Contadas han sido las veces que impongo algo en nuestro matrimonio. Tengo el lema, «mujer feliz, matrimonio feliz». —El labio le tembló, sus ojos marrones se llenaron de lágrima, sé cuál era su temor.—No… siempre has dicho que las mujeres con silicona no te gustan. —Ahí tienes, como dice Inés, el pez muere por la boca—. Y si me quitan el seno, no vas a mirarme como siempre, mientras que la quimio…—Te acabará todo. —Le acaricié el rostro—. Siempre me reclamas por no ser detallista, ni meloso, sabes lo que siento por ti y te lo demuestro. Pero si debo recurrir a convertirme en cursi con esas maricadas, lo haré. —arrugó su frente, intentó hablar.» Si con flores, chocolates, serenatas, detalles, viajes te garantiza que solo seguiré mirando tu cuerpo y disfrutando de él, aun sin tetas que tocar o tocando silicona lo hago.—¿Me estás chantajeando Daniel Bermúdez?—Tómalo, como quieras, yo solo garantizo que sigas viva y de paso sigo respirando para así no dejar huérfano a nuestros hijos.
La miré por un momento.—¿Te queda tiempo?Afirmó, miré a mis hijos, estaban profundos en la cama, ya debíamos dejar que pasaran más tiempo ellos solos. Le hice señas, salimos al balcón que daba a los establos. Roland vacunaba a unas reses, estaba haciendo mi trabajo.» ¿Ves a ese hombre? —Ella me miró.—Es su esposo. —sonreí.—Guadalupe, él era el capo de capos en Colombia, si no lo sabías, era un narcotraficante. Se acostaba con ocho mujeres a la semana y no repetía. —El rostro de Lupe me confirmó lo asombrada que estaba—. Su pasado no es digno de enmarcar.—¿Qué lo hizo cambiar?—Dios y el amor, aunque llegó a Dios porque encontró el amor. No hice nada para llamar la atención de ese impenetrable, hermético y egocéntrico hombre, solo fui yo. Espero que entiendas.» La experiencia la dan los años, el tiempo, no hagas cosas que no te enriquezcan como persona, si esa persona a la que quieres demostrarle no ve la gran mujer que eres, no vale la pena. —bajó la mirada. Su pregunta es por
—Por mi parte yo solo empaco lo que voy a usar, eso sí, con la ropa acorde dependiendo a la ocasión, vengo a cuidar niños, ni modo que empaque vestidos y tacones. Necesito jaenes y tenis.Volvió a mirarme sonriendo de lado, no era la gran belleza, eso sí, era jodidamente macho, eso a mí me encanta, atractivo, bastante blanco, con un cuerpazo de vaquero de revista, me dan ganas de tocarlo se ve duro, evidenciaba las horas de ejercicio que hace, pude haberles dicho a su trasero tapas de leche, pero la verdad era que tenía un buen trasero, alto, deliro por los hombres altos. Llegamos al parqueadero.—Te llevaré a la casa de Cereza. —hace un tiempo me enteré de los apodos que tienen, el de él es horrible—. Ahí están todos. —pagó el parqueadero—. Cúbrete bien la nariz Renacuaja, el frío te puede hacer daño, no estás acostumbrada.—Gracias.Alzó la ceja ante mi respuesta cordial, no pude evitar sonreírle. Lo seguí hasta su camioneta, veo que ese era su estilo de autos. Una tremenda mujer, h
—Mira Lupe, hoy en la reunión que tuvieron con otros cinco hombres que verás y hacen parte de sus personas de confianza, cuando Simón mostró tu foto para que ellos supieran que eres parte de nuestra familia Mole y dos más quedaron encantados con tu belleza y eso a Arnold no le gustó. —El corazón me latió a mil.—Hija, te lo decimos para que sepas, pero eso no garantiza nada, como te dijimos, él es una versión superior a todo lo que ya te comentamos, es más. Roland siempre ha dicho que Arnold tiene algo innato que lo hace cruel. No quiero ilusionarte, yo estaría feliz que siente cabeza contigo, pero es mi deseo, no sé el de él.—Lo cierto es que fue evidente su actitud. —comentó Gladis—. Y estamos aquí, porque la mirada que se dieron nuestros maridos ante su actitud hizo que nosotras también captáramos. Y a mí me encanta esta familia, me han devuelto la confianza en mí. No quiero una fruta podrida sembrando discordia y alejé esa hermandad que forman esos siete hombres.—¿Arnold sintió
