Los brazos la rodeaban con fuerza, demasiado incomodo, pero eran los brazos de su madre, así que lo resistió. Escuchaba su voz diciéndole que todo estaría bien pero la sangre negra y roja se mezclaba a sus pies.
Sentía puntadas de dolor que iban desde su vientre hasta su espalda. Se estremeció y trato de gritar, pero no tenía voz. Los brazos de su madre se sentían cada vez más fríos mientras repetía que todo estaría bien, pero ella sabía que nada estaría bien.
Le llego el olor de la menta, vainilla, jazmín y luego voces.
—Debería sospechar.
—No lo creo, nadie le ha hablado nunca sobre los gemelos de sangre.
—Aun así…
La oscuridad volvió.
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Dayana miraba atentamente el cuerpo de Celeste. Tenía dos días inconscientes y ella no dejaba de mirarla. Dayana era buena
Cuando salió de la Torre Hogar supo que no podría salir del Castillo por la puerta, Peter había cerrado la entrada y de la misma forma el portal, pero sabía que aún estaban tratando de sacar a la gente a través de una línea conectada al otro lado del foso, la inclinación permitía salir pero no entrar.Tuvo que ir al oeste del muro. Comenzaba a caer una suave lluvia y el cinturón de lunas era cubierto por nubes espesas. Esperaba que la línea estuviera custodiada pero cuando llego no había ningún Cervus. Escalo por el muro, no era difícil, las piedras tenían hendiduras y era tan fácil escalar como subir escaleras. Pero una vez arriba tuvo que sujetarse del andamio para que el viento no la lanzara al foso.La oscuridad de la caída la sobrecogió mientras se colocaba el arnés. No pensaba nada mientras se dejaba caer y antes de darse cuenta sus
Los primero que noto Celeste fue el ruido, escuchaba muchos pasos y voces tan alto que casi la aturdían. Luego le llego los olores, el aroma salado de la sangre azul de las criaturas, el vainilla de un hechicero y un delicado olor a cabra. Le dolía la cabeza y ligeramente le hormigueaba la herida. Le costó darse cuenta que estaba amarrada de cabeza, con las manos sujetas detrás de la espalda, los ojos vendados y con una mordaza en la boca.«Lo que me faltaba», pensó Celeste.Y le costó aún más tiempo darse cuenta que Lucas estaba en las mismas condiciones. La espalda del hechicero estaba contra la espalda de la Elegida. Celeste podía sentir sus dedos fríos, largos y suaves entre los suyos.Escucharon pasos sobre madera floja y Lucas le apretó los dedos. Ellos sintieron el deslizar de la mordaza pero seguían con vendas sobre sus ojos.—¿Quién
El olor a fuego, sangre y humo hizo que abriera los ojos. Celeste no se había quedado dormida, después de tanta espera sus ojos se habían cerrado solos, aburrida de ver el tapiz azul y purpura que tenía al frente.El humo entraba por la ranura de la puerta y el techo, Celeste miro extrañada y luego una flecha paso zumbando cerca de su rostro, ella se estremeció por el asombro.— ¡¿Qué fue eso?! —pregunto Celeste.—No te muevas mucho —ordeno Lucas.Las flechas atravesaban la madera de las paredes y seguían zumbado demasiado cerca.La puerta se abrió de una patada y no fueron sátiros los que entraron. Ellos tenían armaduras negras y Celeste pensó que al fin los Cervus había llegado, pero Lucas noto más detalles, no tenían pulseras Cervus.El humo y el calor entro libremente por la puerta pero ellos pudie
