Capítulo 408
Habían pensado que Juan era un rival extraordinario, pero al enterarse de que era un simple mantenido, un hombre que dependía de las mujeres, se dieron cuenta de que era un inútil.

—¡Estás acabado!, pensaron en ese momento todos, convencidos de que, una vez que Benigno pusiera sus ojos sobre Juan, este no tendría ninguna oportunidad de sobrevivir. Incluso Celeste no podría protegerlo de la ira de Benigno.

Mientras tanto, Juan, después de ayudar a Celeste a trasladar sus cosas a su nueva villa, no pudo evitar preguntarle: —Hermana, ¿qué estás pensando? ¿Por qué decidiste quedarte con la familia Abarca?

Celeste, al entrar en la villa, se quitó despreocupada los zapatos, dejando al descubierto sus delicados pies desnudos. Esa imagen hizo que el corazón de Juan latiera con demasiada fuerza y su sangre corriera más rápido por su cuerpo.

Pareciendo darse cuenta de su reacción, el rostro de Celeste se sonrojó un poco, pero mantuvo su tono juguetón: —Juan, ¿acaso crees que me quedé en la famil
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