Aidan
Lanzo el móvil contra el sofá mullido que se encuentra cerca de la ventana. La mañana ha sido un fiasco, me he levantado con el pie izquierdo y de mal humor, no pude descansar anoche y eso sin duda aumenta mi irritación. Observo la ciudad por la ventana, dónde enormes rascacielos se aprecian desde lo alto. Mi despacho no es muy espacioso, comparado con el que tengo en casa, ese es mucho más amplio que este. Sin embargo, si algo los hace parecido es el orden y la pulcritud que hay en cada rincón del sitio. Desde joven he sido muy estricto con el tema de la limpieza, quizá se deba a mi obsesión por tener todo bajo orden. Si hay algo que más odio es tener mi lugar de trabajo echo un lío, por esa razón los de limpieza se encargan de mantener mi despacho como les ordeno.Tomo asiento en la silla y cruzo mis piernas una arriba de la otra, mientras desdoblo el periódico para leerlo. Suelo hacerlo todas las mañanas sin falta, se podría decir que es parte de mi rutina diaria, además del café sin azúcar. Bebo un sorbo e inmediatamente lo escupo en el suelo pulido.—¡Laura! —llamo a mi secretaria que no tarda en hacer acto de presencia.—¿Dígame señor...?—¿Quién preparó el café? —la interrumpo levantándome de la silla.—Lo he preparado yo, señor —responde en tono nervioso.—¿Y qué te dije de no endulzar mi café? Porque parece que no te quedó claro —la miro con seriedad.—L-lo siento señor —musita avergonzada—. Le traeré otro.Me incorporo a sabiendas de que si aguardo un segundo más aquí adentro podría acabar mal.—Saldré, encárgate de tener esto limpio antes que vuelva —demando colocándome el abrigo negro.—Sí, señor —me retiro de la oficina dispuesto a ir a casa.No tengo tiempo que perder con mis empleados, a veces siquiera entiendo por qué aún siguen teniendo el empleo si no hacen bien su trabajo. Pero si me tomara la molestia de observa quién es el más destacado en ello, debo decir que el único que sobresale es Ralph, el chico pelirrojo que lleva poco tiempo en el restaurante, de resto ningún otro es competente. Al ser el heredero de los restaurantes Vogel, negocio que mi abuelo materno dejó a mi cargo, tengo una gran responsabilidad, puesto que debo mantener su legado en alto. Decidí estudiar gastronomía, convirtiéndome en uno de los mejores chef a tan poca edad. Mi amor por la cocina fue creciendo a medida que vivía con el abuelo, de hecho fue gracias a él que hoy en día soy el hombre que soy, no sé que sería de mi si no me hubiera escapado de casa para ir a vivir con él.Recordar ese momento despierta emociones que prefiero reprimir y no sacar a la luz. Por lo que me obligo a no pensar en ello. Marco el número de Álex, mi socio y además mejor amigo.—¿Lograste conversar con Harry? —pregunto subiendo al auto, un Audi blanco que compré hace poco.—Sí, me comentó que pensará en nuestra propuesta, dice que es un poco precipitado dejar la compañía de su padre —menciona Álex—. Aseguró que nos dará la respuesta después de su viaje a Francia.—Bueno, entonces no quedará de otra que esperar —digo no muy convencido. La paciencia no es lo mío.—Es el único que podría darnos una mano —me recuerda.—Sí, lo sé.De un tiempo para acá, hemos tenido muchas pérdidas en el negocio, por lo que nos vimos en la obligación de buscar un accionista que pudiera comprar las acciones del antiguo socio del restaurante. Y conseguimos a Gianluca, un empresario que maneja la compañía de su tío.—Oye, te llamo luego, estoy de camino para allá —avisa colgando, sin darme tiempo de informarle que estaré en la cafetería donde venden los mejores café de la ciudad.Horas más tarde mientras revisaba un montón de documentos encima del escritorio, recibo una llamada de la última persona que quiero hablar en mi vida; mi padre.—¿Qué es lo qué quieres?