Leela duró dos semanas en la aldea Dee, donde dejó a un maestro asignado para los entrenamientos.
—Maestro —Ken se le acercó bajando el rostro—. Lo voy a extrañar, maestro. Le prometo que voy a entrenar con fervor y voy a ser el mejor guerrero de la aldea. Lograré que se sienta orgulloso de mí.
—Deja de referirte a mí como si fuera hombre. —Frunció el ceño—. Y claro que estaré orgullosa de ti. Cuídate y cuida de tus compañeros. —Le levantó el mentón y le dedicó una sonrisa. Él le sonrió también.
—¡Gracias, maestro! —Volvió a hacer reverencia. Leela giró los ojos y después de despedirse de todos, se marchó.
—¡Leela! —Eli la recibió con un fuerte abrazo—. ¡Qué bueno que está
El príncipe se levantó con ardor en los ojos. Nunca antes había llorado, por lo menos no de esa manera. Después de aquel abuso cuando tenía catorce años, se encerró en sí mismo y cubrió sus sentimientos con una barrera protectora que le servía de fachada ante los demás. Pero tuvo que conocer a Leela. Esa chica insolente e impulsiva que derribó aquella barrera, poco a poco. Una inusitada, pero agradable sensación cubría su pecho, ¿sería aquello paz? Era extraño que desde que empezó a hacerse cercano a Leela, sus traumas se sentían menos pesados y hasta disfrutaba el contacto físico con ella. A decir verdad, se estaba volviendo adicto a sus besos y muestras de cariño. Lástima que no disfrutaría más de aquello, lástima que ella nunca sería su mujer.***Búho
—¡A ti te quería ver! —Ulises se dirigió a Eli con mirada asesina. Eli respiró y lo miró desafiante, disimulando sus nervios. Ella acababa de salir del entrenamiento y estaba abriendo la puerta de su casa, cuando él se apareció emanando humos.—¿Para qué soy buena? —Fingió una sonrisa y lo miró con descaro.—¡Pero qué cínica eres! —Jaló su rizado cabello de la rabia e impotencia, luego se acercó a ella, acorralándola entre él y la puerta—. Eres una loca depravada. Me las pagarás, Eli. ¡Maldita sea! ¡Me la pagarás! —Sus ojos verdes brillaban del coraje y su piel estaba roja.—Cálmateo te va a dar un ataque, niño. —Ulises empezó a reír de la ira. Eli tragó en seco. Sabía que esta v
Edward estaba sentado detrás de su escritorio hablando por teléfono con tono desesperado. Había pasado una semana desde que Nora desapareció y la angustia estaba acabando con su juicio.—¡Una persona no puede desaparecer así por así! —gritó tembloroso. Había agotado todos los recursos posibles. No sabía qué hacer, las lágrimas recorrían sus mejillas de la impotencia—. Cualquier información por más mínima que sea, por favor, hágamela saber de inmediato —cerró el teléfono y cubrió su rostro con sus manos, mientras suspiraba tratando de recuperar el ritmo regular de su respiración—. ¿Dónde estás, Nora? ¿Dónde? —Su teléfono sonó y él lo respondió con ansias y desesperación. La decepción volvió cuando su secretari
Eli terminó de ponerse su traje negro y agregó sus protectores de acero; tomó también su mochila y armas, entonces salió de la casa. Estaba preparando su caballo para unirse a los demás guerreros cuando recordó a Ulises y la posibilidad de volver a verlo, puesto que una guerra no era lo mismo que algunas batallas y misiones. Era la primera vez que estaría en una, dado que tenían décadas con la alianza, siendo sus únicos enemigos los rebeldes. Ahora el enemigo estaba por doquier y cualquiera podría ser un traidor.La guerra se daría en las lejanías de Destello, cerca de las aldeas y tribus más remotas y vulnerables. No entendían la razón del Rey Joaquín para atacar esos lugares, si se suponía que su interés estaba en Zafiro y la fuente de energía; sin embargo, no permitirían que sus enemigos arrasaran con esas comunidad
—¡Imbécil! ¡Atrevido! ¡Mil veces idiota! —Leela se paseaba de un lado a otro dentro de su tienda—. ¿Quién se cree que es? ¡Príncipe de pacotilla! —se sentía indignada y a la vez emocionada. Sus pensamientos y sentimientos eran confusos, un caos total. Tenía miedo de como ella y el príncipe cruzaban esa línea peligrosa, de como ellos se necesitaban—. ¿Cómo se atreve a decirme que le gusto? ¿Por qué rayos me besó? Teníamos un trato, el muy imbécil me rechazó en nombre de ese trato —se sentó sobre su colchón y puso sus manos sobre su cabeza—. ¿Él sí puede, pero yo no? ¡Es un egoísta! Yo no seré la amante de nadie. Si él se va a casar con esa princesa que se olvide de mí —suspiró y bajó el rostro con tristeza&mda
El príncipe volvió al palacio con la victoria. Solo faltaba una cosa: ir por el rey del Norte y Dimitri. Durante la guerra: día 4—Padre, Dimitri nos espera a las afueras del Norte. —Kara entró a la habitación del rey.—¿Qué dices? ¿Por qué? —El rey preguntó preocupado.—Estamos perdiendo la guerra. El ejército del príncipe Jing nos dobla en número, además muchos de los gobiernos que nos apoyaban se unieron al rey del Sur.—¡No puede ser! —El rey golpeó una columna—. ¡Tanto sacrificio para nada!—No te preocupes, padre. —Kara esbozó una sonrisa—. Dimitri tiene un plan. Solo debemos espera
—Señorita Brown. —El príncipe estaba frente a ella con la mirada seria, quien estaba sobre sus rodillas en el patio del Dojo del maestro Lee—. ¿Por qué quiere ser una guerrera? —Jing preguntó atento a su repuesta, pero inexpresivo. Leela lo miró a los ojos con firmeza.—Quiero hacer justicia —respondió con mucha seguridad y entusiasmo—. Desde pequeña he visto como los más débiles han sido pisoteados por gente malvada y sin escrúpulos. Fui testigo del miedo de la gente de mi aldea, cada vez que se escuchaban rumores de que los rebeldes iban a atacar. Y después... —hizo una pausa—, ver la aldea destruida y encontrar a mi madre muerta... Quería venganza, pero, he aprendido que la venganza no iba a quitar el mal del mundo. Entonces, he entrenado duro para luchar contra los malvados y defender a los inocentes. Cre
Bruno estaba sentado en un banco que se encontraba debajo un árbol, ¿con una mujer?—¿Por qué no vamos a un lugar más privado, guapo? —La chica de cabello rojo acariciaba su mejilla con un dedo de forma provocativa.—Suena tentador, preciosa... ¡Rayos! —espetó de repente—. ¿Qué hora es?—Es medio día, yo ya tengo hambre —contestó mirándolo con lujuria.—Lo siento, cariño, pero será otro día. —Se levantó con rapidez para marcharse.—¿Me estás tomando el pelo? —La chica preguntó molesta.—No, preciosa. Es que mis amigos me deben estar esperando, ¡rayos, las chicas van a matarme!—¿Chicas? —La mujer cuestionó elevando una ceja.—No pi