Advertencia de contenido sexual explícito.Lukas logró quitarle las esposas y Sam se perdió en el deseo e hizo todo aquello que pensaba mientras Lukas arremetía en su interior.Arañó, mordió, lamió y no era suficiente, quería más, mucho más.Enredó una pierna alrededor de la cintura de Lukas y levantó la otra, pero Lukas lo inmovilizó. Lo hizo rodar hasta dejarlo sobre su estómago y sintió las manos envolver y erguir sus caderas, su trasero expuesto y a merced de Lukas.—Te comeré —imperó Lukas detrás de él.—Sí, sí... —gimió cuando sintió la lengua caliente y húmeda deslizarse entre sus nalgas hasta llegar a su agujero.Jadeó y gimió, dejándose llevar por el placer, por la lujuria que emergía y se exteriorizaba mientras sentía la lengua de Lukas dentro de sí, pero no era suficiente y al parecer su novio lo intuyó. Ya no era solo la lengua, había dos dedos acompañando el vaivén calinoso y húmedo.—Delicioso —gruñó Lukas, la voz atiborrada de placer.Estaba mojado, resbaladizo y aquell
Advertencia de contenido sexual explícito.Los pasos lentos, el sonido tenue de los tacones y el balanceo elegante de sus caderas, se convertían en una invitación indecorosa.Las piezas del conjunto de encaje se ajustaban exquisitamente a su figura y la sonrisa tímida en los labios contradecía con la lujuria en su mirada. Era un pecado hermoso a la vista y lo sabía.—Más despacio —Se detuvo, ladeando sutilmente la cabeza hacia un lado, causando que un mechón de cabello cayera sobre su perfil izquierdo—. Gira lentamente. Quiero deleitarme con las vistas.Acató las órdenes, girando despacio sobre sí y dando un pecaminoso espectáculo, exponiendo su trasero y espalda. Sabía que la pequeña braga de encaje blanco resaltaba sobre su piel acaramelada, un factor que supo aprovechar cuando se inclinó lo suficiente para dejar mucho más expuesto su trasero.—Oh, sí, muy bien —Esbozó otra sonrisa mientras se erguía y volteaba en torno a la voz—. Ahora, quítate el sostén muy, muy lentamente.Siguie
Las manos de Ismael recorrieron su vientre, subiendo lentas por su abdomen, abarcando cada porción de piel, hasta dejarlas sobre su pecho. Los dedos envolvieron sus erectos pezones y tuvo que suprimir un grito cuando las caderas ajenas embistieron hacia arriba, encontrándose con las suyas y provocando que el pene dentro de él palpara su punto dulce.Arremetió una y otra vez, cabalgando sobre aquel mojado y grueso pene, oyendo los bajos jadeos que su esposo soltaba. Le encantaba montarlo, le encantaba sentirlo tan profundo y amaba las manos de Ismael sostenerlo por las caderas y empujarlo hacia abajo para un encuentro canicular.Las emociones que afloraban cada que se dejaban guiar por el desenfreno eran inverosímiles, explotando y gozando del sexo primitivo, casi animal.—Sí, cariño, sigue así —Ismael tenía encarcelado su pene en una mano, el pulgar esparciendo el pre-semen cada más abundante mientras él lo montaba con frenesí—. Te sientes tan bien, tan caliente. Tu interior me está a
Observó embelesado la rama de aquel árbol en el cual —en un pequeño nido— piaban las crías de algún tipo de pájaro. ¿Serían pequeños zorzales?, posiblemente, aunque él no tenía mucho conocimiento sobre especies de aves ni nada semejante. El punto, se dedicó a tomar varias fotografías.Quizás, en vista de muchos, aquello podría parecer aburrido y sin gracia porque, ¿qué había de interesante en fotografiar a un grupo de avecillas apenas emplumadas? Pero, a sus ojos, la imagen era digna de ser capturada por su cámara para luego petrificarla en papel glossy.Posterior de ver las imágenes digitales, quedó conforme. Guardó la cámara dentro del morral, dispuesto a marcharse de aquel parque y entonces lo vio.Su primer pensamiento: «pequeño y frágil» y no dudó en sacar la cámara del bolso. Si alguien lo viera, le diría que lo que estaba a punto de hacer era completamente ilegal, que tomar fotos a una persona sin su permiso iba en contra de la moral y principios y no, no le importó nada, absol