—Es notorio que hoy no es tu día —emite haciéndome bufar.—Lo era antes de que llamaras —respondo tajante—. Tengo muchas cosas que hacer, así que ve al grano.Lo escucho suspirar al otro lado de la línea.—De acuerdo, solo llamaba para invitarte a una cena familiar. Sé que odias este tipo de reuniones, pero me gustaría que asistas...—¿En serio crees que voy a perder el tiempo en ir para allá? —hablo sintiendo ganas de reír—. Sabes cuál es mi respuesta, así que no te molestes en llamarme de nuevo.—Hijo, deseo verte —su voz suena afligida, pero la verdad no me importa en lo más mínimo—. Tu hermano...—Él no es mi hermano —mascullo enojado—. Siquiera sé por qué intentas aparentar que tienes una familia perfecta cuando no es así. Has de cuenta que no existo, es lo que he hecho con todos ustedes.Finalizo la llamada y llevado por mi arrebato, lanzo la copa de vino que he dejado a medias. Esta se hace añicos, los vidrios se esparcen en el suelo. Pero la verdad es lo que menos me interesa en ese momento, sin embargo intento controlar mis emociones al recordar dónde me encuentro. Aunque la mayoría de los empleados me conocen y saben cómo es mi carácter, no quiero darles más motivos de aquel horrendo apodo que me han puesto. Busco el blíster que llevo siempre conmigo, y agarro una pequeña pastilla que llevo a mi boca tragándola enseguida. Cierro los ojos mientras intento mantener la calma en medio del caos que hay en mi cabeza en este instante. Reprimo aquellas sensaciones que me cortan el aire, me niego a permitir que se adueñe de mi mente, por lo que decido salir fuera del despacho a tomar aire.Afortunadamente el restaurante no se encuentra muy lleno, haciéndome llegar rápidamente a la salida sin ser interceptado por algún cliente o empleado. El estar rodeado de tantas personas cuando estoy teniendo un episodio de ansiedad aumenta mis síntomas, me siento expuesto, y vulnerable. Tan solo el imaginar que los demás me juzguen o critiquen, que vean lo frágil que puedo llegar a ser en este estado, es algo que me causa incomodidad. Estando en el exterior, inhalo profundamente y suelto todo el aire contando hasta tres, repito el ejercicio cinco veces más y me concentro en mirar algún objeto en la calle concurrida.Trato de actuar de manera tranquila para no llamar la atención, sería muy vergonzoso que otros noten cómo me encuentro. Sin embargo, cuando estoy por girarme y regresar a la cafetería, siento un cuerpo promedio impactar contra mi pecho ocasionando que ambos perdamos el equilibrio y caigamos al asfalto.—Auch, mi cabeza —escucho una voz femenina.Me levanto del suelo y entonces la veo, es una joven de cabello castaño claro con mechones morados en su flequillo. Lleva un atuendo bastante raro a decir verdad, parece no saber nada de la moda y su ropa ancha y oscura lo deja ver así. Usa unas gafas de pasta gruesa que cubren gran parte de su rostro desnudo, sin una pizca de maquillaje en el. La primera impresión que me da es que pertenece al extraño grupito de muchachos que suelen visitar frecuentemente la cafetería.¿Cómo es que se llamaban? Intento recordar el nombre. En fin, sacudo el polvo que se ha adherido a mi ropa y llevo la mirada a la joven.—Deberías fijarte por dónde caminas —hablo cortando el silencio que se ha instalado entre ambos.—L-lo siento —se levanta y veo que agarra su móvil que ha caído a unos metros de nosotros, al igual que mi móvil.Me acerco a recogerlo y doy media vuelta entrando al restaurante. Siquiera entiendo como las personas no miran por dónde andan, están tan encerrados en su propia burbuja que olvidan el mundo donde viven. Si al menos se dieran cuenta de lo que los rodea, evitarían este tipo de incidentes. Pero no, lo más seguro es que esa muchacha torpe tuviera la mente distraía divagando en cualquier tontería, sin estar pendiente por dónde anda.Cierro la puerta tras mi espalda e ingreso a mi despacho en busca de las lleves de mi auto, pasaré al súper mercado por algunas cosas antes de regresar a casa. Aunque no suelo hacer las compras del hogar, ya que la ama de llaves se encarga de ello, el día de hoy he decidido darle el día libre para estar solo. No me toma mucho tiempo llegar al centro comercial, estaciono el auto y entro al local abastecido. Hago las compras rápido, ya que no hay muc
