—Lo siento, lo siento... por favor, no lo menciones. Si él llega a saber que he dicho algo, mi familia morirá, por favor... por favor... —Leviatán sacó su arma y lo apuntó a la frente.—Él no matará a tu familia, los has matado tú. —Sin remordimientos jaló el gatillo y disparó entre sus cejas. —Quemen los cuerpos, estos bastardos nos han dado información útil. —Sacando el móvil marcó el único número que jamás marca cuando está trabajando.—¿Si?—¿Dónde está ella? —Preguntó alejándose de sus hombres.—Está por reunirse con su hermano, ¿Qué sucede? —Leviatán sintió un poco de alivio.—Nada, asegúrate de estar siempre a su lado. —Tras cerrar la llamada, tiró el móvil desechable al fuego que sus hombres provocaron para quemar los cuerpos.***El hombre miró un punto fijo, lleno de amargura y frustración. El odio en él incrementó al escuchar el parloteo del imbécil frente a él.—Leviatán sabe exactamente cada paso que nuestros hombres dan. —Miró a su jefe y trató de no limpiarse el sudor de
El bullicio de la ciudad se contrarresta por los ventanales de cristales blindados. Einar con las manos metidas en los bolsillos mira desde el último piso de su edificio algunas de sus creaciones. Su cabello negro, su altura y su postura dejó anonadada a su nueva secretaria como siempre que se ve frente a él. Ver a ese hombre de ojos azules, nariz perfilada y gesto osco es un sueño hecho realidad. —¿Se quedará ahí parada o me dirá lo que ha venido a decir? —La mujer se sobresaltó al escuchar aquella voz de un Dios griego. Sus labios parecieron sellarse y fue incapaz de reaccionar a su pregunta. Einar quien la miraba desde el reflejo del ventanal, giró sobre sus talones y la miró de frente. La mujer con mejillas sonrojadas bajó la mirada inmediatamente. —Lo... lo siento señor. —Murmuró incapaz de esconder el nivel de intimidación que él tiene sobre ella. —Solo venía a decirle que su socio está esperando por usted en la sala de juntas. —Einar no hizo gesto alguno y la tensión acrecen
—¿A dónde la ha enviado? —Roy bajó del coche y miró al bosque. —A casa. —Sonrió el hombre al verlos tan desconcertados. —No tienen de que preocuparse jóvenes, mi hija estará bien. —Aquella información llamó la atención de Einar. —¿Su hija? —Frunció el ceño, el hombre de cabello blanco, piel arrugada y estatura encogida por la edad, asintió. —¿Por qué viven en el bosque y no en el pueblo? Está a solo tres horas de aquí. —El hombre mayor agrandó su sonrisa, es primera vez que se encuentra con otras personas estando su hija presente y lo pone un poco nervioso. —La humanidad puede ser muy perversa, y para un ser tan puro como mi hija, es muy peligroso. —La mirada azul del hombre, expresó su mal pensar. —Es mi hija, solo la estoy protegiendo. —Le aclaró rápidamente. —Usted me va a disculpar. —Roy se acercó un poco más a él. —Pero ¿Cómo se supone que la va a cuidar después de su muerte? Usted no está muy joven que digamos. —El hombre, al contrario de ofenderse, carcajeó con diversión. —
Las últimas dos semanas fueron de mucho pensar para Engla. Aquellos ojos azules, fríos e inexpresivos no salen de su cabeza por mucho que lo intente de manera incansable. Ese pelo negro, ese vello en su cara y esa enorme nariz quedaron dibujados en sus pupilas, a tal grado que con solo parpadear la imagen toma vida. Jamás imaginó que ella pudiera conocer a otra persona aparte de su padre, jamás imaginó que las demás personas pudieran ser tan especiales a la vista. Suspirando profundamente miró el techo de la cabaña y sonrió, por lo menos su padre ha respondido cada pregunta que ella le ha hecho, aunque no entre en detalle cómo le gustaría. Sentándose en la cama miró a su alrededor y sonrió felizmente, su padre no está, pero puede sentir el olor del café fresco que inunda la cabaña. —Un día más para sonreír sin parar. —Se estiró al levantarse y con viveza inició a saltar y a bailar con la música que suena en su cabeza. —Oh, hola precioso... ven aquí. —Tomó al pequeño conejito que res