Astrid nos hizo desayuno, los hombres se fueron, no sin antes decirle al güerito que en sus manos dejaban lo más valioso. Cada mamá dejó a su hijo arreglado, yo me encargué de los hijos de Clarisa. Melisa y Sebastián luego. Se fueron, me quedé con los seis niños, en el cuarto de juegos los metí a todos, las gemelas ya sabían gatear, a los mayores los puse a realizar rompecabezas, el que termine tendrá un premio, no me gusta ponerlos a competir entre ellos, pienso qué eso genera rivalidad entre los niños.Pero si todos cumplen con el objetivo, todos sabrán que tienen recompensa. Enrique está en una mesa y Melisa en otra con fichas muy concentrada, Isaac y Sebastián juegan con el balón y las gemelas son las que debo vigilar más, son muy inquietas, se montan en cualquier parte, tengo un radar con ellas.Como dice su madre, una era un terremoto y la otra era la réplica. La mañana pasó. A las diez de la mañana Arnold ingresó al cuarto de juegos con Astrid que traía la merienda, yo estaba
Cargué a Milena, la metí en la silla de bebé para auto, luego metí a Andrea. En ese momento ingresó Arnold, cogió la silla de las gemelas, yo cargué a Isaac y Astrid cargó a Sebastián, tomó de la mano a Melisa, y yo a Enrique que estaban despiertos, mi bolso y bajamos. Ingresamos al garaje, con la luz apagada. —Astrid deberás llevar esta silla en las piernas.Le entregó a Melisa su hermanito, se metió al carro y Arnold le entregó la silla de bebés. El carro era bastante amplio. Luego cargó a Melisa, había puesto a Sebastián a un lado, le puso el cinturón a la niña, le dio a su hermanito para que lo cargara.» Princesa hermosa, no sueltes por nada del mundo a tu hermanito—. Luego ingresó Enrique, hizo lo mismo, cinturón y le entregó a Isaac—. Campeón deberás cargar y proteger a tu primito. ¿Vale?—Si señor.—Renacuaja, entra.Ingresé al carro, él nos dejó, ingresó de nuevo a la casa, a los pocos minutos se escucharon una ráfaga de tiros. Astrid gritó, los nervios se apoderaron de mí,
—Así es.Comenté. Por un lado, estábamos tranquilos, nuestros hijos iban hacia el Arenal, allá era seguro y Arnold los escolta. Ahora debemos enfrentarnos a los hijueputas que osaron dañar nuestras cortas vacaciones. —Cereza, Cebolla. —llamó Rata—. En un kilómetro detengan los autos, debemos poner señalización para que los carros no pasen, debemos crear una distracción, un accidente con muertos, por ejemplo, así se detendrán los viajeros.» Del otro lado no podemos hacer nada, pero al menos minimicemos los muertos de civiles.Eso hicimos, Lobo y Mole se bajaron y colocaron las señales de no paso por accidente, del carro que manejaba Cereza bajaron Zombi y Cuajao, luego subieron al carro, nos fuimos realizando la misma operación por seiscientos metros. Al terminar arrancamos de nuevo a una velocidad considerable.» En un kilómetro más nos detenemos, ellos se chocarán con nosotros en menos de diez minutos, debemos atravesar los carros. Solo Cebolla y yo le haremos frente directo.—Est
Desde el celular la señora habló en japonés y el hombre que tenía una pierna herida le contestó, Rata lo analizaba, es como si su mirada fuera un polígrafo.—Dice que lo contrataron del cartel de Japón, del resto no sabe nada más, no conoce a nadie, solo le pagaron para secuestrar a dos niños, esa es su verdad.—¿Tú si entiendes el idioma?Le preguntó al tipo que yo tenía agarrado. Rata miró a Rasca culo, pudimos haber cambiado, pero en este medio si dejas a alguien con vida era un problema en el futuro, la mirada era dé llévatelo y sabes lo que debes hacer. En este momento somos nosotros o esa puta mafia que nos quiere joder.—Yo tampoco sé nada.—A ti si no te creo. —La mirada me decía que debía torcer un poco el brazo—. Gracias, señora.Rata cortó la comunicación, en ese momento llegó Rasca culo solo le entregó las dos navajas que él siempre carga, Rata sin pensarlo se las clavó en la pierna, el tipo gritó.» Sabes quién soy, ¿cierto? ¿Por qué la mafia italiana nos quiere joder?—¡