El olor a fuego, sangre y humo hizo que abriera los ojos. Celeste no se había quedado dormida, después de tanta espera sus ojos se habían cerrado solos, aburrida de ver el tapiz azul y purpura que tenía al frente.
El humo entraba por la ranura de la puerta y el techo, Celeste miro extrañada y luego una flecha paso zumbando cerca de su rostro, ella se estremeció por el asombro.
— ¡¿Qué fue eso?! —pregunto Celeste.
—No te muevas mucho —ordeno Lucas.
Las flechas atravesaban la madera de las paredes y seguían zumbado demasiado cerca.
La puerta se abrió de una patada y no fueron sátiros los que entraron. Ellos tenían armaduras negras y Celeste pensó que al fin los Cervus había llegado, pero Lucas noto más detalles, no tenían pulseras Cervus.
El humo y el calor entro libremente por la puerta pero ellos pudie
El agua que bajaba por su garganta era un reconfortante e inquietante recordatorio de que seguía con vida; y tan contradictorio como eso era, el anhelo y el dolor despertaron en Celeste al ver el rostro de Miguel Ángel. Aquel era el rostro de un ángel.Estaba de pie al lado de una mesa pequeña llena de dagas, agujas y cinceles de plata. Miguel Ángel coloco la botella de agua en la mesa, agonizantemente fuera del alcance de Celeste; ella seguía teniendo mucha sed.—Mig… Án… ¡Po… …vor! —A Celeste le costaba hablar, la garganta se sentía como lija y la mandíbula le dolía más que el cuerpo.—No te preocupes tus dientes volverán a crecer —dijo, y por ese instante se pereció al Miguel Ángel conciliador que había conocido.Por un instante lucio como un amigo.A Celeste no le preocupaban sus dien
La cabeza le latía como un segundo corazón y solo podía abrir los ojos por periodos cortos de tiempo. Sus ojos bajaron a sus manos. La sangre había cubierto de negro la dorada pulsera de la Reina de Reyes. La mano derecha le ardía, estaba segura de que le dolía menos si se la hubiera amputado.Los trapos que la cubrían estaban rígidos, el agua salina se había secado al igual que la sangre negra.«No te torturare, pero pienso dejar marca»Celeste tenía miedo de saber que había bajo las vendas, pero algo en el fondo le decía que se lo merecía.«Una Elegida es una Elegida»Celeste los escucho antes de verlos, había pasado tanto tiempo con ellos que lo supo en un instante y retuvo el impulso de llorar.«Necesito ser fuerte»Los gritos se prolongaron y fue como música para sus oídos.No
Solo veía oscuridad. No sabía sí estaba de pie o acostada, o sí respiraba, solo sabía que no podía moverse.Escucho una voz, la reconoció, pero no la conocía. Volvió a escucharla, era como si la nada tuviese voz. Sintió que le preguntaba algo, algo importante y que debía de responder.Volvía a sentir frío, luego calor y luego nada. Escucho su propia voz pero no la reconoció. De pronto la oscuridad se desplego, su mente volvió a su cuerpo y abrió los ojos.La habitación blanca y estéril le resulto familiar y eso le tranquilizo; sabía dónde estaba. Se levantó y las delgadas sábanas se deslizaron por su piel desnuda. Se miró y casi soltó una exclamación de asombro.Piel lisa y tersa, sin marcas, el cuerpo tampoco le dolía. Sonrió, tal vez todo había pasado en su men
Con los días todo termino cayendo en su lugar menos Peter. Él busco al Criador y solo encontró una carta de Miguel Ángel en la que detallaba el plan de plantar el capullo en el Castillo y de iniciar las revueltas en Vitrum. Compararon letras, y quien había escrito la carta a Nehemías había sido Miguel Ángel.Cada nuevo descubrimiento inquietaba más a Celeste.«Los Iluminados están infectados»Eran palabras de Miguel Ángel, pero Celeste las tenía tatuadas entre los parpados, y cada cosa nueva que aparecía apuntaba que Miguel Ángel no trabajaba solo. Había escrito la carta pero alguien le dio los sellos, había contactado al Criador pero alguien había pagado.Miguel Ángel había logrado su cometido, había dejado marca. Celeste trataba de no pensar en él, pero una vez más tenía que recordar
