Hola preciosuras... Por aquí otro capítulo. Disfruten su lectura.
Amelia se detiene de súbito ante la escena de su madre en el piso con ambas manos puestas en su pecho, el color escapa del rostro de Amelia y su piel se eriza corroborando el latigazo de temor que en este momento está atravesando su cuerpo, ese miedo que la ha invadido en otras ocasiones en las que Ángela ha entrado en una crisis coronaria. — ¿Mami? – gime sin poder dar un paso. A su alrededor todo se vuelve un caos haciendo que su vida tambalee, que sus emociones la embarguen llevándola casi a un colapso. Siente unas manos que la retienen tratando de que se sienta mejor y al mirar se trata de Ana que con lágrimas en los ojos la llama o por lo menos eso es lo que puede aún leer en sus labios antes de desvanecerse. — Quiero el monitoreo completo de la paciente coronaria por favor – ordena el Dr. Arístides Christopoulos — ¡Bastián! – llama a su primo que intenta reanimar a su novia con desesperación — ¿serías tan amable de dejar en paz a Amelia para que respire? – Bastián gira a mir
Bastián toca la puerta de la oficina de su hermano y este pronuncia un “adelante” para que quien sea ingrese. Lo encuentra ojeando unos papeles que al parecer son la historia de su suegra o eso es lo que deduce por el ceño fruncido de Arístides. — ¡No entiendo nada! – dice para sí mismo. — Cuéntame entonces a ver si nos confundimos los dos o por fin entendemos – sugiere Bastián con una sonrisa. — Estas pruebas, no me convencen – informa con un susurro — es decir; los resultados están alterados a mi parecer – relee y entrega a su hermano cuando éste estira la mano interesado en ello. — ¿A que te refieres? – pregunta mirando sin entender —. Dime que buscar y comparemos porque este es el expediente de Ángela Blackstone cuando estaba interna en una clínica en Manhattan – informa con las cejas al cielo. — Lo sé y en esas pruebas se identifica una paciente con un cuadro clínico que es muy difícil de tratar dada la importancia del compromiso coronario Bastián – el aludido asiente compren
Amelia baja de la camilla para estirar las piernas, su cuerpo se estremece aun a causa de los besos de Bastián que ella propició y los que aun siente en su boca con el dulce sabor del helado. Sonríe con picardía ante su soltura con él. Entretenida en sus pensamientos vislumbra una figura detrás de la cortina que cubre el cubículo, muy pequeña para ser Bastián y demasiado elegante para ser una trabajadora así que, decide correr la pequeña cortinilla y descubre a Ana parada enfrente.— ¡Hola, no pensé encontrarte aquí! – dice Amelia con voz temblorosa.— No te des tanta importancia – la morena sonríe irónica y a Amelia se le rompe el corazón — vine por Angie no por ti ya que al parecer no necesitas de nadie más que e tu noviecito – no puede evitar que las lágrimas salgan de sus castaños ojos.— Ana ¿qué te pasó? – gime — ¿qué nos pasó? – la chica ofrece una expresión de incredulidad.— ¿A mí? Que pasó contigo que nos diste la espalda, apuesto que tu querido Bastián no te ha llevado a ve
Bastián corre la cortina del cubículo en el cual se encuentra Amelia para encontrarla hecha un mar de llanto. Lleva puesta una vía endovenosa y de un tubo de acero cuelga un suero, la enfermera lo mira con interés y él la ignora completamente para acudir en ayuda de su mujer que lo necesita mucho más que cualquier información sobre su estado actual. Ella abre los brazos y Bastián va directo hacia ellos. Sus pechos se tocan y una descarga eléctrica se apodera de sus cuerpos. — ¡Joder! – dice él al ser arrasado por la sensación —. No llores así Amelia, me asustas - deshace el abrazo y toma el rostro de ella entre sus grandes manos — ¿Qué sucede amor? En serio estás asustándome – reclama dulcemente para que le comunique lo que le está molestando. —Ana... Pronuncia sin poder decir más ya que rompe en llanto al recordar que su mejor amiga es otra persona. — ¿Está aquí cariño? – asiente con el labio inferior mordido. Al instante todas las alarmas de Bastián se encienden contemplando el
