Al escuchar esas palabras, varias mujeres presentes cambiaron de expresión, especialmente Clarisa.Todas ellas formaban parte del harén de Benigno.Se habían convencido de que ocupaban un lugar especial en el corazón de Benigno, pero nunca imaginaron que Celeste pudiera ser más importante que ellas.Clarisa, en particular, sentía una profunda envidia al oír aquellas palabras.¡Celeste!Tú, maldita, ¿cómo es posible que te ofrezcan ser la primera entre las ocho concubinas de Benigno?Celeste no esperaba que Benigno fuera tan desvergonzado. Ya era suficientemente desagradable que tuviera concubinas, pero querer convertirla a ella en una de ellas era el colmo.Con una sonrisa fría, le respondió: —Benigno, no eres más que un cerdo obsesionado con las mujeres. Busca a alguien más, ¡me das asco!—¿Te atreves a rechazarme? —Los ojos de Benigno se entrecerraron peligrosamente.—¿Y si lo hago? —replicó Celeste.Juan intervino: —Lo único que tienes es una buena posición económica. Te amparas en
Ante la furiosa mirada de Quirino, Juan lo observó fríamente y le dijo: —Si sigues diciendo tonterías, ¡acabarás igual que él!Quirino tragó saliva, y aunque estaba furioso, se contuvo y no dijo más.Conocía bien la brutalidad de Juan, y sabía que si lo amenazaba, lo cumpliría sin dudar.El ambiente en el salón seguía siendo tenso y silencioso. Todos aún estaban impactados por el hecho de que Juan hubiera abofeteado a Benigno tantas veces.Benigno, con el rostro desfigurado por la furia y el dolor, se levantó tambaleándose. Sus ojos destilaban un odio asesino mientras miraba a Juan: —Chico, en mis más de veinte años de vida, nadie ha osado tratarme de esta manera.—Bien, muy bien, ¡perfecto!—¡Vas a morir! —gritó Benigno con un brillo peligroso en los ojos, lanzándose hacia adelante y propinando un puñetazo a Juan. Su dominio de la Fuerza Oculta quedó expuesto en ese momento.Aunque no tenía intención de revelar su verdadera fuerza, la rabia le nubló el juicio, y su único deseo en ese
Abdón observó a Benigno, quien yacía en un estado lamentable, y sabía que, al final, tendría que darle una explicación a la familia Landa.Asintió levemente y, con una mirada penetrante dirigida a Juan, comentó: —Joven, ¿no te parece que has sido excesivamente cruel con él?—¿De verdad? Yo creo que no he sido lo suficientemente duro. Si hubieras llegado un poco más tarde, probablemente ya estaría muerto. Juan respondió con frialdad, su expresión imperturbable.El rostro de Abdón se endureció. —Eres muy atrevido, muchacho. ¿A qué escuela perteneces? ¿Quién es tu maestro?Al ver la facilidad con la que Juan había derrotado a Benigno, que estaba en la fase de Fuerza Oculta, Abdón comenzó a sentir curiosidad y cierto recelo sobre los orígenes de Juan.Juan, adivinando sus pensamientos, soltó una risa sarcástica: —No pertenezco a ninguna escuela, ni tengo maestro.Al escuchar esto, Abdón se sintió aliviado. Con una voz gélida, declaró: —Te daré una oportunidad. Si te inclinas, te discul
Benigno sabía perfectamente que, si ni siquiera Abdón había sido rival para Juan, él tampoco tendría ninguna oportunidad. Si no cedía en ese momento, lo más probable era que acabara muerto allí mismo.Así que, sin dudarlo, se inclinó y pidió disculpas.Al ver esa escena, todos los presentes en la sala quedaron boquiabiertos, incapaces de creer lo que estaban viendo.El gran heredero de la familia Landa, ¡arrodillado frente a un joven!Benigno ignoró las miradas de asombro de todos, temblando mientras sus labios se movían nerviosamente. Con una expresión de puro miedo, miró a Juan y dijo: —Me rindo, por favor, déjame ir. Podemos resolver nuestras diferencias de una vez por todas.Aunque sus palabras pedían paz, el odio y la sed de venganza que ardían dentro de él no se podían contener.Benigno jamás había sufrido una humillación de tal magnitud en toda su vida. En su mente, ya juraba vengarse a toda costa una vez regresara a su familia.Juan, por supuesto, no era ajeno a sus pensamient
