Capítulo 426
Al escuchar esas palabras, varias mujeres presentes cambiaron de expresión, especialmente Clarisa.

Todas ellas formaban parte del harén de Benigno.

Se habían convencido de que ocupaban un lugar especial en el corazón de Benigno, pero nunca imaginaron que Celeste pudiera ser más importante que ellas.

Clarisa, en particular, sentía una profunda envidia al oír aquellas palabras.

¡Celeste!

Tú, maldita, ¿cómo es posible que te ofrezcan ser la primera entre las ocho concubinas de Benigno?

Celeste no esperaba que Benigno fuera tan desvergonzado. Ya era suficientemente desagradable que tuviera concubinas, pero querer convertirla a ella en una de ellas era el colmo.

Con una sonrisa fría, le respondió: —Benigno, no eres más que un cerdo obsesionado con las mujeres. Busca a alguien más, ¡me das asco!

—¿Te atreves a rechazarme? —Los ojos de Benigno se entrecerraron peligrosamente.

—¿Y si lo hago? —replicó Celeste.

Juan intervino: —Lo único que tienes es una buena posición económica. Te amparas en
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