Illus

   —Ulises...

  —Eli... ven por mí... te necesito... ayúdame, por favor. Eli... sálvame...

Sus ojos se abrieron lentamente, su cuerpo dolía y la cabeza le daba vueltas. No estaba consciente de lo que sucedió. Se incorporó y se vio en un lugar desierto y polvoriento, frotó sus ojos varias veces y los recuerdos empezaron a formarse en su mente.

 —¿Estoy muerta? —se preguntó mientras tocaba su cuerpo inspeccionándolo. Miró a su alrededor con gran confusión—. ¿Dónde estoy? —Se puso de pies tambaleándose, pues estaba un poco mareada.

Caminó por varios minutos y solo veía polvo y algunas rocas. De repente sintió que el suelo temblaba y reconoció los galopes de muchos caballos. Trató de no descomponerse, tal vez, eran guerreros que podían ayudarla. En cuestión de minutos se vio rodeada por varios hombres a caballo. Sus aspectos eran descuidados y parecían rufianes. Daban vueltas sobre sus corceles alrededor de ella como si hubieran cazado a un animal. Eli los observaba con detenimiento, tratando de no dejarse intimidar por ellos.

 —¡Qué linda conejita! —Uno de ellos espetó con cara pervertida.

 —Yo como jefe me la tengo que tirar primero. —Un hombre musculoso, de cabello y barba de color negro, vestido con una armadura oscura y no muy pesada les advirtió con su imponente voz.

Eli los estudiaba de manera minuciosa, buscando como defenderse de su inminente ataque.

Ellos golpearon sus caballos para asustarla con la reacción de los inquietos animales. Eli saltó por los aires, quedando a la altura de ellos y empezó a patearlos. Algunos cayeron al instante y otros saltaron de sus caballos para atacarla con sus armas. Eli se mantuvo en las alturas, puesto que allí se les escabullía con facilidad, ya que ellos no eran muy ágiles y no tenían buena técnica. Aquellos hombres la atacaban con todas sus fuerzas y llenos de ira. Eli se marchó al derribarlos, buscando un lugar donde pudiera recibir ayuda. Corrió por horas, mirando siempre hacia atrás, pues temía que aquellos hombres la estuvieran siguiendo.

No sabía si alucinaba, pero por fin llegó a un lugar que no era polvo y rocas solamente. Allí se apreciaba el color verde por doquier, incluyendo el cielo. Había algunos árboles y un pequeño río verdoso. Los árboles eran de un verde intenso con el tronco blanco y tenían frutos del mismo color que eran ovalados y con puntos rojos. Los miró con recelo, sin embargo, el hambre pudo más que su escepticismo. De todas formas, era posible que estuviera muerta.

 —Ummm... —susurró mientras saboreaba el dulce fruto. Era suave y jugoso. Comía con ansias y no podía dejar de degustar aquella delicia. De repente empezó a ver doble y todo le daba vueltas. Luces de colores se mostraron a su vista y escuchó un zumbido horroroso. Se sintió como si flotara y los árboles se movieran, cayó al suelo tratando de recuperar la cordura. Se sentía débil y poco a poco fue perdiendo el conocimiento.

                                 

 —Enana... te necesito. Ven a mi encuentro, enana, libérame...

 —Ulises... — Eli balbuceó con debilidad. Sus ojos se abrieron lentamente y se percató de una pequeña claridad.

 —¡Bonita, despertaste! —Eli se sentó de golpe al escuchar la voz de un chico. Miró a su alrededor con recelo y confusión estudiando el lugar por unos segundos; era un cuarto lleno de pajas. Posó su mirada sobre un pequeño banco de madera vieja, donde se encontraba el chico dueño de aquella voz desconocida. Ella estaba sobre un montón de pajas que tenía una sábana blanca encima, como si simulara una cama. Al lado del chico que no dejaba de sonreír, había una pequeña tinaja de acero con agua y una taza de madera.

 —¿Quién eres y cómo llegué aquí? —Eli preguntó con escepticismo. Observó un momento al joven, debía estar en sus veinte y tantos; su piel era mestiza, sus ojos grandes, saltones y marrones; su cabello corto y de color chocolate. Miró su rostro; el chico no era feo, pero tampoco era un galán. Su nariz era medio redonda, sin embargo, no dañaba la simetría de su cara. Sus labios delgados sonreían de forma juguetona. No era muy alto ni musculoso. Vestía un pantalón de cuero negro y una camiseta antigua ancha y blanca. Llevaba unos botines del mismo color que el pantalón.

 —¿Me estás escuchando? —El chico achicó los ojos y la miró fijamente. Eli se sonrojó al verse descubierta mientras lo observaba.

 —Disculpa. —Ella bajó la mirada avergonzada—. Me entretuve.

 —Sí, de eso me doy cuenta. —Dejó salir una risita—. ¿De dónde eres y qué hacías en el desierto naranja? —el chico frunció el cejo como si estar en aquel lugar fuera un pecado.

 —Soy de la ciudad Met, pero vengo de Zafiro. Y sobre ese lugar naranja que acabas de mencionar, no sé cómo llegué allí. Lo único que recuerdo es que caí por un precipicio y desperté en ese horrendo lugar donde fui atacada.

 —¿Met? ¿Zafiro? —El chico preguntó con asombro y confusión.

