Capítulo 412
Ella había pensado que Juan era simplemente esa persona del común, pero al darse cuenta de que no tenía ni una mínima oportunidad de resistirse ante él, se sintió impotente.

Máximo respiró profundamente y dijo: —Este hombre no es alguien ordinario. Si no me equivoco, es muy probable que sea un maestro de artes marciales.

—¿Qué? ¿Un maestro de artes marciales? —El rostro de Delfina palideció se transformó al escuchar esas palabras.

—¡Señor, mire esta gallina! —De repente, el guardaespaldas señaló la presa que Juan había atrapado.

Ambos, Máximo y Delfina, se acercaron curiosos para observarla, y notaron algo asombroso: no había ninguna herida visible en el cuerpo de la gallina, pero su corazón estaba hundido.

—Muchacha, ya lo has visto. Esta no es la gallina que tú golpeaste. Lo acusaste injustamente—, suspiró Máximo.

Delfina sintió en ese momento su rostro enrojecer de vergüenza.

Máximo, luego de examinar con detenimiento el cuerpo de la gallina, negó todo: —Parece que esta gallina fue
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