—¿Qué-qué quieres decir? —balbuceó Andrea. —Cuando me dijo que sabía demasiados secretos como para dejarme ir, yo le dije lo que verdaderamente pensaba de él – Vittorio la miró A los ojos con tal intensidad que ella pensó en huir, pero él solo estaba esperando el rechazo que nunca llegó — Entonces me atacó con un machete... Y de pronto, estaba a mis pies, muerto. —¿Entonces por qué dices que «supones» fue en defensa propia? ¡por el amor de Dios Vittorio, lo fue! —Porque la pelea transcurrió en una nebulosa y sé que quise verlo muerto. —Eso no significa que no fuera en defensa propia - Vittorio le agradeció su incondicionalidad con la mirada, pero no pareció convencido. —Fuera lo que fuera, salí libre. Me entregué a la policía de Roma, que se vio encantada de librarse de aquel mafioso y de que encima fuera yo quien había acabado con él. Atribuyeron su muerte al líder de un grupo rival y hasta me ayudaron a salir del país con Jussepe y su familia – sonrió — Apenas habíamos vuelto c
—¡Que tiemble el mundo: llega Natalia Rossi! – Andrea alzó la vista del periódico que estaba leyendo y, como de costumbre, ver a Vittorio con la niña en brazos le cortó la respiración. Le tocaba a él ocuparse de la rutina matutina de la niña, que dedicaba sus mejores sonrisas a su padre, que era precisamente en lo que Vittorio se había convertido en el mes que llevaban juntos en la casa de Manhattan Beach. Un mes durante el que se había convertido no solo en un padre modelo, así como en un anfitrión y compañero de piso excepcional para ella... Y nada más. No le había dedicado ni una mirada provocadora, ni la había tocado cosa que sin lugar a dudas le dejaba una sensación tan cruel en el cuerpo y sobre todo ese sabor amargo de reconocer cuando no ser indispensable y peor aún, ni siquiera llamarle la atención a Vittorio. Vittorio llevó a Natalie como si fuera un avión hasta Vera para que le diera un beso, e hizo lo mismo con Andrea. Luego la dejó en la trona. Después de prepararle el
Andrea entró en casa de Vittorio sintiéndose prisionera. Se preguntó si debía decirle cómo se sentía, admitir que todavía lo deseaba. Pero siempre temía perturbar la paz de Natalie. Loki y Thor acudieron a recibirla. Tomándolos, los abrazó y fue al salón. Pero se quedó paralizada al ver a Vittorio de pie, en medio de la habitación, descalzo, con la camisa desabrochada y un vaso en la mano. Se acercó a él, y al ver que parecía inquieto, preguntó: —¿Pasa algo? ¿Está bien Dora? - en lugar de contestar, Vittorio dejó el vaso en una mesa y dijo: —Deja los gatos en el suelo, Andrea por favor - ella obedeció mecánicamente y, al alzar la mirada hacia él, vio que se aproximaba lentamente. Con voz ronca, le oyó decir: —Llevo cuarenta y una noches aguantando, Andrea. Pero se acabó, no lo soporto más - ¿Había contado las noches desde que habían hecho el amor? —Vittorio... - no pudo decir más porque él la tomó en brazos y la llevó hasta su dormitorio, hasta su cama. Antes de que pudiera recupe
Despertar junto a Vittorio Rossi después de hacer el amor hasta bien entrada la noche y luego charlar durante horas mientras seguían entrelazados se había convertido en la nueva adicción de Andrea. Se habían incorporado a la vida del clan Rossi y a la suya, de padres de familia, como si fuera lo más natural, además de continuar con su activa vida profesional. Mantener aquel excitante equilibrio solo fue posible por el apoyo que se proporcionaban el uno al otro. O al menos Andrea confiaba en que Vittorio la considerara tan vital como ella a él. Él insistía en que se estaba descubriendo a sí mismo gracias a ella y Andrea confiaba en estar contribuyendo a que ahuyentara sus fantasmas y a que liberara sus emociones. Vittorio alzó la cabeza después de frotar la nariz contra su cuello y la miró apasionadamente. Habían estado hablando del cumpleaños de Natalia y bromeando con los planes para el siguiente. —Aunque supongo que para cuando cumpla dos años, será ella quien diga lo que quiere —b
