—¿Tengo que concebir un heredero antes de cumplir tres meses de casada? Exclamó indignada Adeline al leer el “Manual de la Emperatriz” que le habían traído de la biblioteca. Genie, que estaba junto a ella, se sobresaltó con su grito y preguntó aturdida. —¿Sucede algo, mi señora? —¿Tú sabías que debo embarazarme tan pronto me convirtiera en esposa del emperador? —exclamó Adeline, bastante ansiosa. —¿Eh? No tenía idea de que había una norma así en el imperio, ¿de verdad tiene que embarazarse tan pronto? —contestó la inocente joven. Mostrando el párrafo donde mencionaba tal orden, la emperatriz señaló alterada. —¡Aquí dice que debo procrear a un heredero para mantener mi posición! —En ese momento se derrumbó y escondió su rostro entre sus manos mientras se lamentaba—. ¿Qué voy a hacer? Si el tonto de mi marido sigue sin tocarme, pronto me echarán de aquí. La servicial asistente se angustió al ver a la emperatriz tan afligida e inmediatamente intentó consolarla. —¡No diga eso, mi s
Ashal sintió escalofríos cuando su esposa mencionó de nuevo el asunto de la consumación nupcial, por lo que inmediatamente se apartó con la intención de pensar en una respuesta que lo ayudara a escapar de ese incómodo cuestionamiento. —Ya… ya hablamos de eso… —Ashal —interrumpió Adeline mientras cruzaba los brazos autoritariamente y seguía lanzando sus demandas—. He sido lo suficientemente paciente, y quizá hubiera esperado más tiempo, de no ser porque tengo sobre mis hombros la enorme responsabilidad de traer pronto a un heredero a este mundo. ¿Acaso no te importa qué pase conmigo si no me embarazo antes de que cumplamos tres meses de casados? A pesar de que las razones de su esposa eran lo suficientemente poderosas, Ashal no quería apresurar ese asunto, así que intentó convencerla de esperar más tiempo. —Adi… preciosa, no tienes que preocuparte por eso… yo me encargaré de borrar esa ley… Adeline, harta de que su marido le diera largas al asunto, volvió a objetar. —¡No quiero es
Por la noche, Damien se encontraba sentado en el alféizar de la ventana de su habitación, mirando hacia la nada, mientras las palabras de Adolf Dunesque retumbaban en su mente: “Si encabezas la rebelión contra Ashal, podrás ocupar tu lugar como el emperador y, por consiguiente, te quedarás con la preciosa Adeline”. «Aunque acepté la propuesta del duque, me siento como un traidor de solo considerar la idea de ir en contra de la persona que fue mi líder durante mucho tiempo», pensó con incomodidad. Y es que luego de su encuentro con su supuesto tío, Damien decidió encerrarse en su habitación para meditar lo que haría para cuando el emperador Dunesque llegara al ducado. «¿Podré rebelarme en contra de Ashal? Sé que quiero tener a la emperatriz Adeline, pero no me atrevo siquiera empuñar mi arma en contra de quien podría ser mi hermano de sangre. Incluso si no fuimos tan cercanos en el pasado, detestaría tener que enfrentarme a él», continuó meditando amargamente. Como se encontraba dis
—¿Cumplirás tu promesa? Preguntó Adeline con una mirada ansiosa, sosteniendo con fuerza la manga de Ashal, antes de que este abordara el vehículo que lo transportaría al ducado del Norte. La súplica de su esposa conmovió al imponente hombre, que respondió con una sonrisa gentil. —Tranquila, nunca olvido mis promesas. Tales palabras, lejos de consolar el corazón de Adeline, le causaron una extraña sensación, como si algo dentro de ella le pidiera no dejar que Ashal se marchara a ese lugar. —Promete que te cuidarás, por favor. Si mis alocadas teorías son ciertas, probablemente estés en peligro si vas ahora al ducado del Norte. No me gustaría que te pase algo mientras estás lejos de aquí —insistió la afligida mujer. Los gestos ansiosos de su esposa enternecieron más a Ashal, que besó dulcemente su pálida frente y volvió a decir. —No te preocupes, Adi. Estaré bien, no permitiré que nada ni nadie me detenga en mi regreso a casa. —Por favor, ten mucho cuidado cuando estés ahí —suplic
