El ascensor se detiene y abre sus puertas en el living de la empresa, suelto un suspiro y empleando mi actitud seria, empiezo a caminar con seguridad y sin mirar a nadie. En estós últimos años entendí porqué la actitud de Damián con sus empleados, sus aires de grandeza, de altanería cuando estaba frente a ellos.
Y es que no era para nada fácil llevar las riendas de una empresa de tal magnitud como para que encima tener que estar pendiente de cada cosa que hacían los empleados para que no arruinanse las cosas importantes. Yo trataba de ser amable, de ser gentil y no una jefa autoritaria y detestable, pero cuando me dí cuenta que muchos de los empleados se aprovechaban de ello, tuve que recurrir a las forma de la bestia y no tener con ellos ninguna otra relación que no fuera la de jefe/empleado. Suena feo, incluso a mí misma me causaba algo de molestia esa normalidad, pero me sostenía de la idea de que debía acrecentar lo que mi bestia dejó en mis manos, debía hacer que se sintiera orgulloso de mí dónde sea que estuviera, y dejando que los empleados hicieran de las suyas conmigo no lo iba a conseguir.
Gracias a mi actitud hoy en día puedo decir orgullosamente que estoy dejando la empresa muchísimo más arriba de lo que de por sí ya estaba.
Mis tacones negros resuenan por el living del edificio con seguridad, mis pasos son seguros, como si fuera una maldita reina a la que le importa muy poco las personas a su alrededor. Puedo sentir las miradas que me dedican, quizás las mismas que le dedicaban a Damián cada vez que hacía el mismo recorrido que yo.
Sin detenerme ni un solo segundo y sin desviar la mirada en ningún momento, salgo de interior del edificio y el cálido sol de primavera acaricia mi piel delicadamente, echo un vistazo a mi alrededor; autos que transcurren con serenidad, personas caminando, algunas van rápido otras van tranquilas, edificios por dónde salen y entran personas cada dos minutos.
Lo normal...
Sin más distracciones acorto la distancia que me separa del auto y me introduzco en él para luego encender el motor y marcharme rumbo a casa de Amy. Estoy sobre la hora, a penas logré desocuparme a tiempo para ir por los niños.
Conduzco en silencio, con la mente en los recuerdos y pensamientos que me abordan cuando no hay nada más ocupando mi cabeza. Los minutos empiezan a transcurrir y con ellos sonrisas nostálgicas, otras más tristes. Recuerdos que hacen que en mis ojos las lágrimas se acumulen, las mismas lágrimas que me obligo a dejar allí.
Su voz inunda mi cabeza y mi corazón se aprieta, puedo sentir su tacto, sus besos, sus abrazos, puedo sentirlos pero al mismo tiempo se sienten tan lejanos, tan distantes, tan... Tan nada, no siento nada, hace mucho que no siento nada porqué todo está en mi mente, en mis recuerdos, Damián no está.
Golpeo el volante en un pequeño intento de liberar la frustración, la importancia, el dolor latente... El dolor que tal parece que nunca me a abandonar.
—Ya basta, Ámbar— me regaño a mí misma con enojo mientras adentro el auto al vecindario de Amy.— ya no más— susurro y suelto aire por la boca.
Avanzo unos minutos más y estaciono el auto detrás de el Liam, apago el motor y me quedo unos segundos sentada sin más, tratando de recuperarme, tratando de relajar mi corazón. Giro la cabeza al lado derecho y a través de la ventana del copiloto puedo ver la casa de Amy. La misma que visité con Damián en víspera de navidad hace más de cinco años.
Lie estuvo mucho tiempo tratando de convencerla para que fuera a vivir con ella, pero mi querida Amy se negaba rotundamente a abandonar el vecindario que vió a sus pequeños crecer. Ahora la casa sin dudas era una de las más bonitas y grandes de esté y todos los demás vecindarios cercanos.
Cuando la puerta de la casa se abrió y pude ver a Melany salir con sus dos pequeñas en brazos, me decido a bajar del auto. Suelto aire y dibujo una sonrisa en mis labios antes de cerrar la puerta y rodear el vehículo. Una sonrisa tierna se dibuja en los labios de Melany al verme, sonrió de vuelta y a medida que ella avanza hacia el auto de su esposo y yo al interior de la casa nos vamos acercando.
