Capítulo 3: ... La vida que no llevamos.

Dos semanas antes

Travis

No entiendo por qué permiten que todo el mundo conduzca, estoy seguro de que esta chica ha pagado por su licencia de conducir o se la ha sacado en otro país, porque es realmente desesperante. 

Llevo una semana encontrándomela en el mismo semáforo y siempre tiene la música a todo volumen y se le escucha cantar como a una adolescente; el problema es que me desconcentra con su voz chillona. 

Se me ocurrió mirarla por mi espejo retrovisor y se la pasa bailando y sin poner freno de mano; por lo que mantengo con el constante temor de que me choque el auto por atrás. Porque, al parecer, no sabe que existe un espacio reglamentario entre un auto y otro y con tanto baile, podría deslizar su pie del freno sin pensarlo y el único que saldría perdiendo sería yo, sobre todo si interrumpe mi rutina y me hace perder tiempo.

Lo que descubrí igualmente es que es realmente hermosa, aunque eso no es importante ni transcendente, tiene un largo cabello castaño rojizo y una piel bronceada, imagino que utiliza tinte en el cabello, como todas las pelirrojas ¡Superficial! 

De igual forma y por supuesto, nada relevante, me di cuenta de que al mover su boca cantando, se ve extremadamente sensual y provocativa ¡Maldita niñata!

— Hola Amandine — respondo a la llamada telefónica y espero a que el semáforo cambie. De inmediato, observo a la chica por última vez, lleva su cabello rojizo en una coleta alta y unas grandes gafas de sol, tiene puesto un vestido de verano amarillo claro y los labios pintados de rojo. Estoy seguro de que debe ser una de esas mujeres que viven solas con dos gatos y que pasan el tiempo tomando vino con sus amigas en una terraza en París. 

— Cariño, esta noche tenemos una invitación a cenar a casa de los Román, no lo has olvidado ¿Verdad? — El semáforo cambia a verde y dejo de observar a la chica y arranco, me encanta el sonido de mi Porsche, aunque muy pronto recibiré un deportivo de colección, este es mi consentido.

— ¿A qué hora? — No tengo la menor idea del momento en el que Amandine convirtió unos encuentros casuales en una relación sentimental, voy a acompañarla esta noche y luego voy a dejarle claro que no somos pareja, no me interesa estar con nadie seriamente y aunque se lo expliqué antes de empezar a tener sexo con ella, parece hoy debo repetírselo.

— A las ocho, ¿Pasas a recogerme? — Ni loco voy a atravesarme la ciudad, para volver a casa de los Román. 

— No voy a alcanzar, nos vemos en casa de los Román — Reviso mi espejo retrovisor antes de frenar en otro semáforo y compruebo que la chica sigue detrás de mí y que se ha vuelto a acercar peligrosamente a mi auto — ¡Maldición!

— ¿Travis? ¿He dicho algo malo? — Definitivamente creo que esta noche voy a terminar todo con Amandine, comienza a desesperarme.

— No hablaba contigo, nos vemos esta noche — Cuelgo la llamada cuando observo que la chica me adelanta y me bloquea el paso hacia la derecha.

— ¡Lo siento! ¡Tengo una reunión urgente! — Escucho que grita con una voz ronca y sensual, para nada parecida a su voz cuando canta. 

Su auto se aleja y yo continúo mi camino, ¡como si solo ella tuviera cosas urgentes que hacer!

En la noche, tengo ganas de todo, menos de asistir a una cena con Amandine y sus, en extremo, superficiales y aburridos amigos. 

— Travis, querido ¿Cómo estás? — La esposa del señor Román es realmente hermosa y unos veinte años más joven que él y como punto importante, nunca me he sentido cómodo en su presencia.

— Un gusto verla, señora Román — Tomo su mano y ella se acerca y me besa muy cerca de la comisura de mis labios, mientras desciende una de sus manos por mis glúteos. De inmediato me alejo y abrazo a Amandine.

