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Capítulo 03: Ingenuo Enamoramiento

Una intensa luz alumbraba mis pupilas, y poco a poco fui recobrando la conciencia. Al parecer se trataba de una lámpara médica, misma que hizo que mis ojos reaccionaran ante aquél brillo que casi me cegaba. Yo tenía unos tubos insertados en mis narices que llegaban hasta mis pulmones, y no podía respirar con ellos. Tuve que abrir la boca y comenzar a respirar con ella, pero no sentía que el oxígeno llegara a mis pulmones.

Con desesperación, me agité mucho y abrí mis ojos muy grandes, tratando de enfocar algo y exclamar mi angustia. Mientras mis pupilas se estabilizaron para centrar el foco visual, escuché una voz que ya me era familiar.

—Bienvenida… ¿Cómo te sientes? —dijo suavemente, muy cerca de mí.

—¡No puedo respirar! —exclamé con urgencia.

Entonces, él se acercó a mí, apareciendo primero como una silueta a contraluz, misma que se fue iluminando poco a poco hasta poderla enfocar con claridad.

Lo primero que percibí, fueron un par de ojos celestes divinos. Eran los ojos más bellos que había percibido. Adornados con unas abundantes pestañas marrones y curvadas, debajo de unas espesas y definidas cejas. Luego, él puso una sonrisa tierna y dulce frente a mí, que resplandecía por el blanco de sus dientes perfectos. Fue ahí cuando la imagen de su hermoso rostro regresó a mi mente.

—Te quitaré estos tubos para que puedas respirar por ti misma —me dijo, sonriendo.

—¡Eres tú! —exclamé, inmediatamente que pude hablar.

—¿Uh? ¡Ya veo que me reconociste! —se alegró.

—¡Sí! ¡Eres tú! ¿Dónde estoy? ¿Estoy en el cielo? —pregunté ingenuamente.

—¡Je! No pequeña… Estás en el hospital. Estuviste inconsciente varios días, pero afortunadamente, nada fue de gravedad… Te recuperarás muy pronto… Prometo que estaré a tu lado para cualquier cosa que necesites, te ayudaré en todo lo que pueda —aclaró, pero dejándome con más dudas.

—¿Eh? ¡No entiendo! —exclamé, tratando de concentrar mi mente. —Si estoy en el hospital, entonces… ¿No eres tú? —pregunté confundida.

—¿Eh? Pensé que sabías quién soy por la voz… Exactamente, ¿a quién te refieres? —indagó, más confundido que yo.

— A ese ángel… Ese ángel en la carretera… Cuando, cuando… —dudé hasta de mis propias palabras…

Él me miró con preocupación. En ese instante, me di cuenta de lo perturbador que se escuchaba lo que yo estaba diciendo. Volteé a mi alrededor y me di cuenta de que no estaba en el cielo. Que no había muerto, que esa era la realidad y él era solamente un atractivo y dulce doctor. No era mi ángel…

—¡Lo siento…! Es que apenas estoy regresando a la realidad… Creí haber visto un ángel en la carretera en ese momento que yo intenté… —Y rompí en llanto. No pude seguir la oración. Estaba decepcionada y triste. Me estaba dando cuenta de que esas personas no tenían porqué saber nada sobre mi desesperante situación y mi fracaso al intentar quitarme la vida.

El atractivo y dulce doctor, a quien había confundido con mi ángel, puso su mano en la mía y la acarició con suavidad mientras yo lloraba. Con la cabeza, hizo una seña para que todos salieran de la habitación, y nos dejaron solos.

Acercó una silla hacia mi cama y se sentó cerca de mí. Primero me dejó llorar, observando sin decir nada. Mis lágrimas empezaron a secarse después de llorar con todas mis fuerzas, y poco a poco comencé a tranquilizarme. Cuando mis gemidos se convirtieron en suaves sollozos, él empezó a hablar.

—Veo que aún te duele mucho la pérdida de tu padre, ¿no es así? Sé que no puedo entender lo que sientes, porque jamás he perdido un padre, pero quiero que sepas que yo apreciaba mucho a tu padre, y también me duele su partida —comentó en una voz grave y sedosa, que lograba tranquilizarme rápidamente.

—¿Usted?... Pero, ¿usted lo conoció? —dije sorprendida.