—Feliz cumpleaños, Ám— dice haciendo malabares para evitar que unos de los bolsos lilas de bebé se resbale por su hombro pero el éxito no llega a sus movimientos y la pañalera se resbala hasta la parte interior del codo.
Río con ternura y me acercó a ella para tomar a una de las mellizas de Liam en mis brazos y de esta manera ayudar a su ajetreada madre aunque sea hasta el auto en que se irán a su casa.
—Gracias, Mel— respondo entre risas al ver a la pequeña Elissa reír por verme.— ¿Como estás?— preguntó y acomodo a la bebé de un año en mis brazos— Hace mucho que no te veía ¿Y Liam?
Ella empieza a avanzar hacia el auto frente al mío y yo la sigo.
—Estoy muy bien, gracias por preguntar— ríe bajito— Liam está en el centro comercial con Lie— Asentí sabiendo de antemano que el chico trabajaba con su hermana— y yo he estado un poco ocupada con la universidad, ya sabes— abre la puerta trasera del auto y la mitad de su cuerpo se pierde dentro para dejar a Lissa en una de las dos sillas para autos que hay dentro.— estoy en exámenes finales y entre las niñas, el nuevo apartamento y Liam que también parece un niño, creo que voy a explotar— está tan apresurada que su tono es igual de rápido que los movimientos ansiosos en sus manos. Después de dejar los dos bolsos de bebé y asegurar a la otra melliza sale del auto y me sonríe— He visto a Mía— señala la casa a mis espaldas y yo sonrió— hace un par de meses que no la veía y parece que han pasado años; está enorme— añade y extiende sus brazos hacia Elissa, quién enseguida abandona los míos y va con su mamá.— se parece mucho a tí— sonrió y ella vuelve a girar para meterse nuevamente al vehículo y asegurar a su niña— pero sinceramente yo veo mucho más parecido a su padre— mi sonrisa se vuelve nostálgica y desvió la mirada por encima del auto.
—Si, seguro.— susurro para cortar ese tema y vuelvo a sonreír aunque ella ni siquiera me está mirando— Bueno, hasta luego, espero verte pronto— giro sobre mis talones— suerte con los exámenes.
—Hey— me llama y giro hacia ella— espera, te tengo un regalo— sonrío y avanzo los poco pasos que me había alejado. Cierra la puerta trasera del auto y abre la del copiloto, del asiento toma una pequeña bolsita azul y me la tiende con una sonrisa.— espero que te guste.
Tomo el regalo y me acerco a ella para darle un corto abrazo y un beso en la mejilla.
—Gracias, Mel, no debiste molestarte— ella ríe brevemente y hace un ademán con la mano para restarle importancia.
—No es nada.— sonríe y empieza a caminar para rodear el auto.— que pases un feliz cumpleaños, Ám.— dice mientras se despide moviendo su mano en el aire.
Levanto mi mano en su dirección y muevo mis dedos a modo de despedida, la veo subir al auto y continuamente arrancar llevándose consigo a las dos nietas pequeñas de Amy. Sin más vuelvo a girar sobre mis talones y empiezo avanzar nuevamente hacia adentro de la casa.
A medida que me voy acercando puedo escuchar la voz de Amy pidiéndole a los niños que sonrían a la cámara, y es que ella tenía una obsesión por tomarle fotos cada dos segundos a todos sus nietos. Una sonrisa se dibuja en mi rostro al recordar todo el cariño que esa mujer nos ha brindado a mi hija y a mí en estós años.
La puerta de entrada está levemente entonada, de seguro la pobre Melany no encontró forma de cerrarla con las niñas en brazos. Sin necesidad de tocar abro la puerta un poco más hasta que soy capaz de entrar.
Lo primero que llega a mi vista es el cuerpo de la abuela consentidora ya lista para irse a su consulta mensual con el doctor, en su manos trae una cámara digital la cual está llena de fotografías de sus adoraciones: Noah, Mía, Elissa y Lissa. Aún no se ha dado cuenta de mi presencia, está mirando con una sonrisa plasmada en los labios la pantalla de la cámara mientras poco a poco y sin girarse se aleja del pie de las escaleras.
