en la vida fue ser padre. Perdón por las expresiones, ahora me avergüenzo, entre más hago el bien, más asco me da mi pasado. Aun así, las mujeres no deben ser tratadas a la fuerza, nunca he sentido satisfacción con el maltrato a las mujeres, prefiero pensar que soy un caballero con ellas en la cama sin importar nada.Vaya que, si ha cambia
El rostro de mi segundo al mando era de asombro.—No puedo. —Se notaba lo débil que estaba la chica.—Un esfuerzo más. ¡Simón! ¿A qué hora llega la ambulancia?Estaba frío, las manos me temblaban, no creo resistir una vez más ver eso, ya estoy en mi límite, la joven comenzó a pujar… todo fue tan rápido, yo registraba el acontecimiento en mi mente, sé que el segundo bebé nació y una cosa roja salió posteriormente, era un gran coágulo de sangre, eso me revolvió más las entrañas y la hasta las piernas me temblaron.—¿Se desmayó?Fue lo último que registré en mi cerebro, el comentario lo hizo Cebolla y no sé si lo dijo a la mujer parida o a esa vaga imagen alcancé a registrar antes de caerme, él empezó a prestarle los primeros auxilios a la mujer, la señora hacia lo mismo con el segundo bebé, la chica morena cargaba a la otra criatura y la rubia corrió a mi lado, a lo lejos escuché unas sirenas y todo se volvió negro.Desperté en la cama de un hospital, Cebolla ingresaba en ese momento y
Después de más lágrimas, trato de poner la mejor cara, ellos no tienen la culpa y sé que todos a nuestra manera superamos su ausencia. Me visto de negro, no puedo ponerme algo diferente, ahora soy yo la que se viste con dos tonos, negro o blanco, parezco a Roland. —sonrío al verme, al espejo—. El negro no era mi color favorito, amo los colores, pero no soy capaz de ponérmelos, Inés dice que con el tiempo volveré a ser la misma. Sonó mi celular, era papá.—Hola, papá. —traté que mi voz sonara lo más normal, aunque lo dudo, estoy ñata.—Vero, buenos días, trata de no llorar tanto.—Papá, tú eres viudo, te he visto llorar el recuerdo de mi madre y lo sigues haciendo, no me pidas eso.—Es cierto, hijita. Perdóname por mi idiotez, todo es tan reciente. ¿Cómo amaneciste?Si antes mi padre llamaba tres o cuatro veces por semanas, ahora ese mismo número lo hace en el día, no tengo moral para decirle que no lo haga, he sido la hija más desconsiderada del mundo al dejarme ganar por la cobardía
Mientras conducía recordé el impase que tuve en el aeropuerto, el quemón en mi pecho con ese café caliente, me reí, pobre mujer, era una pila de nervios, su cabello negro era precioso, demasiado brillante, era esa clase de pelo el cual te incitan a tocarlo. En fin, entré a la propiedad, por fin en casa.No alcancé a tomar el primer vuelo, por eso no llegué a la iglesia. Me quité la chaqueta al entrar, al verme Inés puso sus manos en la cintura, no será una mancha fácil para sacar, aunque ella no era quien se encarga de hacerlo, pero si supervisa. No debería hacer nada, Roland y yo nos cansamos de decírselo, solo que era una señora terca, de la cocina nadie la saca.—¡¿Eso es café?! —afirmé.—En mi defensa no se me regó a mí. —Se acercó, extendió la mano para que le entregara la ropa, le pasé la chaqueta y la camisa—. ¿Cebolla, los muchachos, la Señora, Diana y el niño?—Rasca culo en cama, se le reventó uno de los puntos y lo tengo castigado, Cereza en su casa, lo vimos en la misa, Ch
