05

Marzo, 16

Miro la hora en el reloj de mi muñeca y soltando un suspiro me levanto y voy al baño privado de la oficina, de la misma que antes era de Damián. Observo mi reflejo en el espejo del lavado del lugar por unos segundos antes de sacar de mi bolso negro el labial carmín que pinta mis labios.

El celular suena mientras paso el labial por mis labios hasta dejarlos aún más rojos. Miro la pantalla del teléfono que está dentro del bolso y el nombre de Tristán aparece en la pantalla. Respondo la llamada y la dejo en manos libre para seguir retocando mi maquillaje antes de irme.

—¿Si?—digo al descolgar.

—Hey, estoy llegando por tí— dice y frunzo mis cejas.

—¿Por qué?—pregunto como tonta sin dejar de pintar mis labios—no creo que sea necesario, además hoy tengo que ir por los niños.

Te acompañose ofrece y vuelvo a poner la tapa del labial.— aún estamos a tiempo, luego podemos ir a almorzar.

Suelto un suspiro silencioso.

—He traído mi auto, Tris.—digo en un tono de voz más bajo.

Puedes decirle a alguien de la empresa que lo lleve a tu edificio, Ámbar soluciona.

Cierro mis ojos con fuerza por unos segundos y mentalmente cuento hasta diez.

—Te espero abajo.— digo finalmente y en respuesta recibo un "Muy bien, hermosa" y la llamada se cuelga.

Me miro por última vez en el espejo y doy una leve sonrisa; pelo suelto en perfectas hondas hasta un poco más abajo de la parte baja de mi espalda, vestido blanco de mangas largas y ceñido a mi cuerpo, tacones de aguja negros que combinan a la perfección con mi bolso. Perfecta.

Vuelvo a tomar el bolso y salgo del baño, camino directo a la computadora sobre el escritorio para apagarla antes de irme. Echo un vistazo al lugar y después de asegurarme que todo este perfecto, salgo de la oficina sobre las once y cuarenta de la mañana.

Hoy no hubo mucho trabajo como ayer o los días anteriores. Cierro las puertas de caoba a mis espaldas y camino directo al ascensor. Las miradas no se molestan en disimular su atención en mí, son pesadas, tanto que cinco años atrás me hubiese hecho chiquitata e incluso no hubiera dudado en salir corriendo y esconderme de ellas. Pero lo que hago ahora es hincharme más de altanería y soberbia, mis pasos se hacen aún más seguros y el cantoneo de mis caderas al caminar no pasa desapercibido.

Mis ojos se mantienen al frente con la mirada fría, seria e inexpresiva, no me detengo a mirar a nadie, no giro mi cabeza a ningún lado hasta que llegó frente al escritorio de mi secretaria que está justo frente a las puertas del ascensor.

—Me retiro,— le digo— asegúrate de dejar todo listo para la junta de mañana a las ocho con los italianos, luego de eso puedes retirarte.

—Por supuesto, señora Webster,— le sonrío cordial— que te tenga un buen día.

—Tú igual, Luiza.— y con eso avanzo los metros que me separan del ascensor privado que abre sus puertas tan rápido como preciono el botón.

Entró y poco minutos después que las puertas se cierran el elevador se detiene y me deja en el recibidor. Tan pronto salgo, las miradas vuelven a ponerse sobre mí y me siguen hasta que salgo fuera del edificio. El cielo está nublado, pronto caerá una gran tormenta así que debo apresurarme en ir por los niños al colegio.

Mis ojos inspecciona los pocos autos estacionados frente a la acera del lugar, y la ventanilla de una camioneta negra se baja dejándome ver el rostro sonriente de Tristán, me saluda con la mano y yo le devuelvo el saludo con una sonrisa de medio lado. Sin más sigo avanzando con elegancia y sensualidad hacia él y rodeo el vehículo para entrar de copiloto.

—Hola—saludo al cerrar la puerta—¿Qué tal tu mañana?—pregunto mientras coloco mi bolso que combina perfectamente con mis zapatos en el pequeño espacio que separa nuestros lugares.

—Muy bien—responde y pone su dedo bajo mi mentón para que lo miré, le sonrío y él acerca más su rostro para hacer lo que Mía no le permitió el día anterior; dejar un beso en mis labios—pero sin duda ahora está mejor.— sonrío y me incorporo en el asiento hasta pegar mi espalda del espaldar y fijar mi vista al frente.