—¡Claro que sí! Él era empleado en mi casa. Éramos muy cercanos, teníamos una muy buena amistad… Él hablaba de ti muy a menudo… ¿Eres Rachel, verdad?

—¿En verdad?... Pero, ¿cómo es que era él empleado de usted?... Hasta donde yo supe, él trabajaba en una residencia lujosa de unos millonarios… Sí, soy Rachel, su hija…

—¡Je, je! —exclamó tímidamente, rascándose la nuca. —¿Él te decía que nosotros éramos muy ricos?... Bueno, se podría decir que mi familia ha heredado una fortuna, debido al negocio familiar… Pero, en realidad eso no es importante… Lo importante ahora ,eres tú… —insistió.

—¿Cuál es el negocio de su familia? —indagué, curiosa.

—Bueno, mis padres y abuelos poseen una empresa farmaceútica… Pero, por favor, no me hables de usted, no seas tan formal conmigo… Puedes tenerme más confianza, aunque no me la merezco… —comentó, pero no comprendí lo que quiso decir con que no merecía mi confianza.

—¿Una empresa farmacéutica?... ¡Un segundo! ¡Sólo hay una empresa farmacéutica en toda la ciudad…! ¿No es así? ¡Entonces es verdad! ¡Ustedes son muy ricos! ¿Cómo es que eres un simple doctor, teniendo una empresa tan importante?

—¡Eres muy lista! ¡Parece que ya estás en tus cinco sentidos! ¡Me alegra…! Soy doctor porque me gusta ayudar a los demás… Los negocios no son para mí, yo necesito estar en contacto con la gente… Pero, cambiando de tema… Necesitamos hablar —indicó, cambiando su semblante por completo, palideciendo y ensombreciendo su mirada.

—Pareces una persona muy generosa… Ahora que recuerdo… ¿No eres tú el hombre que pidió la ambulancia hacia mi casa? ¡Sí! ¡Eres tú! ¡Ya sabía yo que había escuchado esa voz en alguna parte! —dije, orgullosa de haberlo descubierto.

Él me sonrió dulcemente de nuevo. Se sonrojó un poco cuando le dije que lo había descubierto, y al verlo sonrojarse me ruboricé también. Noté que él se percató de que lo estaba mirando ruborizada, lo que hizo que mis mejillas se llenaran de mucho calor. Para que él no notara mi timidez, bajé la mirada hacia la cama. Él trató de llamar mi atención colocando su mano sobre la mía. Esta vez, sentí una especie de corriente eléctrica que llegó desde su mano hasta mi columna vertebral. ¿Qué era ese nuevo sentimiento que estaba despertando en mí? ¿Cuál era esa sensación que nunca había sentido?

—¡Sí! ¡Me alegro que te hayas dado cuenta al fin! Yo soy ese hombre que te envió la ambulancia. También me ocupé de pagar tus deudas con el hospital y hacer los trámites funerarios de tu papá. Como su patrón, no tuve problemas… Pero, me arrepiento de no haber podido hacer más por él… Y por ti… Si no hubiera sido por mi culpa, tú no estarías aquí y no te hubieras perdido el funeral de tu padre…

Por un momento, dejé que mi corazón volara por su generosidad y su hermosa presencia… Pero, repentinamente, me di cuenta de lo que él estaba diciendo…

—¡Un segundo! ¿Quieres decir que… mi padre ya fue sepultado? ¿Lo sepultaron sin mí? ¿Cómo pudieron? ¡Malditos! ¿Cómo pudiste… tú…? ¡Creí que eras una buena persona! ¿Por qué no me esperaron? ¿Por qué hicieron eso a mis espaldas? ¡Ni siquiera pude decirle adiós! —exclamé con todo el dolor y coraje de mi corazón. Yo lo golpeaba en el pecho y lloraba con todas mis fuerzas, mientras él recibía mi furia y me abrazaba.

—¡Desahógate conmigo! ¡Lo merezco! ¡Vamos! ¡Sácalo…! Acepto la responsabilidad, y saliendo de aquí podrás denunciarme y hacer conmigo lo que desees… Estoy consciente del daño que te hice —repetía, mientras yo dejaba salir todas mis lágrimas en su pecho.

