Los hermanos Cárdenas eran mayores, sé que no soportaron ser desbancados por un joven novato e impulsivo. Sin embargo, Desde el momento en que me puse al frente de la organización, las ganancias crecieron de manera alucinante.
La droga era más segura sacarla con mis estrategias y si me descuido, me harán una mala jugada, por eso mi esquema de seguridad era tan estricto, y bajo el comando de Rata, éramos un bloque perfecto. Si yo era un demonio, él era el doble. No se le escapaba nada. Por eso desde hace días andaba en su radar.
—Ya es suficiente.
Carlos Cárdenas era el mayor y el más miserable hombre que conozco. Mil veces peor que yo, al menos tengo un poco de ética en mi currículo.
—Sí, ¿quieren hablar?
—Más que hablar, quiero una justificación, ¿por qué ninguno del gremio fue invitado?
No aguant&o
Le ofrecí la tarjeta débito a la cajera quien la recibió y Verónica se la quitó de las manos para entregarme de nuevo.—No —estaba roja.—Míralo como un adelanto al trabajo que harás de traductora. —Aceptó a regañadientes. Me acerqué a su oído—. Es dinero lícito de mis negocios legales.—Gracias.Le sonreí como un tonto. Un vendedor nos ayudó con las compras y las dejamos en la parte trasera de la camioneta. Me sentía incómodo con la situación, no quería apartarla, me agradaba tenerla cerca.» Lo llamaré, D’Artagnan. —arrugué mi frente.—¿Por qué ese nombre?Era evidente, pero quería escucharlo, Simón ingresó al auto, él fue el último en hacerlo y rompió la conversación de mir
Desde las nueve esperaba en el aeropuerto a que Verónica llegara. Miraba el reloj a cada minuto, ayer no debí tratarla de esa forma… ¡Pero ella debe entender! No soy como las personas que conoce. Soy diferente al resto de los hombres.—¿Tú crees que venga, Rata?Y si por mí no… llegó con su amiga, jamás había estado tan desesperado hasta que la vi llegar, era muy linda, no se compara con las viejas que trato. Era sencilla, en esa característica radicaba su increíble belleza. Le sonreí cuando nos vio, sin embargo, no contestó mi saludo. Se limitó a hacer un leve movimiento con la mano, no se acercó, permaneció con Lorena.—Le dije que se le fue la mano con eso del carro, sabe de ante mano güevón que la regaste, ayer usted se portó como todo un, «don gonorrea» —recriminó Simón.—¿Ahora la vas a defender? ¿El abogado de las mujeres?—No Patrón, solo su conciencia, sé está tirando lo único bonito que podría tener en su vida. —Lo miré—. Roland, yo ya amé y es el mejor recuerdo que tengo de
Se veía consternada, no era para menos vio de primera mano el cómo era ese mundo.—Eres muy inocente. —seguía dolida, ¿la habrán humillado o manoseado?— ¿Te tocaron?La tomé por el mentón y la obligué a mirarme, ella negó, me tranquilicé un poco, me agarró por los lados de la guayabera.» Verónica, esto no es el mundo en el que tú vives, es un mundo diferente. Amenacé a un socio por ti.—Perdóname.¿Perdonarla? Pero ¿qué le voy a perdonar?, el que esa inocente… Ella era un ángel en una reunión de demonios.—Mientras estés aquí, quédate cerca o muy lejos. —Las lágrimas le seguían saliendo—. Eres tan inocente. Parece mentira que aún excitan mujeres cómo tú.Me abrazó y ese arr