Una vez que su distancia es prudente enfoca la cámara hacia arriba y es entonces cuando decido girar mi cabeza a la izquierda y mis ojos se fija en los dos pequeños al inicio de las escaleras.
Mi sonrisa se borra de inmediato, mis ojos se abren y mi corazón da un vuelco al darme cuenta lo que planean hacer; Ambos tienen cacerolas de metal en la cabeza, en sus manos libres cada uno sujeta una espátula y las tienden al frente como si fueran caballeros medievales y ellas sus espadas. Ambos están sobre una alfombra afelpada y gruesa la cual está siendo sostenida adelante por ellos mismos.
—¡Ahora!— grita Amy con más entusiasmo que cualquiera.
—¡No!— grito yo al mismo tiempo que ellos se impulsan hacia adelante y la alfombra empieza a resbalar con ellos encima.
Mi corazón da un vuelco y reanuda su marcha aceleradamente con miedo de que les suceda algo. Ellos en cambio se carcajean ruidosamente mientras sus “Cascos” saltan sin parar en sus cabecitas. Amy no paraba de fotografiar o grabar el momento sin dejar de reír igual o más que ellos mismos.
Finalmente el recorrido acaba y la alfombra aterriza sobre un montón de almohadas situadas al pie de las escaleras; siguen riendo, fuerte y con diversión, las cacerolas se han movido de tal forma que ahora les cubren los ojos a ambos y eso parece causarles mucha más risa.
Sólo entonces me decido a sonreír y mi corazón empieza a calmarse.
—¡Mami!
—¡Tía!
Gritan al unísono cuando captan mi presencia y salen corriendo en mi dirección, me agacho para recibir los abrazos de bienvenida de mis pequeños bebés.
—Feliz cumpleaños, tía— dice Noah tomando mi cara y empezando dejar muchos besitos en mi rostro, río sin poder parar.—Te quiero mucho, mucho, mucho...
—¡Yo la quiero más!— grita Mía llenándose de celos.
—¡Yo la quiero más porqué soy más grande y por eso mi amor es más que el tuyo!— grita el pequeño pelinegro con tanta inocencia que mi corazón se llena de ternura.
—¡Mamá!— recurre a la ayuda porqué se siente atrapada, no tiene argumentos para contraatacar a su inseparable cómplice y al mismo tiempo más grande rival. Ella cree que Noah tiene razón, qué el amor se mide por el tamaño de las personas y por ello siente que está perdiendo.— ¡Yo te amo más!— afirma duramente, como sí en lugar de estar diciendome que me ama estuviera regañandome por haber hecho algo muy malo.
Igual que su padre...
Asiento hacia ambos, ella sonríe y Noah frunce el ceño contradictoriamente.
—Ambos me aman mucho— resuelvo— lo siento aquí,— señalo mi pecho y ellos sonríen abiertamente— el amor de ambos por mí es del mismo tamaño.
Y eso termina por convencerlos.
—Muy bien,— interviene Amy con una sonrisa— vayan por las mochilas.— y como sí estuviera anunciando el inicio de la carrera más épica del momento, ambos niños se echan a correr escaleras arriba.—Feliz cumpleaños, cariño— dice mientras me envuelve en un abrazo maternal.
—Gracias, Amy— susurro y ella se separa, con sus envejecidos dedos pone un mechón de mi cabello detrás de mi oreja y luego sus ojos vuelven a los míos
—Eres tan joven,— susurra y sonrío tiernamente— el dolor no va a estar allí siempre, nena— entendiendo por dónde van sus palabras mi sonrisa se desvanece y mis ojos dejan de mirar los suyos y posan la mirada en el suelo.— Cuando el padre de Amelie y Liam murió, ellos estaban un poco más grandes que Noah y Mía.— mis ojos se humedecen pero pongo todo de mí para no soltar ni una sola lágrima— Sentí mucho dolor, por mucho tiempo pero entendí que tarde o temprano la ausencia se hace más llevadera y la felicidad de alguna forma regresa— acaricia mi rostro y baja el dedo índice por mi mejilla hasta dejarlo bajo mi mentón y levantar mi cara; mis ojos llorosos vuelven a encontrarse con los suyos y me dedica una débil sonrisa.— Talvez no sea ahora pero en algún momento la sonrisa que te esfuerzas por mantener todo el día va a llegar a tus ojos. Era más fuerte de lo que piensas, nena. —No, no lo soy.—Todo va estar bien— vuelve a abrazarme, deja un beso en mi mejilla y se separa para darme otra sonrisa y empezar a caminar a la puerta— asegúrate de cerrar bien la puerta antes de salir, cariño.— dice y sale de la casa cerrando detrás de ella.
