Capítulo 2 - ¿Fiesta sana?

La verdad me dolía mucho la muerte de mi perro, como para ponerle a pensar en el tal don ese.

—Está un poco apenada, pero no quiere verte morir de hambre. —Nos sentamos en la cama y comenzamos a comer, a pesar del desánimo ingerí los alimentos—. Vero no te enojes, sabes que no lo soportará. Ella estaba feliz por estar con el duro de los duros.

—A mí qué carajos me interesa con quien ha estado.

—Sabes que te quiere mucho, jamás ha permitido enrolarte con esos patanes con quien sale. No te ha llevado a sus fiestas de narcos. Eso es lo más importante, la forma en cómo te demuestra cuan valiosa eres para ella.

—Es un mundo muy sucio Raúl, la verdad ya no sé qué hacer para alejarla de esa vida. He aprendido cinco idiomas porque ella cada dos por tres se decepciona con amores, entonces decide cambiar y hacer algo diferente, yo le patrocino, pero su problema, ¡nunca termina!

La expresión de su cara me dio a entender que comprendía. A él lo ha metido en un centenar de viajes para luego dejarlo solo.

—Jamás cambiará linda. —Se sentó a un lado, tomó el control del televisor.

—En eso tienes razón, ya me di por vencida. Es muy linda, aunque no se quiera y contra eso es muy difícil ayudarla.

—Más linda eres tú —dijo chupándose los dedos.

—Si tú lo dices —sonreí.

—¿Qué quieres hacer hoy?

No quiere verme deprimida, pero no quiero salir por nada en el mundo.

—Cambiarme de ropa, ponerme la sudadera más cómoda, ver muchas películas —realizó una expresión de «como mandes»—. Y digas lo que digas, no saldré de la habitación.

—Lo sé, no habrá poder humano que te haga cambiar de idea. —Se levantó, se acercó al mueble donde tengo mis películas favoritas, me mostró una y le sonreí afirmando—. El plan es, ¿cine en casa?

—Adivinaste —sonrió—. ¿De qué te ríes?

—Por primera vez alguien nos hará de chef, por remordimientos nos traerá lo que pidamos.

A Lorena no le gustaba para nada la cocina. Ella se alimenta por mí o cuando Raúl pasaba el día con nosotras era nuestro chef, parece un privilegiado por los dioses de la cocina.

—Por lo menos le hace bien untarse un poco.

Salí de la cama para ir al baño, me cambié de ropa, la que tenía estaba con sangre de Timón. Al regresar a la cama cambiada, continuó hablando.

—Esa es su vida corazón. ¿Qué dirás de mí?

—¡No he dicho nada que a ella no le haya dicho! Y a ti siempre te recalco sin importar tu homosexualidad. Debes tener una sola pareja, no ser promiscuo, porque te capo donde me entere, de que te acuestas con los narcos o muchos hombres. Nunca te perdonaré si adquieres una enfermedad incurable. ¡Te lo advierto!

Lo señalé con mi dedo, luego le acaricié el rostro. No era muy atractivo, pero si bien presentado. Desde el ingreso a la universidad se convirtió en mi mejor amigo. Fue amistad a primera vista en el curso de baile y de ahí somos parejas en cada salida a discoteca o en las presentaciones de la universidad… ¡Amo bailar!

—Menos mal, no soy tu marido —comentó riendo.

—¡Sí! Menos mal.

Me sacó una sonrisa a pesar de la tristeza, sus brazos me abrazaron fuerte. Trajo el almuerzo cuando le gritaron de la llegada del domicilio. Lorena había pedido pollo, envió mis presas favoritas; el muslo y la pechuga. Raúl también ingresó con su plato lleno. —Las lágrimas volvieron a salir.

Me abrazó y consoló hasta conseguir calmarme. Era irónico el grupo de amistad a mi alrededor, estoy enojada con mi única y verdadera amiga, a pesar de todo, jamás me ha vinculado a su mundo, Raúl, era muy serio, tenías que ser muy perceptiva para detectar la dirección de su mirada, la cual no va en dirección a las chicas en una discoteca. Con nosotras se sentía libre de hacer comentarios referentes a un buen partido masculino. Pasamos la mayoría del tiempo juntos.

—Bueno, yo venía a decirte que el jueves comenzamos clases.