—¿Es nueva?—pregunto refiriéndome a la camioneta cuando él enciende el motor y la pone en marcha.

—Si—responde sonriente—¿Te gusta?—Hace mucho que no subia a una camioneta igual a las de la mansión.

—Esta muy linda—y me trae muchos recuerdos quise agregar pero me contuve.

—La compré hace unas horas,— sí, se nota— para estar cómodos cuando vengan Thomas y Adrien—ríe y yo sólo sonrío.— ya sabes, cinco en un auto pequeño es bastante incómodo, más cuando los pasajeros de atrás son niños pequeños.

—Tienes razón— murmuro—pero tampoco es como que Mía y yo vamos a estar todo el tiempo con ustedes— me encojo de hombros y giro a mirar su perfil; sus ojos se mantienen fijos en la carretera y en sus labios una sonrisa está dibujada.— es decir; sólo iremos a saludarlos y luego tú debes encargarte de recuperar el tiempo perdido.

Asiente dándome la razón.

—Pero ya sabes,— me dedica una mirada fugaz—será un fin de semana, podemos ir juntos al parque de diversiones, al cine e incluso a la pista de patinaje sobre hielo.

Suelto un suspiro.

—Luego hablaremos de eso.—corto el tema y mi respuesta parece conformarle por lo qué nos sumimos en un cómodo silencio hasta que cinco minutos después el auto se detiene frente al colegio de Noah y Mía.

—Te espero aquí.—dice y yo sólo asiento y bajo de la camioneta. Empiezo a caminar con la misma seguridad y altanería de siempre.

—Buenos días, señor Roberts.—saludo al amable señor, y como siempre; él sonríe, hace una pequeña reverencia mientras se quita el sombrerito y con la otra mano abre la puerta.

—Buenos días, señora Webster—dice y con una sonrisa me despido y entro. Voy primero al aula de Noah, pues, es la que está más cerca de la entrada.

Mi pequeño bebé corre al verme y me abraza por las piernas yo lo levanto y beso sus mejillas sonrojadas, para luego volver a dejarlo en el piso e inspeccionar su aspecto, niego divertida al mirarlo; luce desprolijo, muy diferente a como Amelie lo trajo en la mañana, el uniforme tierno yace arrugado, el cabello negro desordenado, las mejillas sonrojadas y pese a que todas y cada unas de las aulas del colegio cuentan con aires acondicionados, en su frente brilla una fina capa de sudor.

Todos los días es así; los dejamos impecables y frescos, pero ellos son tan revoltosos que a la hora de salir pareciera que en lugar de un colegio, estuvieran toda la mañana participando en los más difíciles y arriesgados juegos olímpicos.

La tutora se acerca y me saluda amablemente, Amelie le ha dejado claro que sería yo quien vendría por el niño, es por eso que me lo entrega sin ningún problema, y aún así me hace firmar un acta de retiro o algo así.

Después de despedirnos de la maestra de Noah, ambos caminamos de la mano por los pasillos coloridos del colegio, él va hablando de todo lo que ha hecho en la mañana, mientras arrastra su mochila de Cars con rueditas. Cuando llegamos a la puerta del salón de Mía ocurre exactamente lo mismo que con Noah.

Ella corre hasta a mí y me abraza, ríe con efusividad cuando la beso. Luce exactamente igual que Noah, despeinada, sudada, el uniforme arrugado... Suelto un suspiro y sonrío con ternura. Nos despedimos de la tutora y los tres empezamos a caminar a la salida. Ambos ríen y corren con alegría mientras hacen rodar las mochilas con rueditas que han decido traer hoy; la de él roja con el personaje principal de Cars en ella, la de Mía sin embargo es rosa y la princesa aurora yace impregnada en ella.

—¡Adiós señor Roberts!— se despiden ambos y es cuando decido tomarlos de la mano, pues si no lo hago son capaces de seguir corriendo solos y a diferencia de adentro, la acera y la calle están atestadas de gente que camina de un lado a otro sin miramientos.

Podrían perderse en cuestión de segundos.

—¡Hasta mañana, pequeños saltamontes!—ellos ríen y yo también.

—Que tanga un buen día, señor Roberts— me despido yo siendo arrastrada por los pequeños hacia adelante.

—Igual usted, señora Webster— responde mientras ríe por la efusividad de los niños.

—¿Y el auto?—pregunta Noah deteniéndose de la nada y mirando los autos frente a la acera con el ceño fruncido.