Han pasado cuatro años y aún no puedo.
Quizás nunca logre ser enteramente feliz sin él.
Quizas nunca pueda superar su maldito final.
Quizás yo no quiero hacerlo, quizás sea yo la que no quiera superarlo, porqué simple y llanamente me rehuso a olvidarlo, a dejar de amarlo. Él me amó, a su maldita manera pero lo hizo, yo debo retribuirle todo ese amor, por lo menos para alivianar la culpa por haberlo dejado solo, por no quedarme con él.
No quiero ser feliz con otra persona sí eso significa dejar de amar a mi bestia, no quiero y no querré nunca amar de la misma forma a alguien que no sea él.
—¡Voy a llegar primero!— la voz de Noah hace que de un pequeño saltito en mi lugar. De inmediato seco mis lágrimas y dejo salir aire por mi boca.
Sonrío y giro para mirarlos.
—Con cuidado.— digo alto para que me escuchen, entre risas y sosteniéndose cuidadosamente empiezan a bajar.— No tan rápido Noah, puedes caerte...— la puerta se abre y al ver a la persona que aparece por ella los niños dejan de obedecerme y bajan como sí en lugar de escaleras fuera un tobogán.
—¡Tío!
—¡Papi!
Gritan al unísono llegando al primer piso y corriendo en dirección a Hansel. Sonrío sincera al verlo agacharse con una enorme sonrisa en su rostro para recibir a los niños. Hace tres semanas que no lo veíamos, y es que desde que la empresa en España empezó a crecer más, también empezó a robar mucho más el tiempo de Hansel.
Ahora prácticamente vivía en el continente europeo; tres semanas allá y una aquí, esa era su rutina mensual y por más que se le complicase nunca se saltaba la semana únicamente dedicada para su familia. En un par de ocasiones pidió a Amelie, incluso a mí irnos con él a España, pero aunque sabía que Hansel y Amelie nos veían a mi hija y a mí como su hermana y sobrina, yo no quería vivir en medio de ellos, eran una familia y debían disfrutarse sin intrusos, por más que ellos no nos vieran así. Por otro lado, Lie rechazo su oferta alegando que aquí no sólo estaba su trabajo sí no también su familia y que no podía dejarlos.
Él entendió perfectamente y se resignó a nuestra ajetreada vida, no obstante Lie y yo también sacabamos tiempo de nuestras apretadas agendas para ir a visitarlo junto a los niños uno de los fine de semana en los que él solía pasar solo en España.
—Los extrañé, tanto, tanto, tantísimo— les dice cuando los tiene en brazos y los carga a ambos sin ningún problema. Los mira sonriente y alza las cejas haciendo una cara divertida que hasta a mí me hace reír—y supongo que ustedes a mí ¿No?— pregunta con los ojos chicos mientras pasa la mirada del niño a la niña.
—¡Si! ¡Mucho! ¡Mucho! ¡Mucho!— dice Mía besándole la mejilla.
—¡Pero yo más!— interviene Noah besando la otra mejilla de Hansel quién se ríe de la pequeña e infantil disputa—¡Por qué soy más grande y en mi hay más amor!— repite y mi hija frunce el ceño enojada.
—¡No es cierto!— se queja y me busca con la mirada— también amamos igual al tío ¿Verdad mami?— pregunta y yo asiento sin más.
Hansel baja a los niños y viene hacia mí, me sonríe como lo haría un hermano a punto de hacerle una travesura a su hermana y me abraza al mismo tiempo que revuelve mi antes perfectamente peinado cabello.