Y la verdad reverberaba en la mente de Andrea mientras caminaba sin rumbo por las calles de Nueva York. Su hermana era completamente estéril. Joseph, sabiendo el sufrimiento que saberlo podría haberle causado, había convencido a la doctora Summers de que buscara a una donante anónima y que le hiciera creer a su esposa que el bebé era suyo. Natalie no era lo que le quedaba de Sarah. Ella y Andrea no tenían ningún vínculo de sangre. ¿Cómo reaccionaría Vittorio cuando lo supiera? ¿Y si lo había sabido todo el tiempo? Quizá solo la había necesitado para acceder a la niña y se había casado con ella para que, entre tanto, la niña se encariñara con él. Pero una vez conseguido su objetivo, ¿qué necesidad tenía de ella? La lógica dictaba que si Vittorio pensaba librarse de ella lo haría mientras Natalie fuera lo bastante pequeña como para que su desaparición no tuviera repercusiones psicológicas. Que, igual que la pequeña había olvidado a Joseph y a Sarah, la olvidaría a ella. Solo cabían dos
El anuncio de la boda fue recibido por Vera y por la familia de Vittorio con tal entusiasmo que Andrea se emocionó. Vittorio insistió en celebrarla en Roma y lo antes posible, entonces ella se encontró por primera vez en una situación que jamás había esperado: formando parte de una gran familia. Con cada día que pasaba su amado se mostraba más abierto y se esforzaba por darle aquello que le había negado en el pasado. Incluso mucho más. La villa en la que se alojaban estaba situada en Portofino, en una playa de arena blanca llamada Punta Chiapa, frente al cristalino mar Italiano. Era lo bastante grande como para acomodar a los invitados, pero lo suficientemente recogida como para que Vittorio y ella pudieran sentirse aislados. Y aquella tarde, a la mágica hora del atardecer, se casarían. La ceremonia iba a ser sencilla; tan solo la familia y algunos amigos ante los que intercambiarían los votos. —Más te vale estar preparada —dijo Delia, entrando en la habitación en la que Andrea se es
Vittorio se arrodilló al pie de la cama totalmente conmocionado por la escena que tenía enfrente, nunca pensó ser tan dichoso y menos con la mujer que le gritó a la cara haber vivido un infierno con él, pero que ahora es su mujer. La contempló como su posesión más preciada y le acarició las piernas, al recogerse el vestido que le hacía parecer un ángel y una diosa, habían quedado expuestas. La bestia que rugía en su interior anhelaba poseerla violentamente, como había hecho tantas veces para placer de ambos, pero su instinto protector – ese que desconocía hasta que conoció a Natalia – afloraba resguardando ese pequeñito ser que se formaba poco a poco en su interior. Por esa y otras razones en aquella ocasión quería que fuera distinto, y que Andrea Sullivan – ahora la Sra. Rossi - supiera todo lo que le debía, hasta qué punto la adoraba. Colocándose a cuatro patas sobre la cama, fue ascendiendo por su cuerpo, besándolo a medida que la desnudaba lentamente hasta que llegó a sus labios
Los recuerdos golpearon a Andrea Sullivan mientras observaba a Vittorio Rossi en la televisión estilo Smart TV del despacho de su socio. A pesar de haber sido puesta en aviso, cuatro años atrás había estado unida a él sentimentalmente a lo largo de dos años. Observando su rostro de facciones marcadas y mirada intensa, y con el sonido apagado, podía recordar lo primero que le había dicho: «Señorita Sullivan, será mejor que se vaya mientras pueda. Relacionarse conmigo no le hará ningún bien». Todavía podía oír su voz, profunda y sensual, con el leve acento Italiano que le resultaba tan seductor; podía sentir su mirada, quemándole la piel. — ¡Vaya, ha vuelto a la ciudad! - el comentario de su socio, la sacó del ensimismamiento en el que siempre se sumía al pensar en su ex e hizo que se fijara y se diera cuenta de que Vittorio estaba, efectivamente, delante de las oficinas centrales de su empresa, en la Quinta Avenida. —Me había resignado a no hacer negocios con él puesto que solo cierra