Celeste fue despertando despacio, sentía los grilletes pesados en torno a sus muñecas y la piedra fría e irregular del suelo bajo su rostro. Fue abriendo los ojos con calma, tratando de recordar.
Olía como si hubiera cadáveres alrededor y se estremeció con el recuerdo.
«¿Mamá?» Pensó.
—No te preocupes por tu madre, ya cumplió su propósito.
Celeste escucho una voz aterciopelada, como una suave caricia y tembló.
Él estaba de pie al otro extremo de la habitación, su cabello era un haz de luz dorada en medio de la oscuridad, tenía un traje oscuro, la tela parecía tan costosa como sus zapatos, pero no parecía preocupado por estar de pie en medio de los charcos lodosos y congelados. Su rostro era hermoso e infantil, pero no había nada en él que reflejara la inmadurez de la adolescencia. Lucia etéreo.
La mente de Celeste se nublo, con el rostro de horror y terror de su madre. Sintió la bilis subir y el vómito precipitarse junto con las lágrimas.
El regusto ácido del vomito la hizo toser violentamente y el llanto le apretaba el pecho.
Él la miro, lucía frágil, sus espasmos y el vómito oscuro a su lado la acercaba más a los desdichados que estaban en las demás celdas que a una diosa.
—¿Cómo te sientes? —pregunto él cuando estuvo seguro que ya no vomitaría más.
—¿Qué eres? —pregunto Celeste, ella ya había visto suficiente como para saber que lo que pasaba no estaba cerca de ser normal.
—Te llamas Celeste Castillo, te gusta la playa y salir a ver películas, tienes una familia muy numerosa —Él levanto entre sus manos una cadena donde colgaba un relicario plateado y brillantes, a Celeste le tomó un momento reconocer que era suyo.
No recordaba lo que había a dentro, no había tenido oportunidad de verlo.
Miro hacia abajo como si pudiera sentir las manos de su madre al colocarle su regalo.
—Eso es mío.
—Ahora es mío, como mío será cada miembro de tu familia si no haces lo que te digo. Ya viste lo que le hiciste a tu madre, puedo hacer que les hagas eso a todos.
Celeste aún tenía el sabor dulce y ácido de la sangre, acariciaba su garganta como un bálsamo, y se asqueo por eso. Se levantó del suelo y corrió hacia él, todo a su alrededor fue como un borrón oscuro.
Él la miro sin moverse de su lugar, se movía tan rápido que por un momento le costó observarla y las cadenas emitieron un fuerte chillido, cuando se tensaron e hicieron a Celeste detenerse y caer.
Se acercó a ella con cautela, alzándose como un ángel vengador. Sus ojos oscuros se teñían en los bordes con un brillo verdoso que lucia depredador.
—Espero que nuestra próxima reunión sea más amena —dijo él.
La puerta de barrotes detrás de él se abrió y solo en ese momento Celeste noto que estaba en una celda.
Reconoció de inmediato al hombre alto que entraba con el cuerpo de un niño inconsciente en sus brazos. Su cabello estaba tan corto que no podría saberse su color, y era tan alto que tenía que inclinarse para no golpear el techo.
Tenía una belleza simple, casi perezosa. Mientras que el rubio era aterradoramente hermoso, él era hermosamente simple.
Celeste miro el cuerpo del niño, él había cargado así a su madre.
A diferencia de su compañero, él tenía los ojos destellantes, como dos letreros de advertencia verdes. Celeste se agazapo, no quería saber lo que venía, pero su cuerpo reacciono con la anticipación y se asqueo todavía más.
—Leonardo dáselo —ordeno Matías.
El recién llegado asintió acercándose a Celeste. Ella no alcanzo a ver su mano hasta que estuvo sobre su cuello, sintió la dolorosa fuerza de su agarre y luego sintió la piel cálida del niño sobre sus labios. El niño era demasiado joven, seguramente ya sabía escribir su nombre.
Celeste trato de reprimirse, de quedarse quieta, pero sus dientes se clavaron sobre la piel del niño, el sabor era demasiado agradable; lloro, de asco, de horror, de gozó.
—Y si aún no sabes que somos, te falta imaginación.
Él la miraba desde arriba. Le molestaba el aroma a orina que se le pegaba en la ropa al salir de las tumbas, pero sentía que valía la pena si podía mirarla así; desde arriba.Aún le costaba creer que ella, tan pequeña y frágil, fuera tan poderosa.La sacudió con la punta de sus zapatos y retrocedió hasta estar lejos del alcance de las cadenas. No se arriesgaría con ella.Las ondas de su cabello oscuro se sacudieron cuando despertó y se enderezo, sentándose en el suelo y apoyando su espalda de la pared.Sus ojos era un letrero tricolor de marrón, violeta y verde, su ropa estaban tan sucia que él no podría adivinar el color original de la tela, pero su piel estaba tersa y limpia con un brillo pálido casi enfermizo y sus labios estaban secos. Él la alimentaba y le daba agua suficiente para mantenerla viva, no para mantenerla fuerte.