—¡Feliz cumpleaños, Ámbita!— grita como si fuera un niño, entre risas me separo y trató de quitar el cabello de mi cara.
Sí antes quería a Hansel, en estós últimos años lo he sabido amar como sí fuera mi hermano. Y es que el hijo de puta supo estar en cada momento para mí y mi hija que fué imposible no hacerlo. Hoy en día Hansel era lo más cercano que Mía tiene a un padre, él la trataba igual que como lo hacía con Noah, sin preferencias. Estuvo con ella en cada logro, cada llanto, se preocupaba por la hija de su mejor amigo cada vez que se enfermaba, aún estado en España siempre estaba al pendiente de ella, supo ser el padre que mi niña necesitaba.
—¿Tienes idea de lo mucho que me tarde para dejarlo perfecto?— pregunto con reproche pero sin dejar de sonreír.
—Nah— murmura y agarra un mechón de mi cabello sin ningún tipo de delicadeza— está igual de horrible que siempre— dice y mi puño aterriza en su brazo haciéndolo reír y desviar la mirada al pie de las escaleras, frunce el ceño al ver las almohadas y la alfombra allí— ¿Y eso?— pregunta con seriedad.
—Esos niños manipularon a la abuela para lanzarse desde inicio de las escaleras.— acuso esperando que les llame la atención para que no vuelvan a hacer algo así.
Pero en el momento exacto que una pícara sonrisa se desliza por sus labios me doy cuenta que eso será lo último que hará en su vida.
—¡Joder!— grita emocionado, como si fuera un niño recibiendo un dulce. Otro de mis puños va a parar a su brazo por la mala palabra frente a los niños.— lo siento— se disculpa en mi dirección y luego se gira hacia los niños que están muy entretenidos jugando a las palmas— ¡¿Como es posible que hayan hecho eso sin esperarme?!— los niños ríen y se acercan.
—Hansel, no.— sentencio detrás de él sabiendo de antemano lo que está pasando por su cabeza.
—¡Es divertido!— dicen ambos niños al mismo tiempo.—¡Hagámoslo de nuevo!— invitan a Hansel entre saltitos y no sé si es por seguirles la corriente o porqué en serio le emociona tanto como a ellos, pero el enorme pelinegro empieza a dar saltitos de emoción igual que ellos.
—¡Por supuesto!— joder.
—Hansel...
—Silencio Ámbar— me calla y se gira a mí.— no seas tan aguafiestas, pareces una anciana— se burla y saca de los bolsillos delanteros de su pantalón un celular.— ocúpate de grabar el momento más épico de la semana— dice de forma dramática y yo río.
—Te recuerdo que el de casi treinta y seis años aquí, eres tú— me defiendo alzando una ceja con suficiencia.
—Pero cuando el alma es la de un niño la edad no cuenta— ¡Ja! Me giña un ojo y toma la alfombra, seguido por los dos niños empieza a subir las escaleras.
—Debes ponerte estó—dice Noah a su padre ya cuando se encuentra sentados sobre la alfombra. Hansel se encorva más hacia él y el pequeño le pone la cacerola de Amy, en la cabeza.
—¿Pero y tú?— le pregunta Mía con seriedad mientras que con su manita evita que su “casco” caiga sobre sus ojos.
—¡Yo los protegeré usando mi espada!— Responde Noah alzando la espátula al frente y todos reímos.
—Entonces, todos estamos listos— dice el pelinegro con la cacerola en la cabeza— ¿Ya estás grabando, señora camarógrafa?— todos reímos.
—Desde que empezaste a subir las escaleras, señor alma de niño— me burlo.
—¡En sus marcas!— grita aumentando las carcajadas emocionadas de los niños— ¡Listos!— con sus brazos rodea los dos cuerpecitos— ¡Fuera!
Y con eso se impulsan hacia adelante y a través de la pantalla del celular puedo verlos caer con rapidez mientras que a las risas infantiles se unen las de Hansel y la mía.
