—¿Cómo amaneció? —Edward la abordó en el pasillo rodeando su cintura con sus brazos.
—Bien —respondió con una sonrisa—. ¿Usted está bien? —inquirió mirando su rostro con recelo y preocupación. Él sonrió.
—Sí. —Besó sus labios.
—Al parecer sí lo está. —Ella dijo sobre los labios de él.
—¿Desayunamos? —Se apartó y tomó su mano. Ella asintió y ambos se dirigieron a la cafetería.
Después de desayunar, decidieron dar un paseo cerca de las montañas. El lugar era hermoso y solitario, pues, no estaban en temporada donde los turistas visitaban, así que había muy pocos visitantes. Caminaron por un largo puente flotante de madera, donde podían apreciar un gran abismo.
Nora llenaba sus maletas con nerviosismo y en llantos. ¿Cómo pudo hacerle aquello? Ella confió en él y él le vio la cara de idiota, ¡cómo deseaba que fuera un sueño y despertar! ¡Cómo deseaba que todo fuera mentira! Tomó su equipaje y le entregó la llave a la recepcionista para que se la dé al administrador del conglomerado, llamó un taxi y se marchó con el corazón hecho pedazos. No tenía las fuerzas para enfrentarlo, tampoco se molestaría en hacerle saber que se marchaba. De todas formas, a él no le importaría, ya que tenía quien la reemplazara. ¡No lo podía creer! Después de todo lo que vivieron juntos. Después de que se acostó con él.—¡Soy una tonta! —sollozó en voz alta ganando la atención del taxista, pero a ella no le importaba lo que é
Leela duró dos semanas en la aldea Dee, donde dejó a un maestro asignado para los entrenamientos.—Maestro —Ken se le acercó bajando el rostro—. Lo voy a extrañar, maestro. Le prometo que voy a entrenar con fervor y voy a ser el mejor guerrero de la aldea. Lograré que se sienta orgulloso de mí.—Deja de referirte a mí como si fuera hombre. —Frunció el ceño—. Y claro que estaré orgullosa de ti. Cuídate y cuida de tus compañeros. —Le levantó el mentón y le dedicó una sonrisa. Él le sonrió también.—¡Gracias, maestro! —Volvió a hacer reverencia. Leela giró los ojos y después de despedirse de todos, se marchó.—¡Leela! —Eli la recibió con un fuerte abrazo—. ¡Qué bueno que está
El príncipe se levantó con ardor en los ojos. Nunca antes había llorado, por lo menos no de esa manera. Después de aquel abuso cuando tenía catorce años, se encerró en sí mismo y cubrió sus sentimientos con una barrera protectora que le servía de fachada ante los demás. Pero tuvo que conocer a Leela. Esa chica insolente e impulsiva que derribó aquella barrera, poco a poco. Una inusitada, pero agradable sensación cubría su pecho, ¿sería aquello paz? Era extraño que desde que empezó a hacerse cercano a Leela, sus traumas se sentían menos pesados y hasta disfrutaba el contacto físico con ella. A decir verdad, se estaba volviendo adicto a sus besos y muestras de cariño. Lástima que no disfrutaría más de aquello, lástima que ella nunca sería su mujer.***Búho
—¡A ti te quería ver! —Ulises se dirigió a Eli con mirada asesina. Eli respiró y lo miró desafiante, disimulando sus nervios. Ella acababa de salir del entrenamiento y estaba abriendo la puerta de su casa, cuando él se apareció emanando humos.—¿Para qué soy buena? —Fingió una sonrisa y lo miró con descaro.—¡Pero qué cínica eres! —Jaló su rizado cabello de la rabia e impotencia, luego se acercó a ella, acorralándola entre él y la puerta—. Eres una loca depravada. Me las pagarás, Eli. ¡Maldita sea! ¡Me la pagarás! —Sus ojos verdes brillaban del coraje y su piel estaba roja.—Cálmateo te va a dar un ataque, niño. —Ulises empezó a reír de la ira. Eli tragó en seco. Sabía que esta v
Edward estaba sentado detrás de su escritorio hablando por teléfono con tono desesperado. Había pasado una semana desde que Nora desapareció y la angustia estaba acabando con su juicio.—¡Una persona no puede desaparecer así por así! —gritó tembloroso. Había agotado todos los recursos posibles. No sabía qué hacer, las lágrimas recorrían sus mejillas de la impotencia—. Cualquier información por más mínima que sea, por favor, hágamela saber de inmediato —cerró el teléfono y cubrió su rostro con sus manos, mientras suspiraba tratando de recuperar el ritmo regular de su respiración—. ¿Dónde estás, Nora? ¿Dónde? —Su teléfono sonó y él lo respondió con ansias y desesperación. La decepción volvió cuando su secretari
Eli terminó de ponerse su traje negro y agregó sus protectores de acero; tomó también su mochila y armas, entonces salió de la casa. Estaba preparando su caballo para unirse a los demás guerreros cuando recordó a Ulises y la posibilidad de volver a verlo, puesto que una guerra no era lo mismo que algunas batallas y misiones. Era la primera vez que estaría en una, dado que tenían décadas con la alianza, siendo sus únicos enemigos los rebeldes. Ahora el enemigo estaba por doquier y cualquiera podría ser un traidor.La guerra se daría en las lejanías de Destello, cerca de las aldeas y tribus más remotas y vulnerables. No entendían la razón del Rey Joaquín para atacar esos lugares, si se suponía que su interés estaba en Zafiro y la fuente de energía; sin embargo, no permitirían que sus enemigos arrasaran con esas comunidad
—¡Imbécil! ¡Atrevido! ¡Mil veces idiota! —Leela se paseaba de un lado a otro dentro de su tienda—. ¿Quién se cree que es? ¡Príncipe de pacotilla! —se sentía indignada y a la vez emocionada. Sus pensamientos y sentimientos eran confusos, un caos total. Tenía miedo de como ella y el príncipe cruzaban esa línea peligrosa, de como ellos se necesitaban—. ¿Cómo se atreve a decirme que le gusto? ¿Por qué rayos me besó? Teníamos un trato, el muy imbécil me rechazó en nombre de ese trato —se sentó sobre su colchón y puso sus manos sobre su cabeza—. ¿Él sí puede, pero yo no? ¡Es un egoísta! Yo no seré la amante de nadie. Si él se va a casar con esa princesa que se olvide de mí —suspiró y bajó el rostro con tristeza&mda
El príncipe volvió al palacio con la victoria. Solo faltaba una cosa: ir por el rey del Norte y Dimitri. Durante la guerra: día 4—Padre, Dimitri nos espera a las afueras del Norte. —Kara entró a la habitación del rey.—¿Qué dices? ¿Por qué? —El rey preguntó preocupado.—Estamos perdiendo la guerra. El ejército del príncipe Jing nos dobla en número, además muchos de los gobiernos que nos apoyaban se unieron al rey del Sur.—¡No puede ser! —El rey golpeó una columna—. ¡Tanto sacrificio para nada!—No te preocupes, padre. —Kara esbozó una sonrisa—. Dimitri tiene un plan. Solo debemos espera