Las manos de Ismael recorrieron su vientre, subiendo lentas por su abdomen, abarcando cada porción de piel, hasta dejarlas sobre su pecho. Los dedos envolvieron sus erectos pezones y tuvo que suprimir un grito cuando las caderas ajenas embistieron hacia arriba, encontrándose con las suyas y provocando que el pene dentro de él palpara su punto dulce.Arremetió una y otra vez, cabalgando sobre aquel mojado y grueso pene, oyendo los bajos jadeos que su esposo soltaba. Le encantaba montarlo, le encantaba sentirlo tan profundo y amaba las manos de Ismael sostenerlo por las caderas y empujarlo hacia abajo para un encuentro canicular.Las emociones que afloraban cada que se dejaban guiar por el desenfreno eran inverosímiles, explotando y gozando del sexo primitivo, casi animal.—Sí, cariño, sigue así —Ismael tenía encarcelado su pene en una mano, el pulgar esparciendo el pre-semen cada más abundante mientras él lo montaba con frenesí—. Te sientes tan bien, tan caliente. Tu interior me está a
Observó embelesado la rama de aquel árbol en el cual —en un pequeño nido— piaban las crías de algún tipo de pájaro. ¿Serían pequeños zorzales?, posiblemente, aunque él no tenía mucho conocimiento sobre especies de aves ni nada semejante. El punto, se dedicó a tomar varias fotografías.Quizás, en vista de muchos, aquello podría parecer aburrido y sin gracia porque, ¿qué había de interesante en fotografiar a un grupo de avecillas apenas emplumadas? Pero, a sus ojos, la imagen era digna de ser capturada por su cámara para luego petrificarla en papel glossy.Posterior de ver las imágenes digitales, quedó conforme. Guardó la cámara dentro del morral, dispuesto a marcharse de aquel parque y entonces lo vio.Su primer pensamiento: «pequeño y frágil» y no dudó en sacar la cámara del bolso. Si alguien lo viera, le diría que lo que estaba a punto de hacer era completamente ilegal, que tomar fotos a una persona sin su permiso iba en contra de la moral y principios y no, no le importó nada, absol
Ingresó al local cabizbajo, caminando hacia el mostrador donde su compañero aguardaba por el relevo. Su cálculo no falló y llegó cinco minutos antes.—¿Qué tal amigo? —Alzó la mirada y el muchacho, de un llamativo cabello color granate, le sonreía enorme—. Lo bueno de este día es que está relativamente tranquilo.—Hola, Caleb —enunció, rodeando el mostrador—. Las personas de hoy día no se interesan por la música o, bueno, por este tipo de música.—Pues, yo las comprendo —expresó el pelirrojo, moviendo una de las manos hacia los estantes—. ¿Quién en su sano juicio querría comprar vinilos? Bien, sí, aquí hay miles de discos antiguos que valen fortuna, pero ya han pasado de moda. La música cambia, se transforma, se amolda a las generaciones, Kilian, y no se puede detener el paso del tiempo, de los años.—A mí, por ejemplo, me gusta —Arqueó ambas cejas en torno al chico—. Tiene su encanto, su belleza.—¡Dios, hermano! Deberías dedicarte a la poesía o algo así —imperó Caleb y soltó una car
La felicidad no siempre es duradera. A veces la felicidad proviene de algo tan breve como una sonrisa, una mirada, una palabra.A veces la felicidad puede ser perdurable, aunque, bueno, fuera por unos meses. Al final, su felicidad fue como el ciclo de vida de una mariposa monarca¹.No duró un año.(…)Las fotografías comenzaron a perder su brillo. Los colores vivos poco a poco mutaron a tonalidades opacas. Tal vez fuera por el descuido, quizá por la humedad que se filtraba por las grietas de la pared, quizá porque él dejó de cuidarlas, de protegerlas, de atesorarlas.«—¡Hey! No más fotografías —Un clic sonó de nuevo—. Kil, es en serio.—Pero es imposible. Amo como luces ante el lente de mi cámara —Dibujó un puchero—. Bien, no más fotos por hoy. Mira como saliste en esta —profirió, mostrando la última imagen capturada.Rizos rubios revueltos y una nimia sonrisa o, mejor dicho, una mueca, se apreciaba en la fotografía. Una imagen digital, una imagen más que petrificó del bonito chico.—
Las personas lo esquivaban. Se habituó. De algún modo, siempre fue de esa manera. Siempre fue consciente de que su apariencia era mal vista, que lo juzgaban y estaba bien. Hoy día... era lo de menos.Llegó a la tienda. Ingresó sin mirar a nadie en particular. No era como en las que había trabajado anteriormente. Esta era distinta, moderna, más actual y acorde con los gustos musicales de las personas, de los jóvenes.—Hombre, hasta que apareces.Descolgó la mochila de su hombro derecho y fijó la mirada en el chico detrás del mostrador. Más recuerdos llegaron a su mente y no era momento para eso.—¿Y bien?Frunció el ceño, ¿había algo que tenía que...?—Ah, sí —Abrió la mochila y sacó un pendrive¹—. Aquí tienes. Es lo que pude recopilar. No es mucho, pero son las mejores.—Eres el único con buen gusto cuando se trata de música vetusta —Negó con la cabeza en torno al chico—. ¿Qué? Es la verdad.—Bien, si tú lo dices —profirió. Volteó sobre sí y observó el local—. Está tranquilo. Es raro.