Después de la llegada de Hansel, los cuatro nos dirigimos al centro comercial donde estaba Amelie trabajando, una vez allí los cinco fuimos al área de comida para tomar el almuerzo que ninguno de los tres adultos habíamos tomado, al contrario de los niños que gracias a la dulce abuelita Amy habían comido tan pronto como salieron del colegio.Así que sólo se dispusieron a tomar su helado mientras nosotros comíamos entre risas y charlas triviales. Cuando el reloj marcó las cinco de la tarde decidimos regresar a casa con la idea de descansar un poco para salir por una cena de cumpleaños a las siete y media de la noche.Hansel había dejado su auto en la casa de Amy, por lo que a su regreso subió de piloto en el vehículo de su esposa, la pequeña familia Smith y nosotras tomamos la misma ruta rumbo a nuestros hogares, y es que ellos vivían en el penthouse del edificio continuó al mío, uno de los edificios que también eran de Damián.Los ví adentrarse al estacionamiento subterráneo y tras un
La hora de la cena llega y algo atrasados los tres bajamos al recibidor. Había hablado con Hansel, le dije que Tristán se uniría a nuestra cena y que no era necesario que viniera por nosotras, pues, la idea en primer lugar era irnos los cinco en un solo auto.—¿A dónde?—pregunta Tristán antes de arrancar el auto aún estacionado frente al edificio.Echo un vistazo hacia la parte trasera del auto sólo para ver a Mía sentada en su sillita mientras jugaba algún juego en la tablet con funda de princesas.—McDonald's— respondo simple y él gira para mirarme contrariado.—¿McDonald's?— pregunta haciendo una mueca y asiento.—¿Vas a celebrar tu cumpleaños en McDonald's?— pregunta nuevamente como sí no pudiese creerlo.Asiento por segunda vez.—Los niños eligieron el lugar— sonrío— será divertido.— él ríe algo contrariado y arranca el auto.En minutos nos vemos rodeados por las luces nocturnas de Seattle, autos que se mueven en direcciones contrarias y un ambiente agradable. Ninguno de los dos h
Marzo, 16Miro la hora en el reloj de mi muñeca y soltando un suspiro me levanto y voy al baño privado de la oficina, de la misma que antes era de Damián. Observo mi reflejo en el espejo del lavado del lugar por unos segundos antes de sacar de mi bolso negro el labial carmín que pinta mis labios.El celular suena mientras paso el labial por mis labios hasta dejarlos aún más rojos. Miro la pantalla del teléfono que está dentro del bolso y el nombre de Tristán aparece en la pantalla. Respondo la llamada y la dejo en manos libre para seguir retocando mi maquillaje antes de irme.—¿Si?—digo al descolgar.—Hey, estoy llegando por tí— dice y frunzo mis cejas.—¿Por qué?—pregunto como tonta sin dejar de pintar mis labios—no creo que sea necesario, además hoy tengo que ir por los niños.—Te acompaño—se ofrece y vuelvo a poner la tapa del labial.— aún estamos a tiempo, luego podemos ir a almorzar.Suelto un suspiro silencioso.—He traído mi auto, Tris.—digo en un tono de voz más bajo.—Puedes
Marzo, 19—Debemos seguir manteniendo lo que declaramos— repite Hansel sentado del otro lado del escritorio.—Estoy hastiada de esta mierda— digo enojada.— Ya habíamos pasado por estó, todo se había calmado ¿Quien carajos es el hijo de puta que está revolviendo todo de nuevo?Suelta un suspiro y estira las solapas de su traje azul oscuro, se reacomoda en su lugar y sube una pierna sobre la otra antes de fijar la vista en el ventanal detrás de mí.—Los malditos reporteros— responde y vuelve a poner sus ojos en mí— Saben que es noticia; nunca se aclaró lo sucedido y ese fué un error nuestro, no sólo debimos pagar para detener las averiguaciones sino también asegurarnos de qué declararan la inocencia de Damián ante todos los medios.Tiene razón, si volvemos a estar en esta situación es por lo descuidados que hemos sido. Pagamos una buena cantidad de dinero a los policías corruptos que Hansel ya conocía muy bien, para que no indagaran más en el tema, para que Damián fuera recordado ante e