Abro los ojos desmesuradamente al darme cuenta de lo que he hecho, asustada me acerco al hombre desmayado en el suelo. Reviso su pulso para asegurarme de que siga con vida, y suspiro aliviada al sentir que aún respira. Pero debo hacer algo para que despierte, no puedo dejarlo allí tirado, sería malvado de mi parte huir luego de haberlo golpeado. Por lo que decido actuar antes que algún vecino cotilla malinterprete la situación, ya de por si es bastante complicada. Al menos agradezco que mi padre no regrese temprano a casa, me avisó que le había surgido algo y vendría más tarde. Así que tengo chance de resolver este pequeño incidente.Agarro los brazos del hombre arrastrándolo hasta el interior del living, lo coloco en el sofá empleando todas las fuerzas para poder subirlo allí.¿Y ahora qué hago? Piensa Eveline, piensa.Comienzo a dar vueltas de aquí para allá, tal vez le haga un agujero a la alfombra de tanto caminar, pero no sé cómo calmar mis nervios. Intento respirar profundamente
Corro de prisa por las calles abarrotadas de personas, la mañana es la hora donde la mayoría se dispone a ir a sus labores. Por lo que es difícil conseguir un puesto libre en el transporte público, que por cierto he perdido debido a mi estúpida alarma que no programé por culpa de mi desvelada noche. Después que Nora se marchó de casa, decidí disfrutar mi serie de Netflix que tenía tiempo sin ver. Pero resulta que no tengo autocontrol cuando se trata de mi pasatiempo favorito, tenía intención de solo ver dos capítulos y pues se convirtió en cinco capítulos más. Me sumergí en la pantalla sin percatarme del tiempo, y al darme cuenta de la hora ya era muy tarde. Por lo que no descansé lo suficiente y estoy segura que me pasará factura más tarde. A menos que consiga tres tazas de café para mantenerme despierta durante las cuatro horas de clases. Sin embargo, no puedo desviarme a la cafetería ya que tengo pocos minutos y aún así no creo llegar a tiempo a la universidad.Estoy por cruzar la
Siempre había pensado que la vida podía cambiar de la noche a la mañana, que en una fracción de segundos podían suceder muchas cosas. Un día estamos en lo alto y de repente hemos caído al suelo. Es como subirse a una montaña rusa, sabemos que habrá subida y bajada pero el sentirlas nos causa temor puesto que las sensaciones del momento son un poco desagradables. Quizá para algunos les resulte normal, pero en lo personal creo que me afecta en demasía. La incertidumbre de no saber qué pueda suceder más adelante, y no estar preparada para tantos cambios, eso sin duda me hizo ver qué a veces nuestro mundo está entero pero se derrumba en un abrir y cerrar de ojos.La muerte de mamá había sido un gran golpe para mí, que tan solo era un niña de ocho años. Pasé de ser un pequeña feliz y completa, a sentirme triste, sin ganas de seguir viviendo. Ya nada me parecía como antes, todo había cambiado y tenía miedo de no saber sobrellevar el vacío que me causó la muerte de mi madre.Después de llega