—Lo he dejado en la oficina.— digo y con ambos en cada mano ahora quién los arrastra soy yo.—Hoy nos iremos con Tristán.

—¿Con Tristán?—pregunta Mía arrugado su nariz.

—¿Por qué?— interviene también Noah.

—Porque sí—digo sin más mientras poco a poco nos acercamos—porqué Tris es divertido.

Mía ríe como si acabara de soltar el chiste más divertido de la historia.

—¡Eso no es cierto!— chilla entre risas y soy incapaz de no soltar una también.

—Siempre está así:—Noah frunce sus espesas cejas negras, sus labios hacen una línea recta y saca el pecho. Mía ríe aún más al verlo y está vez yo río más fuerte.

—Es que ustedes nunca quieren jugar con él— digo divertida y ambos se encogen de hombros repetidas veces.

—Mi papá es más divertido.

—¡Si! —grita Mía en acuerdo con Noah.—¡Y cuando mi papi regrese también será más divertido!—la diversión se esfuma por completo de mí y enseguida siento mi cuerpo tensarse, mi corazón da un vuelco y una punzada de dolor y tristeza lo atraviesan.

Ya no hay ninguna sonrisa en mi cara y como si de una bipolar se tratase las ganas de llorar sustituyeron las risas en cuestión de segundos.

Jodida vida de m****a.

—¡Por supuesto!— dice Noah totalmente de acuerdo con Mía— ¡Porqué será como Tarzán! ¡Y le diremos que nos enseñé a caminar como los gorilas!— inevitablemente vuelvo a sonreír, son tan

ocurrentes.

—Muy bien—susurro agachándome frente ellos—es hora de subir, denme las mochilas— obedecen y vuelvo a pararme sobre mis pies, abro la puerta trasera y los asientos sin sillas para niños me reciben.— joder—susurro casi inaudible.

Tomé a Noah en brazos y lo cargué hasta dejarlo dentro, luego hice lo mismo con Mía y dejé las mochilas a un lado mientras los aseguraba a ambos con los cinturones para adultos, y mientras lo hacía mi cabeza enviaba un millón de insultos al idiota de Tristán.

Una vez que terminé con los niños salí del auto para luego rodearlo y subir de copiloto.

—No me gusta este lugar— se queja Mía pegada al espaldar del sillón, el cinturón al igual que Noah le queda enorme.—no puedo ver por la ventana desde aquí—añade intentando alzar su cabeza para mirar por la ventana.

Noah ríe desde el otro extremo de los asientos traseros.

—Yo tampoco puedo ver nada— estira su mano hacia Mía y ella estira la suya, logrando así rozarse los dedos, ríen más— estamos muy alejados.

—Sera sólo por hoy— les digo incorporándome en mi lugar y mirando de mala manera a Tristán.

Aunque también es mi culpa por ni siquiera recordar que debía bajar las sillas de mi auto.

—Lo siento, no lo recordaba— se disculpa.— ¿A dónde vamos almorzar?— pregunta y lo miro mal.

—A casa—respondo— ¿o es que a acaso quieres que nos multen por llevar niños pequeños de esta manera?

Ríe un poco y sin verle ninguna razón a su risa desvío la mirada hacia la ventanilla. Hicimos una breve parada en una pizzería a petición de los niños y después de comprar pizzas al gusto de cada cual, vinimos a casa.

—¿Te ayudo, tía? —la voz de Noah a mis espaldas me hizo sonreí y girarme para mirarlo. Venía entrando a la cocina mientras se rascaba la frente; su uniforme había desaparecido y su cabello aún seguía algo húmedo por la ducha que le había dado.—Es que tengo mucha hambre—aclara y río.

—Por supuesto, mi amor— tomo los dos vasos con t***s y pitillitos, uno verde y otro de color violeta.— ¿puedes llevarlos a la sala de estar?—sonríe y esiente con efusividad, toma los vasitos y sale corriendo fuera del lugar vestido con pijama blanco con los superhéroes de Marvel, y sus pies descalzos.

Yo tomo los dos de cristal y los cuatro platos y hago el mismo recorrido que Noah. Las cajas de pizza están en la mesita de centro del living, en el televisor Shek y Burro caminan por el bosque, mientras Mía que se encuentra sentada en la alfombra los mira atentamente y con su pequeña boquita roja levemente abierta, al igual que Noah viste un pijama, blanco con líneas rosas.

