Capítulo 1: La verdadera vida es...

Dos semanas antes 

YO EN MODO...  ¡PELEA! ¡PELEA!

— Zoa, ¿Qué haces? — Grito al sentir el calor del líquido que se derrama sobre mis manos y mis senos ¡Bendito sea! Le he dicho a esta chica que llame a la puerta antes de entrar, pero es como si hablara con una pared, tiempo perdido.

— Te he dicho mil veces que no entres sin llamar antes a la puerta — Le digo con los dientes apretados, no voy a gritar ni a llorar por el ardor que siento, solo sé que esto duele una barbaridad.

— Ven que te ayudo y además si no te has dado cuenta, he llamado a la puerta — Lila me quita la tasa de café de las manos y me acompaña hasta los aseos privados de mi oficina — ¡Que te has quemado mujer! Debes prestar más atención a las cosas — ¿En serio? Y yo que ni me había enterado.

El agua fría alivia mi dolor. Aunque tendré que cambiarme de ropa y por fortuna, mi padre me enseñó que siempre tengo que tener un traje de cambio en la oficina. 

— Lila, gracias, creo que podré arreglármelas sola — Lila, deja de tocarme por todas partes y se queda mirándome a través del espejo.

— ¿Qué estabas haciendo ahí parada frente a la ventana? — Me pregunta.

En realidad no estaba haciendo nada en especial, no hay mucho que ver desde la ventana de mi despacho y tampoco tengo mucho que hacer hoy, pero desde hace casi dos meses, me obligó a venir a este lugar, al menos así, me ducho y como un poco.

— ¿Pará qué me necesitabas? — Le pregunto y Lila suspira. 

Nunca se cansa de preguntarme cosas, para las cuales, por lo general, no tengo respuesta. 

— Lorenzo se encuentra aquí, con su esposa — Me dice. 

 Mi corazón se detiene y siento como el agua que corre por mis manos se vuelve estremecedoramente fría.

— ¿Qué hace aquí? Pensé que había dicho que nunca volvería — Lorenzo es el hijo del socio de mi padre, nos conocemos desde pequeños y cometí el grandísimo error de entregarle mi virginidad pensando que me propondría matrimonio. Para al final, casarse muy enamorado, pero no conmigo.

— Al parecer, él y su esposa van a trabajar con nosotros — Cierro la llave de agua con tanta fuerza que me golpeo con esta.

— ¡Maldición!

Lorenzo ha vivido durante los últimos tres años en el extranjero, lo que para mí ha sido una bendición, porque antes, con solo escuchar su nombre, me sentía tan estúpida, que no sé cómo voy a hacer ahora que ha vuelto para evitar golpearlo. Además de que se ha traído a la mujer con la que se casó hace dos meses.

— ¡Bendito Dios, Lila! Tengo que irme, sácame de aquí como sea — Salgo de la sala de baño y busco con la mirada mi bolso, no puedo quedarme aquí, necesito alejarme del caos, meditar, descansar.

Tomo mi bolso y me dirijo a la puerta de la oficina. Sin embargo, Lila no está siguiéndome, lo que no comprendo, no puedo irme de aquí sin su ayuda.

— ¡Lila! ¡Vamos! — Ella me mira, cruza los brazos y levanta una ceja. Detesto cuando hace eso, porque significa que va a decirme algo de lo que yo no me he dado cuenta y en lo que ella tiene toda la razón. 

— Me imagino que no querrás salir vestida de esa manera — Observo mi torso semidesnudo y de inmediato me cubro mis senos con mis manos, sé que ahora no importa, pero me siento expuesta, así que puedo reaccionar como quiera.

— Te he visto menos vestida — Mis mejillas enrojecen y me dan unas ganas inmensas de golpearla.

— ¡Sácame de aquí! — Exclamo. En este momento, lo último que quiero, es ver a Lorenzo y a su flamante esposa.

— Zoa, Sabes que tendrás que acostumbrarte a verlos todos los días ¿Verdad? Y que ya han pasado tres años desde que ustedes dos lo dejaron — No entiendo por qué la he contratado como mi asistente, es la persona menos sensible del mundo, y tampoco sé por qué le conté lo que había sucedido con Lorenzo en el sucio baño de ese hotel, si no se lo había dicho a nadie, bueno, a mi ex mejor amiga, pero ella no cuenta.

