Los recuerdos golpearon a Andrea Sullivan mientras observaba a Vittorio Rossi en la televisión estilo Smart TV del despacho de su socio. A pesar de haber sido puesta en aviso, cuatro años atrás había estado unida a él sentimentalmente a lo largo de dos años. Observando su rostro de facciones marcadas y mirada intensa, y con el sonido apagado, podía recordar lo primero que le había dicho: «Señorita Sullivan, será mejor que se vaya mientras pueda. Relacionarse conmigo no le hará ningún bien». Todavía podía oír su voz, profunda y sensual, con el leve acento Italiano que le resultaba tan seductor; podía sentir su mirada, quemándole la piel.
— ¡Vaya, ha vuelto a la ciudad! - el comentario de su socio, la sacó del ensimismamiento en el que siempre se sumía al pensar en su ex e hizo que se fijara y se diera cuenta de que Vittorio estaba, efectivamente, delante de las oficinas centrales de su empresa, en la Quinta Avenida. —Me había resignado a no hacer negocios con él puesto que solo cierra tratos en persona, pero ya que ha vuelto... — dijo más para sí mismo, sin apartar los ojos de la pantalla—. Todavía no sé cómo no conseguí cerrar el acuerdo tras el problema con Stephanides. Pero esta vez, haré lo que sea para que estudie nuestros planes de expansión.Andrea reprimió una risa sarcástica. Ella no había conseguido que Vittorio estudiara su oferta ni cuando se acostaba con él cada noche. Ni con el sexo más espectacular había logrado que se implicara en un negocio al que no le veía ganancia. Para él, el desarrollo sostenible representaba demasiados problemas logísticos sin beneficios que los compensaran. Pero condescendientemente pensó que no valía la pena desanimar al hombre y hacerle sospechar. Solo su hermana, y el único amigo de Vittorio, habían sabido lo que había entre ellos. Para el resto del mundo, solo habían mantenido una relación profesional. Él como el rey Midas de los negocios; y ella como socia de la empresa de construcción que intentaba abrirse hueco en un campo tan competitivo.Andrea siempre se había alegrado de haber mantenido la relación en secreto y poder seguir su vida normal una vez acabó. Por eso no se molestó en advertir a su socio que se trataba de un empeño inútil. Por otro lado, él ya lo sabía. Llevaba más de siete años intentando convencer a Vittorio de que colaborara con ellos, incluso antes de que ella misma se asociara con él. Precisamente había conocido al Italiano cuando por fin había contestado uno de los insistentes mensajes del pequeño empresario, un año después de que, junto con Ken, establecieran Sulliv, Ulanrich y Newman, o SUN Developments.El Magnate había acudido a ver uno de sus primeros proyectos y, al verlo en persona, Andrea, que ya lo consideraba un hombre atractivo por las fotografías, lo encontró espectacular. Y a lo largo de su breve visita, había conseguido fascinarla e intimidarla a partes iguales. Tras hacer una serie de comentarios severos, que a la larga les habían servido para detectar debilidades de su proyecto y mejorarlo, se había ido sin decir si le interesaban ni el proyecto... ni ella, propio de su temperamento endemoniado y arrogancia particular.En la pantalla, Vittorio Rossi fue hacia su limusina al acabar las declaraciones. Incluso de espaldas se podía intuir al guerrero implacable que conquistaba sin esfuerzo, destruía sin proponérselo y se despreocupaba del daño que hubiera podido causar a su paso. Malcolm – el socio de Andrea – tomó su móvil.—Voy a intentar dar con él y pedirle una cita antes de que se me adelanten – expresa con voz firme, pero muy esperanzada. Ella torció el gesto—Te dejo a solas —dijo Andrea, poniéndose en pie.—Pero si ni siquiera hemos empezado la reunión... – la chica se detuvo en la puerta.—Ya la tendremos mañana. Además, estoy preocupada por Natalie, así que no sé si podré concentrarme – su voz era casi un gemido.No mentía. Había dejado a Natalie con fiebre al cuidado de la niñera, Vera, que antes había sido su propia niñera. Y aunque esta le había dicho que estaba mejor, la noticia de la vuelta de su ex había acabado por perturbarla como para que le resultara imposible concentrarse en nada. —Es una suerte que tengas algo más importante que hacer —dijo Andrea, forzando una sonrisa.