Tristán está parado frente al ventanal desde dónde se puede ver la inmensidad de la ciudad, contra su oreja sostiene su celular y habla con una sonrisa en los labios, por lo que deduzco que del otro lado de la línea está escuchado la voz de uno de sus hijos.

—Ven, preciosa.— llamo y ella deja de mirar la pantalla por unos segundos y voltea a mirarme.

Empieza a gatear hasta mi lugar y con las piernas cruzada se sienta a mi lado, abro una de las cajas y pongo una rebanada de su pizza favorita en el plato frente a ella, destapo su vasito y sirvo gaseosa en él ¡Carmen me matará a su regreso! Pero tampoco es tan malo, es decir; un par de días de comida rápida no quiere decir nada, además es por fechas importantes, hamburguesas de cumpleaños y pizza de pos cumpleaños.

¡Ni siquiera tiene porqué enterarse!

—Si, Adrien—la voz de Tristán me sacan de mis cavilaciones y pongo mis ojos en él que se sienta frente a mí.—el viernes... Por supuesto hijo— ríe un poco, él está enamoradisimo de sus hijos— También te quiero, no vuelvas a tomar el teléfono de mamá sin permiso, eh.—  me sonríe y yo lo hago de vuelta— hasta luego, campeón.— separa el celular de su oreja y lo pone boca a bajo sobre la mesa, pero ignoro eso.— están muy emocionados por nuestro encuentro.— me dice al mismo tiempo que pongo una rebanada en su plato.

—Es de esperarse,—le digo y saco otra rebanada de la caja— hace bastante que no comparte tiempo realmente.

—Si...

—Tía, quiero más—interrumpe Noah sentado a mi derecha.

Mi mirada recae sobre su plato ya vacío y hago una pequeña mueca de desconcierto ¡Qué rápido!

—Sí que estás hambriento—digo riendo y poniendo la rebanada que antes iba a mi plato en el suyo.

Él ríe con la comisura de su boca sucia, y feliz empieza a comer. Vuelvo a tomar otra rebanada y la pongo en mi plato para empezar a comer junto a todos. Mía y Noah ríen mientras ven la película y Tristán está diciéndome algo sobre el hotel pero ni siquiera me molesto en ponerle la suficiente atención.

Mi mente se distrae muy rápido y más cuando Tristán me está hablando, a veces suele ser algo aburrido. Es un hombre muy maduro y centrado, tiene principios y es todo un caballero, no obstante en ocasiones se me hace un completo imbécil, no un imbécil agradable, todo lo contrario; no me gusta su comportamiento con Hansel, la discusión de ayer en la noche no ha sido la primera que han tenido. Ninguno de los dos se tolera y sí ayer ninguno se largó fué porqué simplemente no quisieron dejarme.

Si bien Hansel no es ningún santo, Tristán también suele hacerse malos gestos e incluso en un par de ocasiones ha hecho comentarios molestos sobre él, pero trata de evitarlos cuando yo estoy cerca, pues, siempre terminamos peleando, siempre terminó diciéndole lo mismo que le dije en el auto anoche.

Hansel es mi familia y no quiero tener que elegir entre él y Tristán, porqué por supuesto, no será Hansel quién salga perdiendo.

—¡Mamá!— la voz divertida de Mía hizo que Tristán callara y yo volteara a mi izquierda para mirarla. Ella señala la pantalla, justo en la escena donde Burro habla sin parar con una enorme sonrisa y Shek camina a su lado con ganas de asesinarlo.— ¿Recuerdas cuando dijiste que se parecían a papá y el tío Hansel? —río recordando la noche que la vimos en mi habitación y le dije lo mismo que una vez le dije a su padre.

Noah suelta una carcajada y Mía le sigue, yo río más fuerte y Tristán por el contrario pone su rostro serio. No le agrada escuchar de Damián constantemente ¡Pero a mí me importaba poco que a él le pareciera molesto! Ayer después que Hansel y Amelie se fueron él también se despidió algo enojado, pues el vídeo, las charlas de Damián y mi maldita mentira a los niños no le agradó ni un poco.

—Son idénticos—reafirmo sin dejar de reír.

—¡Papá es Burro!— dice entre carcajadas Noah reconociendo de inmediato las similitudes.— ¡Y mamá es la dragona!— eso le pareció más gracioso y a mí también ¿Lie como una dragona? ¡Imposible!

—¡Mi papi es Shek y mami es Fiona!— dice también Mía.

