Los rebeldes

—Oye... —Eli golpeó el hombro de Ulises. Ambos estaban en la escuela, sentados en un banco mientras ésta le reclamaba para que él no metiera su cuchara en el plato de ella.

 —¡Qué mezquina eres! —Él se quejó burlón.

 —Y tú un mal educado. —Ella frunció el cejo.

 —¡Qué mal gusto tienes, Ulises! —Una chica se acercó a ellos. Ulises siguió comiendo junto a Eli, ignorando la presencia de la muchacha.

 —Déjalos, preciosa. A Ulises no le gustan las niñas bonitas como tú, él prefiere a los hombrecitos. —Un chico comentó mirando a Eli con malicia, quien bajó el rostro al instante y hacía esfuerzos para no llorar. Esa era la razón por la que no almorzaba en la cafetería y se aislaba en el patio. Ulises siempre la acompañaba, razón por la que muchas veces ella se sentía culpable de que él se alejara de todos por causa de ella.

 —Eli, linda. —Ulises acarició su mejilla con ternura—. Vamos a un lugar más tranquilo. Los insectos no nos dejan comer en paz.

Ambos se levantaron para marcharse, más el chico le cerró el camino a Eli.

 —Tu amigo está ciego, no eres linda. Eres fea y plana. Pareces un chico. Nunca vas a tener novio además de Ulises, que le gusta los varones...

Aquel muchacho no terminó de hablar porque Ulises le había propinado un golpe, entonces, la pelea comenzó; pero como Ulises era bueno en las artes marciales el chico quedó muy mal parado.

 —Otra vez te castigaron por mi causa. —Eli bajó el rostro con tristeza. Ulises subió su mentón y besó su nariz.

 —Fue un placer partirle la cara a ese imbécil irrespetuoso. No dejaré que nadie te ofenda ni te hiera. ¿Me entiendes? —Sus ojos verdes la miraron con intensidad. Sus rostros se acercaron y Eli empezó a respirar con dificultad. Ulises rozó sus labios y dejó un beso corto allí. Sus manos temblaban y su corazón latía con gran agitación. Él nunca había besado a una chica y el que ella fuera su mejor amiga, empeoraba las cosas. Eli abrió la boca deseosa de un beso más atrevido, entonces él apretó sus labios con torpeza, pues no sabía cómo besar. Poco a poco se fueron acoplando y aquel beso que empezó tímido e inexperto, se volvió en un intenso y delicioso jugueteo de labios.

Eli despertó con lágrimas en los ojos. ¡Lo extrañaba tanto! Tenía que buscar la forma de ver el rostro de Lionel o se volvería loca.

Salió a entrenar como siempre y Lionel se acercó a ella.

 —Guerrera, debe acompañarme a una misión —anunció y ella asintió. Era la primera vez que salía del campamento y conocer las aldeas de aquel mundo la llenó de emoción. Ellos no eran primitivos, pero tampoco contaban con la tecnología avanzada que había en Destello. Ni siquiera tenían comunicadores. Normalmente, andaban a caballo o en barco y muy pocas personas podían darse el lujo de poseer carros voladores, a menos que fueran los poderosos de diferentes regiones. Los aldeanos que apoyaban a Lionel, celebraban cada vez que él y sus hombres pasaban sobre sus caballos, quedando impresionados con sus exóticos ojos verdes.

 —¡Los rebeldes nos atacan! —Un guerrero gritó y todos tomaron posición de batalla. Las personas del pueblo corrieron hacia sus casas y se encerraron allí. La batalla empezó.

Los aclamados rebeldes eran hombres y mujeres vestidos en su mayoría, con pantalones de cuero negros y camisas blancas, anchas y sin botones. Algunos de ellos la llevaban de color negro y con una tira amarrada en la frente. Esos guerreros tenían buena técnica y manejaban bien la espada. Eli saltó por los aires dejando su caballo y empezó a derribar rebeldes mientras giraba alrededor de su propio eje; dando como resultado que los hombres de Lionel empezaran a tomar ventaja gracias a su habilidad en la batalla; añadiendo también, la destreza que ellos desarrollaron con las nuevas técnicas que ella les había enseñado.

Un guerrero enemigo la atacó con su espada y ésta se defendía con la suya. Eli giró y él la imitó; ella corrió por encima de la pared de una casa y saltó al techo para terminar abalanzándose en dirección de su contrincante, traspasándolo con su espada. Él escupió un chorro de sangre y, mientras ella sacaba su espada, él la miraba a los ojos con pesar. Eli se quedó observando su rostro un largo rato. El hombre tenía el cabello negro y lacio amarrado en una cola y ojos negros. Su camisa blanca se había vuelto roja por el líquido que salía de su mortal herida. Eli sintió que su piel se erizó y por primera vez en una batalla se sintió, ¿culpable? Un grito de dolor la sacó de su ensoñación. Era una mujer pelirroja, vestida igual que el guerrero que acababa de morir. Ella abrazó el cadáver y empezó a llorar sobre él, olvidándose de la batalla.