— Señor Román — Lo saludo bastante incómodo con todo lo que acaba de pasar, pero el señor al parecer ni se ha enterado. 

La cena es lo más aburridor que puede haber, no tengo la menor idea de cómo hace Amandine para soportar a estas personas. Entre el acoso de la señora Román y la indiferencia de su esposo, no sé cómo han podido permanecer tanto tiempo juntos.

Cuando por fin todo termina y podemos marcharnos, solo puedo pensar en llegar a mi casa y tomar una ducha y descansar, hace mucho calor y ya he soportado bastantes estupideces por un día, así que llevo a Amandine directamente a su casa.

— Querido ¿Te quedas? — Habla idénticamente a la señora Román, ahora comprendo por qué los soporta.

— Amandine, creo que será mejor que dejemos de vernos —Soy directo, no tengo tiempo ni ganas de alargar esto. 

Ella me mira con los ojos grandes, abiertos. No entiendo qué le pasa, no soy un hombre que crea en las relaciones serias y ella lo sabía, nunca le mentí.

— ¿He hecho algo mal? — Tamborileo con mis dedos sobre el volante del auto al escuchar su respuesta ¿Acaso es una niña de cinco años?

— Sabes que no soy un hombre de relaciones, te lo dejé claro al principio — No soporto a las mujeres que creen que pueden lograr otra cosa de mí, por eso les explico todo desde el primer día que tengo sexo con ellas. 

— Creí que conmigo era diferente, yo … 

— No entiendo por qué pensaste eso, no he hecho absolutamente nada que te hiciera suponer algo así — Me empiezo a cansar de esta conversación y de Amandine, sus ojos se llenan de lágrimas y sé que va a hacerme una gran escena.

— Podríamos intentarlo ¿Sabes? Lo pasamos muy bien juntos y no tienes por qué privarte de todo lo que hemos hecho, no te he exigido nada, no voy a exigirte absolutamente nada, Cariño — Abro la puerta y salgo del auto, se acabó, quiero descansar y no voy a perder mi tiempo en este lugar.

— Amandine, sal del auto, por favor — A pesar de que he abierto su puerta y le he ofrecido mi mano como el caballero que soy, ella no sale del auto — Sal, estoy empezando a perder la paciencia — Veo como desciende sus largas piernas para luego golpear mi mano y salir sola.

— ¡Eres un imbécil! — Exclama antes de partir.  Eso ya lo sabía, así que no entiendo por qué se hizo ilusiones conmigo.

Llego a mi casa y me ducho y me cambio de ropa, quiero estar cómodo y leer un rato, estos últimos días ha hecho mucho calor, así que salgo a la terraza de mi apartamento.

Soy dueño del ático del edificio y tengo una inmensa terraza en el último piso. Me encanta la adrenalina, por lo que me acerco al borde de la baranda y observo los edificios cercanos, todos más pequeños que el mío. Y sin pensarlo, detengo mi mirada en la imagen de una mujer cuyos reflejos rojos en su cabello han llamado mi atención.

— Increíble, ahora aparte de soportarla en el camino a mi oficina, resulta que es mi vecina — La chica que me genera estrés en el mismo semáforo desde hace algunos días, se encuentra de pie en una gran terraza, tiene una copa de vino tinto en la mano y parece estar concentrada en algo ¿Qué está haciendo?

La observo durante unos minutos y compruebo que está observando detenidamente hacia un lugar, desde donde me encuentro no logro ver lo que observa, pero parece bastante interesante porque no ha parado de mirar y de tomar de su copa, la cual ha vuelto a llenar.

En realidad no tengo la menor idea de por qué la estoy mirando, si diariamente me enfurece con su inconsciencia e irresponsabilidad. 

Decido dejar de hacerlo e intento concentrarme en la lectura, puesto que es más importante para mí revisar algunos conceptos sobre la bolsa de valores que estar pendiente de lo que hace la niña rica de papá y mamá, a la que al parecer sus padres le han dado todo lo que desea.

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