Las alas le dolían, no estaban acostumbradas a la inactividad. Había pasado más días de los que pretendían en aquel lugar. Miro un cuadro barato de algún paisaje natural de la Tierra, tenía un riachuelo y árboles frondosos, y eso le causo tanta repulsión como estar bajo tierra. Nada como los vientos de Ventus para masajear sus alas, él quería volar, estaba hecho para eso.
En su miseria no noto que el fin de su estadía se acercaba, hasta que el hechicero tomo asiento frente a él.
—¡Al fin llegas! Un día aquí y siento que me ahogo ¿Cómo lo soportas? —aventuro el hada.
—Te recomendaría una lectura nutritiva, pero no pereces del tipo que le guste leer.
—Tocaba la flauta cuando era niño —vocifero Demothi sonriendo y con ese gesto desplazo los pensamientos sobre Dakota que comenzaban a formarse.
Delante de él Demothi no podía darse el lujo de pensar en ella.
—Debiste de haber sido encantador —La voz del hechicero también era encantadora.
Próximamente segundo libro 7 Torres
La luna se escondía detrás de las nubes y el viento seco condensaba el aroma del bosque. No había nada vivo en kilómetros salvo dos figuras que avanzaban entre los árboles y sombras.Ella luchaba contra somnífero mientras plantaba sus pies para pausar el paso de su captor. Tenía que hacer tiempo para que los Séptimos la encontraran. Para que Alejandro la encontrara.El Último en Nacer tiro de las cadenas que la sujetaban y ella cayó sobre hojas secas. Ella conocía los golpes, sabía cuáles podía soportar, aun así cubrió su vientre como un reflejo instintivo y natural.—¿Por qué haces esto? —pregunto ella.El Último en Nacer se inclinó sobre ella y apretó las cadenas hasta que vio la sangre rellenar los cortes de su muñeca.—Porque una Reina no puede ir contra sus leyes —resp
Sus ojos se abrieron con la pesadez que era de esperarse, no estaba del todo consciente y aún las explosiones de los fuegos artificiales del día anterior le hacían eco en su cabeza. El alboroto del inicio de un nuevo año eran parte del día anterior, pero ella aún lo tenía muy presente.El día afuera era supremamente soleado, soleado y callado, nada parecía estar vivo después de un 31 de diciembre.—¡Ey!Sus ojos volvieron a cerrarse. Lucia pálida. Su madre vio su cabello oscuro contrastar con su piel de una forma enfermiza. Estaba cálida.—Despierta —Su voz era gentil—. Es tarde.Sus manos suaves movían sus hombros para que despertara, podía tener fiebre, pero todo estaría bien si despertaba. Un suspiro de alivio se le escapo cuando miro sus ojos oscuros enfocarse en ella.—Que suerte la tuya, enferm&aa
Todos los tonos del cielo eran oscuros, las estrellas pálidas y distantes no eran más que puntos sin brillo. La luna tampoco se veía especial, él jamás había alcanzado a entender la obsesión que tenía el mundo con ella. Pero no podía negarse que la noche hacía que todo fuera más dramático.Escucho la puerta a su espalda abrirse y cerrarse pero no pasos. Sabía que era inútil tratar de escuchar sus pasos, caminaba con la sutiliza de una pluma, la sutiliza que le dio todos sus años de vida.Giro y paso sus ojos de la ventana a la figura en medio de la habitación. Estaba vestido con una franela delgada y pantalones de pijama, pero no había nada en su postura que indicara informalidad.Sus hombros anchos estaban tensos, su espalda estaba tensa, incluso sus músculos delgados se flexionaban alerta. Su cabello mantón oscuro terminaba en su