Cuando visualizaron la comitiva del emperador cruzando la frontera, los soldados enviaron un mensaje urgente para anunciar que Ashal ya se encontraba cerca. Tan pronto como llegó la notificación al palacio del duque, el mayordomo llegó ante Thomas para entregar la misiva.—Sir Zenitty, nos acaban de informar que el emperador Dunesque está en territorio del Norte —anunció con gravedad.Al escuchar esto, Thomas se levantó de su asiento y exclamó consternado.—¡No es posible! ¿El emperador está aquí ya?—Hace un momento —respondió el estoico mayordomo—, recibimos un mensaje urgente de la base que se encuentra en la frontera. Ellos constataron que el vehículo tenía las insignias del imperio y los escoltas mostraron el sello oficial.Thomas apretó los dientes de nerviosismo y comenzó a analizar la situación: «¿Ese malnacido nos jugó una mala pasada? ¡Se atrevió a mentirnos en la fecha de su llegada para que nos confiáramos! Esto arruina completamente nuestros planes».Como no podía perder m
En el palacio del ducado del Norte, tanto sirvientes como militares se habían colocado en sus posiciones, atentos a la llegada del emperador Dunesque. La instrucción que habían recibido era clara: ofrecer una “cálida” bienvenida al invitado distinguido.Desde su despacho, Adolf se encontraba junto a la ventana, mirando con recelo a que la comitiva de su sobrino cruzara la entrada de su propiedad. Mientras reflexionaba cada uno de los pasos de su plan, fue interrumpido por la voz de Thomas.—Ya está todo listo, señor —señaló seriamente.—Bien, ahora solo nos queda esperar a que aparezca nuestra presa —añadió fríamente.—Damien también está en su posición —añadió su mano derecha.—Excelente, estoy ansioso por ver la cara que pondrá Ashal cuando se reencuentre con su “hermano perdido” —recalcó Adolf con una sonrisa perversa.Thomas iba a mencionar algo más, cuando el duque volvió a hablar.—La presa acaba de entrar a nuestra guarida. ¡Que comience el juego!Al mismo tiempo, la comitiva de
Damien se encontraba en la habitación de junto, cuando oyó el alboroto que se registraba afuera. Intrigado, se acercó a la puerta para escuchar qué estaba pasando y, al descubrir que era Ashal quien había llegado, de inmediato se puso en posición para actuar en el momento en que Adolf Dunesque le había indicado.Como parte del plan, se metió a un cubículo, desde el cual podía escuchar la conversación que tenían ambos hombres. Cuando Ashal mencionó el asunto de la rebelión y del príncipe perdido, el ex militar pensó intrigado: «¿Cómo se enteró Ashal de que el padre de Azabach y el comandante Trinitus estaban confabulados para iniciar una rebelión? ¿Acaso descubrió que soy el hijo perdido del emperador Constantine? ¿O ya sospecha del duque y por eso vino aquí directamente?».Empero, sus pensamientos fueron interrumpidos cuando el emperador mencionó sobre la profecía sobre la marca del primogénito, así que se concentró en escuchar de qué trataba dicho oráculo.Al mismo tiempo, Adolf tambi
Tras la charla con su tío, Ashal decidió retirarse a su habitación para descansar. Mientras se encontraba observando el movimiento de los soldados por la ventana, reflexionaba sobre lo que hablaron justo después de pedirle que lo ayudara con Damien. —¿Cómo? ¿Damien Chevalier? ¿Por qué quieres su cabeza? —preguntó Adolf sumamente sorprendido con la extraña solicitud.Aunque Adolf había mostrado esa reacción, fue suficiente para confirmar sus teorías, así que se reclinó hacia adelante y continuó exponiendo con resentimiento. —Tío, no sé si estés enterado, pero ese hombre traicionó mi confianza atreviéndose a seducir a mi esposa. Y no solo eso, me enteré de que fue capaz de divulgar ante los traidores que él es mi hermano perdido. —En ese punto, su expresión se trastornó y exclamó ofendido—. ¿Puedes creerlo, tío? El hombre en quien tanto confié, se ha vuelto loco de la noche a la mañana y anda generando caos en el imperio. Y no solo eso, gracias a su descaro, los rebeldes han aprovechad