—Pero— la voz de Noah ahora es más baja, dubitativa. Lo miro y me encuentro con sus cejas fruncidas en confusión y los ojos perdidos en la pantalla— Si papi es burro y mami la dragona ¿Dónde están mis hermanitos?— el vaso que estaba a medio llevar se detiene y vuelvo a mirarlo con los ojos bien abiertos, él empieza a contar en susurros utilizando sus pequeños y regordetes dedos—¡Me faltan muchos hermanitos!

Quiero reír y al mismo tiempo hacerme invisible ¿Por qué siempre tienen que hacerme a mí las preguntas más difíciles? Porqué sé muy bien que eso es lo que viene, preguntas y más preguntas.

—¡A mí también!— la voz de Mía también se escucha y quiero lanzarme desde el balcón.—¿Dónde están mis hermanitos, mamá?—pregunta y Tristán ríe, maldito.— me faltan, uno...— empieza a contar con los dedos— dos, tres, me faltan tres hermanitos niños.

—Es hora de ir a descansar—digo para liberarme.— sí se duermen rápido les daré un chocolate cuando despierten.

—¿Pero y nuestros hermanitos?—preguntan al unísono mientras me levanto y tomo sus manos para subir a la habitación.

—Quizas Lie les diga cuando regrese—digo rogando a todos los seres super poderosos que olviden el tema y así Amelie no intente matarme por tirarle la responsabilidad a ella.

Eso parece convencerlos y ya no vuelven a preguntar por sus inexistentes hermanitos. Los llevo a ambos a la habitación de Mía, y después de una larga conversación con temas únicamente infantiles ambos se quedaron dormidos

Bajo nuevamente a la sala de estar y ya Tristán se ha encargado de recoger las cajas de pizzas, los vasos, platos y cubiertos de la mesa de centro, ahora está sentado con la vista perdida en el televisor dónde ya no se reproducía la película de los niños, sino el canal de noticias.

Al sentir mis pasos detrás de él, se voltea de inmediato y me mira atento, su actitud es extraña y frunzo el ceño antes de abrir la boca para preguntarle qué le pasa pero entonces su voz me interrumpe.

—Creo que esto no te va a gustar nada— me dice y mis cejas se fruncen más. Sigo acercándome mientras él toma el mando de la tv que yace a su lado en el sofá y sube el volumen.

Pongo los ojos sobre la pantalla y la imagen de Damián es lo primero en lo que mis ojos se fijan.

Han pasado años desde la trágica muerte del magnate Damián Websterdice la voz de la periodista —Y aunque aún no se ha comprobado nada, fuentes confiables siguen afirmando su complicidad e incluso liderazgo en el crimen organizado.

Sinceramente me parece una falta de respeto a su memoriala voz del compañero de la chica no se hace esperar.— Han pasado cuatro años y tres meses desde la muerte o mejor dicho asesinato de este hombre—recalca haciendo énfasis en la última palabra—Es lo normal, Lis, un hombre rico, secuestrado por delincuentes en busca de dinero, todo se les salió de las manos y asesinaron al señor Webster, no entiendo porque siguen con la ferviente idea de ensuciar el nombre y la impecable reputación que dejó este hombre laboral y socialmente hablando.

No lo sé, Kris— dice la chica haciendo una mueca— Ya son muchas afirmativas, e incluso hay rumores que dictan con seguridad que su secuestro no se trató sólo de simple mala suerte de millonario, sino de deudas sin saldar con gente peligrosa.mira a la cámara y su dedo se levanta— Además que uno de los cuerpos allí dentro fué identificado como el mismísimo Jack Ross un hombre relacionado muchas veces con operaciones clandestinas al sur del país.

Con él sucede lo mismo que con el fallecido señor Webster: sólo son calumnias, de lo contrario ¿Por qué sacar todo esto años después de sus muertes? Sí a pesar de esas supuestas "relaciones" con operaciones clandestinas nunca ninguna autoridad procesó al señor Jack Ross, es porqué sencillamente no había nada de que acusarle realmente, y sigo diciendo que me parece una verdadera falta de respeto a la memoria y familia del señor Webster, que intenten manchar su nombre e impecable reputación con estas suposiciones.

Respeto tu opinión, Kris, pero si ha pasado tanto y aún nuestras fuentes siguen insistiendo en lo contrario, todo se pone en duda.

¡Malditos! ¡Malditos! ¡Malditos hijos de puta!

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP