Mientras te miro
Mientras te miro
Por: Hana C
Prólogo...

YO EN MODO... ¡PUNTOS SUSPENSIVOS!

Siempre me he preguntado si el destino existe, porque no logro entender como dos personas pueden llegar a conocerse por una casualidad y terminar juntas y enamoradas.

No es que yo sea una persona cínica, para nada, solo que me cansé de ser una soñadora de la que todo el mundo se burla y decidí no creer en el amor, ni en el destino, para mí, ninguna de esas tonterías existe.

Solo somos las marionetas de personas maquiavélicas y disfuncionales, en un mundo perverso y destructivo, lleno de envidia, de deseos insanos y de ambición.

En realidad, detesto a las personas ambiciosas, que hacen todo lo que esté a su alcance por tener una mejor posición en sus vidas, hasta llegar a acabar con los sueños e ilusiones de las personas que las quieren.

No sé cómo pasé de ser una chica tierna y soñadora a una mujer tímida y desilusionada de la vida. Bueno, si lo sé, solo que trato de olvidarlo y mentirme, es la mejor manera de hacerlo. 

Todo sucedió cuando Lorenzo me dejó plantada, vestida y alborotada. Por fortuna, no estábamos en una iglesia y no íbamos a casarnos; pero después de entregarle mi virginidad en un sucio baño de un hotel degradante, pensé que me propondría matrimonio y contrario a eso, días después me dejó, mientras lo esperaba en la cafetería del pueblo, sola y abandonada.

Ese día, juré que no creería más en el amor, en el destino o en ningún Lorenzo, por más guapo que fuera.

Juré que nadie se volvería a burlar de mí, nadie lograría utilizarme, pensé que como las protagonistas de todas las novelas que leo en las noches, renacería como el ave fénix, más fuerte, más bella y más rica.

Lo de ser más rica sigue aplicando, pero las otras dos opciones anteriores no han pasado, ni lo harán. Sigo igual que siempre, con los mismos temores y las mismas preguntas; podría decirse que lo único que ha cambiado en mí, es mi concepción del amor y del destino, como ya he dicho: No existen

¡Ah! Se me olvidaba que lo que me pasó con Lorenzo también ha cambiado mi concepción del sexo, del deseo y la monogamia, sobre todo por lo que he vivido en las últimas dos semanas.

Es que, su vuelvo a mi supuesto cambio radical; ni siquiera me he cambiado el color del cabello, lo que quería hacer, para sentirme diferente y dejar de llamar la atención en los momentos menos oportunos. Sin embargo, no logro encontrar un color que me guste, es que es mi tono natural y arriesgarme a cambiarlo me estresa y, para completar, me he vuelto más introvertida y estoy segura de que más amargada.

Aunque, si soy sincera, aparte de unos pequeños instantes aislados, solo disfruto cuando voy en mi auto. En ese momento me siento libre y escucho mi música favorita y canto a todo pulmón. 

¡Maldita sea la estampa de Lorenzo y el día que le entregué mi virginidad! 

Creo que desde ese momento logré darme cuenta de que, en términos sexuales, prefiero satisfacerme yo misma. Lo prefiero a darle el poder a un hombre que sinceramente no va a pensar en mí o en mi placer. Bueno, sin tener en cuenta algunas excepciones, como por ejemplo la del chico que puedo observar desde mi apartamento.  

Volviendo al idiota de Lorenzo, desde el momento en que destruyó mi ilusión y mis expectativas, decidí que solo yo lograría satisfacerme, aunque me avergüence todo el tiempo, y me sienta pecadora, ¡muy pecadora!  Al menos, puedo decir que no me he convertido en una neurótica.

— ¡Muévete, niña rica! — El cláxonar de los autos que están detrás del mío, me hace volver a la realidad.

El semáforo ha cambiado a verde y soy la primera de la fila y lo odio, y mucho más cuando me encuentro en un doble carril; porque me da la impresión de que la persona del auto de al lado piensa que soy una idiota y una lenta y que no voy a arrancar a la primera y que voy a demorarme. Lo que por lo general sucede, a pesar de que mi auto es un último modelo automático y claramente no voy a perder tiempo utilizando una caja de cambios.

El comentario de la persona que se encuentra detrás de mí, me enfurece ¿Por qué tiene que asumir que soy una niña rica? Podría ser un rico joven mimado o un anciano millonario y viejo verde. Pero no, el tipo lo primero que piensa es que soy una mujer ¡Machista!