Celeste fue despertando despacio, sentía los grilletes pesados en torno a sus muñecas y la piedra fría e irregular del suelo bajo su rostro. Fue abriendo los ojos con calma, tratando de recordar.Olía como si hubiera cadáveres alrededor y se estremeció con el recuerdo.«¿Mamá?» Pensó.—No te preocupes por tu madre, ya cumplió su propósito.Celeste escucho una voz aterciopelada, como una suave caricia y tembló.Él estaba de pie al otro extremo de la habitación, su cabello era un haz de luz dorada en medio de la oscuridad, tenía un traje oscuro, la tela parecía tan costosa como sus zapatos, pero no parecía preocupado por estar de pie en medio de los charcos lodosos y congelados. Su rostro era hermoso e infantil, pero no había nada en él que reflejara la inmadurez de la adolescencia. Lucia etéreo
Él la miraba desde arriba. Le molestaba el aroma a orina que se le pegaba en la ropa al salir de las tumbas, pero sentía que valía la pena si podía mirarla así; desde arriba.Aún le costaba creer que ella, tan pequeña y frágil, fuera tan poderosa.La sacudió con la punta de sus zapatos y retrocedió hasta estar lejos del alcance de las cadenas. No se arriesgaría con ella.Las ondas de su cabello oscuro se sacudieron cuando despertó y se enderezo, sentándose en el suelo y apoyando su espalda de la pared.Sus ojos era un letrero tricolor de marrón, violeta y verde, su ropa estaban tan sucia que él no podría adivinar el color original de la tela, pero su piel estaba tersa y limpia con un brillo pálido casi enfermizo y sus labios estaban secos. Él la alimentaba y le daba agua suficiente para mantenerla viva, no para mantenerla fuerte.
—¿Por qué tardaste tanto? —La pregunta de Matías salió como un golpe, fuerte y seco.Ella trato de mantener su rostro inexpresivo, Matías estaba enojado, y ella no quería correr el riesgo de enojarlo aún más.—Estaba ocupada —respondió ella. Su acento italiano era tan evidente que a Matías le tomo un momento entenderle.—¿Con quién?—¿Celoso?_ aventuro ella.—Ansioso —aseguro Matías—. Deja de jugar Cecilia ¿Lo hiciste o qué?Cecilia esperaba que la máscara de indiferencia no se le hubiera caído. Estar frente aquella chica en las tumbas fue como estar en un basurero con una cucaracha de oro. Demasiado absurdo para ser real y a Cecilia jamás le habían gustado las cosas absurdas.—Sí, ya le di el vaso a Celeste, si sale de esa celda n
La entrada fortificada con docenas de guardias armados, muros de plata demasiados altos para saltar, y en la cima arqueros lo recorrían con un arco en una mano y una flecha en la otra. Pasillos armados con defesas para contener escapes y motines, y todo diseñado por él.«No hay muchas salidas» pensó, pero ni él sabía cómo huir sin que nadie lo notara.Javier se paseaba perezosamente por su biblioteca. Los estantes eran montañas de libros, él era capaz de decir la trama a la perfección de cada uno de ellos, pero en ese momento le costaba recordar algunos, toda su concentración estaba en los planos que se desparramaban en el suelo.Él mismo había levantado cada muro, cada habitación. Había diseñado una cárcel de la cual no podía salir. Era un genio atrapado en su propia creación.Cuando las puertas de la biblioteca
Ella se había sorprendido por la juventud y belleza de su rostro. Incluso había una voz interna, que trataba de ignorar, que le decía que era más hermosa que ella. Trago en seco. Celeste no tenía rasgos que la hiciera muy exótica, pero había algo en ella que hacía su belleza sutil algo memorable. Memorable así había imagino a alguien como ella.Sus ojos pasaron de Celeste a su hermano.—Es muy hermosa —Le dijo.—No se necesitamos alguien hermosa, necesitamos a alguien justa —respondió su hermano.—Luce muy joven ¿No le estas pidiendo mucho? —preguntó ella.—Tiene nuestra edad y esta despertado.Celeste escuchaba las voces. Una era una voz fluía y moderada, como una caricia, la otra era una voz aguda y chillona, como si estuviera conteniendo la emoción, pero ambas eran voces demasiado perfectas y e