—No hay nada más importante que tú – Andrea mantuvo la sonrisa a duras penas a la vez que cerraba la puerta de su socio.Malcolm siempre había hecho comentarios así de galantes, pero hacía un tiempo que ella había detectado un cambio de actitud que la inquietaba. Le espantaba la posibilidad de que se creara cualquier tipo de tensión en una relación de trabajo que hasta entonces había sido fluida. De hecho, se había asociado con Ken y con Malcolm porque ambos estaban felizmente casados. Pero desde que su mujer había muerto de cáncer, tres años antes, tenía la sensación de que la actitud de Malcolm había cambiado.Y más aún desde hacía tres meses, al haber experimentado la arrebatadora pérdida de dos seres sumamente queridos y que a pesar de que su hija era la vida que ella deseaba, el peso de esa pérdida caía en sus hombros.La situación la asustaba sobremanera ya que no podría concentrarse en su labor mientras tuviese en la cabeza el regreso de Vittorio Rossi quien había sido definitivamente el amor de su vida y que por alguna razón ella había podido sobrellevar su nuevo estado de soltería enfocándose en esa criatura que con tanto amor ha cobijado en su seno.La preocupación hacía presa de sus nervios tanto porque Natalie se encontraba delicada de salud como por la presencia oscura de quien ella pensó era lo que necesitaba. En realidad imaginó un futuro venidero con el Magnate, pero lamentablemente sus esperanzas mermaron cuando su vida se volvió un infierno. Ahora llena de dudas y sin comprender su presencia en la ciudad se adentra en el tráfico con la cabeza hecha un lío ante lo que ha de venir que para ella es desconocido.¿Qué demonios hace aquí?¿Con qué intenciones viene si solo ha dejado a su paso tristeza y dolor?Son las interrogantes que Andrea dejó en la acera de enfrente al edificio del cual acababa de salir hacia su hogar para estar con su bebé…Andrea entró en su apartamento de Manhattan dándole vueltas a aquel tema y a la inesperada vuelta de Vittorio. Acababa de colgar el abrigo cuando oyó pisadas acercarse. Al volverse vio a Vera, mirándola con ansiedad y el cariño de siempre lo cual lejos de tranquilizarla la alteró mucho más. — ¿Le pasa algo a Natalie? ¿Por qué no me has llamado? —preguntó con el corazón acelerado y respirando mucho más rápido de lo normal. —La niña está perfectamente Andrea, deja la preocupación ¡por el amor de Dios! — dijo Vera—. Además ya te he dicho que nuestra Nat es una niña fuerte. Y sabes que tengo mucha experiencia en eso de cuidar niños – señala con una sonrisa conciliadora para sus nervios. — ¡Imposible! Natalie va a cumplir diez meses y sigo preocupándome cada minuto que estoy alejada de ella. Siempre puede haber un accidente... —como el que se había llevado a sus padres lamentablemente. No pudo evitar el sollozo que escapó de su garganta. Vera la estrechó en un fuerte abrazo, como los q
— Ex marido —precisó Andrea con ímpetu.—Solo técnicamente — dijo él, encogiéndose de hombros.—Técnicamente, se llama divorcio y tú y yo firmamos por si no lo recuerdas - para conseguirlo Vittorio le había hecho pasar un suplicio — ¡Bastante difícil por cierto! - este se encogió de hombros una vez más.— ¿A qué se debe todo este drama? Cualquiera diría que te abandoné, cuando fuiste tú quien me dejó – Andrea se cruza de brazos con la decepción a flor de piel.—Siempre tan egocéntrico. Eres incapaz de pensar en los demás. Siéntete libre de irte cuando quieras – espeta.— ¿Quieres decirme algo o has tenido un mal día y necesitas desahogarte? – Andrea abrió la boca, pero volvió a cerrarla. Para alguien tan emocional como ella, la frialdad de este hombre resultaba frustrante. — Si en el tiempo que llevamos separados has acumulado rencor y quieres expresarlo —continuó él—, no me importa servirte de paño de lágrimas – ella rodó los ojos ante su imprudencia.—No hay palabras para expr
—Por cómo has reaccionado al verme, parece que has acumulado mucho resentimiento —dijo Vittorio y Andrea resopló con incredulidad ante su sarcasmo que solo le provocaba golpearlo con un candelabro en la cabeza.—Si no supiera que tienes una familia, pensaría que eres un humanoide carente de todo sentimiento o escrúpulo, fabricado en un laboratorio por unos científicos de la Nasa que ni siquiera creen en Dios – el Ogro – así llamado por Andrea – ni siquiera pestañeó.—Si me ves así es cosa tuya, pero si fuera tal y como me describes, ¿por qué habría intentado impedir que me dejaras? – la pregunta hizo que su tracto emocional tambaleara de nuevo.—¡Para demostrar tu poder por supuesto! – puso los ojos en blanco reponiéndose de las sensaciones — En realidad nunca te casaste conmigo, solo firmaste unos papeles para impedir que diera nuestra fatídica relación por terminada; y para continuarla bajo la falsa etiqueta de “matrimonio” - el hombre abrió la boca sin poder creer lo que esta muje