Cuando logré tranquilizarme nuevamente, me dí cuenta de que él me tenía muy bien abrazada a su pecho, protegiéndome con sus brazos y meciéndome suavemente. Mi corazón comenzó a latir velozmente, como si hubiera cobrado alas y estuviera revoloteando dentro de todo mi cuerpo. Me sonrojé nuevamente y no era por el llanto.

Algo extraño y hermoso estaba pasando conmigo. Nadie me había abrazado antes, nadie además de papá. Esta sensación que estaba surgiendo en mí, era hermosa y placentera. Me hacía sentir segura, confiable… amada. De pronto, me di cuenta de lo que estaba pasando en mi corazón y me preocupé mucho. Me alejé rápidamente de él empujándolo con mis brazos y esquivando su mirada, completamente sonrojada.

—Entiendo por qué me rechazas… Sé que es difícil y doloroso, pero tuvimos que tomar esa decisión porque no sabíamos cuándo despertarías. ¡Estuviste en coma por cinco días! Era una decisión necesaria que tuvimos que tomar… Por favor, perdóname por eso también —dijo, mirando al suelo.

Parece que él no se había percatado de mis sentimientos ingenuos de mujer enamorada, lo que me tranquilizaba bastante. Él pensaba que lo rechazaba por culparlo debido a la decisión que tomó necesariamente para sepultar a mi padre, pero en realidad era porque yo no sabía cómo reaccionar ante mis sentimientos. Como yo estaba más tranquila, intenté tranquilizarlo un poco.

—Emmm… Lamento haber reaccionado así… Ahora que lo pienso, no fue tu culpa… De hecho, yo misma pensé que no me despertaría de aquel “accidente”... Tú sólo hiciste lo que tenías que hacer… ¡Te lo agradezco!... Además me has ayudado demasiado como para guardarte rencor o denunciarte por eso… No merece la pena…

—¿Eh? ¡Pero…! ¡No…! ¡Yo no estoy hablando de esa denuncia…! Esto es muy difícil de decir, pero, tienes que saberlo… ¡Yo fui quien te golpeó con el auto en la carretera! —confesó el hermosos doctor, preocupado y sincerándose conmigo.

Mi mente no podía creer lo que estaba escuchando. ¡Con razón este doctor se sentía tan culpable y era tan amable! ¡Ahora me lo explicaba todo! Seguramente por la culpa hizo todo eso de ayudarme a pagar mi cuenta y los trámites de mi padre, porque quería lavar un poco su culpa. ¡Y yo que lo creía tan generoso y atento! ¡Qué equivocada me sentí! ¡Y lo peor de todo, es que ya me había enamorado de él!

Me quedé pensando en todo eso, y sentí un rencor que comenzaba a nacer en mí. No estaba molesta porque me hubiera golpeado en la carretera. Me molestaba porque todas mis ilusiones puestas en él comenzaban a derrumbarse. Ya me daba cuenta que aquél hermoso rostro que vi en la carretera no era el de un ángel, si no el mismo rostro de la persona que me había arrojado por los aires a varios metros de su auto.

Y ese bondadoso hombre que había robado mi corazón, tan solo era un hombre con errores que buscaba expiar su culpa. Casi podía adivinar que buscaría llegar a una especie de arreglo conmigo para evitar el escándalo, considerando que se trata de una persona tan importante, seguro querría cuidar su imagen.

Por eso se había quedado conmigo, y por eso estaba siendo tan tierno y dulce al atenderme, porque trataba de quedar bien conmigo. ¡Jamás me había sentido más desilusionada que en esa ocasión! Y lo peor de todo, es que yo no sabía cómo iba a sacarlo de mi corazón después de saber eso.

—¿No dices nada? ¡Ya veo que has quedado impactada y no quieres dirigirme la palabra…! ¡Lo entiendo…! Te daré tu espacio para que lo pienses… Cuando tengas deseos de hablar, estaré cerca para ti… Me retiro —declaró, con un rostro lleno de culpa y pesadumbre.

Yo solo lo miré alejarse de mí, sin intentar detenerlo ni decirle una sola palabra. No podía hacer nada en ese momento. La desilusión me controlaba por completo. Lo dejé ir de mi lado, para pensar si me sería posible olvidarme de mi ingenuo enamoramiento. Tenía que verlo solo como a mi doctor, y nada más.

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