Capítulo 2

—Minte, no— Me reprocha con “severidad”, pero su tono de voz es bastante amable y gentil — Sabes que no puedes hacer pasar a todos, Hades sabe que no todos tienen la merecida sepultura y por ende....

— ¿Él sabe que está pasando ahí arriba? — Interrumpí sorprendida ya que nunca me imaginé que el rey del inframundo se entere de todo lo que sucede en su reino. —Pensé que no... teniendo en cuenta que nunca ha venido a decirme algo o a castigarme.

— ¡Claro que si mi pequeña ninfa! — Ríe de forma bonachona. —Es el Dios Hades, rey del inframundo, sabe todo lo que sucede en la superficie sin necesidad de estar ahí, es su trabajo— Pone una de sus huesudas manos sobre mi cabeza y me acaricia levemente. —Es por eso que te he dicho miles de veces que no abuses de su caridad, un día de estos vendrá y te va a regañar.

Hago un pequeño puchero al oír eso; honestamente dudo mucho que Hades venga en persona o que mande a alguien a regañarme, no siento que esté haciendo algo malo, sólo quiero que todas las almas crucen el río y sigan con su camino, no es justo que por circunstancias ajenas los muertos no puedan recibir una sepultura digna. Durante el resto del día, me quedo a lado del anciano platicando de millones de cosas, ya muy caída la noche, mi padre me viene a buscar… como siempre, ya que me quedo hablando con Caronte a altas horas de la noche.

—Te he dicho cientos de veces que no molestes al barquero cariño— A pesar de estar molesto, mi padre Cocito no me regaña con severidad o en un tono rudo, sino todo lo contrario, me habla de una forma muy cariñosa y dulce.

—Lo sé papá, pero no puedo evitarlo— La sonrisa en mi rostro no se desvanece. —Caronte tiene muchas historias que contar y yo tengo mucho que escuchar—

Mi padre suelta una carcajada, llegamos hasta la cueva donde vivimos y me dice que entre, cuando lo hago él se queda atrás para bloquear el paso, impidiendo que cualquier alma con malas intenciones entre y nos haga daño a mis hermanas y a mí.

Durante cuatro meses seguidos, las almas no paran de llegar a montones, es la primera vez que veo una cola tan larga y no puedo evitar sorprenderé y entristecerme al mismo tiempo, entre los fallecidos hay muchos niños, en su mayoría no pasan de los siete u ocho años, es una visión bastante triste y desoladora.

—Dioses benditos— Exclamo con horror y volteo a ver a Caronte. —Que horrible es esta vista barquero.

—Sospecho que debe haber pasado una gran tragedia ahí arriba— Se da la media vuelta y sube al barco. —Ahorita regreso, llevare a estos al otro lado—

Asiento con la cabeza mientras veo como Caronte toma un enorme palo y lo mete al agua para luego empezar a remar al otro lado, mientras él deja al primer cargamento de almas, yo me quedo ahí parada vigilando la gigantesca cola. Algunas almas se ponen un tanto ansiosas, pero para calmar nos ánimos decido cantarles, esperando traer alivio en este momento tan difícil.

—No sabía que las musas del río Cocito supieran cantar.

Detengo mi canto y miro en dirección a la voz, cuando lo encuentro, veo a un hombre joven acercarse a mí, su cabello negro que le llega hasta los hombros se mueve al rito de sus pasos, sus ojos igual negros me miran con suma atención.

—Bueno, en realidad… no soy una musa, soy una ninfa— Le digo en un tono algo amargo y tajante. —Además de que todas las ninfas cantamos y tocamos instrumentos… pero claro que las que viven en la superficie son unas expertas en las artes musicales, a diferencia de mis hermanas y yo.

—Es una pena, se nota que ustedes también tienen mucho potencial— Sus labios pálidos dibujan una sonrisa un tanto desganada.

—Gracias, pero nosotras preferimos ayudar a las almas que llegan al Hades, además… no somos muchas como para que podamos irnos con libertad a la superficie— Suelto con algo de enojo, ya que parece que menos precia el trabajo de mis hermanas y mío.

—No te enojes, pequeña ninfa… no quería ofenderte— Me sonríe de oreja a oreja. —La verdad es que, siempre he querido venir al río Cocito, sabes… por alguna extraña razón, muchas almas entran… más de las esperadas y me dio curiosidad saber a qué se debía.

Al oír eso no puedo evitar mirar a varios lados nerviosa, me rasco la nuca mientras una risa incómoda se me escapa.

— ¿Por qué quieres saber eso? ¿Acaso eres alguien cercano al rey del inframundo? — Hablo de forma tan nerviosa que me atoro al hablar.

—No, no, simplemente sentía curiosidad es todo, debo admitir que es reconfortante ver más almas en los Campos Elíseos, debido a que no tiene para pagar, muchas almas buenas son engullidas por el río Cocito—

— ¿¡Has estado en los Campos Elíseos?! — Exclamo con alegría.

Miro al hombre emocionada y feliz, nunca antes había conocido a alguien que hubiera estado ahí, sólo he escuchado las típicas historias que se cuentan de ese lugar.

—Claro, voy muy seguido—

—Cómo te envidio— Digo de forma soñadora mientras me pierdo poco a poco en mis pensamientos.

— ¿Nunca has ido? Me sorprende ya que las ninfas pueden ir— Su voz suena algo extraña al sorprenderse por mis palabras.

—Bueno… no somos muchas ninfas que cuidan de este lugar y como nos tenemos dividas las zonas que cuidamos, no puedo abandonar mi deber y no es como que los mortales dejen de morir— Suelto una fuerte carcajada.

—Ya veo… hablando de deberes ¿Dónde está Caronte? —

—Fue a llevar a unas almas al otro lado, no debe tardar en volver—

—En ese caso, me quedaré a tu lado hasta que vuelva— A pesar de que habla con suavidad, su voz es autoritaria y en realidad sus palabras fueron una orden de que me quedara ahí parada a su lado.

—Como quieras, iré a hacer mis rondas… regreso luego—

Me alejo del extraño hombre, pero él me toma del brazo con firmeza impidiendo que me aleje, miro por encima de mi hombro y veo que me mira con intensidad, su expresión seria me indica que hablaba enserio cuando dijo que me quede.

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