Vittorio la mantuvo asida con uno de sus brazos y con la otra mano sacó el teléfono. Al ver quién llamaba, resopló y dijo: —Tengo que contestar. Pero lo retomaremos donde lo hemos dejado - logró liberarse de su brazo y de su hipnótica mirada y se sentó en el sofá, a una distancia prudencial.—No – el hombre se limitó a observarla con mirada ardiente al escuchar su negativa.Luego contestó la llamada y Andrea oyó que se trataba de Coppola. ¿Sería...? Luego dijo “Pietro”, confirmando lo peor. Se trataba del hombre que la amenazó con partirle las piernas, y cosas aún peores.Así había empezado todo entre el Vittorio Rossi y ella hacía seis años. Ella estaba con Malcolm en Roma para abrir una filial de su empresa. Estaban a punto de cerrar un trato cuando un grupo de matones los amenazó de parte de Pietro Coppola, el magnate local de la construcción. El mensaje había sido escueto: o se llevaban su negocio a otro lugar o no saldrían enteros de Roma. Pero antes de que pudieran hacerles una
Andrea se puso en pie de un salto con los ojos muy abiertos ante las palabras de Vittorio. — ¿Qué tipo de broma macabra es esta? —preguntó, furiosa. Vittorio se levantó pausadamente y, mirándola fijamente, dijo: —No es ninguna broma. Cuando Jussepe me llamó... – comenzó a decir y ella lo interrumpió. —No acudiste – insistió. —No era eso lo que quería, sino... —Me da lo mismo para lo que te llamara. Natalie es mía y punto ¡ahora sal de mi casa por favor! – él la ignoró. —Natalia es de Jussepe – Andrea sintió el corazón latirle con tanta fuerza que temió que le fuera a estallar. — ¡Y de mi hermana! —gritó. Pero había trascurrido tan poco tiempo desde la muerte de Sarah y había estado tan abatida, que no había comenzado el proceso de adopción por falta de concentración en otra cosa que no fuera la niña y su trabajo para mantenerse a flote ante el dolor y el sufrimiento. Entre otras cosas, porque no había dudado ni por un segundo que fueran a concedérsela. —Joseph era hijo únic
Él la estaba observando fijamente, pendiente de cada gesto, registrando su reacción. Finalmente, dijo: — Si quieres, puedes verificar la autenticidad del testamento. — ¡Vaya lo dices como si fueras un falsificador profesional! – resopló enfadada y triste por la situación. — En este caso, se trata de un documento auténtico —concluyó— ¿Por qué habría de hacer todo esto si fuera mentira? —No lo sé. Serías capaz de hacerlo por vengarte de mí – le dijo ella con voz completamente plana. —En contra de lo que pareces creer, nunca te he guardado rencor ni he querido humillarte, aunque es evidente que no he sabido demostrártelo. — ¿Por qué será? – se burló evocando en su mente lo ocurrido hace cuatro años — ¡No consigo comprender que Joseph te confiara a Natalie en su testamento! —Así que ahora lo crees. — ¡Ojala fuera falso! — Andrea apoyó la cabeza en las manos—. Solo se me ocurre que fuera una situación que no pensó que llegara a hacerse realidad. Después de todo, era más joven
— ¿Está netamente seguro, señor Forrest? – Andrea elabora la pregunta con la esperanza de que le ofrezca alguna oportunidad.— ¡Completamente! – dijo sin titubeos — El señor Rossi es el elegido como padre de Natalia en el testamento y nada de lo que usted pudiera argumentar cambiaría las cosas – expuso con la mayor crueldad posible o al menos eso es lo que ella piensa — Lo más que podemos hacer es solicitar que usted tenga derecho a ver a la niña, y aun así, la decisión estará en manos del señor Vittorio Rossi y del juez - Andrea tuvo que contener un resoplido.Forrest no tenía ni idea de lo que significaba pelear con Vittorio Rossi porque había sido su hija, Julianna, quien había llevado su divorcio. Ella había cumplido estrictamente con la discreción
—Cariño, cariño mío... – todo el amor que sentía por Natalie, el bebé que había llevado en sus entrañas nueve meses y que era lo único que le quedaba de Sarah, la asaltó. Corriendo hacia ella la tomó en brazos y la estrechó con fuerza. La bebita dio un gritito de alegría y se abrazó a su cuello, mientras Naomi aspiraba el aroma de su piel y de su cabello con el corazón palpitante. Vera se levantó lentamente con una amplia sonrisa, que se borró de su rostro en cuanto vio la expresión de Andrea. Manteniendo un tono animado para evitar alterar a Natalie, preguntó: — ¿Qué pasa, Cariño mío? – expresó utilizando la misma expresión de afecto — ¿Tiene que ver con la visita del señor Rossi? – Andrea se planteó decirle la verdad, pero no tenía sentido preocupar a Vera cuando no podía hacer nada por ayudarla. —Es solo que verlo me ha hecho recordar el accidente y la muerte de Sarah y de Joseph como si acabara de suceder —dijo, forzando una sonrisa. Vera suspiró. —Es lógico, y te pasará a m