Ingresó al local cabizbajo, caminando hacia el mostrador donde su compañero aguardaba por el relevo. Su cálculo no falló y llegó cinco minutos antes.—¿Qué tal amigo? —Alzó la mirada y el muchacho, de un llamativo cabello color granate, le sonreía enorme—. Lo bueno de este día es que está relativamente tranquilo.—Hola, Caleb —enunció, rodeando el mostrador—. Las personas de hoy día no se interesan por la música o, bueno, por este tipo de música.—Pues, yo las comprendo —expresó el pelirrojo, moviendo una de las manos hacia los estantes—. ¿Quién en su sano juicio querría comprar vinilos? Bien, sí, aquí hay miles de discos antiguos que valen fortuna, pero ya han pasado de moda. La música cambia, se transforma, se amolda a las generaciones, Kilian, y no se puede detener el paso del tiempo, de los años.—A mí, por ejemplo, me gusta —Arqueó ambas cejas en torno al chico—. Tiene su encanto, su belleza.—¡Dios, hermano! Deberías dedicarte a la poesía o algo así —imperó Caleb y soltó una car
La felicidad no siempre es duradera. A veces la felicidad proviene de algo tan breve como una sonrisa, una mirada, una palabra.A veces la felicidad puede ser perdurable, aunque, bueno, fuera por unos meses. Al final, su felicidad fue como el ciclo de vida de una mariposa monarca¹.No duró un año.(…)Las fotografías comenzaron a perder su brillo. Los colores vivos poco a poco mutaron a tonalidades opacas. Tal vez fuera por el descuido, quizá por la humedad que se filtraba por las grietas de la pared, quizá porque él dejó de cuidarlas, de protegerlas, de atesorarlas.«—¡Hey! No más fotografías —Un clic sonó de nuevo—. Kil, es en serio.—Pero es imposible. Amo como luces ante el lente de mi cámara —Dibujó un puchero—. Bien, no más fotos por hoy. Mira como saliste en esta —profirió, mostrando la última imagen capturada.Rizos rubios revueltos y una nimia sonrisa o, mejor dicho, una mueca, se apreciaba en la fotografía. Una imagen digital, una imagen más que petrificó del bonito chico.—
Las personas lo esquivaban. Se habituó. De algún modo, siempre fue de esa manera. Siempre fue consciente de que su apariencia era mal vista, que lo juzgaban y estaba bien. Hoy día... era lo de menos.Llegó a la tienda. Ingresó sin mirar a nadie en particular. No era como en las que había trabajado anteriormente. Esta era distinta, moderna, más actual y acorde con los gustos musicales de las personas, de los jóvenes.—Hombre, hasta que apareces.Descolgó la mochila de su hombro derecho y fijó la mirada en el chico detrás del mostrador. Más recuerdos llegaron a su mente y no era momento para eso.—¿Y bien?Frunció el ceño, ¿había algo que tenía que...?—Ah, sí —Abrió la mochila y sacó un pendrive¹—. Aquí tienes. Es lo que pude recopilar. No es mucho, pero son las mejores.—Eres el único con buen gusto cuando se trata de música vetusta —Negó con la cabeza en torno al chico—. ¿Qué? Es la verdad.—Bien, si tú lo dices —profirió. Volteó sobre sí y observó el local—. Está tranquilo. Es raro.
Algo nuevo nació. Algo nuevo crecía en su interior. Un sentimiento de aceptación con su propio ser, con su propia persona. Porque incluso un tiempo atrás, él mismo había comenzado a detestarse. A aborrecer su apariencia, a querer arrancarse la piel entintada. No era la solución, nunca lo fue.Recordar ahora no era tan negativo para su mente. Lo que vivió, experimentó y aprendió, formaba parte de su pasado y formaba parte de su presente. Ya no le causaba dolor el recordar a sus padres porque, dentro de todo, tenía buenos recuerdos. Hubo un tiempo —cuando era un niño— en el cual sus padres lo amaron, lo mimaron, lo malcriaron y prefirió quedarse con esas memorias; dejar guardados en un baúl las otras.Retomó la pasión por las fotografías y salía cada que podía con su Nikon. Las imágenes que petrificaba eran sus tesoros. Aquellas que quedarán por siempre tiesas —luego— en papel glossy.Dejó de importarle lo que las personas pensaran sobre su apariencia. Dejó de dar relevancia a que no lo