Las alas le dolían, no estaban acostumbradas a la inactividad. Había pasado más días de los que pretendían en aquel lugar. Miro un cuadro barato de algún paisaje natural de la Tierra, tenía un riachuelo y árboles frondosos, y eso le causo tanta repulsión como estar bajo tierra. Nada como los vientos de Ventus para masajear sus alas, él quería volar, estaba hecho para eso. En su miseria no noto que el fin de su estadía se acercaba, hasta que el hechicero tomo asiento frente a él. —¡Al fin llegas! Un día aquí y siento que me ahogo ¿Cómo lo soportas? —aventuro el hada. —Te recomendaría una lectura nutritiva, pero no pereces del tipo que le guste leer. —Tocaba la flauta cuando era niño —vocifero Demothi sonriendo y con ese gesto desplazo los pensamientos sobre Dakota que comenzaban a formarse. Delante de él Demothi no podía darse el lujo de pensar en ella. —Debiste de haber sido encantador —La voz del hechicero también era encantadora.
La luna se escondía detrás de las nubes y el viento seco condensaba el aroma del bosque. No había nada vivo en kilómetros salvo dos figuras que avanzaban entre los árboles y sombras.Ella luchaba contra somnífero mientras plantaba sus pies para pausar el paso de su captor. Tenía que hacer tiempo para que los Séptimos la encontraran. Para que Alejandro la encontrara.El Último en Nacer tiro de las cadenas que la sujetaban y ella cayó sobre hojas secas. Ella conocía los golpes, sabía cuáles podía soportar, aun así cubrió su vientre como un reflejo instintivo y natural.—¿Por qué haces esto? —pregunto ella.El Último en Nacer se inclinó sobre ella y apretó las cadenas hasta que vio la sangre rellenar los cortes de su muñeca.—Porque una Reina no puede ir contra sus leyes —resp
Sus ojos se abrieron con la pesadez que era de esperarse, no estaba del todo consciente y aún las explosiones de los fuegos artificiales del día anterior le hacían eco en su cabeza. El alboroto del inicio de un nuevo año eran parte del día anterior, pero ella aún lo tenía muy presente.El día afuera era supremamente soleado, soleado y callado, nada parecía estar vivo después de un 31 de diciembre.—¡Ey!Sus ojos volvieron a cerrarse. Lucia pálida. Su madre vio su cabello oscuro contrastar con su piel de una forma enfermiza. Estaba cálida.—Despierta —Su voz era gentil—. Es tarde.Sus manos suaves movían sus hombros para que despertara, podía tener fiebre, pero todo estaría bien si despertaba. Un suspiro de alivio se le escapo cuando miro sus ojos oscuros enfocarse en ella.—Que suerte la tuya, enferm&aa
Todos los tonos del cielo eran oscuros, las estrellas pálidas y distantes no eran más que puntos sin brillo. La luna tampoco se veía especial, él jamás había alcanzado a entender la obsesión que tenía el mundo con ella. Pero no podía negarse que la noche hacía que todo fuera más dramático.Escucho la puerta a su espalda abrirse y cerrarse pero no pasos. Sabía que era inútil tratar de escuchar sus pasos, caminaba con la sutiliza de una pluma, la sutiliza que le dio todos sus años de vida.Giro y paso sus ojos de la ventana a la figura en medio de la habitación. Estaba vestido con una franela delgada y pantalones de pijama, pero no había nada en su postura que indicara informalidad.Sus hombros anchos estaban tensos, su espalda estaba tensa, incluso sus músculos delgados se flexionaban alerta. Su cabello mantón oscuro terminaba en su