¿Qué si me pasa algo gonorrea?, debí mirarlo o demostrarle que lo quería a kilómetros de distancia. Y me alegra que lo comprendiera.—Si en algo aprecias tus manos, jamás vuelvas a tocarla. —Jhon alzó las manos y se alejó de nosotros.—¿Debía pedirte permiso para bailar con alguien? —habló Verónica.—No.—¿No qué? —La miré y solté el ácido que tenía.—No me gustaría verte con otro hombre. —Se quedó pasmada, me acerqué a ella—. No soporto verte en brazos de otro hombre, no quiero tenerte más lejos de mí de lo que estás ahora.—¿Celoso? —Lo preguntó con un tono alegre.—No tengo ni idea de que es esa mierda, pero si se siente qué tu estómago se carcome por dentro y qu
Después de almorzar nos dirigimos cada uno a su habitación, debíamos arreglarnos para la reunión de las tres. Verónica entrará conmigo, se sentará a mi lado. Sé que debía planear estrategias, ¡pero no!, ando con el recuerdo de esa niña en mi cabeza por lo güevon que quedé, era increíble para un ser como yo. Planeé, el acostarme con ella y me acobardé al último momento.¿Qué debe estar pensando? Mi verga por obvias razones se había resentido. ¿Me quedó grande metérselo? ¡A la mierda!, abrí la puerta y ella se quitaba el top, quedó en vestido de baño.—¡Roland!, me asustaste.No dije nada, he deseado tanto su cuerpo desde esa mañana que la vi, me parece imposible que haya pasado más de un mes y yo no la haya hecho mía.—Perdona, es solo&
Al enfrentar esos ojos entendí lo miserable que fui, nunca había experimentado algo similar. La decepcioné, hice algo imperdonable y ahora era juzgado con severidad. Me gritaba que le diera una explicación, jamás las he dado y en este momento quería dársela.Va a conocer quién era. Un narcotraficante en la cúspide porque se ha pasado por encima de un centenar de personas, había robado, matado, deseado, codiciado, no he dejado un puto mandamiento libre. Cometí todos los pecados y en especial no cría en un tal Dios. Jamás me había puesto a analizar lo que hacía, hasta que esos lindos ojos color miel me lo preguntaron sin hablar.—Nunca estuve de acuerdo con eso, y esa es la razón por la cual Miguel Salgado se encuentra muerto.Me refugié en los ojos de Rata y Miguel, ellos comprendieron. ¡Qué se acabe la maldita reunión, rápido! Debo explicarle mejor a Verónica. Los minutos pasaron, se acordaron las rutas para los primeros embarques a Estados Unidos y España.No volvió a mirarme, se lim
Regresé a mi habitación, me serví un vaso de whisky y luché conmigo mismo para no ingresar al cuarto continúo, era mejor que Verónica llore y saque su decepción. ¿Qué le iba a decir si la traté como una mierda? Estrellé el vaso contra la pared, me acerqué al bar a servirme otro. Tomé el celular y llamé a Simón.—Sí, dime —escuché el jadeo.—Disculpa, termina y después hablamos.Colgué y terminé de beber el trago. Me tomé dos vasos más de whisky en tiempo récord hasta que llegó Simón.—¿Cuántos llevas? —Me analizaba desde la entrada del balcón—. Te ves jodido Roland y creo que necesitas a un amigo.—La besé. —enarcó una ceja, él sabía quién fue la última mujer que me b
No podía controlarme, sentí miedo, aunque no se lo demostré. No era normal en mí ilusionarme tan rápido con alguien.—Vero, ¡deja de llorar!, por favor.Me consolaba Lorena al lado de la cama. Desde anoche que salimos corriendo del hotel; Ella pagó mi tiquete, yo no tenía ni un peso, una vez subimos al avión no he parado de llorar en silencio» ¿Te acostaste con él y te dejó tirada como es su costumbre?Negué e incrusté mi cabeza en la almohada. Tenía tanta pena conmigo misma. Me convertí en una niña tonta y estúpida.» ¡Ya no sé qué más hacer!, te dejo sola, cuándo quieras hablar, llámame.En ese momento D’Artagnan ladró e insistía en que le prestara atención. Lo ayudé a subir a la cama, me acurruqué con él y fue