—Es un alivio, ya no soporto este encierro, la verdad tampoco ver su poca autoestima. Mira que tener relaciones al mismo tiempo con más de dos hombres…

Durante la semana me limité a hablar lo necesario con Lorena. Era una situación incómoda y hasta no hablarla iba a ser muy complicado qué volviéramos a la normalidad. Las eternas sentadas en el sillón hablando tonterías femeninas se habían suspendido. A ella le duele más esta situación. Pero debo ser justa. También la extraño.

Sé del mundo en el que anda porque soy su confidente, aparte me advierte y cuida. Estaba avergonzada por lo acontecido y en el fondo se siente culpable por la ausencia de Timón.

Fue Raúl quién nos sirvió de intermediario. La situación era una completa tontería rayando lo infantil. Por momentos intento hablarle, luego recuerdo la muerte de Timón y quiero ¡arrancarle el cabello! —suspiré.

Terminaba de hacer un trabajo importante para la universidad, debía entregarlo el lunes. Lorena ingresó a la habitación de estudio. En el fondo sentí alegría por ser ella quien tomara la iniciativa de hablar. Puse mi rostro serio, aunque me moría por correr a abrazarla.

—Vero… —ingresó jugando con sus manos, mirando a un punto fijo, evitando verme a los ojos. Se le notan los nervios—. ¿Vas a seguir enojada? —soltó un lamento—. Me haces falta y lamento mucho lo sucedido.

—Ya te dije, no hay problema. —cerré el portátil, girando la silla para mirarla.

—Dime, ¿qué hago para que no estés enojada conmigo? ¿Te regalo otro perro?

—¡No será mi Timón, Lorena! Gracias, deja ese tema ahí.

—¿Te puedo invitar a una fiesta?

Bajó la mirada, como esperando una sentencia. No se dio cuenta de mi expresión de asombro.

—¿A las tuyas con los amiguitos del lunes pasado? —Nuestras miradas se encontraron—. ¡No gracias!, no me quedaron ganas de conocerlos, además, no son mi tipo. Ver una manada de viejos verdes chorreando la baba por las mujeres qué carecen de poco amor propio, ¡no estoy interesada!

Alcé la voz, quería hacerla entender. Su expresión cambió, la vi ponerse roja por la ira.

—¡Me gusta lo que hago!, la fiesta es sana. ¿Sabes?, me extraña que digas eso cuando te he demostrado y mantenido alejado de mi vida laboral. ¡Es un trabajo, así no te guste!, además ya hemos hablado al respecto, no cambiaré eso. Yo, paso de maravilla, así no sean atractivos mis clientes.

Quería abrirle el cerebro, lavárselo con detergente a ver si piensa diferente, pero como no se puede, no me queda más remedio que suspirar.

—¿Por qué ahora si quieres llevarme? —pudo más la intriga.

—Vero. —Se acercó—. Odio tu indiferencia, además habíamos acordado en eso. Si tenía una fiesta decente te llevaría, solo cumplo con mi palabra. —Por más que intenté fue imposible ocultar las ganas de reírme.

—¿Cuándo es?

Necesitaba salir, conocer gente diferente, hace mucho no salía, pronto me graduaré y entraré al mundo laboral. No tengo experiencia de vida aparte del perfecto mundo creado por mi familia, Raúl y Lorena.

—A las tres. —levanté la tapa del portátil para ver la hora, apena era la una de la tarde—. No es ninguna fiesta de esas, regresaremos sobre las nueve. Será una reunión casual, tomar un coctel y charlar un poco con mis compañeras.

—¿Dónde? —salimos del estudio en dirección a su recámara.

—A las afueras de la ciudad, ponte lo que quieras. —señaló su armario abarrotado de ropa.

—Gracias, pero si es decente la reunión yo tengo ropa para eso.

Salí directo a mi cuarto, tomé un jean, una blusa de tiritas con un degradé azul muy bonito, me peiné el cabello, tomé la chaqueta; hace mucho frío a las afuera de la ciudad. Me puse un brillo en los labios, lo mismo hice con lápiz en los ojos. Esperé a Lorena quien salió arreglada, con un jean confirmándome que la reunión de amigas era sana. Le sonreí.

—Te ves muy linda, gracias por aceptar la invitación.