 —¿No las has escuchado? Este debe ser un lugar muy remoto.

 —No importa que tan remoto sea este lugar, soy muy bueno en geografía y, en definitiva, esos lugares no existen. Creo que todavía estás bajo los efectos del fruto Ilus.

 —¿Ilus?

 —Sí, la droga que te comiste como si fueras una adicta.

 —¿Droga?

 —¿De dónde rayos eres? ¿Acaso eres tan ignorante?

 —Te dije que no soy de por aquí. —Bajó el rostro apenada.

 —Disculpa... —El chico la miró arrepentido—. Te vi en el desierto cuando esos tipos te iban a atacar, pero no podía defenderte, así que hui antes de que ellos me vieran. Luego te encontré tirada en el campo Ilusiones. ¿Cómo rayos escapaste de ellos?

 —Pues... me defendí. No eran muy fuertes.

 —¡¿Qué?! —El chico dejó caer su quijada y la miró con gran asombro—. ¿Venciste a los Evils? Es imposible, ellos son muy fuertes y temidos. Por eso nadie nunca se aproxima al desierto. Se dice que ellos guardan sus tesoros allí.

 —¿Qué parte de Destello es este lugar? —Eli preguntó ignorando la explicación del chico—. ¿Dónde están ubicados?

 —¿Destello? ¿Qué es eso? —El castaño preguntó con curiosidad.

 —¿Cómo me preguntas qué es Destello? —Eli rio entretenida—. Que más va a ser, nuestro mundo.

 —Creo que ese fruto te hizo daño en el coco. Nuestro mundo no se llama Destello, se llama Lucero Verde.

 —¿Lucero Verde? —Eli lo miró incrédula. ¿Acaso aquel chico había enloquecido?

 —Por cierto... ¿Cuál es tu nombre? —el chico preguntó mirándola de cerca. De repente frunció el cejo y se acercó estudiándola—. Al parecer, la droga está haciendo efecto otra vez. Es que comiste demasi...

Eli no escuchó lo último porque un zumbido le impedía que sus sentidos descifraran el exterior. Sus ojos pesaban y sentía como su cuerpo flotaba, entonces perdió el conocimiento.

***

 —Ulises... —Eli estaba sumida en la oscuridad. De repente movió su brazo y sintió como si estuviera dentro de un río. Estaba muy frío y empezó a temblar, escuchó el ruido de las aguas alrededor de ella.

 —Estoy cerca... más de lo que crees... ayúdame... estoy atrapado...

 —¡Ulises! —Eli gritó. Sus lágrimas cubrían su rostro de la impotencia al no poder moverse.

 —Ve...te... —Un susurro le heló la piel. Sintió el aliento gélido de alguna aparición o lo que sea que la rodeaba—. Él es... nuestro... Vete...

 —¡¡ULISES!! —Eli despertó, pero no podía abrir los ojos ni moverse. Entonces sintió personas alrededor de ella, quienes hablaban sobre algo que aún no entendía. Poco a poco las voces se hacían más claras y ella fue entendiendo. Reconoció la voz del chico que estaba hablando con ella anteriormente, pero la otra voz era desconocida. Se percibía imponente y con autoridad y un poco ronca. Sintió la sombra de aquella persona dueña de esa gruesa voz que le estremeció todo el cuerpo con el simple hecho de acercarse. ¿Por qué se sentía de esa forma? Había algo en aquel hombre que la hacía respirar con dificultad y le aceleraba el corazón.

 —Si es cierto lo que ella te dijo, entonces nos podría ser útil.

 —No sé... se ve tan indefensa... —El chico dudó—. Es muy flaca y pequeña, no parece una guerrera.

Eli deseaba poder moverse o hablar para poner al chico en su lugar. Es cierto que era delgada y pequeña, pero eso no medía su habilidad en la batalla. Además, sus músculos se habían ensanchado más y no se veía tan flaca como antes.

 —No juzgues el libro por su portada...  —El dueño de la gruesa voz habló y el corazón de Eli se aceleró otra vez.

 —No es que se le deba dar mucho crédito a lo que me dijo, estaba bajo los efectos del Ilus, ella habló muchas incoherencias.

 —Habrá que esperar a que el efecto pase. ¿Cuántos días lleva dormida?

 —Tres. —El chico contestó.

¡Tres días! No era posible. Quería gritar para que la escucharan, pero le era imposible.

 —Tal vez dure un par de días más. Es posible que recupere el conocimiento, pero no la movilidad. ¿A quién en su sano juicio se le ocurre comer tanto Ilus?

 —Quizás es una adicta loca.

Eli sintió ganas de golpearlo.

 —Deberías ser más respetuoso. —La imponente voz le recriminó—. Ella no parece ser una adicta; tal vez, no sabía lo que estaba comiendo.

El corazón de Eli estaba hecho un caos.

 —No la conoces. Nadie lleva una etiqueta que dice: "soy adicta al Ilus" —bromeó.

 —No, pero eso se refleja en el rostro, y esa chica se ve que es especial.

El corazón de Eli tenía una sintonía. Su piel se erizó y sintió un enorme vacío cuando dejó de percibir la presencia que aquel desconocido. Quería verlo. Tenía que conocer a ese hombre que provocó tantas sensaciones en su cuerpo con tan solo escuchar su voz. ¿Quién era él?

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