Algo nuevo nació. Algo nuevo crecía en su interior. Un sentimiento de aceptación con su propio ser, con su propia persona. Porque incluso un tiempo atrás, él mismo había comenzado a detestarse. A aborrecer su apariencia, a querer arrancarse la piel entintada. No era la solución, nunca lo fue.Recordar ahora no era tan negativo para su mente. Lo que vivió, experimentó y aprendió, formaba parte de su pasado y formaba parte de su presente. Ya no le causaba dolor el recordar a sus padres porque, dentro de todo, tenía buenos recuerdos. Hubo un tiempo —cuando era un niño— en el cual sus padres lo amaron, lo mimaron, lo malcriaron y prefirió quedarse con esas memorias; dejar guardados en un baúl las otras.Retomó la pasión por las fotografías y salía cada que podía con su Nikon. Las imágenes que petrificaba eran sus tesoros. Aquellas que quedarán por siempre tiesas —luego— en papel glossy.Dejó de importarle lo que las personas pensaran sobre su apariencia. Dejó de dar relevancia a que no lo
Todo parecía pasar en cámara lenta. Una mata de rizos rubios, mejillas asalmonadas y... alguien caminado hacia él. Alguien a quién supuso solo lo mantenía en recuerdos, solo...—¡Desapareciste! —Inerte, su lado racional dejó de... —. ¿Por qué? Te busqué, prometí que regresaría y tú... ¿Por qué?Un espasmo sacudió su cuerpo. ¿Acaso el universo estaba en su contra? ¿Acaso se encontraba tan sumido en los recuerdos del chico que se adueñó de su corazón que ahora lo imaginaba? Porque, ¿era solo una ilusión, cierto? No era posible que estuviera frente a él, ¿cierto?—¡Deja de mirarme así! —«No, tú no eres real. ¿Estoy volviéndome loco?»—. ¡Soy yo! Soy yo, Kil.—N-no, tú...—Me olvidaste —Se negaba a creer porque ese chico delante de él quién mostraba una expresión agónica, mirada dolida, rostro... —. Te olvidaste de mí. Te olvidaste de tu novio.—Nath, realmente, realmente... estás aquí —balbuceó incrédulo—. ¿N-no eres una ilusión?La risa histérica que soltó el chico delante de él conectó
Estaba bien desahogarse, estaba bien gritar y llorar y estaba bien romper lo que sea que estuviera en su camino. Tenía todo el derecho del mundo de desquitarse como fuera y con lo que sea porque las emociones exploraron y no para bien, pero la culpa solo era suya y de nadie más.(…)Las luces estrambóticas predominaban el lugar y el sonido de los altoparlantes provocaban un tenue temblor en el piso de madera o, al menos, aquella fue su percepción; quizá también debía sumarle los centenares de cuerpos restregándose por doquier al ritmo de la extravagante música electro-dance. No era como si se hubiese arrepentido de aceptar la invitación de su mejor amigo a dicho antro, pero apenas había ingresado por las puertas de aquel lugar, se percató de que nada de aquello era lo suyo.Según Nicolás —su mejor amigo—, él debería tratar de divertirse y explorar nuevos escenarios y tal vez, con un poco de suerte, encontrar aquello que aún anhelaba con verdaderos sentimientos. Sin embargo, dudaba bas