La morena se encuentra inmovilizada contra la pared con las manos en la espalda sostenida por unas bridas que le colocó uno de los hombres de César. Tiene las manos ensangrentadas Ya que logró el cometido de apuñalar a la madre de Amelia, arístides se encuentra sobre la víctima taponando la herida y ajustando los preliminares para llevarla a la sala de operaciones. Él también tiene un corte en el brazo casi a la altura del hombro y está sangrando. Una de las enfermeras coloca un par de compresas para detener el fluido y que Arístides pueda continuar con su trabajo. — ¿Es grave? – pregunta Bastián sin dejar de mirar lo que hace la chica. — Una puñalada en el abdomen siempre es grave hermanito – suspira entrecortado antes de hablar. — Discúlpame entonces, solo preguntaba para saber que decirle a mi novia acerca de la salud de su madre – observa la morena que se encuentra retenida contra la pared. — Ok, dile que su corazón funciona a la perfección, pero que debo llevarla a la sala de
El camino a la casa de Bastián Amelia se le hizo eterno, no hacía más que llorar recostada su pecho en la parte de atrás del maybach que funciona como transporte ya que es un blindado. Sabe perfectamente que su novio no se permite dejar ningún cabo suelto que comprometa su seguridad. — ¿A dónde vamos? – exige con sutileza.— A un sitio seguro, ya te dije que no me gusta correr riesgos cuando se trata de tu seguridad – explica, pero no la mira a la cara.Subiste está fija en el espejo retrovisor no solo en los ojos de su jefe de seguridad sino en el auto que viene detrás siguiéndolos, confía plenamente en César ya que es un elemento táctico por haber sido militar sin embargo se encuentra en una disyuntiva entre preguntar qué procede y ordenar cualquier procedimiento personal.— ¿Vas a aislarme mientras mi madre corre peligro? - se incorpora moviéndose bruscamente entre sus brazos sentada aún en su regazo.— Voy a aislarte, sí – expresa con el descaro que lo caracteriza —, pero es
Amelia da una vuelta en el rellano de la gran casa donde la trajo Bastián junto a su equipo de seguridad. Se trata de una estructura acero blindado con una cubierta de concreto lo que la hace una casa completamente segura, además de que es de un tamaño infame está decorada con un gusto exquisito como todo lo que posee su novio. No sabe si poner los ojos en blanco o silbar por lo ostentoso de su entorno, es sencillamente preciosa por dentro y por fuera. — ¡Bastián esto es! – comienza a decir. — ¿Impresionante? – ella lo mira con sospecha. — ¡Ridículo! – le dice para provocarlo y lo logra. — ¿Nadie te ha dicho que eres una persona hiriente? – protesta en broma —. No te importa romperme el corazón con tus comentarios – se acomoda en el suntuoso sillón donde está sentado — sin embargo lo voy a dejar pasar porque debo dejarte aquí mañana en compañía de los chicos para resolver ciertos asuntos – ella abre los ojos, se acerca a él. — No quiero estar sola y menos aquí en esta cárcel –
Amelia abre los ojos y lo único que logra ver es oscuridad, se encuentra cómodamente recostada en un mullido colchón del cual va a ser difícil salir ya que todo su cuerpo sufre los desmanes de su encuentro sexual con su futuro esposo que en realidad se convirtieron en tres o tal vez cuatro. Se irgue para darse cuenta de que Bastián no se encuentra en la gran cama con dosel que ahora divisa ya que sus pupilas se han acostumbrado a la oscuridad. , piensa al sentirse manipulada por el hombre que ama. — Pero no te saldrás con la tuya – expresa en voz alta. Escucha el agua de la ducha y sale de su cautiverio para dirigirse hacia el sonido que no le pasa desapercibido cuando ve salir a Bastián todavía mojado con una toalla en la cadera, su vista se va hacia la perfecta uve que se encuentra en su vientre bajo donde terminan los músculos del abdomen. Se deleita admirándolos hasta escuchar un carraspeo y se obliga a levantar la vista hacia el rostro de su dueño que tien