Voy a arrancar y decido no hacerlo, sé que esto molesta mucho a los conductores. ¡Ya me ha pasado! Pero me importa un comino, voy a darle una lección al imbécil.

Escucho de nuevo el claxón de su auto y lo observo por mi espejo retrovisor, es rubio, alto y guapo, ¡demasiado diría yo! Y además me recuerda a alguien.  

Sonrío porque sé que está empezando a desesperarse, debo hacer el giro a la derecha. Aunque en este momento no me apetece, a pesar de que tengo una reunión importante, pero hoy, como nunca, me he levantado súper temprano para llegar con tiempo de sobra, así que un cambio de semáforo no hará mucha diferencia.

Escucho el claxonar de los otros autos, observo cómo avanzan los autos a mi lado que deben ir en línea recta o girar a la izquierda.

 Con una mirada cínica, observo cómo el hombre que me ha gritado y que además es bastante guapo y estoy segura de que he visto antes, rompe la fila e intenta adelantarme por la línea recta y pasar el semáforo y girar a la derecha con su también lujoso auto de último modelo.

Sonrío cuando el semáforo cambia a rojo y al guaperas rubio, no le queda de otra que frenar y esperar, bloqueando a los de la otra fila.

— ¿Dónde te sacaste la licencia? ¿En una lotería? — Me dice mirándome a los ojos, ¡El imbécil! No sabe con quién se está metiendo.

— Pues mira, te aseguro que no la saqué en el mismo lugar que tú y eso es ya decir mucho — Sé que querrá adelantarme, pero no voy a permitírselo por más guapo que sea, debe doblar a la derecha y tendrá que esperar a que yo le dé vía libre y, por supuesto, no voy a dejárselo tan fácil. 

Observo por el espejo retrovisor el auto que ha avanzado detrás del mío y me distraigo por un momento. Al ver cómo una cabellera negra me mueve mientras el rostro de su propietario se desliza por la garganta de la mujer que lo acompaña en el asiento del pasajero y que, por lo que puedo ver, está ligeramente vestida. 

 ¡Oh Dios mío! El tipo la está casi que succionando y la cara de placer de la chica es delirante. Hace calor en mi auto a pesar de que tengo el aire acondicionado en toda su potencia. 

No logro ver la cara del hombre, pero al parecer su sedoso cabello negro en el que se enredan los finos dedos con largas uñas de la chica, me hace sentir de inmediato incómoda. 

— ¡Ey! Niñata, deberías quedarte en casa, eres una vergüenza para las mujeres y las pobres ya se encuentran en desventaja — Él muy idiota, quiere ofenderme y distraerme para que lo deje pasar, pero no va a conseguirlo, primero muerta que vencida.

— ¡Eso crees, cariño! — Le respondo, pero vuelvo a distraerme al mirar por el espejo retrovisor.

¡No puedo creer que eso esté pasando! El destino no existe, pero ya parece demasiado para ser una casualidad.

Se me dificulta volver a la realidad, este semáforo es realmente lento y antes de que cambie, puedo darme cuenta de que el conductor ha pasado a mayores y desciende por el valle de los senos de la mujer. 

¿Pero qué diablos? ¿Piensan montárselo aquí y ahora? Aunque eso no me sorprendería. De inmediato, siento que un nudo se instala en mi vientre y aprieto mis manos con demasiada fuerza contra el volante.

De forma casi automática me doy cuenta de que el semáforo cambia a verde y de inmediato acelero al recordar al idiota de al lado, no voy a dejar que me adelante, después de que me ha tratado como si yo fuera una tarada.

Está claro que intenta girar y obligarme a detenerme y dejarlo pasar, pero no freno. Los dos tenemos autos de último modelo y, si lo estrello contra el suyo, sé que el pobre va a llorar. 

Continúa intentando adelantarme y sin previo aviso, siento cómo mi auto se sacude fuertemente, el cinturón de seguridad me contiene y evita que mi cuerpo sea expulsado fuera de él.

¡Mierda! Acabo de darle al auto del idiota y estoy segura de que el auto de atrás me ha chocado. 

Esto no puede estar pasándome, me encuentro en medio del señor imbécil y el señor cachondo, con el coche accidentado y con mi padre esperándome en la oficina para que presente una propuesta ante unos potenciales clientes.

Suena el timbre de mi teléfono y miro la hora, aunque no voy tarde, no sé cómo voy a salir de aquí rápidamente ¡Lo que me faltaba!

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