El agua que bajaba por su garganta era un reconfortante e inquietante recordatorio de que seguía con vida; y tan contradictorio como eso era, el anhelo y el dolor despertaron en Celeste al ver el rostro de Miguel Ángel. Aquel era el rostro de un ángel.Estaba de pie al lado de una mesa pequeña llena de dagas, agujas y cinceles de plata. Miguel Ángel coloco la botella de agua en la mesa, agonizantemente fuera del alcance de Celeste; ella seguía teniendo mucha sed.—Mig… Án… ¡Po… …vor! —A Celeste le costaba hablar, la garganta se sentía como lija y la mandíbula le dolía más que el cuerpo.—No te preocupes tus dientes volverán a crecer —dijo, y por ese instante se pereció al Miguel Ángel conciliador que había conocido.Por un instante lucio como un amigo.A Celeste no le preocupaban sus dien
La cabeza le latía como un segundo corazón y solo podía abrir los ojos por periodos cortos de tiempo. Sus ojos bajaron a sus manos. La sangre había cubierto de negro la dorada pulsera de la Reina de Reyes. La mano derecha le ardía, estaba segura de que le dolía menos si se la hubiera amputado.Los trapos que la cubrían estaban rígidos, el agua salina se había secado al igual que la sangre negra.«No te torturare, pero pienso dejar marca»Celeste tenía miedo de saber que había bajo las vendas, pero algo en el fondo le decía que se lo merecía.«Una Elegida es una Elegida»Celeste los escucho antes de verlos, había pasado tanto tiempo con ellos que lo supo en un instante y retuvo el impulso de llorar.«Necesito ser fuerte»Los gritos se prolongaron y fue como música para sus oídos.No
Solo veía oscuridad. No sabía sí estaba de pie o acostada, o sí respiraba, solo sabía que no podía moverse.Escucho una voz, la reconoció, pero no la conocía. Volvió a escucharla, era como si la nada tuviese voz. Sintió que le preguntaba algo, algo importante y que debía de responder.Volvía a sentir frío, luego calor y luego nada. Escucho su propia voz pero no la reconoció. De pronto la oscuridad se desplego, su mente volvió a su cuerpo y abrió los ojos.La habitación blanca y estéril le resulto familiar y eso le tranquilizo; sabía dónde estaba. Se levantó y las delgadas sábanas se deslizaron por su piel desnuda. Se miró y casi soltó una exclamación de asombro.Piel lisa y tersa, sin marcas, el cuerpo tampoco le dolía. Sonrió, tal vez todo había pasado en su men
Con los días todo termino cayendo en su lugar menos Peter. Él busco al Criador y solo encontró una carta de Miguel Ángel en la que detallaba el plan de plantar el capullo en el Castillo y de iniciar las revueltas en Vitrum. Compararon letras, y quien había escrito la carta a Nehemías había sido Miguel Ángel.Cada nuevo descubrimiento inquietaba más a Celeste.«Los Iluminados están infectados»Eran palabras de Miguel Ángel, pero Celeste las tenía tatuadas entre los parpados, y cada cosa nueva que aparecía apuntaba que Miguel Ángel no trabajaba solo. Había escrito la carta pero alguien le dio los sellos, había contactado al Criador pero alguien había pagado.Miguel Ángel había logrado su cometido, había dejado marca. Celeste trataba de no pensar en él, pero una vez más tenía que recordar
Las alas le dolían, no estaban acostumbradas a la inactividad. Había pasado más días de los que pretendían en aquel lugar. Miro un cuadro barato de algún paisaje natural de la Tierra, tenía un riachuelo y árboles frondosos, y eso le causo tanta repulsión como estar bajo tierra. Nada como los vientos de Ventus para masajear sus alas, él quería volar, estaba hecho para eso. En su miseria no noto que el fin de su estadía se acercaba, hasta que el hechicero tomo asiento frente a él. —¡Al fin llegas! Un día aquí y siento que me ahogo ¿Cómo lo soportas? —aventuro el hada. —Te recomendaría una lectura nutritiva, pero no pereces del tipo que le guste leer. —Tocaba la flauta cuando era niño —vocifero Demothi sonriendo y con ese gesto desplazo los pensamientos sobre Dakota que comenzaban a formarse. Delante de él Demothi no podía darse el lujo de pensar en ella. —Debiste de haber sido encantador —La voz del hechicero también era encantadora.