—¿Por qué tardaste tanto? —La pregunta de Matías salió como un golpe, fuerte y seco.Ella trato de mantener su rostro inexpresivo, Matías estaba enojado, y ella no quería correr el riesgo de enojarlo aún más.—Estaba ocupada —respondió ella. Su acento italiano era tan evidente que a Matías le tomo un momento entenderle.—¿Con quién?—¿Celoso?_ aventuro ella.—Ansioso —aseguro Matías—. Deja de jugar Cecilia ¿Lo hiciste o qué?Cecilia esperaba que la máscara de indiferencia no se le hubiera caído. Estar frente aquella chica en las tumbas fue como estar en un basurero con una cucaracha de oro. Demasiado absurdo para ser real y a Cecilia jamás le habían gustado las cosas absurdas.—Sí, ya le di el vaso a Celeste, si sale de esa celda n
La entrada fortificada con docenas de guardias armados, muros de plata demasiados altos para saltar, y en la cima arqueros lo recorrían con un arco en una mano y una flecha en la otra. Pasillos armados con defesas para contener escapes y motines, y todo diseñado por él.«No hay muchas salidas» pensó, pero ni él sabía cómo huir sin que nadie lo notara.Javier se paseaba perezosamente por su biblioteca. Los estantes eran montañas de libros, él era capaz de decir la trama a la perfección de cada uno de ellos, pero en ese momento le costaba recordar algunos, toda su concentración estaba en los planos que se desparramaban en el suelo.Él mismo había levantado cada muro, cada habitación. Había diseñado una cárcel de la cual no podía salir. Era un genio atrapado en su propia creación.Cuando las puertas de la biblioteca
Ella se había sorprendido por la juventud y belleza de su rostro. Incluso había una voz interna, que trataba de ignorar, que le decía que era más hermosa que ella. Trago en seco. Celeste no tenía rasgos que la hiciera muy exótica, pero había algo en ella que hacía su belleza sutil algo memorable. Memorable así había imagino a alguien como ella.Sus ojos pasaron de Celeste a su hermano.—Es muy hermosa —Le dijo.—No se necesitamos alguien hermosa, necesitamos a alguien justa —respondió su hermano.—Luce muy joven ¿No le estas pidiendo mucho? —preguntó ella.—Tiene nuestra edad y esta despertado.Celeste escuchaba las voces. Una era una voz fluía y moderada, como una caricia, la otra era una voz aguda y chillona, como si estuviera conteniendo la emoción, pero ambas eran voces demasiado perfectas y e
«La verdad siempre está detrás de una cortina de humo»Lucas recordó las palabras de su padre, no le gustaba recordar las cosas que él le había dicho, mucho menos si tenían alguna pisca de razón.Lucas nunca había tenido talento para la mentira y con el tiempo había aprendido que la verdad no está detrás de la cortina de humo; la verdad es la cortina de humo.—¿Qué me paso?Fue la primera pregunta de Celeste. Estaba sentada en la cama, él bajaba la mirada esporádicamente para asegurarse que las heridas no se abrieran. Sentía escalofrió en la piel de sus brazos, la energía que estaba usando para mantener el dolor de Celeste distante no era grande, aun así se sentía incómodo.Él había escuchado tanto de ella que se la había imaginado como una guerra confiada y vibrant
—El libro que contiene nuestras leyes se llama Palabra Verdadera. Escribiste la mayoría de las leyes en tu primera vida, unas pocas fueron agregadas en vidas posteriores —vocifero Lucas acercando un pequeño libro verde al regazo de Celeste.Celeste lo miro. La cubierta verde brillaba tanto que parecía de plástico. El árbol labrado e incrustado en ella era de oro sólido. Celeste no lo toco.Lucas la miraba con compasión. Estaba terriblemente perdida, como un bebé abandonado. Él sabía exactamente como se sentía aquello, en un segundo había sacudido todas sus creencias. En su momento él necesito de mucho tiempo para acostumbrarse a su nueva vida—¿Mi primera vida? —La voz suave de Celeste le sorprendió, no se escuchaba tan asustada como se veía.—Tú eres la Elegida —respondió Lucas.Lucas int
Las ruedas raspaban el asfalto frío y el movimiento arrullaba a Celeste. Ella sentía que estaba sobre un flotador sobre la piscina. Sentía que el viento frío le peinaba el cabello y de fondo se escuchaba música de jazz. La mujer cantaba perezosamente con acento francés. No era la clase de música que ella solía escuchar bajo ningún escenario.Lucas la miro de reojo.Cuando Celeste quedo inconsciente tuvo el tiempo suficiente para tomar una muestra de su sangre y notar que fue drogada. Supo en ese momento que la mente de Celeste era inusualmente inestable mientras la droga aún estuviera en su sistema. Así que opto por hacerla dormir y llevársela. Él tenía la seguridad de que aunque tuviera la mente despejada ella elegiría no irse con ellos.Se supone que solo era cuestión de decirle lo que es y ella acudiría al llamado de su raza. Las historias de
Celeste miro la extensa continuidad del mundo que se le presentaba. Era como sacada de la imaginación de un pintor inclinado al uso excesivo de color. Estaba lleno de vegetación, árboles extraños que se curvaban en intrincados ángulos, sus hojas deslumbraban con la intensa paleta de colores. Celeste jamás había visto hojas tan azules, o tan negras, o tan moradas, era como si un estudio de pintura hubiese vomitado.Eso le robo el primer suspiro de asombro.La continuidad del color del bosque era interrumpido por caminos de piedras lisas y de un verde tan oscuro, que a la distancia se veían como trazos negros que cortaban el color.Celeste trato de enumerar las casas que allí estaban pero se extendían a la distancia como la multitud. Tenían un aspecto extraño, como cabañas de montañas hechas de la misma roca del camino, en algunos puntos destellaban con un brillo plat