Adam se llevó las manos a la cabeza. No, aquello no podía estar pasando. Se había desvivido por enseñarle a sus hijos el valor de las personas, explicándoles el cómo debían comportarse y debían tratar a los demás; sin embargo, allí estaba, con la preocupación a flor de piel porque, aparentemente, su primogénito no había aprendido nada de todo lo que había procurado inculcarle a lo largo de su vida.No, no podía creerlo. No podía ser cierto. Brendan jamás haría algo como aquello, era imposible. No, Brendan tenía un comportamiento errático, era bastante más que adicto al alcohol, pero no era un psicópata. No, eso no podía ni siquiera pensarlo. Tenía que haber una forma de demostrar que su hijo no tenía nada que ver con la desaparición de Amelia Carter. Pero ¿cuál era esa forma? ¿Cómo lograría dar con ella?Sin saber qué hacer o cómo actuar, tomó su chaqueta del perchero que se encontraba a un lado de su escritorio y se la colocó, no sin antes tomar las llaves de su coche.Tenía que viaj
Cuando Alahan llegó hasta donde se encontraba Liam, el corazón se le paralizó por completo, al ver como aquel hombre, que había sido como un padre para su hermana, se había desmoronado por completo, dejándose caer al suelo con la espalda apoyada contra la pared del pasillo que conducía a la entrada.Con lentitud, procurando no sobresaltarlo ni incomodarlo, pero deseoso de conocer qué había sucedido para que se hubiese quebrado de esa manera tan repentinamente, Alahan se acuclilló junto a Liam, mientras le posaba una mano sobre el hombro.—¿Qué sucede? —preguntó con cautela, buscando la mirada del hombre.Liam soltó un sollozo lastimero y, con un dedo tembloroso, señaló hacia la caja que se encontraba a su lado y que Al había pasado por alto hasta ese momento.Frunciendo el ceño, se puso de pie y se encaminó hacia la caja de cartón, que se encontraba a unos pocos pasos, lo cual le daba la pauta de que Liam se había alejado de ella.¿Qué diablos había allí? ¿Qué tenía aquella caja que l
Tras finalizar la llamada con O’Neill, Adam se dejó caer en el sofá de cuero negro que se encontraba en una de las esquinas de la habitación, mientras continuaba intentando entender qué era lo que acababa de ver.¿Qué diablos hacía aquella Tablet allí? ¿Qué significaba el mensaje que parpadeaba, como la cuenta regresiva de una bomba? Pero, sobre todo, ¿qué tenía que ver con su hijo?Si Brendan había sido realmente quien había dejado aquel mensaje: ¿qué era lo que estaba queriéndole decir?—El pasado se hace presente; y me cobraré lo que, en un pasado, se cobró mi presente y mi futuro. No tengo nada que perder, cuando nunca he tenido nada —susurró, repitiendo las palabras que había leído una y otra vez, mientras le informaba su descubrimiento a O’Neill.No entendía qué demonios significaba todo aquello. ¿Dónde estaba Amelia Carter? ¿Qué significaba aquel mensaje? Y, por sobre todas las cosas, ¿qué tenía que ver su hijo en todo aquello?Suspiró y se llevó las manos a la cabeza, alborotá
Alahan se adentró en las dependencias de los peritos forenses, hecho una tromba.Hacía más de dos horas que los dispositivos móviles habían sido enviados para que los analizaran y nadie había sido capaz de aportar un rayo de luz en aquel maldito y oscuro laberinto en el que se encontraban.Al cruzar las puertas acristaladas, se encontró con que todos los que debían estar trabajando arduamente en los análisis de los móviles se encontraba repantigados en un sofá que se encontraba contra la pared final de las oficinas compartidas, hablando, riendo y bebiendo café, como si allí no hubiese nada importante que hacer.—¿Qué diablos están haciendo? —preguntó, alzando las cejas y cruzando los brazos.Los cuatro técnicos detuvieron todo lo que estaban haciendo, en un parpadeo, y se voltearon hacia él, abriendo los ojos de par en par.—¿Qué te pasa, Al? —preguntó Kiana, sonriendo mientras se acercaba hacia él pavoneándose.—¿Qué me pasa? ¿En serio lo preguntas? Hay demasiado trabajo que hacer.—