Eli se quedó inmóvil mirando la escena. Ésta casi sufre un ataque al corazón al ver la cabeza de la pelirroja rodar por el concreto polvoriento y manchado de sangre. No pudo contener las lágrimas y fijó su mirada hacia el asesino de la mujer. Se encontró con la expresión de confusión y desconcierto de Lionel, sin embargo, ella ignoró el reproche y cuestionamiento que sus ojos le transmitían y empezó a temblar mientras las lágrimas silenciosas recorrían sus mejillas. Lionel se le acercó preocupado.

 —¿Está bien? —preguntó abrumado, pero ella retrocedió el paso mientras negaba con movimientos bruscos. Eli miró a su alrededor con angustia y espanto al visualizar a todos los rebeldes que yacían muertos en el suelo del pueblo.

***

 —¿Me va a decir qué pasó allí? —Lionel se sentó junto a ella. Estaban acampando en un bosque frente a una fogata donde Eli se encontraba sumida en sus pensamientos y no había probado bocado. Él le pasó un plato con un pedazo de carne asada y pan.

 —No tengo hambre. —Eli rechazó la comida.

 —Debe comer. Ha luchado mucho hoy y no ha ingerido nada. Necesita recuperar energía —él insistió, pero ella negó. Se sentía nauseabunda y sin apetito.

 —Los rebeldes..., ellos no parecen malas personas... ¿Está seguro que son el enemigo? —preguntó desganada y con tristeza.

 —¡Claro que lo son! No se deje llevar por la apariencia, ellos son muy peligrosos y engañosos.

 —Entiendo... —susurró—. Con su permiso iré a dormir, estoy muy cansada —Eli se levantó y entró a su tienda arrastrando los pies, como si hubiera perdido su alma en algún lugar.

***

 —Eli..., te extraño... Ven a verme... No me dejan... No me ...

 —¡Ulises! —Eli se despertó de golpe. Después de dar varias vueltas sobre la colcha, decidió salir de la tienda a tomar aire fresco. Se alejó un poco y un sonido extraño captó su atención. Provenía de la tienda de Lionel que estaba alejada de las demás. El sonido se percibía como quejidos de dolor, como si él luchara contra algo o alguien. Eli se fue acercando lentamente con el corazón agitado. Ya estaba frente de la entrada cuando una voz la espantó.

 —¿Qué cree que hace, guerrera? —Jackson la sorprendió y Eli casi grita del susto.

 —Escuché sonidos de lucha y dolor y pensé que el general podría necesitar ayuda —contestó nerviosa.

 —No se preocupe, él está bien. Ahora vaya a su tienda y sin importar lo que escuche, no salga de allí. —El hombre advirtió con cara de malos amigos. Eli asintió y miró la tienda por última vez. Estaba asustada y llena de interrogantes. ¿Cuál era el misterio con Lionel?

Se dirigieron a una aldea donde se decía había rebeldes. Aquella aldea no tenía un líder que perteneciera al liderazgo de Lionel, así que ellos fueron a conquistarla para llevar el orden y las reglas del gobierno de Lucero Verde y su próximo rey. Descubrieron a un grupo de rebeldes ocultos en una casa y los tiraron en medio del pueblo. Los hombres de Lionel los rodearon y amarraron con cadenas para encarcelarlos por oponerse al reinado de su nuevo rey. Eli vio a una joven de unos dieciséis años correr de una casa a otra. Ella se apartó de los demás para seguir a la chica. Entró a la casa, pero no vio a nadie. Luego pisó una madera y se agachó para revisarla. Descubrió que era una puerta sobre el suelo que debía dirigir a algún lugar. Se adentró por el angosto agujero y saltó, cayendo en una especie de sótano. Cerró la puerta tras sí, caminó por el oscuro lugar y se quedó oculta al escuchar voces que prevenían de una habitación.

 —Leonel Sum es un científico ilusionista que hace que veas lo que él quiere. Debemos ser cautelosos. Si escapamos con vida hoy, tenemos que ir a la montaña de la Estrella verde a buscar el diamante que nos dará la libertad, lo antes posible. Es tiempo de acabar con Lionel y sus hombres. —Esa era la voz de un señor.

 —Recuerda que hay posibilidades de que Lionel sea el hijo perdido de Darian. Si es así, él debería ser nuestro rey, ya que no sabemos si ella sigue con vida.

 —Sea hijo de Darian o no, él está de parte de Leonel Sum, quien tiene la piedra dorada y mientras él la tenga en sus manos, nos llevará ventaja. Se dice que esa piedra abre portales para otros mundos, fue así como los Evils tuvieron acceso a este lugar.

Eli se quedó helada en su lugar. Debía encontrar esa piedra a la que ellos se referían y regresar a Zafiro a contarle a sus amigos sobre la situación de caos en que se encontraba ese mundo. Ellos como guardianes sabrían qué hacer.

