Capítulo 2.

El chico desaparece de mi vista y yo, suspiro, ha entrado a su casa, por lo que creo que mejor sigo leyendo mi libro. Sin embargo, no logro concentrarme, ni siquiera la continuación de esa escena tan caliente y tórrida logra atraer mi atención, me doy cuenta de que he leído la misma línea más de tres veces y que mis ojos no paran de mirar hacia el otro balcón, esperando que el hombre guapo vuelva a salir.

Una hora después, y sin haber avanzado absolutamente nada en mi lectura, entro a mi casa un poco triste y decepcionada por no haber vuelto a ver a semejante belleza.

A la mañana siguiente, me detengo en la ventana de la cocina con una tasa de café en mis manos, desde este punto, puedo observar hacia el apartamento del hombre y aunque no puedo verlo muy bien como desde mi terraza, sé que mi día comenzaría genial si pudiera echarle un vistazo.

Mi corazón se acelera cuando lo veo salir a su balcón con una tasa en sus manos. Levanta su cara como si estuviera saludando al sol y yo suspiro al imaginarlo abrazándome por la espalda mientras dejamos que los rayos del sol nos acaricien y que él me salude a mí de una manera un poco más explícita ¡Empiezo a estar como una cabra! Terminaré pagando un psicoanalista.

— Debo estarme volviendo loca, tengo que buscarme una vida — Susurro antes de dejar la taza.

Salgo de mi apartamento, debo trabajar y ni Lorenzo o un desconocido por más guapo que sea van a interferir con mis responsabilidades. 

Sin embargo, hubiese preferido encontrarme con el imbécil de Lorenzo y su flamante esposa en otro momento y no ahora que voy llegando a la oficina y mi mente sigue envuelta en la nebulosa del desconocido. 

Me hago la remolona y espero a que sigan su camino, pero como me ha pasado últimamente, no cuento con mucha suerte y aunque la flamante esposa se ha marchado por el pasillo, Lorenzo continúa hablando con la recepcionista. 

— Buenos días, señorita Bellerose — Observo a la recepcionista con ganas de estrangularla, algunas veces paso por su lado y ni se entera, y precisamente hoy, le ha dado por observarlo todo y saludarme como nunca. 

— Zoa, pensé que no te vería pronto — El idiota de Lorenzo, que para mi desdicha está mucho más apuesto que antes, se acerca a mí y me deja un beso en cada mejilla ¡Es tan francés! 

— Hola, Lorenzo. Bienvenido a nuestra empresa, no entiendo tu comentario, porque, por el contrario, era yo la que pensaba que no volvería a verte por acá, ya sabes, Londres es magnífico — No voy a dejarlo pisotearme, ya hizo lo suficiente hace tres años. 

— Supuse que estabas huyendo — Levanto una ceja y sonrío. 

— ¿Y cuál sería el motivo? O ¿de quién huiría?, este es mi lugar y aquí me voy a quedar — Quiero que se marche y se lleve de paso a su flamante esposa. 

— Ya veo que estás en modo de pelea, no quiero discutir contigo, por el contrario, quiero que trabajemos en armonía — Me dice el muy cínico con una gran sonrisa condescendiente. 

— A mí no me interesa trabajar ni contigo, ni con tu esposa, y a tu dichosa armonía puedes pasártela por la tangente — No digo algo más fuerte, porque la tonta de la recepcionista está, que no se pierde ni una coma y sobre todo, soy una dama y la jefa. 

 Me llevo las manos a las caderas y siento como sus ojos descienden por mi cuerpo ¡El muy pervertido!

— Zoa, tienes que pasar la página, han pasado tres años, no deberías seguir ni enojada, ni enamorada de mí, en la vida hay que avanzar — ¡Será idiota!

— ¿Avanzar dices? No sé cómo haces para dormir tranquilamente con lo sucia que debes tener tu consciencia — Replico bastante indignada — Por supuesto que he dejado todo atrás. Pero lo que no voy a hacer es permitir que regreses y hagas como si nada malo hubiese pasado, te burlaste de mí, me dañaste en lo más profundo de mi ser y a pesar de que para mí no eres importante, no voy a quedarme tranquila hasta que te haga pagar por todo lo que hiciste — Miro a mi alrededor al darme cuenta de que he levantado la voz y la recepcionista y los empleados que se encuentran a nuestro alrededor nos observan. 

— ¿Y dices que no sigues enamorada de mí? — Tengo tanta furia, que la sensación de ahogarme con mi respiración se apodera de mi ser, debo calmarme.

— Nunca me han interesado los cobardes, tal vez cometí un pequeño error de cálculo, eso es normal cuando no se tiene experiencia, pero lo bueno de avanzar en la vida, es que descubres que lo único que hiciste fue perder el tiempo — Me acerco a él, mientras en mi mente la imagen de mi vecino desconocido se hace presente — Solo los cobardes, que no saben para qué sirve lo que Dios les ha dado actúan como lo hiciste tú — Miro rápidamente hacia su entrepierna y sonrío antes de continuar — No te preocupes querido, no estoy interesada en ti, lo único que me mueve y no me permite perdonarte tan fácilmente es lo vengativa que soy — Me acerco un poco más para poder hacerme escuchar claramente — Si pudiera, te rompería el cuello en este preciso momento, pero no voy a convertirme en una asesina por alguien que lo tiene tan pequeño — Le regalo la mejor de mis sonrisas y doy un paso atrás. 

— Estás loca, no tienes ni idea de lo que dices — Me responde mirándome fijamente a los ojos.

— En mi opinión, eras tú el que no sabía lo que tenía esa noche, ni lo poco que tiene ahora y lo peor de todo, es que no tienes ni idea de cómo utilizarlo — Me vuelvo a acercar y le hablo al oído — Si lo deseas, puedo presentarte a alguien que puede ayudarte; porque si en estos tres años no has mejorado, no le auguro mucho tiempo a tu matrimonio — Le guiño un ojo, miro distraída el rojo del esmalte de mis uñas y me alejo con una increíble sonrisa en mis labios y de paso, me felicito internamente por haber descolocado a un tipo tan egocéntrico y narcisista como Lorenzo — Ha sido un gusto volver a verte Lorenzo, espero que no sea por mucho tiempo — Me dirijo hacia el pasillo, observando a todos los colaboradores de la empresa de mi padre.

 ¡Qué feliz me siento!  Miro a su joven y flamante esposa pasar por mi lado. Pobrecita, no sabe en lo que se ha metido. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo