Desconfianza, ¿total?
Damien mantuvo su expresión fría ante el saludo cordial de Adolf Dunesque, lo cual resultó incómodo para el anfitrión, ya que no esperaba una reacción tan apática.

«¿Qué le pasa a este tipo? ¿Acaso no está aquí para preguntarme por su origen? Debería lucir más entusiasmado y no con esa cara de desconfianza», pensó el duque ofendido, aunque por fuera mantenía su expresión amigable.

En tanto, el ex militar solo se limitó a levantarse de su asiento e inclinarse levemente para saludar con indiferencia.

—Buenas tardes, duque Adolf Dunesque. Agradezco que haya hecho espacio para recibirnos.

Al mismo tiempo, Azabach imitó el gesto de Damien, pero su saludo fue un poco menos frío.

—Buenas tardes, duque.

El anfitrión sonrió gentilmente ante los buenos modales de la joven nómada, que se dirigió a ella con entusiasmo.

—¡Oh! Me alegra mucho que también estés aquí, señorita Azabach Zenitty. Mi asistente, tu tío Thomas, me contó mucho de ti.

Al escuchar esto, la joven nómada sonrió sarcást
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