—¿Qué tonterías estás diciendo? ¿Estás buscando una paliza o qué? —Celeste lo miró con fastidio, fulminándolo con la mirada mientras le respondía con un tono severo: —Eres mi hermano menor, siempre ha sido mi deber protegerte, y hoy fuiste tú quien me protegió. ¿Cómo podría enojarme contigo por eso?—Me alegra escuchar eso,— respondió Juan, esbozando una sonrisa juguetona.Después de la pequeña charla, los dos continuaron paseando por la zona comercial de Solestia. Durante el recorrido, Celeste no escatimó en gastar para su hermano, comprándole ropa y una variedad de productos de aseo y cuidado personal.Una hora más tarde, al regresar a la mansión de la familia Abarca, se encontraron con todos los miembros de la alta jerarquía reunidos en el salón principal, en medio de un ambiente tenso y sombrío.En cuanto Abuela Abarca vio entrar a Celeste, la reprendió con frialdad: —¡Mocosa insolente, arrodíllate ante mí de inmediato!Celeste frunció el ceño, claramente desconcertada, y respondió
El amplio salón estaba lleno de personas a su alrededor, todas con la mirada fija en Juan, mientras una docena de armas de fuego le apuntaban al mismo tiempo. La atmósfera estaba cargada de una tensión sofocante.La abuela Abarca permanecía sentada en su lugar, con una expresión de confianza inquebrantable, como si todo estuviera bajo control.El resto de los miembros de la familia Abarca esbozaban sonrisas siniestras de un lado al otro, claramente sorprendidos por la escena.Quirino y Clarisa, por su parte, apenas podían contener su asombro.Hasta hace poco, temían que la abuela estuviera empujando a Juan demasiado lejos, lo que podría desencadenar en una masacre por parte de este individuo.Pero ahora, se daban cuenta de que la abuela ya lo había previsto todo y que su plan estaba perfectamente preparado.Clarisa lanzó una mirada de desprecio hacia Celeste, cuyo rostro estaba pálido, lo que indicaba aún más su deleite interno.¡Maldita mocosa!¿Cómo se atreven tú y tu hermano a enfre
—¿Cómo te has atrevido a aceptar tan fácilmente? ¿Ese muchacho realmente vale tanto para ti como para tomar esa decisión? —La abuela Abarca no pudo ocultar su asombro.Después de todo, había intentado de muchas formas presionar a Celeste para que aceptara casarse con Benigno, pero siempre se había negado rotundamente.Sin embargo, ahora, frente a la posibilidad de salvar a un hermano que ni siquiera compartía su sangre, Celeste no había dudado ni por un segundo en aceptar ser la concubina de Benigno.El rostro de Juan mostró una ligera sorpresa ante esta inesperada decisión.Celeste levantó la mirada, sus ojos brillando con determinación y una profunda ternura: —Por Juan, estoy dispuesta a todo, ¡incluso a morir si es necesario!Celeste nunca olvidaría el juramento que ella y sus seis hermanas hicieron cuando eran pequeñas: cuidarían de Juan por el resto de sus vidas.Durante todos estos años, había buscado a Juan con desesperación, y al encontrarlo, se prometió a sí misma que usaría e
Mientras tanto, en el interior de la residencia de la familia Landa.Benigno regresó a la mansión con el rostro hinchado y lleno de moretones por completo, y una vez en su habitación, comenzó a destrozar todo a su paso, gritando de rabia y frustración.—¡Juan, maldito bastardo, te juro que te mataré!—Y esa perra de Celeste... ¡espera a que te tenga de rodillas, suplicando como una perra por mi perdón!En ese preciso momento, un hombre de mediana edad entró en la habitación. Era Alaón, el jefe de la familia Landa.—Benigno, escuché que te han golpeado, — dijo con frialdad.Benigno, cubriéndose el rostro, respondió: —Sí, papá, ese tipo es increíblemente fuerte, incluso Abdón no pudo con él.—¿Qué? —Alaón se sorprendió, y girándose hacia Abdón, que acababa de llegar, preguntó: —Abdón, ¿es eso cierto?—Así es, Alaón. Ese joven tiene una habilidad superior a la mía. Debe ser un experto en la Canalización de los Meridianos, — admitió Abdón, con una expresión de vergüenza.—Papá, tienes