Seis

—L-lo siento —se levanta y veo que agarra su móvil que ha caído a unos metros de nosotros, al igual que mi móvil.

Me acerco a recogerlo y doy media vuelta entrando al restaurante. Siquiera entiendo como las personas no miran por dónde andan, están tan encerrados en su propia burbuja que olvidan el mundo donde viven. Si al menos se dieran cuenta de lo que los rodea, evitarían este tipo de incidentes. Pero no, lo más seguro es que esa muchacha torpe tuviera la mente distraía divagando en cualquier tontería, sin estar pendiente por dónde anda.

Cierro la puerta tras mi espalda e ingreso a mi despacho en busca de las lleves de mi auto, pasaré al súper mercado por algunas cosas antes de regresar a casa. Aunque no suelo hacer las compras del hogar, ya que la ama de llaves se encarga de ello, el día de hoy he decidido darle el día libre para estar solo. No me toma mucho tiempo llegar al centro comercial, estaciono el auto y entro al local abastecido. Hago las compras rápido, ya que no hay muchas personas dentro. Al menos no tardaré tanto a la hora de pagar, a diferencia de otra veces que han puesto a prueba mi paciencia.

De repente siento el móvil vibrar en el bolsillo de mi pantalón, lo saco y arrugo el entrecejo al percatarme que ese no es mi móvil. Detallo la funda que es idéntica a la mía, aquella que un día Álex me regaló ebrio. Aún no comprendo por qué razón la conservo, a decir verdad no es para nada bonita, pero algo tenía que me hacía no arrojarla al tacho de basura. Luego recuerdo el incidente de hace rato cuando la chica rara se tropezó conmigo. Entonces caigo en la cuenta que como llevaba el mismo, es por eso que debimos confunfirnos.

Maldigo entre dientes sin poder creer que me he equivocado de móvil. Bufó pasando la mano por mi rostro.

La pantalla vuelve a iluminarse mostrando el nombre de una tal Nora. Me debato mentalmente si responder o no la llamada, pero al final decido contestar, quizás me pueda decir dónde encontrar a su amiga o lo que sea qué es de ella.

—¿A qué no sabes quién preguntó por ti? —habla una voz chillona, demasiado para mis tímpanos—. ¡Sí, el amor de tu vida!

Alejo el móvil de mi oreja al escucharla gritar. El sonido es casi idéntico al chillido de los delfines, no me extrañaría si la confunden con esos mamíferos.

—¿Eh, hola? —digo.

—¿Sí, con quién hablo? —inquiere confundida—. ¿Qué haces con el móvil de mi amiga?

—Bueno... —estoy por explicar, pero me interrumpe.

—¡¿Acaso la has secuestrado?! —se le oye muy alterada—. ¡No le hagas nada malo, sea lo que sea pagaré el rescate pero no...!

—No soy un secuestrador —aclaro inmediatamente para que no haya malentendidos—. Tu amiga tropezó conmigo y supongo que no nos dimos cuenta de que intercambiamos de móvil. ¿Me podrías dar su dirección?

—Claro, la enviaré por un mensaje —informa.

—Gracias.

Espero unos minutos hasta que al fin tengo la dirección de la chica, subo al auto dispuesto a recuperar mi móvil. Siquiera puedo imaginar la cantidad de llamadas pérdidas que debo de tener, pero al menos no lo he extraviado. Conduzco y me guío por el GPS, adentrándome a una residencia un poco antigua, se puede notar la fachada de las casas que se encuentran añejas por el embate de los años. Aparco el auto cerca de un farol de luz que enciende y apaga constantemente, quizá esté averiada la bombilla.

Me acerco a una casa de color azul claro que tiene un descuidado jardín a diferencia de los otros patios. Golpeó mis nudillos en la puerta y a los minutos es abierta mostrando a la misma chica de flequillo morado. Solo que en esta ocasión lo lleva recogido en una coleta alta de manera desprolija.

—Cogí tu móvil sin darme cuenta —le tiendo el aparato y ella hace lo mismo con el mío.

—En verdad lo siento, nunca fue mi intención...

—Descuida, tampoco me fijé —emito agarrando mi móvil.

—¿Cómo sabes dónde vivo? —interroga curiosa.

—Tu amiga me dio la dirección —respondo encogiéndome de hombros.

Me giro yendo hacia mi auto, sin despedirme de la chica, sin embargo una mano en el hombro me detiene. Ladeo la cabeza mirando de reojo al hombre que me observa detenidamente.

—Entrégame lo que tienes allí —siento un objeto clavarse en mi espalda.

¿Es broma? Esto no me puede estar sucediendo, definitivamente hoy no es mi día. Nada de esto me estuviera pasando si no hubiera entrado a este lugar de ladrones.

Hago el amago de girarme pero el hombre me lo impide hundiendo el objeto afilado en mi columna.

—¡He dicho que me entregues tus pertenencias! —vocifera en mi oído, aumentando mi ganas de acabar con este día agotador.

—No puedo darte nada si no me sueltas —digo sin inmutarme ante su demanda.

El hombre afloja su agarre pero no aparta el arma de mi cuerpo, sin embargo hago un rápido movimiento con mis manos y me libero del objeto lanzandolo al otro lado de la calle. Golpeo mi codo en su estómago dejándole sin aire, para luego inmovilizarlo en el suelo.

—Será mejor que te vayas —espeto amenazante—. El día ha sido estresante cómo para tener que lidiar contigo.

Alzo la mirada viendo a la joven que permanece pasmada en la puerta, le hago una seña indicándole que entre a su casa, pero parece entender lo contrario. De pronto siento un golpe en mi cabeza, caigo al lado del hombre y entonces todo se vuelve negro.

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