—Ya les dije que sólo quería estar sola- repito por quinta vez en los diez minutos que llevó sentada en la sala de estar del apartamento de Lie.—me sentí un tanto sofocada y quería respirar en soledad— reí mientras recogía mi cabello en una coleta alta.—Pudiste habernos avisado— reprocha con los ojos azules en mí.— estuvimos más de dos horas preocupados.—Mi teléfono se quedó sin baterías— repito y Hansel sale de la cocina con una bandeja dónde trae tres tazas de lo que supongo es café.El apartamento de Lie es muy parecido al mío, lo único que los diferencias son el color de las paredes y la decoración.—En fin, ya basta de regaños— dice el pelinegro y le sonrío, él deja la bandeja en la mesita de centro y con muecas graciosas nos da una taza a Lie, luego a mí y toma la última antes de sentarse en otro sofá.— sólo queda de decir que lo hiciste estupendo— sonreí sabiendo que se refería a lo que le había dicho a los reporteros— los dejaste sin habla, han de sentirse como la mierda.—E
Marzo, 25Estaciono el auto frente al edificio y miro la hora en mi reloj: cinco en punto de la tarde. Suelto un suspiro y salgo para sacar a Mía del auto, una vez afuera y tomadas de la mano empezamos a andar hacia el interior del edificio. Cristián abre la puerta y lo saludamos, también a Kenny y finalmente entramos al ascensor.El fin de semana fué algo ajetreado, después de la cena con lo Reeves, los volví a ver solo cuando Tristán los trajo el domingo en la tarde a despedirse porque de nuevo regresarían a Los Ángeles hasta el próximo fin de semana, desde entonces he estado tan ocupada y ajetreada que no volví a ver a Tristán, y casi no me ha dado tiempo de responder sus mensajes o mantener por el celular una conversación más larga de un minuto y medio.Él entiende la situación, no se molesta por mi nula atención.Hansel se regreso a España el domingo en la mañana, el sábado por la tarde le hicimos una pequeña fiesta de despedida en casa de Amy y con eso se despidió de Seattle por
Marzo, 26La luz del sol que entraba por los ventanales y daba exactamente en mi cara me despertó, suelto un bostezo giro mi cabeza a un lado encontrándome con el rostro de Mía aún dormido. Sus piernas descansaban sobre mi abdomen y uno de sus brazos reposaba descuidadamente en el rostro de Tristán, que ni idea de cuando se pasó a la cama.Mía dormía igual de mal que su padre, se pasaba toda la noche moviéndose de un lado a otro, subiendo y bajando de encima de mí, pegandose como figuritas de cuadernos a mí. Era molesto, pero me encantaba dormir con ella, de alguna forma con ella siempre me sentía cerca de él.Suelto un suspiro y quito sus piernas de mi abdomen para poder levantarme y cuando lo hago me quedo mirando la cama unos segundos. Dormimos los tres juntos y hubiera dado todo lo que tengo y lo que no porqué el hombre en mi cama fuera mi bestia.Retiro el pensamiento y miro el reloj digital en mi mesita; seis y diez, si no me apresuró Mía llegará tarde al colegio y yo tardísimo
Abril, 05—No entiendo cuál es la prisa, de verdad...—¿Prisa?— pregunta interrumpiendome.— Nos conocemos desde hace tres años, Ámbar— recalca cada palabra— tres malditos años— está enojado, pero no grita ni se muestra agresivo— y salimos desde hace uno— suelto un suspiro y juego con las tiras de mi albornoz mientras él termina de abotonar su camisa.— creo de verdad, que debes ir con un psicólogo— levanto la vista y la pongo en sus ojos.No lo dice de una mala forma, tampoco hay burla en su tono, está diciendo esto con preocupación, porqué de verdad cree que debo ir con un doctor.Aún así me río amargamente mientras rasco con un dedo la punta de mi nariz.—Te acabas de acostar conmigo— digo levantando una ceja, no me ha gustado para nada su sugerencia.— hace tan solo— finjo pensar unos segundos— ¿Menos de diez minutos?— me mira con calma desde su altura— ¿Y ahora quieres que vaya a un psicólogo sólo porqué veo demasiado apresurada la idea de vivir juntos? ¿Es en serio, Tristán?Todo e