Einar le sostuvo la mirada, balanceó la copa de su mano provocando que los cubos de hielos chocaran con el cristal y después lentamente se la llevó a la boca. Engla observó cada detalle, cada movimiento y cada gesto que Einar hace. Bebió tan poco contenido que apenas le sirvió para remojar sus labios. La lengua deslizándose por ellos hizo fruncir el cejo de Engla, ese hombre tiene un estilo bastante peculiar. Pasando del hombre serio frente a ella, bajó la mirada y Einar se sintió satisfecho, pero eso duró poco. Al verla quitarse los zapatos y mover sus dedos supo que la bajó por la incomodidad del calzado y no por su imponente mirada. Tal y como lo supuso por sus pies lastimados, ella jamás los utiliza. —Háblale, quizás habla inglés. —Animó Roy desde el asiento más alejado. —No creo que lo hable, solo mírala. —Engla frunció el cejo mientras lo mira con atención. Sus labios al hablar casi no se mueven, lo cual le pareció fantástico. —Es una salvaje. —La curvatura de sus labios sorp
La última semana para Engla ha sido la peor de su vida. Estar encerrada en esa enorme habitación y ver la luz del día y la noche solo por el enorme ventanal la mata, así como tener que respirar aire fresco estando sentada en esa ventana sin poder tocar el pasto con sus pies desnudos. Einar es cruel, arrogante, altanero, egocéntrico y el hombre más frío sobre la tierra. Ella no conoce a muchas personas, pero siente que no hay nadie más como ese hombre que está haciendo de su vida una miseria, arrebatándole su libertad. La sepultura de su padre fue en una noche lluviosa y solitaria. Solo asistieron ella, el pelinegro y el pelirrojo, además de dos hombres que se encargaron del trabajo duro. Ese fue un día sumamente triste para ella y no tuvo ni siquiera una palabra de consuelo. Las únicas palabras que escuchó fueron “Ahora estás sola en el mundo y me perteneces totalmente a mí” aquel cruel hombre la miró a los ojos mientras esas frías palabras salían de su boca. Para Einar todo es frus
—Hola, muñeca. —Roy ladeó la sonrisa al ver a la pelinegra alta, de cuerpo perfecto. La verdad, con todo jodidamente perfecto, es una estirada.—No me gusta que me diga así. —Lo miró con altanería. —Debes saber que tú nunca tendrás a una mujer de mi altura. Debería avergonzarte, hablarle así a la pareja de tu jefe. —Roy no lo soportó y carcajeó haciendo que la mujer lo mirase con desagrado.—Primeramente en mi put4 vida quisiera a una tía tan estirada a mi lado, segundo si soy amable contigo es porque estoy seguro de que saldrás de ese edificio llorando y hecha mierd4 por tu propia culpa, y tercero, muñeca. —Agrandó su sonrisa ante la cara incrédula de la mujer. —No eres pareja de Einar Dankworth, Bellavel, no te hagas esto querida, ambos sabemos que Einar de ti solo quería tu orgullo y tu cuerpo y eso lo obtuvo desde el primer instante. —La mujer ofendida por la manera tan ordinaria de hablar alzó el mentón.—Ya quisieras tú que todas esas cosas sin fundamento que has dicho fueran ver
—Señor. —Roy lo interrumpió al instante. —Fui yo quien insistió para que la señorita Magdoga subiera a verlo. La señorita estaba muy exaltada y humillando a todos en el camino y, por lo tanto, tomé la decisión yo. —Einar miró a la recepcionista y después a la mujer avergonzada y de color rojo chillón frente a él.—Sácala de aquí y pon sobre aviso a todos lo de seguridad, que no la dejen pasar de la puerta si se presenta a mi edificio nuevamente. —Sin más inició a caminar al ascensor dejando a los inversionistas dentro de la sala.—Señores, la junta se terminó. —Avisó Roy. —Señorita... —Con una enorme sonrisa le mostró el camino a Bellavel. —Oh... no... no... usted debe bajar por las escaleras. La escolto. —Bellavel lo miró atónita.—¿Te has fijado en mis zapatos? Son demasiados altos como para bajar por las escaleras. —Roy se encogió de hombros.—Usted es una mujer superior, lo puede todo. —Los ojos llorosos de la mujer le hicieron sentir mal. No le gusta ver sufrir a las mujeres y men