De camino a la comisaría, O’Neill observó cómo Alahan salía de las dependencias de los peritos en tecnología, como si hubiese sido escupido por un huracán.Sin pensárselo dos veces, se encaminó hacia él y, bajando la ventanilla y sintiendo cómo el gélido aire del otoño se adentraba en el coche, gritó:—¡DOYLE!El aludido miró alrededor de él, desconcertado, hasta que sus ojos dieron con el coche patrulla en el que se encontraba Howard O’Neill.—¿Qué sucede? —preguntó el comisario, una vez Al se subió en el asiento del copiloto.—No tenemos ni una puta mierda —escupió con odio.—¿Cómo? Pero ¿y los móviles? ¿Los videos?—No hay nada. Nada de nada.—Eso es imposible, como mínimo deberíamos poder saber cuándo fue grabado el video.—Howard, cuando digo nada es nada —dijo, apretando los dientes. Se sentía completamente impotente—. No sé si lo sabes ya, pero lo único que lograron los forenses fue hallar dos muestras de ADN, con una amplia coincidencia entre ambas.—Sí, lo sabía —dijo O’Neill
Una vez llegaron al puerto, Al le indicó a Howard la ruta hasta la cabaña costera que quería visitar y que era propiedad de los Warren.No estaba seguro de encontrar algo, pero no perdía nada con intentarlo. Con un poco de suerte la corazonada que acababa de tener, si no les devolvía a Amy de inmediato, al menos podría darles una pista de por dónde continuar, qué camino tomar.En cuanto llegaron a la ubicación que Al le había indicado, este se apeó del coche en un abrir y cerrar de ojos y se encaminó hacia la puerta delantera, sin muchas esperanzas; sin embargo, para su sorpresa esta se encontraba abierta.Frunciendo el ceño, empujó la abertura de metal y se adentró lentamente mientras se llevaba la mano a la cinturilla del pantalón. Desde que había sido incluido en aquel caso, su jefe le había entregado un permiso especial para portar un arma calibre 22 por precaución. Si bien jamás había utilizado un arma estando de servicio, sí había hecho las prácticas correspondientes que lo habi
O’Neill suspiró y miró a través de la ventanilla, mientras encendía un cigarro, antes de poner el coche en marcha. Tenía mil preguntas y necesitaba respuestas.—Alahan —dijo, tras darle la primera calada al cigarrillo—, entiendo que, en este momento, estemos ambos en la misma posición jerárquica, pero me gustaría que me dijeras todo lo que sabes. Estamos en el mismo bando y lo sabes muy bien.—No sé qué quieres que te diga, Howard —repuso, mirándolo de soslayo, mientras sacaba un cigarro del paquete que el comisario había dejado en la guantera—. ¿Acaso no confías en mí? —La confianza es algo muy difícil de ganar, mucho más si se le oculta información a un compañero.—No sé de qué estás hablando, en serio —dijo, soltando el humo a través de sus fosas nasales.—¿Cómo supiste que este era el lugar?—Ya te lo dije: el cuadro. Simplemente reconocí el cuadro.—Sigo sin creerlo del todo, pero supongamos que es como dices…—Es como digo —repuso, alzando una ceja.—Supongamos que en eso tiene
A la mañana siguiente, Brendan se despertó sobresaltado al oír como alguien trasteaba con la puerta de su celda. Con lentitud, abrió los ojos y esperó, impaciente, a que su vista se adaptara a la leve luminosidad del calabozo, antes de mirar a su izquierda y ver a O’Neill acompañado del mismo guardia de la noche anterior.¿Es que acaso ese hombre no descansaba? Desde que lo habían encerrado, aquel sujeto había permanecido allí día y noche sin denotar en su rostro el más mínimo cansancio. ¿Qué clase de brujería era aquella?Encogiéndose de hombros y quitándole importancia a aquel pensamiento sin sentido, se incorporó y se sentó en el camastro.—Buenos días —saludó Howard, abriendo la puerta—. Puedes salir.Brendan se puso de pie y observó al comisario con una mirada que intentaba transmitirle que necesitaba que le creyera y que confiara en él. Sin embargo, el hombre se limitó a mirarlo sin la más mínima muestra de comprensión.—Ya sabes que tienes que permanecer en la ciudad hasta que