La cena estaba siendo agradable, los padres de Luke no se parecían en nada a como los describía los medios de comunicación que difundían información falsa, inventan más de la cuenta para crear rumores. Son personas común y corriente que solo desean ver triunfar a su hijo, por lo que estar fingiendo ser la novia de Luke me hizo sentir mal. Sin embargo, todo es por una buena causa.—¿Qué carrera estás estudiando? —pregunta el señor Radley, un abogado exitoso dueño de varios bufetes.Levanto la cabeza de mi comida y limpio la comisura de mis labios dejando el cubierto al lado del plato.—Literatura —respondo acomodando la servilleta en mi regazo.—Oh, execelente elección. Es una carrera muy buena —asiento de acuerdo—. Es importante tener claro que estudiar antes que llegue el momento, de lo contrario podrías elegir una con prisa pero al final no es lo que te apasiona.—Sí, así me dijo mi padre —comento.—Debe ser un hombre muy sabio, además que se puede notar la educación que te ha incul
POV. AidanLos días lluviosos me parecían tristes. Eran días con poca luz, dónde no se veía los rayos de sol, todo se volvía húmedo y frío. No entendía cómo a algunos les agradaba, en lo particular a mi no me gustaba ni un poco. Quizá se deba a mi temor a las tormentas, de niño recuerdo que solía esconderme entre las mantas cada vez que veía aparecer aquellos nubarrones en el cielo. Además que me encontraba solo en casa cuando eso sucedía, y debía controlar cualquier sensación que aquello me generaba. Aunque es cierto que había superado el temor a las tormentas, no entendía por qué seguía sintiéndome en estado alerta, cómo si de un peligro inminente se tratase al cambiar el clima.Por otro lado, no podía quedarme en casa mientras el tiempo pasaba y esperaba que la lluvia cesara. Me había levantado con el ánimo por el suelo, tenía semanas que no me sucedía, pero justo ocurría cuando necesitaba reunirme con una amiga de la infancia que ha quedado en verme en el restaurante que ha abiert
POV. Eveline—¡Papá, llegué! —grito entrando a casa y cerrando la puerta tras mi espalda.—Estoy en la cocina —le escucho decir, así que me encamino hacia allá.Sonrío contenta puesto que he sacado la calificación más alta en el examen, pero al ver el rostro de mi padre mi sonrisa se esfuma.—¿Qué sucede? —me acerco a la encimera dejando mi mochila en el taburete.—Cariño, debemos hablar —lo miro expectante, sintiendo mi corazón acelerarse al oír esas tres palabras.—¿Sí, qué ocurre?Se toma unos minutos antes de hablar, haciendo que mi ansiedad por querer saber de qué trata, aumenta de nivel.—No quería preocuparte, pero es necesario que estés al tanto de la situación en la que estamos —asiento tragando con dificultad—. Hace un tiempo para acá, he tenido que pagar parte de la deuda que tu madre dejó. Pero al no tener el dinero suficiente, tuve que ofrecerle a aquel hombre cualquier cosa que saldara la deuda, y llegamos a un acuerdo, que tendría que trabajar con él.—Oh, eso es genial
POV. AidanLos días lluviosos me parecían tristes. Eran días con poca luz, dónde no se veía los rayos de sol, todo se volvía húmedo y frío. No entendía cómo a algunos les agradaba, en lo particular a mi no me gustaba ni un poco. Quizá se deba a mi temor a las tormentas, de niño recuerdo que solía esconderme entre las mantas cada vez que veía aparecer aquellos nubarrones en el cielo. Además que me encontraba solo en casa cuando eso sucedía, y debía controlar cualquier sensación que aquello me generaba. Aunque es cierto que había superado el temor a las tormentas, no entendía por qué seguía sintiéndome en estado alerta, cómo si de un peligro inminente se tratase al cambiar el clima.Por otro lado, no podía quedarme en casa mientras el tiempo pasaba y esperaba que la lluvia cesara. Me había levantado con el ánimo por el suelo, tenía semanas que no me sucedía, pero justo ocurría cuando necesitaba reunirme con una amiga de la infancia que ha quedado en verme en el restaurante que ha abiert