Caminó en dirección a la habitación por inercia; sabía que se arriesgaba y que podía morir allí, pero en esos días actuar con sano juicio no se le daba bien. De una patada tumbó la puerta encontrándose con un grupo de personas asustadas y sorprendidas a la vez. No solo estaba allí la jovencita que vio correr y varios guerreros, había ancianos y niños abrazados entre ellos.

Los guerreros, quienes eran como tres, sacaron su espada dispuestos a atacarla. Eli retrocedió en el momento en que ellos saltaron contra ella. No quería pelear, pero tuvo que defenderse. Mientras ellos luchaban en el oscuro y ancho pasillo, las personas evacuaban el lugar por un orificio que se había abierto en la habitación. Después de una larga lucha, Eli derribó a los guerreros y corrió hacia la habitación. ¡Necesitaba respuestas! La última en quedar fue la adolescente, quien la miró con una sonrisa retorcida.

 —Tú no eres de ellos. Tampoco lo es el chico de la fuente. Siento lástima por ustedes, quienes están atrapados bajo su yugo. No te dejes engañar por las ilusiones y abre los ojos para que entiendas qué es real y que no —dicho esto, la chica con mirada y sonrisa tenebrosa, saltó por el pequeño orificio, desapareciendo al instante.

 —¡Espera! —Eli gritó y cuando iba a saltar, éste se cerró quedando solo el duro concreto de aquella habitación. Eli tocó la pared con desesperación y asombro. ¿Qué rayos había pasado? Salió de allí más confundida y escéptica de lo regular para encontrarse con que ya los rebeldes que habían atrapado minutos antes, no estaban frente a la aldea.

 —¿Dónde estabas? —Lionel la cuestionó preocupado.

 —Seguí a unos guerreros a aquella casa y encontré un sótano a donde se ocultaban. Pueden ir a buscarlos y apresarlos. —Eli contestó con la mirada perdida. Lionel la observó con escepticismo y mandó a varios guerreros allí.

 —Llévenselos para aplicar la ley de Lucero Verde sobre lo traidores, a estos también les tocará el castigo de santificación —Jackson ordenó cuando los hombres de Lionel regresaban con los tres guerreros apresados.

 —¿El castigo de santificación? —Eli inquirió abrumada.

 —Es un castigo que se lleva a cabo en la prisión, es para tratar de recuperar la limpieza en Lucero Verde. Es como un ritual que se hace y luego se encierran en una celda especial. —Lionel contestó.

Eli respiró profundo. Tal vez algún día podría visitar aquella cárcel e interrogar a todos esos guerreros. Ellos tenían información que ella necesitaba. Regresaron al campamento y Eli durmió todo el día. Fue a cenar al inmenso comedor y Jonah se le sentó al lado, llamando la atención de Lionel.

 —Eli, no te imaginas cuanto te extrañé. —La abrazó con efusividad.

 —¡Vas a asfixiarme! —espetó tratando de recuperar su espacio personal. Él la besó en la frente y ella topó su hombro con una sonrisa; al encarar a Lionel, quien estaba sentado del otro lado de la mesa, se encontró con la mirada asesina de éste; entonces, su corazón latió frenético al sentir ese escrutinio intenso sobre ella.

Toda la cena fue incómoda, porque cada vez que su amigo hacía una muestra de cariño, el general los fulminaba con la mirada. Después de cenar, Eli salió a dar una vuelta. Caminó hacia las afueras del campamento y vio un conglomerado de árboles que estaban cercados con una especie de alambres raros. Se acercó y la curiosidad la embargó. ¿Qué era aquel lugar y por qué estaba cercado?

Iba a entrar cuando Jackson la detuvo. Jackson era el coronel y hombre de confianza de Lionel. Él rondaba los cuarenta, su cabello era color plateado y sus ojos marrones claros; su complexión corporal alta y fuerte le daba una apariencia intimidante. Su rostro atractivo siempre estaba serio y no era muy amigable que digamos. La miró con recelo y se acercó con expresión de advertencia.

 —Guerrera, ¿no ha escuchado el dicho que dice: "la curiosidad mató al gato"? Este es un lugar prohibido porque contiene plantas alucinógenas que te hacen hacer cosas peligrosas, creyendo que estás en otros lugares o con personas. No se está permitido si quiera acercarse. Hay plantas con pensamientos propios y maldad que te atraerán hacia dentro para jugar con tu mente. Algunos guerreros desobedientes terminaron suicidándose por causa de aquellas plantas. Así que llévese de mi consejo y aléjese lo más que pueda de este lugar. De todas formas, se castiga severamente a las personas que se acerquen aquí —advirtió. Eli se marchó con Jackson sin dejar de mirar el territorio cercado.

¿Por qué le atraía tanto entrar allí? ¿Será el efecto de las plantas? Y si ese lugar era tan peligroso, ¿por qué rayos construyeron el campamento allá? Cada día que pasaba Eli estaba más confundida en cuanto qué era cierto y qué no en aquel lugar. ¿Podría ella confiar en ellos? ¿Por qué tanto misterio y verdades a medio decir? ¿Quiénes eran los rebeldes y por qué no se sometían a Lionel? ¿Cómo saber si ella estaba en el bando correcto?

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