—La verdad hoy sábado no quería quedarme encerrada en la casa sin hacer nada. Te agradezco la invitación.

—Siempre te tomo en cuenta.

—Sí, eso se nota, siempre me haces sentir la mayor cuando es lo contrario —dije.

Lorena condujo su auto a una velocidad razonable, se mostraba muy contenta, por lo menos el enojo por parte mía había desaparecido. Me limité a hablarle de mi hermano. Ella no dice nada, pero le gusta Santiago, cada vez que hablo de él le brillan los ojos.

—Vero, ¿vendrá para tu graduación?, debe verse… mayor.

La miré con el ceño fruncido, puso música para apaciguar la tensión.

—¡Ni se te ocurra! Te quiero mucho, pero con tu vida laboral mantente lejos, no lijaré sus cuernos. ¿Te queda claro?

Me torció los ojos sacando su lengua, solté una carcajada sin duda me imitaba, ese acto de niña yo lo hacía a menudo.

—Vero, estamos llegando, y quiero… —alzó las cejas. Comprendí que era algo serio.

—No pasaré detrás de ti como una niña.

—Estamos entrando en la finca del papáchurro, rey del sexo, bien dotado de su miembro, aparte ser el duro de duros y coge como ninguno.

—¿La fiesta no era diferente? —Con esa descripción no me dio buena espina.

—No, porque él no se acuesta dos veces con la misma mujer, es bastante metódico —detuvo el auto ante un retén de hombres sin armas, imagino que las tendrán escondidas en alguna parte—. Tengo una entrevista —arrugué el rostro. Lorena cerró el vidrio para explicarme—. Nos quieren para hacer un par de negocios, las escogidas serán las acompañantes en una convención en Santa Marta. No sé qué días serán, al parecer se reunirán los duros del mundo. —No pude evitar reírme.

—¿Ahora hay convención de narcos? —Lorena también soltó una carcajada.

—Sí, por lo que dijo mi representante. —enarcó una de sus cejas—. Es él quién nos tomará un registro fotográfico y los inversionistas escogerán a quien quieren para cuatro días siendo sus acompañantes.

—¡¿Cómo putas?! —exclamé—. ¡Ay Lorena!, la verdad nunca tendrás arreglo. —La señalé con el dedo—. Mantente lejos de Santi, en un mes vendrá a visitarme. Él es muy sano, no sabe nada de tu mundo. —Se encogió de hombros y cambió la conversación.

—Ojalá Don Roland Sandoval me escoja. —dijo ilusionada.

—¿Por qué no repite novia?

Por todas las novelas vistas de los narcos, tenían fama de cambiar de novias a cada rato, aunque tengan esposa.

» ¿Y tú dices que cambia a diario? Eso es nuevo y triste.

—Vero, él es una persona bastante rara. Te deja sin aliento porque te envía directo a la luna con tres orgasmos diferentes antes de penetrarte.

Fue un poco incómodo su comentario, no era la forma en cómo debía expresarse del tema. Ella ni cuenta se dio de mi cambio de color, siguió hablando.

» Él sí sabe tratar a una mujer en la cama, porque del resto es como si uno fuera una pared, no te besa y puede cortar en cualquier momento la negociación si no estamos a la altura de sus exigencias. Es un hueso duro de roer. —suspiró tal vez recordando a ese señor—. Ya llegamos.

Estaba tan distraída en la conversación que no me había percatado del lugar. La finca era una inmensa mansión al estilo colonial de un gusto increíble, la entrada era en adoquines y centenares de hombres la vigilaban, por eso era la del duro. Uno de los vigilantes del parqueadero le indicó a Lorena donde debía aparcar. Había muchos carros detrás del nuestro. La miré, tenía el ceño fruncido, en ese instante me arrepentí de haberla acompañado.

—Vero, toma mis llaves, si esto se pone caliente o cuando te diga, sales corriendo. —Nos miramos—. Sal pitada de este lugar.

—¿Pasa algo?

—Esto no me gusta, sobre todo porque nos mintieron sobre el que no habría narcos.

El corazón casi se me sale Quería irme, pero la adrenalina que se me formó en el estómago salió victoriosa, sería la primera vez que vería una fiesta de narcotraficantes.  ¡Vaya!, ¿ahora eres chismosa Verónica?

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