En el comedor nos esperaban, era domingo, lo primero que hizo Cebolla fue cargar a Isaac, todos en la casa lo apreciamos, pero él demostraba un afecto mayor. Fue revelador lo que me acaba de confesar y tiene razón, debo respetar sus demonios, yo tengo los míos, solo espero que logre domarlos, así como los hizo Roland.¿Soy bueno para dar consejos y yo?, ni mierda los tomo. La señora se acercó para abrazarme fuerte, tenía los ojos hinchados, nos ubicamos en cada una de nuestras sillas. Rasca culo bajó a pesar de los regaños de Inés a la que le besó la frente para calmarla, Cereza había llegado con su familia y los niños estaban al lado de Inés.Clarisa nos saludó, era una encantadora mujer. No sé si era por respeto, pero el puesto de Roland seguía desocupado, nadie se atrevía a sentarse en esa silla, era la principal de la mesa. Saludé a Diana que la tenía a mi lado.—¿Cómo te fue? —algo me dice que ella tendría un papel importante con Miguel.—Muy bien y debo confesarte algo.—Si seño
Estar en los brazos de mi amigo me reconfortaba. Como quería a este flaco.—Ahora eres tú el ingrato. —No dejó de abrazarme.—Júrame Vero que en tu vida vuelves a hacer esa estupidez de intentar matarte.—Lo juro. —Me bajé de su costado, había quedado colgada cuál coala. Miré a mis escoltas —. ¿Nos quedamos aquí o vamos a algún lugar?—Te invito a devorarnos una caja de helados. —afirmé—. Rata me llamó y me dijo que debes estar con dos guardaespaldas pegados como chicle y estoy de acuerdo con él, no voy a soltarte la mano, que todo el mundo crea, que eres mi novia, y te las canto, si tienes ganas de ir al baño me meto contigo. —Le torcí los ojos.» Tú te lo ganaste y mira. —Me mostró unas esposas—. Desde ahora hasta que me sienta otra vez confiado te amarraré a mí cada vez que vas al baño. Vamos a ir a un centro comercial, quien quita que se te dé por tirarte.Hizo el comentario cuando ingresábamos al auto. Churrusco se fue en una de las motos y Gustavo se fue de copiloto.—Ni te atre
Después de comprar lo que necesitábamos y queríamos, porque los tres nos vimos comprando ropa, juguetes, accesorios a un bebé de quince días de nacido. Al llegar al parqueadero guardamos las cosas en el maletero del carro, incluso habíamos comprado el traje de bautizo.Me senté en la parte de atrás mientras que Miguel fue el conductor, siempre le han dado esa responsabilidad y lo comprobé el día del atentado de mi marido. Estábamos lejos de la casa, ya era más de las nueve de la noche y el tráfico en esta ciudad era un desastre.—Rata, nos siguen.El comentario de Cebolla disparó los latidos de mi corazón y al tiempo sus relojes pitaron.—Señora, cálmese. —Simón sacó sus armas y Miguel también—. Desvíate Cebolla.Ordenó su jefe, habían cambiado su actitud, mientras que yo trataba de controlar mi respiración, ellos se veían tan tranquilos, Simón llamó por celular.» Mojón, nos siguen, rastreen mi carro y vengan a darnos refuerzo.—¿A las afueras?Fue la pregunta del conductor, ellos se
Ella negaba ante mi pregunta y con la mejilla sonrojada seguía reacia en aceptar mas ayuda.—Insisto, van a pagarme mucho por solo ser su asistente.—Exacto, ahora tenemos siete empresas, imagínate las que me llegarán en tres días. Además, no tenías a dónde ir, yo necesitaba sentirme útil para salir de la depresión que ya te conté.Diana era una mujer muy linda, de cabello castaño, se lo había cortado hasta los hombros y fue un cambio que notó Miguel, por más que él diga que ella no le interesa de esa manera, sus actitudes lo delatan, tiene los ojos cafés, era más baja que yo, de buen cuerpo.—De todas maneras, es mucho mi sueldo.—Deja de insistir.—Señora, otro tema es que desde mañana comienzo a buscar un apartamento que quede cerca de su casa, para que no tenga que desplazarme desde tan lejos.—¿Por qué quieres irte? Piensa en el niño, exponerlo a cambios de clima, incomodarlo de un lugar a otro, no me parece conveniente, piénsalo.Fuimos interrumpidas por Simón y Miguel miraba a