— Lila, dame un respiro y ayúdame a salir de aquí — Por fortuna, puedo salir de la oficina después de vestirme y sin encontrarme con el idiota de Lorenzo o su padre. Pero, por alguna estúpida razón, me siento juzgada; como si todos supieran lo que sucedió hace tres años.  Y, a menos que Lila haya contado algo, que lo dudo. Entonces, me estoy volviendo paranoica, porque siento que todos me miran con pesar o con burla.

He llegado a casa, me he dado un baño y me he vestido de manera confortable, voy a pasar el resto del día leyendo novelas románticas, ese es uno de mis secretos, me encantan este tipo de novelas, bastante salidas de tono.

El teléfono ha estado sonando, y estoy segura de que es mi madre o alguien importante de la oficina, pero no contesto y continúo leyendo.

< El desconocido desliza con suavidad sus manos entre sus piernas, ella lo mira sin saber cómo reaccionar ¿Le permite continuar o lo detiene? Las manos del desconocido continúan subiendo hasta llegar a su centro, la chica suspira y se muerde los labios en el momento en el que siente que los dedos del desconocido están haciendo algo más que jugar, ¿es normal sentirse así? Ella sabe que debe detenerlo, pero sus pensamientos se han perdido en una nebulosa de deseo, solo quiere gritar y no exactamente para pedirle que se detenga.> 

— ¡Oh por Dios! — Estamos en verano y a pesar de que hace mucho calor, como si estuviera loca, me he puesto un ligero y largo cárdigan y por supuesto, comienzo a sentirme realmente abochornada.

Dejo a un lado el libro, me levanto de mi cómodo sofá y me dirijo a la cocina. Tengo sed y desde pequeña tomó bebidas calientes para nivelar mi temperatura y en este momento, sí que necesito nivelarla.

Me hago un chocolate caliente y el recuerdo de Lorenzo se presenta sin ser invitado ¡El muy idiota! 

Hace tres años lo pillé con mi mejor amiga, en medio de una superfaena en la oficina. Pensaba que estaríamos juntos para toda la vida y a pesar de que nunca llegó a la cita que teníamos, en medio de mi estúpida inocencia, me imaginé que no había podido ir por compromisos del trabajo. 

Me dolió en el alma enterarme de que su padre lo había obligado a que saliera conmigo y que mi supuesta amiga, después de que la llamé contándole lo que había pasado en el sucio baño del hotel, se hubiese ido a la oficina y se lo hubiese follado, aunque al parecer estaban juntos desde algunos meses antes. 

Me obligo a no pensar en ese idiota y salgo a mi balcón y me quedo de pie observando al infinito, algo llama mi atención y dirijo mi vista hacia un edificio que se encuentra a unos cuantos metros del mío; está ubicado en la parte trasera de mi edificio, se ve tan cerca y puedo observar todo con tanto detalle, que pensaría que solo debo atravesar la calle, para llegar a él, pero no es así y no sé cómo se accede a él.

En un balcón de ese edificio, un hombre sin camisa está hablando por teléfono, es delgado, pero tiene unos músculos increíbles, lleva unas gafas de sol y tiene en su mano un vaso de cristal.

Su piel bronceada y su cabello extremadamente negro llaman mi atención, me pongo las gafas que tenía como diadema y lo observo más detenidamente, no sé si pueda verme, aunque no lo creo porque estoy unos pisos más arriba y en realidad, espero que no lo haga y piense que soy una mirona. 

Me quedo impresionada al ver su cara, sus cejas son oscuras y pobladas; nariz aguileña, labios carnosos y mandíbula cuadrada, no alcanzo a ver el color de sus ojos, pero podría jurar que son oscuros. El hombre es extremadamente guapo, demasiado masculino y hermoso. De inmediato lo imagino como el desconocido del libro y además haciéndome todo lo que relata la escritora.

— ¡Uff, que calor! — Susurro y tomo sorbitos de chocolate caliente como un autómata.

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